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Cosmotécnica y diversidad tecnológica – según Yuk Hui

Emo de Medeiros, 2019, entrada en Vertical Atlas. Handroid City barrio de ciudad africana dedicado a la reparación y venta de teléfonos móviles, como ejemplo de otras relaciones con las tecnologías digitales.

Cosmotécnica y tecnodiversidad según Yuk Hui

Comentario de José Pérez de Lama / 30/12/2022

Siguiendo mi tradición personal de publicar algo los días en torno al cambio de año.

Hace algunos días participé por invitación de Pablo DeSoto en un coloquio en LABoral de Gijón, un «Club de lectura» dedicado al libro de reciente publicación Vertical Atlas – libro cuyo objeto es cartografiar la geopolítica emergente de las redes y tecnologías digitales.

Una de las cuestiones que me llamó la atención y que comentamos fueron los conceptos de «cosmotécnica» y «diversidad tecnológica» que propone el investigador chino Yuk Hui y que constituye una de las inspiraciones del volumen. Su contribución al volumen es un texto – publicado originalnente en la revista e-flux núm. 86 de noviembre de 2017 – y Cosmotechnics as cosmopolitics.

Bajo un ropaje al pesado de referencias a Kant, no recuerdo si Hegel, y Heidegger, Hui me recuerda a Isabelle Stengers, a quien no cita, planteando un paralelo entre las idea stengeriana de cosmopolíticas y la que de cosmotécnicas. Mientras que en las cosmopolítica apres Stengers se trataba de negociar entre, para viabilizar y compatibilizar, diferentes maneras de hacer ciencia, o más ampliamente, diferentes formas de estar en el mundo, Hui parece enfatizar que estas diferentes formas de estar en el mundo tendrían que ver con diferentes maneras de entender y usar las tecnologías.

El argumento tendría un primer paso, entonces que sería el de reconocer la «diversidad tecnológica», un argumento polémico frente al pensamiento dominante, emitido en torno a las Big Techs, de la existencia de un Zeitgeist único, – digital-californiano-neoliberal, quizás podríamos decir simplificando – al que tod*s tendríamos necesariamente que plegarnos para prosperar, o tal vez para sobrevivir.

Entre otras cuestiones el Vertical Atlas ilustra esta hipótesis de la diversidad tecnológica cartografiando esta diversidad desde y en lugares «periféricos» del sistema, especialmente África, pero también diferentes partes de Asia y Sudamérica.

La «cosmopolítica como cosmotécnica», entonces – lo enuncio al revés que Hui – supondría una construcción de múltiples mundos, en los cuales las tecnologías digitales seguirían siendo componentes fundamentales, pero en un marco diferente del actual oligopolio mercantil y de producción biopolítica y control social.

Uno diría que en esto, al menos en la crítica de la situación tendente al monopolio en lo mercantil hay gente como Cory Doctorow, aunque la enunciación que he llamado stengeriana parece más compleja y más sugerente.

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Referencias

Leonardo Dellanoce, Amal Khalaf, Klaas Kuitenbrouwer, Nanjala Nyabola, Renée Roukens, Arthur Steiner & Mi You (editores), 2022, Vertical Atlas, ArtEZ Press, Rotterdam; disponible en: https://verticalatlas.net

Yuk Hui, 2022 [2017], Cosmotechnics as Cosmopolitics, en: Leonardo Dellanoce et al (editores) 2022, Vertical Atlas, ArtEZ Press, Rotterdam

Cory Doctorow, 2021, How to Destroy Surveillance Capitalism, Medium Editions

Isabelle Stengers, 2003, traducción de R. Bononno [edición original en francés: 1997], Cosmopolitics I. The Science Wars, University of Minnesota Press, Minneapolis; disponible on line en: http://blog.wbkolleg.unibe.ch/wp-content/uploads/Stengers.pdf | accedido 19/02/2018ver en este mismo blog: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2018/02/20/ecologia-de-las-practicas-stengers/

Algunas recomendaciones sobre escritura: de George Orwell __ y mías

George Orwell, 1946, Politics and the English Language. A Collection of Essays, pp. 156-71 (10th ed. 1981).

Algunas recomendaciones para escribir correctamente en inglés:

  1. “Never use a metaphor, simile or other figure of speech which you are used to seeing in print.”
  2. “Never use a long word where a short one will do.”
  3. “If it is possible to cut a word out, always cut it out.”
  4. “Never use the passive where you can use the active.”
  5. “Never use a foreign phrase, a scientific word or a jargon word if you can think of an everyday English equivalent.”
  6. “Break any of these rules sooner than say anything outright barbarous.” (170)

  1. No uses nunca una metáfora, comparación o figura retórica que leas habitualmente.
  2. No uses nunca una palabra larga cuando puedas usar una corta.
  3. Si puedes eliminar una palabra, elimínala siempre.
  4. No uses nunca el modo pasivo donde puedas usar el modo activo.
  5. No uses nunca una frase en otro idioma, una palabra científica o un término de jerga si puedes pensar en una palabra equivalente en inglés (en español-castellano, en nuestro caso).
  6. Sáltate cualquiera de estas reglas antes de decir cualquier cosa simplemente bárbara.

Mis recomendaciones a mi hermana recientemente… con disculpas por ponerlas a continuación de un precedente tan eminente…

José Pérez de Lama

  • Escribir como se habla – según decía Cervantes – y, tal vez también, Trapiello.
  • Evitar la jerga – o al menos no abusar de ella.
  • «Huir como de la peste» de los lugares comunes: las «pinceladas» y cosas del estilo – en la forma y en el contenido, si puede decirse así.
  • Prestar atención al oído.
  • Recurrir a una cierta variedad: frases cortas, medianas y largas…
  • No usar frases muy largas salvo excepcionalmente.
  • Intentar decir las cosas con claridad y con construcciones sencillas, directas y de manera articulada (ordenada).
  • Tratar más de lo concreto que a lo abstracto. No abusar de lo abstracto.
  • Introducir algún detalle simpático o de un cierto humor.
  • Titular de forma clara y descriptiva, incluso capítulos y secciones.
  • Evitar la poesía más o menos barata… y ser prudente con «la cara» – si acaso que la poesía sea más bien secreta…

Vinciane Despret, «A la salud de los muertos», un comentario

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Portada de A la salud de los muertos. Relatos de quienes quedan, edición de La Oveja Roja y fotografía de la autora, Vinciane Despret.

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Selección y comentario de José Pérez de Lama

Reseña de: Vinciane Despret, 2022 [2015], A la salud de los muertos: relatos de quienes quedan, La Oveja Roja, Madrid

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Extraño libro que me mantuvo intrigado, aunque en general me decepcionó.  O quizá era eso lo que pretendía la autora, que los lectores construyeran su contra-lectura… con sus propias experiencias y percepción sobre cómo mantenemos vivos a los muertos, sus diversos «modos de existencia» — Latour dixit — …

Ya decía Marx en el Brumario «La tradición de todas las generaciones muertas gravita como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos”.» Y por el lado positivo, entre otros muchos podemos citar a Newton, «vemos tan lejos porque estamos sobre hombros de gigantes», por mencionar dos historias conocidas. Los muertos, si bien de otro modo, continúan existiendo y afectando a los vivos, — eso dice Despret –. Y ocurre también,  y lo vemos cotidianamente, que la acción de los vivos también «afecta» al modo de existencia con que continúan presentes los muertos: les hace justicia, completa o destruye sus obras, o sus intenciones, desarrolla o reinterpreta sus pensamientos, reordena su recuerdo…

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Lo arriba expuesto es lo que la autora explica en la parte inicial del libro, y me resulta lo más interesante, en las formas relativamente más convencionales en que cuenta cómo sucede: gente que sigue conversando con sus muertos, que les escribe cartas, que los recuerda en ciertos lugares y circunstancias… Una amiga, Queti Naranjo, comentando sobre el libro me decía que siempre que está guisando y poner laurel se acuerda de su madre; ayer yo tuve un intenso recuerdo de mi padre al encontrar un sitio de desayuno dominical donde ponían unos churros maravillosos, algo que era una fiesta para él, como lo es para mí.

Una de las argumentos del libro efectivamente es en contra de la vigente teoría del duelo, que si no entendí mal, la autora califica de freudiana, según la cual un duelo saludable es el que se supera y permite olvidar al difunto. En contra de esto Despret defiende y expone otras prácticas de duelo que tendrían que ver con cultivar el recuerdo de una manera no dolorosa, o en la que el dolor no es la más importante; — al contrario, serían prácticas que hacen por mantener la presencia, la salud, de los muertos.

Hay varios temas, «diagonales» los llamaría, que en el desarrollo del libro parece que interesan más a la autora que lo que enuncia de partida, y que esto de los muertos le permite explorar. Uno sería una interpretación pragmatista de ciertos comportamientos «irracionales», quizás el más destacado. Y en cierto modo, a mí que soy persona racional y que me interesaba lo planteado inicialmente, es lo que me fastidió del libro: la mayor parte se dedica a cosas como las presencias tipo fantasmas o apariciones, los sueños, el espiritismo, ciertas prácticas populares de religiosidad… que en general me parecen formas extravagantes de hacer presentes a los muertos, frente a otras mucho más comunes y por eso, para mí, más interesante. La aproximación de Despret a estas «prácticas irracionales», no obstante, es interesante: trata de evitar las explicaciones y se centra en los efectos, en cómo generan y afectan los modos de existencia otro de los muertos, la continuidad de su presencia entre los vivos.

Una segunda cuestión, compleja para mí, sería la de una especie de «neoanimismo» — en la línea latouriana de las cosas que son actores en la medida que afectan lo que acontece.

Una tercera sería la de su interés por el contar historias o relatos, en este caso como manera fundamental por la que se mantienen presentes, y en cierto modo vivos, los que ya no están. Un contar historias que no sería mapa sino territorio, que sería la experiencia misma de la presencia. Un tema muy de mi interés que ando tratando de escribir sobre mi padre, sus padres y otros temas familiares en esta línea de mantener la presencia, cuidar la memoria… Dejo para acabar cita sobre esto de Despret, de las últimas páginas del libro. Los relatos son las experimentaciones donde se fabrica el ser, dice la autora.

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Cita larga del libro, pp. 175 y sigs.

[Sobre muertos y contar historias]

[…] el movimiento que imprime el relato. B. se basa en un presupuesto no cuestionado; que estas historias [las historias sobre muertos, presencias…] tiene la función de describir algo que sucedió. Conozco [sin embargo] pocas historias que correspondan a esta definición. Las historias hacen, y hacen que algo suceda. Crean. Son sensibles y conmueven. Hacen existir cosas y mundos.

Asumir que las historias describen acontecimientos […] es imaginar [p. 176] a las personas en la misma postura que asumen quienes las interrogan [antropólogos, investigadores], que van a describir y pensar a partir de descripciones. Por supuesto, en eso consiste su labor de investigación, al igual que consiste en no confundir el mapa y el territorio, sus descripciones y lo que éstas describen, las historias que ellos fabrican y eso a partir de lo cual lo fabrican. Pero aquí no hay mapa, la historia es el territorio.

[…] Las historias mantienen presente la presencia, mantienen vivo al muerto. Las historias insisten en su reformulación. Re-suscitan vacilaciones. Son performances.

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Por lo tanto, la historia que permite fabricar una presencia no relata el acontecimiento, la historia mismo es un acontecimiento. Se vive esa presencia, se la revive, es decir también, se la revivifica. Contar este tipo de historias compete a las artes de la experimentación. Los que escriben para descubrir o explorar lo que piensan, saben que la escritura es del mismo material que el pensamiento. […] Los relatos no están «después» de la experiencia, son plenamente parte de ella. Comienzan con ella, prolongan las vacilaciones y las reactivan. […] la historia es del mismo material que la experiencia. Se trata de un mismo lienzo que se pliega y se despliega al mismo ritmo.

Los relatos cultivan el arte de prolongar la experiencia de la presencia. Es el arte del ritmo y del pasaje entre varios mundos, el arte de hacer sentir varias voces. Vacilar, caminar en el medio, un verdadero medio, no el de una línea, sino el de líneas múltiples.

[P. 177] […] su forma de eficacia […] consiste en hacer sentir, es decir, en hacer existir. […] Son enunciados que actúan, o más precisamente, son relatos que transmiten las presencias que afectan y que hacen actuar. Daniel Bensaid escribía: «Los muertos convocan a los vivos para que despierten a los muertos». Aquí comienza y se prolonga un relato, Por el medio.

[P. 178] […] convocan siempre otras versiones; son deseos de continuar, deseo de otras historias, deseo de vitalidad, encantamiento. Estas historias no encantan el mundo, como se dice a menudo, sino que se resisten a su desanimación. No luchan contra la ausencia, sino que componen con la presencia. En sus mismas formas, en la enorme inventiva de sus formas. Los relatos que hacen hacer los muertos son historias sin fin, deliberadamente sin fin, siempre pueden volver a abrirse; reformulaciones. Son historias que acogen, que toman nota de algo que hace pensar, lo cual quiere decir dudar y fabular. Activamente. Los relatos son experimentaciones. Son los talleres donde se fabrica el ser.

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Hacer collage, según Antonio Lafuente

Imagen: Man Ray, ca. 1920, Dancer-Danger, collages fotográficos.

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Selección y comentario de José Pérez de Lama del libro de Antonio Lafuente, 2022, Itinerarios comunes. Laboratorios ciudadanos y cultura experimental, NED ediciones, Madrid, pp. 13-15

Leyendo a mitad de camino el libro del querido Antonio Lafuente, con su admirable índice: Componer, Experimentar, Comunalizar y Cuidar, en el que podría decirse que recoge sus años de experiencia y reflexión sobre el Media Lab Prado y por extensión los laboratorios ciudadanos.

Se pregunta uno, que también ha sido «acompañante teórico» de proyectos de acción, hasta qué punto estas teorizaciones son particulares de Lafuente, forman parte de una conversación práctica con otros participantes en el proyecto o representan efectivamente el pensamiento colectivo del proceso.

Reproduzco una de las entradas del libro como muestra, que me gustó particularmente, por su relación con «lo compositivo», hacer collage sería parecido a hacer mapa o rizoma en otros sistemas, componer agenciamientos o ensamblajes, y cosas de ese orden. O eso me parece.

Espero que este fragmento sirva entre otras cosas para que los/as posibles lectores se animen a continuar con el libro.

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Colla(ge)borar, por Antonio Lafuente

Habitamos un mundo manifiestamente mejorable y es normal que intentemos cambiarlo. No sorprende, por ejemplo, que queramos liberarlo de los muchos prejuicios de raza, de clase, de género, de cultura o de edad. No es raro entonces que deseemos «lavarlo» y «hacer colada», en su expresión literal y en la figurada. Tenemos que hacer collage.

Comentario: Usa Lafuente aquí un juego de palabras entre colada – poner cola, encolado, quizás, y colada de lavar la ropa – pero no estoy muy seguro que que funcione bien… Collage en francés sería encolado, de poner cola, colle, pegar…

«Hacer la colada» es también un juego que desafía el orden estético, simbólico y político heredado o que promueven las elites dominantes. Hacer collage es conectar cosas que nunca estuvieron juntas, hacer visibles mundos imaginados, ensayar en otro orden posible, iniciar un relato inaudito, suspender los significados normalizados: hacer volver a ver, no tanto en el sentido de revisar, como en el de renacer.

Más allá de una acción individual, el collage nos invita a colaborar porque necesitamos juntar cosas que fueron separadas por decisiones administrativas, estéticas, políticas o epistémicas. Tal vez queramos otras configuraciones menos funcionales, o quizás sea que nos atrae lo desconocido, lo marginado, lo minúsculo, lo desechado, lo irregular, lo inútil: el hecho es que necesitamos acercarnos a otros mundos o al mundo de otras personas si queremos experimentar con la diferencia, limpiarnos los ojos y ensanchar nuestra sensorialidad. ¡Hagamos colada!

Los materiales del collage pueden ser muy variados: cosas improvisadas que ignorábamos, cosas imaginadas que se hacen reales, cosas que unen experiencias comunes, cosas que existieron o fueron abandonadas, cosas futuras, cosas prometidas o indescifrables, cosas guardadas o cosas encontradas. Caben las cosas que tienes o no tienes, como también las que conoces o ignoras, las que deseas o abo- [p. 44] minas, las que sueñas, las que barruntas y las que son mistéricas. En un collage pueden entrar las cosas más vulgares y las más extraordinarias, los secretos, las profecías, los versos y todas las otras máquinas que nos rodean. En efecto, nada puede ser más abierto e inclusivo que un collage. Nada puede ser más creativo ni más político (Adamowicz, 1998).

Nada puede ser tampoco más sencillo. Se puede hacer «colada» en el colegio y en todos los espacios convivenciales. Más aún, se debe. Es un juego y basta con jugar. Para ello les pedimos a los que participan que cada uno traiga una cosa que le importe mucho, porque le trae recuerdos o tiene algún valor. También valdría traer el más insignificante de los objetos que posea porque está harto de su presencia o de su irrelevancia. En fin, nuestro juego tiene reglas fáciles de recordar.

Una vez que ya contamos con los objetos, pasamos a la segunda parte: jugar con otros. Es decir, mezclar nuestras cosas, trenzarlas y despersonalizarlas. Ponerlas en red.

Y al remezclarlas surgirán alternativas, se abrirán posibilidades, emergerán significados (Yuen, 2016).

El primer paso entonces puede ser crear un relato que explique ese encuentro, tropezón o avistamiento. Hacer collage entonces es una forma de inventar historias. El relato en el collage es importante porque nos muestra maneras de (re)presentar el mundo mediante objetos contingentes, situados, propios. Inventamos historias e historias que nos inventan, Inventamos [a] un nosotros (Yurkievich, 1984).

Cada una de las cosas escogidas y aportadas al collage conecta con nuestro inconsciente y al mezclarlas dan vida a un nosotros emergente; es decir, contamos una historia que parte de lo personal, pero que el proceso transforma en «colla(ge)borativa». Colla(ge)borar es un juego sin reglas. Podemos [no] descubrir nada y divertirnos poco. Depende de la actitud y de la situación. A veces, conviene aceptar nuestra mediocridad y no exigirnos demasiado. Pero nada nos impide ponernos juguetones, especulativos o desafiantes. Nadie nos obli- [p. 45] ga a ser convencionales y previsibles. Podemos arriesgar una hipótesis improbable o una combinación de objetos absurda. Podemos ser absurdos como nuestro inconsciente, imprevisibles como la fortuna o mágicos como los músicos de una jam session. También podemos ser tenaces como las hormigas, solidarios como los donantes o confiados como los niños. Podemos, en fin, ser colla(ge)borativos.

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Donna Haraway: sobre el exceso de la crítica y la crisis ecológica

Fabrizio Terranova (guion & dirección), 2020, Donna Haraway: Story Telling for Earthly Survival [vídeo, disponible con subtítulos en español en: https://lalulula.tv/cine/100076/donna-haraway-cuentos-para-la-supervivencia-terrenal%5D

Fragmento sobre la parálisis inducida por los excesos de la crítica. Mins. 49.11 hasta 54.40. [transcripción]

Selección y traducción de José Pérez de Lama

Todo el fragmento es Donna Haraway hablando a la cámara o al director.

No tengo alternativa, no tenemos alternativa, el Antropoceno ha aparecido. Es una palabra suficientemente buena, hay mucho trabajo. Yo lo habría hecho diferente, mala suerte. ¿Qué más da? [jajaja, se ríe] En serio ¿qué más da? Trabajamos con lo que tenemos. Y hay lugares en los que trabajar en los que esta terminología, estos aparatos y esos modelos son realmente importantes. Aunque quizás lo estén haciendo demasiado grande, demasiado importantes. Siempre estos relatos – Antropoceno, Capitaloceno, lo-que-sea-ceno – siempre se hacen demasiado grandes, y en el momento en que se hacen demasiado grandes, actúan como si se apoderasen de todo.

Y si vamos a cambiar el relato [the story, la historia] no podemos hacer eso. Yo propuse el Chthuluceno, bueno, y eso era en cierto modo una broma, porque eso también amenaza también con hacerse demasiado grande.

Entonces Isabelle [Stengers] aquí [se pone las gafas para leer unos papeles] me hace esta provocación. Ella y Philippe Pignarre y otros, ella está muy preocupada por la manera en que el capitalismo y la crítica del capitalismo y la crítica del capital nos hacen estúpidos. Y nos hacen estúpidos de una manera particular. Nos hacen creer que no hay ninguna otra cosa posible en el mundo. La clase de estupidez que viene de la constante repetición, cada vez más nueva, cada vez más inteligente, al minuto, la última versión de la crítica del capital. La más inteligente posible, sabes, ¡realmente buena! [risas] El marxismo que realmente nunca abandonaré. Me niego a abandonarlo –Bruno dice que no nos hace falta– pero yo creo que sí que necesitamos el marxismo, y también muchas otras cosas. Pero cómo hacerlo parte de lo que sumamos al juego del cordel [cat’s cradle]? ¿De una forma inteligente?

Porque la cosa estúpida es quedarse tan hipnotizado [mesmerized, embobado] con el último y más brillante análisis del capital que perdemos todo el sentido de lo que es realmente importante en el mundo. Y la razón para hacer este importante trabajo analítico es aprender a contar otra historia. Y aprender como contribuir al trabajo de aquellxs que ya están historiando de otra manera [storying otherwise, contando].
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La único que puede hacerse en el mundo que habitamos es rebelarse [to revolt]. Es como Emily Carr [*], es una insurrección. Una insurrección que rechaza … que rechaza la parálisis de la crítica, que el mundo está acabado, porque sabemos cómo funciona. «Y tú eres estúpido, porque no sabes cómo funciona. Y eres sólo un activista. O una bruja o lo que sea. [min 52.00] Sólo crees en todas esas cosas estúpidas… […] Nosotros sabemos cómo funciona el mundo de verdad» … Esa clase de arrogancia, la arrogancia de los scholars, de los intelectuales. Nuestro veneno … con el que envenenamos aquello mismo que estamos haciendo. Pensamos que estamos contribuyendo a construir una historia diferente y estamos llenando de veneno con nuestro … ser más listos que todos los demás, con la versión última de nuestra teoría.
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Tenemos que practicar la guerra. Tenemos que estar a favor de unos mundos y no de otros. Estamos en contra de algunas maneras de hacer el mundo. Estamos verdaderamente en contra de construir el oleoducto de Keystone [**], y de chupar la tierra hasta dejarla seca de combustibles fósiles. Y muchas otras cosas. Es muy importante estar en la revuelta. A favor de ciertos modos de vida y no de otros. Es una clase de guerra entre mundos, pero es una guerra de mundos como parte de una proposición [***] de paz, de una proposición arriesgada.

Entonces, creo que hay un desplazamiento, que hay un desplazamiento en el mundo, y tenemos un poco de tiempo. «Nosotros» –«nosotros» [hace un gesto con las manos sugiriendo un nosotros más amplio]– estamos viviendo un período de tiempo –corto o largo, no lo sé – No es algo instantáneo, pero puede que no sea largo. Hay un poco de tiempo para hacer una diferencia, puede que no demasiado. Después del cual las consecuencias, lo que hemos provocado, no sólo nosotros en el sentido humano, sino significativamente … ah … No se, no es el «anthropos». De verdad pienso … no es sólo el capitalismo, por supuesto, no es sólo el capitalismo. Pero mientras podamos tener un solo nombre, sabes, los últimos 500 años de dejar la tierra seca … convirtiéndola en recurso para extracción como riqueza en forma de capital. Es un análisis bastante bueno [risa breve] de lo que los últimos 500 años han hecho a esta mundo. Y tenemos un poco de tiempo para «heredar las consecuencias» [hacernos cargo de]. Y tenemos [no se entiende] para ver si la paz es posible.

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Notas

* https://en.wikipedia.org/wiki/Emily_Carr

** https://en.wikipedia.org/wiki/Keystone_Pipeline

*** Uso «proposición» en la traducción porque DH ya lo usó anteriormente como término filosófico que atribuye a A.N. Whitehead y que se refiriría a algo que no existe pero es posible que pudiera llegar a existir.

Adorno: sobre escribir (en Minima Moralia)

Imagen: Dos ediciones alemanas del Minima Moralia. Reflexiones sobre la vida dañada, de Theodor Adorno, escrito entre 1944 y 1947 y publicado por primera vez en 1951.

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Selección y traducción de José Pérez de Lama

Referencia: Theodor Adorno, 2020 [1951, 1945-47], Minima Moralia. Reflections from the Damaged Life, Verso, Londres – Nueva York

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Introducción

Reproduzco a continuación la traducción que hice del inglés del «aforismo» –así los llama Adorno– 51, el primero de la segunda parte, titulado Memento — Recuerda / Recordatorio. Presenta aquí Adorno unas ideas bastante exigentes sobre la escritura, defendiendo primero una cierta claridad, — diría yo que — una idea moderna de la belleza, y más adelante el no dejarse llevar por los trucos o las trampas de la razón… De una manera sugerente explica que es un buen escrito [filosófico, asume uno], y sería algo alejado del puro racionalismo, del «positivismo»… y en buena medida participante de lo poético o literario… La imagen final en que compara el texto con una casa en que se establece el escritor me gustó bastante… Sigue la traducción a partir de aquí.

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Memento. – Una primera precaución para escritores: en todo texto, toda pieza, todo párrafo comprobar si el motivo central destaca con suficiente claridad. Cualquiera que quiere expresar algo se ve tan arrastrado [por ello] por lo que quiere expresar que deja de reflexionar [sobre ello]. Demasiado próximo a su intención, «en sus pensamientos», se olvida decir lo que quiere decir.

Ninguna mejora es demasiado pequeña o trivial para no ser valiosa. La extensión de un trabajo es irrelevante, y el miedo a que no haya demasiado escrito, infantil. Nada debe considerarse que merezca existir simplemente porque exista, porque haya sido escrito. Cuando varias frases parecen variaciones sobre la misma idea, con frecuencia sólo representan diferentes intentos de comprender [grasp] algo que el autor aún no ha dominado. En esos casos, debe elegirse y desarrollarse la mejor de las formulaciones. Es parte de la técnica de la escritura el poder descartar ideas, incluso ideas fértiles, si la construcción lo pide. La riqueza y el vigor beneficiarán otras ideas que de momento están reprimidas. Igual que, en la mesa, uno no debe comerse hasta la última miga, ni beberse los posos. Si no, lo tomarán a uno por pobre.

El deseo de evitar clichés no debería, a riesgo de caer en la coquetería vulgar, limitarse a las palabras individuales. La gran prosa francesa del siglo XIX era particularmente sensible a esta clase de vulgaridad. Una palabra es raramente banal por sí sola: en música es igual, la nota individual es inmune a la banalidad. Los clichés más abominables, como los que Karl Krauss criticaba con dureza, son, para bien o para mal, combinaciones de palabras, [implemented and effected]. Porque en éstas, la corriente fangosa del lenguaje manido [stale] hace remolinos sin sentido, en lugar de ser contenida, y luego liberada, por la precisión de las expresiones del escritor.

Esto no solo se aplica a la combinación de palabras, sino a la construcción de formas completas. Si un dialéctico, por ejemplo, marca los puntos de cambio del avance de sus ideas empezando con un «Pero» en cada cesura, el esquema literario desvelará lo poco esquemático de [la intención] de su pensamiento.

La espesura no es una arboleda sagrada [sacred grove]. Existe el deber de clarificar todas las dificultades que resultan de la mera complacencia esotérica. Entre el deseo de un estilo compacto adecuado a la profundidad del objeto tratado [subject matter] y la tentación del desorden [slovenliness] recóndito y pretencioso no hay una distinción obvia: examinar las sospechas siempre es saludable. Precisamente el escritor menos dispuesto a hacer concesiones al vulgar sentido común debe guardarse de revestir las ideas, en sí mismas banales, con los recursos del estilo. Las lugares comunes de Locke no son justificación para las oscuridades de Hamann. [Nota: sobre Hamann, autor protoromántico puede verse: https://en.wikipedia.org/wiki/Johann_Georg_Hamann%5D

Si el texto terminado, de la extensión que sea, suscita incluso la más leve de las aprensiones [misgivings], éstas deben tomarse con toda seriedad, en un grado completamente fuera de proporción respecto de su aparente importancia. La implicación afectiva en el texto, y la vanidad, tienden a reducir cualquier escrúpulo. Lo que se deja pasar como una pequeña duda podría indicar la objetiva carencia de valor del trabajo.

La procesión de danzantes de Echternach no es la marcha del Espíritu del Mundo; la limitación y la reserva no son la manera de representar la dialéctica. Más bien, la dialéctica avanza por medio de extremos, conduciendo los pensamientos en todas sus consecuencias hasta el punto en que se vuelven sobre sí mismos, en lugar de cualificándolos. La prudencia que nos retiene de aventurarnos demasiado lejos en una frase es habitualmente sólo un agente del control social y, por tanto, de la idiotización [stupefaction]. [Nota en el texto traducido: Echternach es un pueblo de Luxemburgo, cuya procesión de Pentecostés [Whitsun] avanza con un movimiento de tres pasos adelante y dos pasos atrás.]

Se suele recurrir al escepticismo cuando se presenta la frecuente objeción de que un texto, una formulación, es demasiado «bella». El respeto por el asunto expresado o incluso por el sufrimiento, pueden racionalizar con facilidad lo que es mero resentimiento contra un autor que es incapaz de exhibir las huellas, en la forma «reificada» del lenguaje, de la degradación infligida sobre la humanidad. El sueño de una existencia sin vergüenza, al que se aferra la pasión por el lenguaje, aun estando prohibido como contenido, tiene que ser rencorosamente estrangulado. El escritor no debería reconocer distinción alguna entre expresión bella y [expresión] adecuada. No debería suponer esta distinción en la mente ansiosa del crítico ni tolerarla en la suya propia. Si logra por completo decir lo que quiere, será bello. La belleza de expresión por sí misma no es de ningún modo «demasiado bella», sino ornamental, muestra de falta de oficio», fea. Pero aquel que, con el pretexto de la falta de egoísmo, sirve sólo al tema que quiere tratar, olvidándose de la pureza de expresión, también traicionará al tema mismo.

Los textos bien [properly] escritos son como telas de araña: ajustados [tight], concéntricos, transparentes, bien hilados [well-spun] y firmes. Atraen hacia sí a todas las criaturas del aire. Las metáforas que los atraviesan revoloteando se convierten en las presas que los alimentan. El objeto del que tratan [subject matters] se aproxima aleteando. La robustez [soundness] de una concepción puede ser juzgada por la manera en que hace que una afirmación llame [summons] a la siguiente. Donde el pensamiento ha abierto una celda de realidad, debe, sin violencia por parte del sujeto, penetrar la siguiente. Demuestra su relación con el objeto tan pronto como otros objetos cristalizan en torno a él. En la luz que proyecta sobre la sustancia elegida, otras comienzan a brillar.

En su texto, el escritor establece [sets up] su casa. Así como lleva papeles, libros, lápices, documentos, desordenadamente, de un cuarto a otro, crea el mismo desorden en su pensamiento. Se convierten en muebles en los que se hunde [that he sinks into], contento o irritable. Los acaricia afectuosamente, los desgasta, los mezcla, los reorganiza, los estropea. Para alguien que ha dejado de tener una patria, la escritura se convierte en un lugar en el que vivir. En el que inevitablemente produce, como una vez lo hizo su familia, deshechos y cosas que inservibles [lumber]. Pero ahora carece de cuarto trastero, y es difícil en cualquier caso deshacerse de lo que sobra. Así que empuja estas cosas delante suya, con el peligro de acabar llenando sus páginas con ellas. La exigencia de endurecerse frente a la autocompasión implica la necesidad técnica de contrarrestar cualquier debilitamiento de la tensión intelectual con la mayor alerta, para eliminar cualquier cosa que haya empezado a incrustarse en el trabajo o a seguir ahí inútilmente, que si al principio podía haber servido como cotilleo, para generar la atmósfera amable conducente al crecimiento, ahora se ha quedado atrás, plana y pasada [flat and stale]. Al final, al escritor ni siquiera le es permitido vivir en su propia escritura.#

 

The Ministry for the Future, de Kim Stanley Robinson (2020): unos comentarios

Imagen: Walker Evans, 1928-30, Workers Loading Neon «Damaged» Sign into Truck,  New York City. Fair use / uso educativo y cultural. Fuente: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/272437

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Comentarios de José Pérez de Lama

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Referencia completa: Kim Stanley Robinson, 2021 [2020], The Ministry for the Future, Orbit Hachette Book Group, Nueva York

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Probablemente el libro de cli-fiction más importante de los últimos años … cli-fiction o cli-fi se viene llamando así a los libros de ciencia ficción centrados en la cuestión climática y posiblemente tampoco sea un género tan antiguo… aunque recuerda uno algunos libros de Ballard y seguro que habrá más.

Kim Stanley Robinson [KSR], conocido de muchos. José Luis de Vicente lo llevó a Barcelona hace pocos años. Me impresionó y me alegró ver a José Luis en los agradecimientos de Ministry.

Por mi parte había leído dos de los tres volúmenes de su serie sobre Marte (rojo, verde, azul – 1992, 1993, 1996): trilogía de muchas páginas sobre la colonización de Marte, que tenía como uno de sus temas principales el proceso de creación de una biosfera para hacer habitable el planeta para los humanos – término fetiche sería el de «terraformación», aunque como se trata de Marte, KSR también usa «marteformación» y «aresformación» (de Marte y Ares). Terraformación en el caso de KSR (leía hace poco al antropólogo Arturo Escobar que lo usaba en un sentido diferente) designaría el empleo de técnicas de «geoingeniería» y «geobiología», o quizás podrían llamarse también «ingeniería evolutiva», para dar lugar a la emergencia, donde antes no existía, de un medio que hace posible la vida, y a continuación de la vida misma – microorganismos, hongos, plantas… – emulando lo que suponemos que ocurrió hace millones de años en el planeta Tierra; una especie de evolución dirigida y acelerada… Y más allá de las cuestiones tecnocientíficas ya bastante interesantes, la serie trataba de los conflictos sociotécnicos y políticos, quizás también subjetivos, de las «economías del deseo», podría decirse, en torno a estos procesos a lo largo de sucesivas generaciones. Una historia que en ocasiones y en muchos aspectos hacía recordar la historia del origen de los Estados Unidos (aunque sin indígenas). Obra muy interesante desde el punto de vista tecnocientífico y político, aunque literariamente, seguramente, algo menos.

Tras otras dos novelas más que trataban del cambio climático (2312 y New York 2140) –que aún no leí– en 2020 KSR publicó este Ministry for the Future, que diversos amigos, en especial Pablo DeSoto, me instaban con insistencia a leer. Y tenían razón. (En mi opinión) la novela está muy-muy-muy bien. Muy interesante para los que estamos preocupados por el cambio climático. Pero también me parece que está bastante bien desde el punto de vista literario, particularmente el primero tercio de la novela – que me pareció notablemente mejor desde este punto de vista que mis anteriores lecturas del autor.

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El libro tiene 563 páginas de letra más bien pequeña (mi edición es la de paperback de Orbit). Imagina las próximas décadas de emergencia climática y los esfuerzos desde diversas instancias para responder a la emergencia. Aunque no se especifican las fechas, mi estimación es que los hechos objeto de la narración se extenderían entre el casi-presente y la década de 2040, los años críticos según se estima actualmente, para detener, o no, el cambio climático, antes de que se produzcan cambios irreversibles en la biosfera. Años que muchos de nosotros probablemente viviremos. ¿Se producirá en 2025 el peak (el máximo) de las emisiones como estima el IPCC que será necesario para no superar los 1.5 (¿o son 2ºC?) de calentamiento global? ¿Se habrán reducido la emisiones en un 45% para el 2030 como recomienda con mucha seriedad el IPCC? Como son fechas que están a la vuelta de la equina los jóvenes y las personas de mediana edad podremos ver qué pasa – si es que recordamos estas previsiones y advertencias en el maremágnum informativo que cada vez más parece dominar el mundo.

Dedicado a Fredric Jameson. Ha llamado la atención que el volumen esté dedicado a Fredric Jameson, el profesor y autor marxista (autor de Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism, 1991), cuya afirmación tal vez provocativa suele citarse con frecuencia, «[Hoy en día] es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Según leo, Jameson fue el director de tesis doctoral de KSR. Y en cierto modo, pensé leyendo Ministry que era una respuesta simpática a la afirmación de Jameson. Hasta cierto punto. Al final volveré sobre esto.

¿Un grupo de lectura sobre este libro? Estas notas me costaron más de la acostumbrado… Al final los comentarios que siguen son sobre algunas de las cosas que me llamaron más la atención y sobre otras que me plantean preguntas y dudas. Algún buen colega viene hablando desde hace un tiempo de montar un grupo de lectura/estudio sobre este libro; pienso que podría estar muy bien. Yo tendría que volverlo a leer otra vez, más atento a las cosas que plantea, en lugar de la lectura más gozosa y despreocupada que hice en la primera ocasión, y a partir de la que hago estos comentarios.
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Spoilers. A partir de ahora todo serán spoilers para l*s que aún no hayáis leído el libro.
Pues eso, a partir de aquí voy a discutir cosas sobre la trama y el final. O sea, que l*s que aún no lo hayáis leído el libro y os guste la intriga, dejad esta lectura para cuando lo hayáis leído.

Se centra el libro en torno a dos personajes, lo que ya es una cierta proeza narrativa: que una narración sobre el planeta y el mundo, pueda desplegarse con bastante verosimilitud a partir de la vida de dos personas. Pero me parece que sí que funciona, planteando así, incluso, la tensión entre el cambio «estructural» y el papel de los individuos en estos cambios.

Todo comienza con una ola de calor letal en la India. Uno de estas personajes es Frank May, un trabajador de una ONG, que en una fecha no muy clara, que uno tiende a pensar que podría ser el año que viene, o dentro de dos o tres años, está en el norte de la India cuando se produce la primera gran ola letal de calor – estos días de mayo de 2022, precisamente, se está produciendo una extraordinaria ola de calor en el norte de la India que l*s lectores de KSR percibimos con aprensión… En la novela, las temperaturas suben tanto durante unas semanas que dan lugar a la muerte de decenas de miles de personas. May es uno de los pocos, si no el único, que se salva. Pero queda profundamente afectado por la experiencia … Intenta incorporarse a un grupo activista, quizás terrorista, surgido en la India tras el holocausto climático, los Children of Kali, pero no lo aceptan. Poco después lo encontramos en Zurich, Suiza, con sus problemas de salud mental. Colabora allí en un centros de acogida de refugiados climáticos.

La ministra del Futuro. El otro personaje, tal vez más importante que May, es Mary Murphy, ministra del Futuro para la ONU. El Ministerio del Futuro que da nombre a la novela es una entidad creada por Naciones Unidas para tratar de impulsar el cumplimiento de los Acuerdos de París (el IPCC, las COP, etc.), para dar respuesta al escaso compromiso de los países y los grandes actores internacionales en relación con la emergencia climática. Además de una figura literaria-narrativa esta idea de un Ministerio del Futuro me parecería una propuesta tremendamente sugerente «más acá de la ficción»: tanto a nivel Naciones Unidas como de cada país, o quizás incluso región y ciudad… Es cierto que en España, por ejemplo, tenemos una Vicepresidencia que es ministra para la Transición Ecológica, pero también es cierto, como vemos con el tema de la energía, que tiene una capacidad de acción muy modesta, por decirlo de manera prudente… En realidad hay muchas cosas que me parece que funcionan así en el libro: figuras de la narración que podrían tomarse a la vez como propuestas políticas o de otro tipo para aplicar en la realidad.

Resulta interesante y actual que la protagonista principal sea una mujer madura, se la imagina uno al principio con 50+ años (al final de la historia se jubila). Había personajes así en la trilogía de Marte (mujeres maduras, poderosas y carismáticas), pero aquí la figura de Mary Murphy es aún más destacada.

Como suele ocurrir en la vida real, – ya decía de España–, el Ministerio es una entidad relativamente modesta para su misión: tiene pocos recursos y escasa autoridad para la tarea que se le encomienda: nada menos que cambiar el mundo…. Sí que tiene especialistas en múltiples áreas, y esa idea de transversalidad en un «ministerio» también es bien interesante. Se asume que la transformación del mundo que pretende impulsar no es algo sólo técnico, político, jurídico o económico, etc., sino que tiene que ser una composición de todas estas cosas y algunas más. Entre otras el Ministerio tiene áreas tecnológico-energética, económico-financiera, legal-jurídica, política-geoestratégica, digital, de comunicación, filosófica…

Mary Murphy, la ministra se encarga fundamentalmente de las relaciones, –el trabajo relacional que decía en algún momento–. Hacia el interior de su equipo, en le conexión, la comunicación y la coordinación entre las diferentes áreas de trabajo; y hacia afuera, con los países, agentes financieros, grupos de poder económico, incluso movimientos sociales y grupos activistas… En este sentido, me resulta interesante, que la configuración del Ministerio pretendería tener una cierta homología con los grandes procesos de transformación del mundo. Se intuye que si lo que queremos transformar es un sistema-red o una máquina socio-técnica, tecno-política, etc., los medios para impulsar estos cambios deberían tener una cierta «homología» con aquello que se quiere cambiar…Podría pensarse que su organización se habría concebido como una máquina para generar procesos, o para intervenir en procesos ya existentes… procesos de un carácter más bien emergente. Y aunque sea una observación más bien trivial por mi parte, KSR nos invita a imaginar un ministerio-monstruo más bien ajeno a la burocracia – y también a la práctica tan habitual de «¡El agua es mía! ¡La vivienda es nuestra!» que experimenté las últimas veces que intenté ayudar a «partidos progresistas» con sus programas. KSR no entra en muchos detalles organizativos, sólo hace sugerencias; pero uno tiende a imaginar este tipo de cosas.

Y a pesar de este buen planteamiento, las cosas no avanzan. Me parece reconocer aquí lo que contaba Bifo hace unos años sobre la impotencia, incluso ocupando las supuestas sedes del poder político: Obama, siendo presidente del país más poderoso del mundo, no fue capaz de cerrar Guantánamo aunque había sido uno de sus destacados compromisos de campaña… «El sistema-red», «la megamáquina» o como lo queramos llamar era más poderosa.

Asesinato, secuestro & … Así las cosas, ocurren algunos de los episodios clave del libro. Una fiesta en Zurich, junto al lago, invitados de todo el mundo, coches de lujo, champagne, quizás fuegos artificiales. Alguien desde la playa no deja de observar, sin moverse, durante largo tiempo; algunos en la fiesta se sienten molestos. Cansado de la situación, y algo ebrio, uno de los invitados baja a la playa y se aproxima al hombre que sin mediar palabra le dispara y lo mata. Para desaparecer a continuación, sin más explicación. Los lectores van intuyendo que el asesino es Frank May, quien pasa a vivir oculto en los bosques de los alrededores de Zurich, como una sombra.

En su siguiente aparición, May secuestra a Mary Murphy, la ministra, una noche en que está volviendo a casa de una cena con los colegas de trabajo. A Murphy le parece un hombre enajenado. May le dice que no le hará daño pero quiere toda su atención Quizás cuenta a la ministra su experiencia en la India, y le dice, amenazante, que el Ministerio no está haciendo lo suficiente. La ministra pasa miedo. Frank es finalmente detenido cuando se va de la casa. Pero el acontecimiento afecta mucho a Mary Murphy. Reconoce que el loco tenía razón en lo que le planteaba. Ella ya lo sabía, pero el shock del secuestro hace que ese saberlo se convierta en algo más.

Unas recientes declaraciones nada más y nada menos que de Antonio Guterres, el secretario general de Naciones Unidas me hicieron pensar en este episodio de KSR. Decía así, en Twitter: «A veces nos presentan a l*s activistas climáticos como peligrosos radicales. Pero lo radicales verdaderamente peligrosos son los países que están incrementando la producción de combustibles fósiles. Invertir en nuevas infraestructuras de combustibles fósiles es una locura moral y económica.» ( https://twitter.com/antonioguterres/status/1511294073474367488).

También la evocación de Greta Thunberg que hacían David Bollier y la recientemente fallecida Silke Helfrich en su último libro, Fair, Free, and Alive. The Insurgent Power of the Commons (2019): «No podemos salvar el mundo siguiendo las reglas [actuales]. Tenemos que crear unas nuevas reglas.» Y: «Tenemos que cambiar nuestro marco de pensamiento y pasar a preguntarnos ¿Qué es lo que podemos hacer juntos? ¿Cómo podemos hacerlo fuera de las instituciones convencionales que nos están fallando?» (https://freefairandalive.org/read-it/)

En el proceso de recuperación de su secuestro, hablando con uno de sus más próximos colaboradores Murphy descubre que gente del propio Ministerio, sin su conocimiento, ha venido apoyando acciones violentas. Desviando dinero… Dentro del propio ministerio había personas que sentían como Frank, y como los Children of Kali – nosotros, en el mundo no literario, podríamos pensar en los más modestos Extinction Rebellion. Mary prefiere no enterarse demasiado, dando así su apoyo tácito a este brazo secreto y violento. Lo que todos imaginamos que hacen la CIA, la KGB o como se llame ahora, y tantas organizaciones. Hmm. Poco tolstoiano o gandhiano el asunto… El lado oscuro de la novela…

Con esto quedaría planteado el drama: la catástrofe de la India, la inoperancia de los Acuerdos de París y la creación del bienintencionado pero relativamente inoperante Ministerio del Futuro, la «caída del caballo» – si usamos el símil de San Pablo – de la Ministra del Futuro, además de la intuición de la emergencia de una militancia climática violenta…

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Un «final feliz». A partir de aquí, la narración va tejiendo las acciones de unos y de otros, los conflictos, las dificultades … hasta que finalmente, y quizás sea esto parte de la buena recepción del libro, el mundo, la sociedad global, consigue, en algún momento de la década de 2040, controlar, parar y devolver a un cauce saludable, los principales procesos causantes del cambio climático: recorte drástico, casi total, de las emisiones de CO2 y gases equivalentes, y como consecuencia de esto, de la proporción de CO2 y gases equivalentes en la atmósfera, principales causantes del calentamiento.

El proceso y la articulación de los diferentes elementos que hacen posible este «final feliz» resultan moderadamente verosímiles. Y en cualquier caso, para mi al menos, resultan del mayor interés como forma de visualizar cómo podría ser un proceso así. Produce una cierta alegría, que sin embargo no invita a pensar, «ah, pues entonces ya no hay que preocuparse», sino que es otra cosa. Como pistas para pensar y hacer señalaré algunas cuestiones que me llaman la atención y algunas preguntas que el Ministry me ha hecho que me haga.

La principal pregunta, que ya avancé, es la de ¿cómo se produce un cambio histórico del calibre que sería necesario para afrontar con éxito la emergencia climática?

Lo cierto es que muchos autores vienen tratando de ayudarnos a imaginar cómo podrían ser este proceso. Algunos que he estudiado, e incluso comentando en este blog, son Rifkin (2011, 2014), Raworth (2017), Pettifor (2019), Mike Berners-Lee (2021), … Y es de imaginar que los instituciones que se toman en serio esta cuestión del cambio climático, y que vienen estableciendo políticas con este fin tendrán una idea de cómo imaginan que se producirá el cambio. No cabe duda, también, de que hay proyectos diferentes… El del capitalismo verde y los oligarcas digitales, o el de los decrecentistas (por ejemplo, Latouche, 2009), por mencionar dos casos bastante diferentes…

Pensar desde las relaciones de poder reales. El interés de la propuesta de KSR, en mi opinión, es que toma como referencia fundamental las actuales relaciones de poder, el capitalismo financiero y digital. Todo planteamiento que no parta de eso, y se base principalmente en la razón, lo que sería razonable hacer, o en los buenos sentimientos me parece de muy poco valor práctico – aunque se triste decirlo. Lo interesante adicionalmente en KSR es que no plantea una solución basada en el capitalismo verde, algo tipo Bill Gates o Unión Europea. Su propuesta, eso me parece a mí, sería más bien poscapitalista… Y sería en ese sentido en el que responde a su «director de tesis» Jameson, me parece. Lo que plantea KSR sería una revolución, pero una revolución diferente de las clásicas leninistas, maoistas o castristas, o del otro lado, fascistas. Más sobre esto más adelante.

Parte de las condiciones reales que no pueden obviarse al plantearse esta transición son los conflictos geopolíticos, y los cambios a esta escala que serían necesarios, derivados tanto de la asimetría entre países en cuanto a responsables y afectados del cambio climático, como de la que se deriva de las diferencias en cuanto a la disponibilidad de recursos fósiles (algunos de los países más ricos durante el último siglo gracias a esto quizás dejarían de serlo) o de las condiciones diferenciales para la producción de renovables (superficie, sol, viento, etc.). Tal vez, algunos de los aspectos más creativos del Ministry tengan que ver con estas cuestiones, destacando por ejemplo el papel de liderazgo que asume primero la India, en respuesta a la gran catástrofe en su territorio, y más adelante, China, no se sabe del todo bien por qué, cuando se transforma el sistema financiero global. Suiza, finalmente, para mi de forma un poco incomprensible, es para KSR otro de los modelos de racionalidad ilustrada, podría decirse, que contribuye a que se hagan posibles los grandes cambios globales.

Una recomposición de los mundos ya existentes. La transformación sería el resultado de cambios en múltiples aspectos del mundo. Aunque a la vez, quizás todos los cambios que KSR imagina son cosas que ya existen, no sólo en cuanto a las ideas, sino en su mayoría en cuanto a las prácticas. Esto se ve en un bonito capítulo de la parte final, en que típicamente se muestran las buenas prácticas, y la propia Mary Murphy se da cuenta de que tantas cosas que pasan en el mundo, y ni ella misma, en su posición de observadora privilegiada tenía una conciencia clara de la importancia y la magnitud de todo aquello. Tal vez esté pasando eso mismo ahora, eso es lo que creo que siguere KSR a los lectores. Lo que sí que ocurre es que actualmente todavía son prácticas minoritarias o relativamente marginales o poco visibles: la agricultura ecológica o la permacultura, la producción más o menos distribuida de energías renovables, los estilos de vida más austeros, los sistemas de monedas alternativas, las aplicaciones de la llamada Teoría Monetaria Moderna (MMT por sus siglas en inglés), las organizaciones comunales para la gestión de los recursos y la reproducción social, la economía cooperativa, la relocalización de partes de la economía, la arquitetcura y el urbanismo «bioclimáticos» o «regenerativos», y tantas otras.

Lo que plantea KSR que la sociedad mundial consigue llevar a cabo son recomposiciones, nuevas modulaciones relativas de las prácticas, las instituciones, las subjetividades… y también, claro, limitaciones drásticas en las actuales prácticas oligárquicas y monopolísticas… y la reducción drástica o la eliminación radical de otras que son ya hoy obviamente insostenibles.

También, la aceleración del desarrollo de ciertas tecnologías en el sentido más tradicional del término, tecnologías que parecen ya viables pero que aún tardan en ser usadas de manera generalizada: la captura de CO2 atmosférico, la producción y el uso de hidrógeno verde para el almacenamiento de energías renovables, y algunas otras menos evidentes. KSR dedica bastantes páginas a los trabajos para frenar la velocidad de los glaciares en la Antártida, que parece ser un factor fundamental del aumento del nivel del mar – pero no tengo el conocimiento suficiente para valorar si esto funciona como una ilustración del tipo de trabajos de geoingeniería que habría que acometer, y de los procesos de prueba y error con que se parece que habría que llevarlos a cabo, o qué exactamente.

La violencia. En contraste con otras visiones más técnicas de la transición verde –pienso ahora mismo en Raworth y Mike Berners-Lee, que comenté anteriormente en este mismo blog–, en el Ministry todo esto no sucede como si fuera un cuento de hadas, en el marco de una Humanidad racional y más o menos iluminada. La parte más oscura e intrigante para mí de la novela, como para otros comentaristas, es que en paralelo a la diplomacia, las negociaciones, la persuasión, las alianzas, el miedo de los más afectados, etc., como ya dijimos, hay una guerra más o menos subterránea: lo normal hasta cierto punto; casi lo raro es que en la novela no sea una guerra más visible como lo es desde hace décadas en Asia Occidental / Oriente Próximo.

Es éste uno de los aspectos más llamativos de toda la historia, pues el Ministerio para el Futuro, vamos descubriendo, y Mary Murphy sólo se entera tras su secuestro, parece que tiene una línea de trabajo secreta en la que apoya a grupos a movimientos que llevan a cabo acciones violentas como ataques a centrales térmicas y al transporte marítimo de contenedores, tal vez incluso asesinatos de ciertos personajes clave del mundo que se resiste a cambiar. También hay alguna acción mediática singular, como el secuestro de todo el Foro de Davos, obligando a los asistentes ver una serie de vídeos sobre las situaciones más graves de la emergencia climática. O ataques informáticos a los sistemas financieros globales, en particular a la banca suiza –que en la versión de KSR, guiada por su pragmatismo histórico opta por apoyar con mayor firmeza las demandas de los activistas climáticos. Se trata pues de un clásico de la «guerra sucia», que hace pensar en el Marx que decía algo así como que «sólo hay un camino para acortar, simplificar y concentrar la agonía asesina de la vieja sociedad y los dolores de parto de la nueva sociedad, y este camino es el terror revolucionario». Como contrapartida… en la novela, el equipo del Ministerio es también objeto de atentados terroristas, una bomba en las oficinas centrales, Mary Murphy pasa bastante tiempo escondida y rodeada de guardaespaldas y una de sus principales colaboradoras y amigas, la directora del área jurídico-legal del Ministerio, que se dedicaba entre otras cosas a pleitear contra países y corporaciones, muere asesinada.

Toda esta trama que discurre en un segundo plano en la novela es su parte más oscura… Y a la vez la que la distancia de una visión simplista y edulcorada del asunto. Y nos deja a muchos en suspense… Yo personalmente, que quiero creer en el derecho, la ley, la paz, etc., no se qué pensar. Tal vez, presentar así el asunto en una novela pudiera tener un efecto psicológico interesante…

Las finanzas: el dinero como dispositivo tecnopolítico clave. Otro tema. En la línea de las sorpresas, quizás la mayor para mí, es que uno de las principales palancas de cambio la pone en juego el consejo de los principales bancos centrales del mundo: EEUU, Europa, China… quizás también algunos de los BRICS. Se trata de la introducción de una moneda ecológica, una carbon coin, que podemos imaginar que sustituye al dollar USA como principal moneda global y cuyo valor es garantizado en el plazo de la transición necesario, el 2050 quizás, por la federación de bancos centrales mundiales. Se trata de nuevo de un plan discutido en términos generales por múltiples autores, la refundación del sistema monetario mundial para crear una nueva forma de dinero que no favorezca la especulación financiera, el crecimiento indiscriminado… Mucha literatura y algunos experimentos interesantes sobre el tema. El valor de la carbon coin de KSR, Mary Murphy y sus expertos, sería el propio valor de la reconstrucción medioambiental del mundo… (véase por ejemplo un post sobre Ann Pettifor en este mismo blog). La creación de una nueva moneda verde sería algo parecido a un Bretton Woods verde, quizás pudiera decirse, el acuerdo hacia el final de la II Guerra Mundial en el que se rediseña la economía mundial basándose en el dollar USA entre otras cosas. Para los detalles, que ahora no soy capaz de poner en pie, tendréis que ir al libro.

¿Y cómo explica KSR Robinson que pudiera llegar a producirse ese cambio? La tenacidad de Mary Murphy, la viabilidad de la propuesta, el apoyo de China, que no se entiende bien si es algo personal, – es una mujer la directora y parece establecer una cierta relación de confianza o simpatía intelectual con Murphy– o geopolítico; tal vez, incluso, KSR podría imaginar que la gravedad de la situación, la razón y la empatía pudieran haber influido en la decisión de los bancos centrales. KSR no lo explica y nos deja a los lector*s imaginar, tratar de explicar por qué podrían haber sucedido así las cosas.

Comunicación y nuevas subjetividades. Aunque KSR no profundiza demasiado en el asunto, no quiere dejar de mencionar, otros dos elementos del cambio global que aparecen en el libro. Por un lado, el Ministry genera una nueva red social digital, cuyos datos son propiedad de los usuarios y cuyos algoritmos de gestión de la información son más transparentes, y quizás favorezcan la organización, la autorganización en múltiples escalas para la transición verde. Lo que uno siempre imaginó que los estados o las instituciones públicas tendrían que promover en cuanto a la digitalización: software y redes libres, etc. De nuevo la red, tiene dificultades en su inicio, ataques diversos… pero con el tiempo se convierte en un componente relevante del cambio.

El segundo aspecto… me gustó especialmente, también en la parte final, una fiesta-ritual global simultánea, que era como una celebración del planeta y a la vez de la mente-corazón global que compondrían todos los humanos, y por qué no, también los no-humanos… Siempre me interesaron la fiesta y los ritos como modos de producción de mundo y de subjetividad… Ecologías de la mente, podríamos decir, rescatando el concepto de Bateson, aunque aquí la emoción compartida parece ser más importante. Por otra parte, la propia Mary Murphy y sus amigos, Frank May entre otros, también ejemplifican la nueva subjetividad que haría posible este otro mundo: además del secuestro, Murphy tiene singulares «epifanías» en medio de la naturaleza, en los Alpes, por ejemplo, cuando trataba de escapar de las amenazas. O cuando se jubila, pasa a vivir en una especie de comuna, vivienda compartida, no es una celebrity tipo los expresidentes que tod*s conocemos que van dando conferencias y consejos que nadie pide, o de consejo en consejo de administración de grandes corporaciones. Murphy se dedica a nadar en el lago, pasear por la montaña, ayudar a refugiados como había hecho su amigo Frank, en su cooperativa de vivienda todos viven según la regla de los 2.000 W diarios (bien interesante por otra parte, otro proyecto real más que recoge KSR, la 2000 Watts Society: https://www.2000-watt-society.org/). O va de una parte a otra del mundo … pero usando barcos y trenes, o en zepelín con un antiguo amigo de Frank, y en lugar de hacer el viaje en unas horas, se extiende durante meses, y el consumo energía, mucho menor, en su mayor parte renovables, claro… y la conexión con la geografía y el paisaje, la extensión de la Tierra…

¿Qué clase de revolución? ¿Qué fin del capitalismo? Con estas preguntas acababan mis comentarios. Lo estoy pensando, no lo tengo muy claro. No se hasta qué punto KSR responde a su profesor Jameson. O quizás sugiera que su declaración no era del todo correcta… Lo que sí me parece claro es que un mundo dominado de manera tiránica por los valores del capitalismo es un mundo difícilmente viable. Quizás la diferencia entre «capitalista» y «capitalístico» que hace en alguna ocasión Félix Guattari (Las tres ecologías) sea oportuna aquí. El capitalismo en cuanto a proceso por el que se componen y circulan dinero, trabajo, tecnologías y mercancías, en un cierto marco empresarial, puede que siga siendo una forma práctica de producir algunas cosas necesarias; incluso otras no tan necesarias pero deseables para algunos; pero el dominio de su lógica del beneficio, el crecimiento y la aceleración, sobre el resto de aspectos que constituyen la vida social y biológica parece tremendamente absurdo. Mi pregunta es si es posible poner límites al capitalismo. Hacerlo compatible con otros modos de producción; con el buen vivir de la mayoría. Lo bueno es que posiblemente vayamos a tener bastantes respuestas a estas preguntas en las próximas décadas. Parar el cambio climático, con la mayor probabilidad, sólo será posible si logramos poner importantes límites al capitalismo. Esto por supuesto, da para mucho más. La gente viene discutiendo y pensando sobre estas cosas desde hace ya tanto tiempo. Pero aquí lo dejo… Será más bien la práctica, y no la teoría o el bla-bla-bla, de la que aprendamos qué vaya a ser posible, qué hacer, qué esperar… Pero aun así, en mi opinión, libros como este del Ministry for the Future nos ayudan… aunque no sepa bien a qué… A tratar de entender mejor lo que está pasando. Y a tener algo de esperanza, quizás.

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Principales referencias

Mike Berners-Lee, 2021, There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge

Félix Guattari, 2000 [1989], Las tres ecologías, Pretextos, Valencia

Serge Latouche, 2009, Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Icaria, Barcelona

Ann Pettifor, 2019, The Case for the Green New Deal, Verso, Londres

Kate Raworth, 2017, Doughnut Economics. 7 ways to Think Like a 21st Century Economist, Chelsea Green, White River Junction

Jeremy Rifkin; 2014, The Zero Marginal Cost Society: The Internet of Things, the Collaborative Commons, and the Eclipse of Capitalism, Palgrave MacMillan, New York

Jeremy Rifkin, 2011, The Third Industrial Revolution. How Lateral Power is Transforming Energy, The Economy, and The World, Palgrave MacMillan, New York

Kim Stanley Robinson, 2021 [2020], The Ministry for the Future, Orbit Hachette Book Group, Nueva York

Virilio + Lotringer, Pure War (1983), reseña

Imagen de la guarda de la reedición de Pure War a los 25 años de la edición original, diseño de Marc Alary / Hedi El Kholti para Semiotext(e)

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Virilio + Lotringer: Pure War (1983), una reseña

Por José Pérez de Lama

Referencia completa: Paul Virilio & Silvère Lotringer, 2008, Pure War, Semiotext(e), South Pasadena

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Tal vez por la guerra en Ucrania. También por un texto al que ando dando vueltas sobre los paisajes de la violencia y el miedo, me puse a leer con seriedad este Pure War de Virilio y Lotringer, que tenía por la biblioteca, pero que hasta ahora solo me había atrevido a ojear. Los dos murieron recientemente (Virilio en 2018; Lotringer hace unos meses), y quizás también por eso sea un modesto un homenaje.

En el libro Lotringer, editor de Semitext(e) entrevista a Virilio. Se trata principalmente de las ideas de Virilio, eso creo. La primera edición de Pure War es de 1983, al final de la Guerra Fría, aún existía la URSS. Esta edición que celebraba los 25 años, incorpora varios materiales adicionales: un nuevo prólogo de Virilio; una nueva conversación (postscript) en 1997, titulada Infoguerra, y otro postscript de 2007 titulado Guerra contra las ciudades. Los cambios mundiales entre unas fechas y otras son muy significativos: disolución de la URSS, guerra del Golfo, ataque a las torres gemelas, y atentados varios en Madrid, París, Londres… guerra de Irak y guerra contra el terrorismo… Me centraré no obstante en este comentario en el texto / entrevista original de 1983 donde ya se plantean ideas e hipótesis bien intrigantes.

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La guerra precede a la economía. La principal tesis de Virilio es que la guerra precede a la economía. Para entender esto me acuerdo de Marx, que otorgaba a la economía, al menos para su tiempo, un carácter «infraestructural», que atribuía — al capitalismo industrial en cuanto modo y relaciones de producción — la condición de ser la base sobre la que se construían las sociedades y desde la que podían explicarse y entenderse. Para Virilio este papel correspondería a la guerra. Tal vez podríamos pensar que se tratase de la violencia, en otro sentido clásico, de la particular relación de los estados con la violencia (el famoso «monopolio»…). Esta es mi interpretación.

Esta idea de la «precedencia de la guerra», aunque Virilio no lo dice explícitamente, me hace pensar en la «acumulación originaria o primitiva» de Marx: los procesos de acumulación de riqueza previos al capitalismo propiamente dicho, que hicieron posible su transformación en capital para poder iniciar la circulación característica de la producción industrial a partir de los siglos XVIII y XIX. Acumulación originaria que autores como David Harvey vienen defendiendo recientemente que no es algo que ocurrió sólo en el origen del capitalismo, sino que es algo que ocurre de manera constante como condición para su continuidad — en las relaciones coloniales y poscoloniales, en la mercantilización de los bienes comunes, en la conversión en mercancía de aspectos de la vida social o cultural que no lo eran previamente…

Véase al final en las notas adicionales la cita «La guerra, la logística como el fenómeno general».

Pura guerra. Virilio escribe durante la Guerra Fría, obsesionado por la carrera nuclear y la política de la disuasión (deterrence en inglés). El armamento (nuclear) ha llegado a tener un potencial tan destructiva, de la especie, que aún no llegándose a usar, es el elemento de referencia geopolítica y social fundamental.  «La guerra» para él, esta Pure War, pura guerra, sería un estado que estaría caracterizado por «la logística», la preparación para la guerra, que para él dominaría las sociedades contemporáneas. Y sería por medio de la logística que la guerra se se convertiría en economía. Una guerra permanente, que aparenta ser paz, en la que la clase militar tendería a confundirse con las clases política y capitalista.

Otro modo de pensar. Resulta oportuno, pienso, hace un comentario sobre el estilo — o el método, tal vez — de Virilio. Cuenta a Lotringer [2008: 52-53]:

[PV] No creo en las explicaciones. Creo en la sugerencia, en la cualidad obvia de lo implícito. Siendo urbanista y arquitecto, estoy demasiado acostumbrado a construir sistemas claros, máquinas que funcionan bien. No creo en que la tarea de la escritura consista en lo mismo. No creo en el tipo de escritura «dos-más-dos-igual-a-cuatro» […]

[SL] Cuando se dice todo, nada queda. Su aproximación por contra es resueltamente telescópica. En el momento mismo en que engancha algo, lo deja ir, salta a un lado en lugar de saturar el área que ha estado tratando. Es toda una política de la escritura. No es un discurso de guerra organizado, incluso menos, un discurso sobre la guerra; es un discurso en guerra. Escribir en estado de emergencia.

[PV] Trabajo en escalones — alguna gente se ha dado cuenta. Empiezo una frase, trabajo una idea, y cuando la considero suficientemente sugerente, salto un escalón a otra idea sin preocuparme del desarrollo. Los desarrollos son los episodios. Yo intento alcanzar la tendencia. La tendencia es el cambio de nivel.

[SL] Esto es algo hasta cierto punto nuevo en el campo de la escritura teórica.

[PV] Sí, absolutamente. En L’Esthétique de la disparition tuve la revelación de la importancia de la interrupción, del accidente, de las cosas que se paran para dejar de ser productivas. Es completamente diferente de lo que Gilles Deleuze hace en Mille Plateaux, Él progresa por arrebatos, mientras que yo manejo cortes y ausencias. El hecho de parar y decir, «vayamos a otro sitio» es muy importante para mí. Lo relaciono con cosas como la huelga. Lo esencial en una huelga es la ausencia.

[SL] Cada escalón es la interrupción del trabajo teórico. Para que otra cosa pueda suceder.

[PV] Para que otra cosa pueda suceder y para que pueda aparecer un espacio. La pretensión de rodear completamente una cuestión es absurda. No se le puede dar forma. Uno no debería intentar rodear completamente una cuestión. Sólo hay perspectivas sucesivas.

Se trata de una escritura muy alejada de lo que yo llamaría analítico, de una dialéctica en el sentido clásico, de un desarrollo racional  y lógico. Al menos en estos diálogos, lo describiría más bien como un estilo poético, carismático, profético, que aún así tiene un cierto efecto de verdad», o que al menos nos produce, me produce a mí de eso no tengo duda, una mezcla de intriga e inquietud. Supongo también que es parte de su atracción un poco oscura. A la razón más o menos científica de los discursos dominantes se opone este extraño hablar, «oracular» lo he llamado en otras ocasiones. Me recordaba un amigo recientemente los discursos de los años 60-70 sobre las tensiones entre significado y significante (tema lacaniano), la lucha contra lo que Guattari creo que llamaba la «dictadura del significante» que también reconocemos con facilidad en su escritura. Y en efecto, Virilio y Guattari trabajaban en un libro conjunto cuando éste último murió.

También hay algún parecido con los planteamientos de Benjamin y Adorno. Éste último planteaba la imposibilidad de llegar a una identidad, a una perfecta homología entre el mundo de las cosas y la vida y el de las ideas o conceptos, que tienen un carácter cualitativamente diferente.

Logística. Volvamos tras este comentario sobre el estilo del pensamiento viriliano a alguna de sus «no-explicaciones» sobre la logística:

[PV] Hay tres fases en el conocimiento militar. La fase táctica es la primera, puesto que se origina con las sociedades cazadoras. La táctica es el arte de la caza. La estrategia aparece junto con la política — la política en el sentido de la polis, la ciudad griega — el estratega que gobernaba la ciudad, la organización de un teatro de operaciones con murallas y todo el sistema militar-político de la ciudad tradicional. Por supuesto, las tácticas siguen existiendo, pero ahora hay, digamos, una supremacía que se da a la soberanía sobre las tácticas que además explica el desarrollo de las élites militares, particularmente del caballero, tanto del jinete romano como del caballero medieval que lo sucedió. Hacia la década de 1870, aparece de pronto la economía de la guerra. Lo apreciamos en los presupuestos ingleses y después franceses con el desarrollo de la artillería naval y el barco de guerra. Todo esto culmina, así lo hemos visto, en la sorpresa técnica de la Primera Guerra Mundial. Finalmente, tenemos la gran sorpresa, ya no técnica sino científica, una sorpresa de otro tipo: la aparición de la bomba nuclear. Ya no es un problema cuantitativo lo que sorprende a los estamentos militares, y así a los estados: ahora es un problema cualitativo: el arma definitiva. La logística toma el poder.

[SL] ¿Qué es lo que quiere decir exactamente, en este momento, con «logística».

[PV] Logística es una palabra que la gente no entiende. Es un término que viene del Prix de Rome, logiste, «competidor», y que fue usado por Henri Jomini, el adversario teórico de Clausewitz. En su tratado sobre la guerra, Jomini tiene una largo capítulo que es el primero que aparece sobre logística, y es una indagación: ¿Qué es aquello que hace que ya no sea suficiente tener inteligencia-de-guerra — pongo mi batallón a la izquierda, cargo por la derecha, los sorprendo al amanecer, etc.? ¿Cómo es que los medios llegan a hacerse tan importantes? Jomini se da cuenta de son las guerras napoleónicas, ya guerras de masas, guerras técnicas, con artillería y el telégrafo de Chappe lo que aparece en aquellos tiempos. Entre esta ya sofisticada artillería y el telégrafo, tienes una situación — por supuesto que primitiva — pero que sin embargo representa bastante bien lo que se desarrollará más adelante en el campo audiovisual, con la artillería de largo alcance, y finalmente con los misiles. La logística ocurre en el tiempo de las guerras napoleónicas porque estas guerras sacaron a millones de hombres a las carreteras, y junto a ellos, los problemas de la subsistencia. Pero lo subsistencia no lo es todo: la logística no es solo la comida, también son las municiones y el transporte. Como dijo Abel Ferru, «El problema de las municiones corre en paralelo con el del transporte». Los camiones trayendo municiones y los proyectiles volantes trayendo muerte están emparejados en un sistema de vectores, de producción, transporte, ejecución. Ahí tenemos toda un tabla de flujos que es logística en sí misma. Para entender lo que es esta revolución logística a-nacional — Eisenhower — hay una declaración del Pentágono de 1945-50 que es extraordinaria: «La logística es el procedimiento según el cual el potencial de una nación se transfiere a sus fuerzas armadas, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra».

[SL] La revolución logística significa, en resumen, que el civil se ve discriminado frente a un tipo de cristalización de lo científico y lo militar […]

La tesis es que este dominio de la logística, que no define mucho mejor de lo que se hace en los párrafos precedentes, tal vez indirectamente en repetidas ocasiones, sería tanto lo que caracterizarían el estado de Pura Guerra, propio de la Guerra Fría, y menos de la actualidad, como el predominio de la guerra, de los militar sobre el estado, la economía, la sociedad, la ciudad…

Velocidad. Virilio propone una interesante serie en esta construcción, que sería la que relacionaría guerra-tecnologías-velocidad. La velocidad, la vitesse, es otro de los conceptos clave de Virilio. El dominio creciente de la velocidad, o más propiamente la aceleración, sería una de las manifestaciones de la guerra para Virilio. (La tecnología sería la que habilita esta velocidad creciente.) De ahí sus conocidas nociones de «dromología» y «dromoscopia». Dromología, de dromos, carrera en griega, estudio de la velocidad. Y dromoscopia, la visión de las cosas y el mundo en las condiciones actuales de aceleración permanente.

Véase al final en las notas adicionales «Sobre la tecnología».

Endocolonización. Otra idea interesante es lo que Virilio llama «endocolonización». El dominio de la guerra sobre la civilización, en particular, en la situación en que la disuasión es su aspecto fundamental,  da lugar, según Virilio, a un proceso de colonización de las poblaciones de los propios estados, una colonización interior. Como ya vimos que a Virilio no le gustan las explicaciones, tenemos que imaginar algo que por otra parte intuimos y resulta más que verosímil, la «logística» se aplica de diferentes maneras al control social de las poblaciones. El caso de Internet, que Virilio no tratará hasta los postcripts, resulta ilustrativo: su origen militar, y posteriormente sus aplicaciones dominantes relacionadas con la producción de subjetividad, el llamado capitalismo de la vigilancia y la captura de las beneficios de la cooperación social global.

Idolatría. Frente a la pretendida racionalidad que caracterizaría a las sociedades modernas, Virilio plantea que esta relación con la guerra, y el armamento nuclear en particular, donde se encuentra ciencia y guerra, se corresponden mejor con lo que solemos entender como idolatría. La ciencia en particular dejó de estar vinculada a unos fines prácticos, pasando a una situación en que ésta no reconoce ningún límite, una situación en que la finalidad de la ciencia sería la ciencia misma: la ciencia por la ciencia.

Los postscripts: 1983, 1997, 2007/8 son las fechas de los sucesivos textos recogidas en esta edición que se publica a los 25 años del primer Pure War. No comentaré sobre los comentarios posteriores, salvo decir que el ejercicio es interesante. Tratándose de tesis que algunos percibimos como de un carácter «profético» como decía, resulta curioso ver en qué cosas llevaba razón y en qué no. La actual guerra en Ucrania (2022), con la renovación de la amenaza nuclear, posiblemente da nueva relevancia al texto de 1983. El lenguaje, quizás también por los temas, que trata, más familiares, — la infoguerra, los ataques terroristas en las grandes capitales — también me resulta más comprensible.

Como cierre: considerando que en este libro lo que se  recogen son conversaciones — también en el Administration of Fear que leí hace un tiempo —  tendría sin duda que leer alguno de los textos escritos propiamente por Virilio para hacer una valoración menos parcial: Speed and Politics (1986), tal vez pueda ser una buena opción.

Vale.#

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Citas y comentarios adicionales

La guerra, la logística como el «fenómeno general» [2008: p. 20]

[SL] El fenómeno general no es la economía, es la guerra.

[PV] Llamémoslo logística, La logística es el principio de la economía de la guerra, que luego se convertirá simplemente en economía, hasta el punto de sustituir a la economía política.
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Militarización del espacio [2008: p. 18]

[SL] ¿Existe un espacio de la guerra?

[PV] El espacio militar es algo de lo que la gente no habla con demasiada frecuencia. Se encuentra en Clausewitz, pero realmente no se ha retomado desde entonces. La gente habla de la historia de la guerra, de los campos de batalla, de las muertes en la familia, pero nadie habla del espacio militar como la constitución de un espacio que tiene sus propias características. Mi trabajo se sitúa en el interior de este concepto. De pronto comprendí que la guerra era un espacio en sentido geométrico, incluso más que geométrico: cruzando Europa de norte a sur, de los refugios de las ciudades alemanas a la Línea Sigfrido, pasando por la Línea Maginot y la Muralla Atlántica, le hace a uno darse cuenta de la amplitud de la Guerra Total. Y de la misma manera se aprecia la dimensión mítica de la guerra extendiéndose no sólo a través de Europa, sino por todo el mundo. Los objetos, bunkers, refugios antiaéreos, bases submarinas, etc. son como puntos de referencia o monumentos a la naturaleza totalitaria de la guerra en el espacio y en el mito.

Comentario: Esta cita me hizo pensar en la expresión o el concepto «militarización del espacio» usado algunos años después por Mike Davis para tratar de explicar la configuración del espacio en Los Ángeles, California. Luego retomada, diría, por autores como Soja, Graham, Weizman y otros. Weizman en especial enfatiza su carácter de proyecto y de producción de un cierto mundo, que aprecio en la cita de Virilio – más que como «algo que ocurre» como uno lo había tendido a interpretar.

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Sobre la tecnología [2008: pp. 76-77]

[SL] ¿Es la tecnología, entonces, no tanto progreso como alienación?

[PV] Desde el siglo dieciocho –desde la Edad de la Ilustración, por usar la terminología bien conocida– hemos creído que la tecnología y la razón avanzaban de la mano hacia el progreso, hacia un «futuro glorioso», según se dice. No era necesario decir que encontraríamos la solución: a la enfermedad, la pobreza, la desigualdad. La encontramos, de acuerdo, pero era final, no óptima. Fue la solución del mundo terminando con una guerra nuclear, en la Guerra Total, en la exterminación y el genocidio. Entonces, mi intención es decir: No más ilusiones sobre la tecnología. No controlamos lo que producimos. Que sepamos cómo hacerlo no significa que sepamos qué estamos haciendo. Intentemos ser un poco más modestos e intentemos entender el enigma [riddle] de lo que producimos. Las invenciones, las creaciones de los científicos son enigmas que expanden el campo de lo desconocido, que expanden lo desconocido, por así decirlo. Y ahí tenemos una inversión. La inversión no es pesimista per se, es una inversión del principio. Ya no partimos de una idea positivista o negativista, partimos de una idea relativista. El problema es el siguiente: la tecnología es un enigma; así que empecemos a trabajar en el enigma y dejemos de trabajar sólo en la tecnología.
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[2008: p. 148]

[SL] La tecnología no es neutral.

[PV] No es neutral; es un continente negro.
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Sobre el «nuevo academicismo» en las universidades españolas – y quizás algunas otras

Imagen: El Greco, hacia 1600, Expulsión de los mercaderes del templo, National Gallery, Londres. Fuente: Wikipedia / The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei.

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Esta entrada es una versión un poco extendida del texto publicado en el número 51, marzo de 2022, del Topo Tabernario, (Sevilla). Enlace de descarga del número 51 (PDF): https://eltopo.org/leer-descargar-el-topo/

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José Pérez de Lama

Dedicado a mi tío PRdS

La primera parte del Quijote acaba con algunos versos que Cervantes atribuye a unos «académicos de la Argamasilla». Por recordar el espíritu de aquello reproduzco el último de los poemillas, supuesto epitafio en la sepultura de la dama de Don Quijote. Su presunto autor tiene el curioso y actual nombre de «Tiquitoc». Los versos dicen así: «Reposa aquí Dulcinea, / y, aunque de carnes rolliza, / la volvió en polvo y ceniza / la muerte espantable y fea. / Fue de castiza ralea / y tuvo asomos de dama; / del gran Quijote fue llama / y fue gloria de su aldea». Se ve que, ya entonces, a Cervantes aquello de las academias le parecía asunto para tratar con algo de guasa.

Otro episodio en la gran literatura sobre esto de las academias es el de Tristram Shandy, uno de cuyos temas es la parodia de la erudición grandilocuente pero vacía del pobre padre de Tristram. En la escena, Yorick, trasunto del autor, va con Shandy-padre a ver a los sabios de la ciudad para una consulta, y aquello acaba con una castaña asada que cae de la fuente, rueda tremendamente caliente por la mesa, para acabar metiéndose subrepticiamente por la portañuela del sumo sacerdote de aquella academia que peroraba en aquel momento, con un desenlace tan grotesco como pueda imaginarse.

Cuando el autor de estas líneas era joven, estudiante de arquitectura y aficionado al arte, la «academia» era algo de lo que había que mantenerse lo más alejado posible. La Modernidad, las vanguardias de principios del siglo XX, se habían construido como una crítica a todo aquello. Y de nuevo en los 60 y 70 hubo otro gran ciclo de rechazo hacia lo académico. De aquel rechazo supongo que éramos nosotros herederos: mis «héroes» y «heroínas» intelectuales y artísticas, y por supuesto, revolucionarias, encarnaban todo lo contrario de lo académico –Buñuel… los situacionistas… Deleuze, Guattari, Foucault… –¡ah, esos malditos pervertidores de la juventud! – … ¡y Camarón! … Y mi campo más concreto de trabajo de aquella época, el de los pioneros de la arquitectura medioambiental y «bioclimática», que así se llamaba por entonces, era en aquellos años bastante marginal… Y algo más tarde, lo mismo con los colegas «hackers», y la gente de los «medialabs» y los centros sociales. Todo lo que me gustaba, que me hacía querer ser parte del mundo de la cultura, del arte y, hasta cierto punto, de la Universidad, era siempre lo contrario de lo que uno imaginaba como ser «académico». Un tío mío, que fue quizás el que me inspiró el deseo de ser profesor –como él– había estudiado en París en los 60, y contaba que durante el 68 habían ido a pedir consejo a Federica Montseny, la ministra anarquista de la República, y que lo que les dijo antes de nada fue: «¡Lo primero que tenéis que hacer es cortaros el pelo!». Aquellas historias… ¡para mí verdaderas aventuras del aprendizaje y el conocimiento!

Frente a aquel paisaje, seguro que algo romántico, hoy veo a amigos y colegas jóvenes –ahora soy yo el profesor veterano– presentándose a sí mismos, con orgullo, como «académicos». Y «me chirría» bastante. Me suena a querer «hablar la lengua del amo» que decía Audre Lorde. Lo que parece haber ocurrido es que nos pusimos a usar el término tal como se hace en el mundo anglo-estadounidense, donde academic se emplea para referirse a un profesor o investigador universitario o asimilado. Aunque también allí, en el lenguaje popular, quizás activista, se solía decir que algo era «académico» para indicar que se trataba de una cosa superficial y sin ninguna relevancia práctica. Y es que esto de que los universitarios se llamasen a sí mismos «académicos», en España hace quince o veinte años, no era así. Al menos en mi campo. Aunque sí que me dicen que es diferente en otras tradiciones: en antropología o sociología, por ejemplo.

Volvamos algo más atrás para intentar comprender mejor el asunto: el origen del término «academia», como casi todo el mundo habrá oído alguna vez, viene del jardín o parque en el en las afueras de la Atenas clásica, cuyo nombre honraba a un antiguo héroe de nombre Academos. Y que era el lugar donde Platón tenía su escuela, en la que pretendía formar a las élites atenienses para que gobernaran la ciudad de manera sabia y prudente – eso explica Emilio Lledó. La escuela de Aristóteles, quizás más científica y menos política, se llamaba el Liceo. El lugar en que se reunían los seguidores de Epicuro era un jardín o huerto más modesto. Otras escuelas enseñaban en la calle: paseando por el ágora, los llamados sofistas; o los estoicos, que deben su nombre efectivamente a las «estoas», los grandes soportales de los espacios públicos de las ciudades helenísticas. Diógenes, el cínico, sabemos que vivía en la calle, en un tonel o un tinajón, como un mendigo, medio desnudo. El nombre de academia parece entonces una elección bastante pertinente para lo que siglos después vendrían a ser las academias. Ya se ve que a nadie se le ocurrió llamarlas «estoas», ni mucho menos «toneles».

Uno no ve mal que existan academias, todo lo contrario. Ha tenido y tiene familiares y amigos en academias varias, y está orgulloso de eso. Como recordaba Whitehead, y seguro que otros muchos, el mantenimiento de los saberes y conocimientos es fundamental para la continuidad de la vida social. El problema es cuando este aspecto conservador, que con tanta facilidad se entrelaza con la reproducción y ampliación del statu quo, domina en exceso las otras dimensiones de la cultura, las ciencias, las prácticas… Mi hipótesis, entonces, es que el uso del término «académico/a» para referirse a profesores o profesoras o investigadores universitarios no es inocente. Incorpora, aunque sea inconscientemente, una cierta manera de entender y desempeñar este tipo de trabajo, que se caracteriza por valores como la sumisión a la autoridad, la normalización, la jerarquización y cosas así – entre las que, con la mayor frecuencia, prolifera la pasión desmedida por lo burocrático.

Así, la idea del «nuevo academicismo» funciona, siempre a mi juicio, como un marco de «disciplinamiento» o control de los universitarios y de la institución Universidad. En varios sentidos. Uno de ellos sería el de tener ocupados a los profesores y profesoras, compitiendo entre sí, escribiendo los llamados artículos «académicos», para que no se vayan a hablar con gente como Federica Montseny, tal vez. Éstas son las nuevas «carreras» universitarias: correr todo el tiempo para ver quién llega a ser más académico; y así conseguir una mejor retribución, más seguridad en el trabajo, mayor reconocimiento… Otro sentido del disciplinamiento sería el de orientar el tipo de preguntas que se plantean los investigadores. Los sistemas de «calidad» del nuevo academicismo –la publicación en revistas internacionales «indexadas» y la participación en proyectos financiados mediante «convocatorias competitivas»– dan lugar a que lo importante no sean tanto las ideas y las acciones en sí mismas como los requisitos formales e indicadores cuantitativos. Lo que me hace acordarme del bueno de Thomas Pynchon cuando decía que «si consiguen que te estés haciendo las preguntas equivocadas, no necesitarán preocuparse por las respuestas». Las que leáis de vez en cuando artículos académicos –que en el argot, por cierto, se llaman «artículos científicos»– sabréis de qué hablo. Vale.

«The Dawn of Everything» –de Graeber & Wengrow– unas notas urgentes tras acabar la lectura

Imagen: Wengrow (izq.) y Graeber, collage publicado en el sitio web occupy.com: https://www.occupy.com/article/dawn-everything-graeber-and-wengrow-place-imagination-center-humanity-s-journey

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Reseña de José Pérez de Lama

Referencia bibliográfica: David Graeber & David Wengrow, 2021, The Dawn of Everything. A New History of Humanity, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York

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Para el próximo martes 22 de marzo de 2022, de 17:30 a 19:30 h [lo trasladamos del 15 inicialmente programado] hemos convocado una conversación sobre el libro en la que de salida creo que intervendremos Marcos García, Alberto Corsín y yo mismo, y a la que estáis todxs invitadxs. Próximamente espero que podamos anunciar los detalles de la convocatoria.

En enlace para acceder a la grabación de la conversación: https://youtu.be/AjFYAZoo6_A?si=IUEvJ6YfztkXQJhk

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Ayer terminé de leer The Dawn of Everything, como muchxs sabréis, es el último libro de David Graeber, publicado ya póstumanente – con su amigo David Wengrow –hace unos pocos meses. Uno es muy fan de Graeber, un pensador provocador, divertido y de la estirpe de Kropotkin, Murray Bookchin y algunos otros también preferidos. Para los que no estén familiarizados, Graeber fue uno de los animadores del movimiento Occupy – el equivalente neoyorkino de las Primaveras Árabes y el 15M-Esp. Ya antes había escrito un libro muy interesante y de gran éxito, sobre el dinero en tanto que construcción social, titulado en castellano, La deuda. Los 5.000 primeros años. Publicado al hilo de la crisis financiera que estalló en 2007 y que quizás aún no hayamos superado. Después escribió un par de libros más sobre lo que él mismo había bautizado como bullshit jobs, idea que a mí me afectó profundísimamente… [1]

Con Dawn parece que los dos David se propusieron algo parecido a lo que Graeber había llevado a cabo en Debt, pero enfocado ahora sobre la historia del Estado y de las relaciones de dominación, desigualdad y violencia que el discurso hegemónico pretende consustanciales al mundo contemporáneo. Graeber y Wengrow se proponen demostrar que estos son mitos interesados, que han contribuido históricamente a sostener el orden occidental, colonial y patriarcal. Creo que lo consiguen demostrar, y la hipótesis posiblemente sea bastante más fina de lo que yo he expresado.

Desbancar el mito del buen salvaje

Los mitos fundacionales serían el de Rousseau, en principio más progresista, y el de Hobbes, más reaccionario. Se parecen ambos al mito judeo-cristiano del paraíso y su pérdida, diría. Rousseau en el que termina centrándose Dawn, suponía la existencia de un «buen salvaje», inocente, que quizá, dice algún crítico actual – espantando a los autores – se parecería mucho en su estar en el mundo a nuestros parientes próximos los primates. Unos buenos salvajes que con la aparición de la agricultura, las ciudades y los estados perderían su condición de felicidad inocente y tendrían que pasara a vivir sometidos a reyes o gobernantes y guerras periódicas, a cambio de poder disfrutar de los avances de la cultura y la civilización. Y ese sería el mito de desbancar: sería falso este pretendido intercambio de progreso y bienestar a cambio de aceptar dominación, desigualdad y la amenaza de la violencia. Tan actual hoy con la nueva versión del complejo tecnológico-financiero-militar… Habría que decir, no obstante, que Graeber y Wengrow no caen en ningún tipo de actitud «conspiranoica» ni nada del estilo… Eso me parece.

El mundo es algo que hacemos…

Uno de los más célebres axiomas o eslóganes de Graeber ayuda a entender sus planteamientos, traduzco un poco libremente: «la verdad definitiva, y escondida, es que el mundo es algo que hacemos y que por tanto podríamos hacer de otro modo».[2] Y el método consiste en demostrar eso, como me parece recordar que también hacía en Debt – y como leía recientemente en su prólogo a la edición por el 50 aniversario del libro de su profesor Marshall Sahlins, Stone Age Economics, que tan presente me parece que está en Dawn.

Graeber y Wengrow multiplican los casos de estudio arqueológicos y antropológicos, basándose en trabajos de las últimas décadas que según nos cuentan cuestionan radicalmente las grandes narrativas el origen del Estado, de las «desigualdades», de las sucesivas revoluciones – agrícola, urbana, de la aparición del Estado, con mayúsculas, incluso como sabemos que se escribe formalmente. Los argumentos son prolijos y los casos numerosos, lo que hace que a lectores como yo, no demasiado familiarizados con este tipo de literatura, se nos haga a veces algo difícil de seguir, más por lo aburrido que por lo conceptualmente difícil – a uno quizás le gusta más el vértigo de los conceptos o de las emociones que la lentitud de las descripciones algo repetitivas que son necesarias cuando se trata de demostrar precisamente eso que son norma más que excepción. Aún así, la cosa, siendo el equipo Graeber, no deja de estar puntuada por momentos deslumbrantes, incluso de ocasionales carcajadas.

Una ciencia ficción retrospectiva

Esto del método arqueológico, – y en parte también el antropológico – que a partir de huellas muy parciales tiene que reconstruir mundos, me ha llamado la atención, recordándome mucho a la ciencia ficción, como si fuera una especie de ciencia ficción retrospectiva, que a la vez, extrañamente, se proyecta sobre el presente y hacia el futuro.

Una de las ideas más deslumbrantes de esta «ficción retrospectiva» es la de que las discusiones sobre libertad e igualdad de la Ilustración en Europa estuvieron muy influenciadas por las noticias e historias que llegaban de los encuentros con los nativos americanos. Y ya sabemos cual fue el siguiente episodio, «libertad, igualdad y fraternidad». Estos indígenas, defienden muy bien los autores recurriendo a múltiples y variadas fuentes históricas no eran los inocentes «buenos salvajes» que se quiso imaginar, sino pueblos acostumbrados a pensar filosófica y políticamente sobre cómo organizar sus sociedades, sobre las libertades, sobre cómo evitar las concentraciones de poder, sobre el autogobierno, etc. Esta parte del libro es fascinante, y las análisis a mi me resultan de gran verosimilitud. La reacción a esta ilustración indígena y a su recepción por parte de una parte de la intelectualidad europea que describen los autores también es de gran interés, y es la que daría forma duradera a los mitos que Graeber y Wengrow se proponen deconstruir. Hablaba estos días con Pablo DeSoto, que está familiarizado con el pensamiento reciente brasileño, sobre figuras como Viveiros de Castro, Arturo Escobar o Ailton Crenak – y muchxs otrxs – que representan ahora este reencuentro con las culturas indígenas, ya no como «buenos salvajes», sino de una manera mucha más parecida a la que describen Graeber y Wengrow en diversas situaciones en los siglos XVII y XVIII.

La pregunta equivocada por el origen de la desigualdad

Graeber y Wengrow proponen que preguntarse por el origen de la desigualdad es una pregunta equivocada, porque en cierto modo supone asumir que la desigualdad es parte necesaria de nuestro mundo. La pregunta que ellos plantean en su lugar tiene relación con tres libertades, como son, 1/ la libertad de irnos de un lugar en que no nos encontramos bien; 2/ la libertad de desobedecer las órdenes que puedan impartirse en las comunidades de las que formamos parte; y 3/ la libertad de experimentar con las relaciones sociales. En aquellas situaciones en que se han construido estas libertades, dicen, es en las que se dieron sociedades «igualitarias» – nos es más fácil imaginar estas libertades en los mundos antiguos, más «vacíos» y relativamente más abundantes, quizás, que los actuales. Y lo que demuestran en este sentido los autores es que efectivamente se han dado muchas situaciones en la historia de la humanidad en que han existido sociedades que disfrutaban razonablemente de estas libertades. Y que esto no sólo fue en los períodos originarios de las pequeñas bandas de cazadores-recolectores; sino en muchos otros momentos históricas, más tempranos y más tardíos – la idea de una evolución social consistente y progresiva, no es cierta, nos dicen Graeber y Wengrow –, y en muy diferentes partes del mundo: Medio Oriente, Norte, Centro y Sur América, diversas partes de Asia y de África… ciertas zonas de la actual Europa, incluso. Y más importante: la existencia de esta multiplicidad de casos que no encajan en los esquemas narrativos que solemos asumir, según parecen demostrar los autores, era principalmente el resultado de la producción intencionada, consciente y reflexiva de las sociedades que se auto-construían a sí mismas según sus aspiraciones e ideales; o también a veces, por el rechazo a otros modelos conocidos o experimentados.

Desbancar el mito del Estado como necesidad histórica

La segunda parte del libro se centra en lo que podríamos llamar la cara contraria de las «sociedades igualitarias»: ¿cómo se torció aquello?, se preguntan los autores, ¿qué ocurrió para que en la actualidad se hayan impuesto los estados como algo que damos por supuesto, con sus relaciones de dominación, respaldadas por la amenaza, nunca demasiado lejana, de la violencia? ¿Y que las «sociedades igualitarias» nos parezcan un sueño imposible más allá de los pequeños grupos de afines?

Los autores argumentan que la actual percepción de los estados como resultado evolutivo necesario es un segundo mito que es necesario desmontar. Para tratar de hacerlo, proponen hacer el experimento de pensar la historia de las formaciones sociales suponiendo la emergencia que la emergencia de los estados se produce como composición de tres principios independientes: 1/ el de la soberanía basada en la violencia; 2/ el del control del conocimiento que suele declinarse como burocracia en tanto conjunto de técnicas de de gobierno; y 3/ el del liderazgo y la autoridad carismática (de la que participaría la competencia política contemporánea). El método con el que pretenden explicar que el Estado no es el destino natural, necesario que se presume, sino una composición coyuntural de diferentes elementos que podrían componerse de diferentes maneras, es constatar cómo a lo largo de la historia estas composiciones fueron efectivamente diferentes, y que lo que se tiende a presuponer como la historia cuasi-sagrada del origen de este Estado con mayúsculas puede muy bien interpretarse de otras maneras. Como ocurría con la sociedades igualitarias, los proto-estados, reinos o imperios, convivieron y se sucedieron históricamente con ciudades libres, federaciones de pueblos, «anfictíones» – eso os lo dejo que lo busquéis en el diccionario o enciclopedia. Más bien al contrario del destino único, el panorama que nos ofrecen Graeber y Wengrow es el de una gran diversidad y variabilidad, y el de una extraordinaria capacidad de inventar y experimentar con diferentes formas de vida en común. Un panorama que invita al optimismo, aunque sea un optimismo moderado y escéptico.

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No todo en las redes son elogios

Además de elogios, el libro también viene recibiendo bastantes críticas. Algunas he leído. Una de las más evidentes es la que puede hacerse a una nueva historia universal, que no puede sino ser algo muy general, una selección muy reducida de ejemplos que se pretenden representativos, algo de una cierta «brocha gorda»… Ya no nos creíamos estas cosas. O ya no las leemos, al menos en ciertos ámbitos. Explican lo autores que lo saben, pero que aún así el imaginario colectivo y el político está dominado por esas otras narraciones míticas que sí que plantean grandes narraciones – y parecen estar algo preocupados con la proyección de personajes como Yuval Noah Hariri o Jared Diamond – y estiman que es necesario, cuestionar y desbancar estos discursos tan al servicio de la confirmación de la realidades hoy dominantes.

Cada cual, como es normal, hace críticas en su ámbito de interés o mayor conocimiento. En este sentido, como aficionado a Foucault, no dejaba de pensar en lo esquemático de la teoría del poder del libro. Aunque entiendo que éste es posible definirlo y analizarlo a múltiples escalas de aproximació o niveles, por lo que el thought experiment de los tres elementos de que se compondría el estado no deja de parecerme interesante. Uno que se considera «composicionista» ha usado en alguna ocasión el método propuesto por Graeber y Wengrow para cuestionar el carácter monolítico del estado — por ejemplo para intentar repensar las relaciones entre globalización, capitalismo financiero y tecnologías digitales: aquello era precisamente una de las hipótesis clave del «proyecto de hackitetcura» al que dediqué bastantes años. Y de algún otro.

Un boceto de 526 páginas

Por otra parte, si comparamos Dawn con las típicas obras superproducidas de la academia actual, en particular la estadounidense, tan cerradas, tan apabullantes, me parece como un boceto, una obra muy abierta, algo fragmentaria, en la que se esbozan, efectivamente, ideas, hipótesis, sin que se lleguen a desarrollar completamente. Algo que veo como una virtud, en cuanto que invita a lxs lectores a hacerse preguntas, – mejores preguntas de las que se hacían  insisten los autores – , a no creernos las historias heredadas… Esto carácter de boceto se observa bien en la hipótesis que se enuncia a diez páginas del final, – aunque ya se ha ido mencionando a lo largo del libro – dejándola como una pregunta flotando en el aire.  Graeber y Wengrow nos cuentan que esta pregunta que parece inquietarlos se inspira en el pensador judío de entreguerras Franz Steiner y aquí no me puedo resistir a recordar el dramático final de su vida: dos días después de que Iris Murdoch, la escritora, aceptara su propuesta de matrimonio Steiner murió de un infarto al corazón, a los cuarenta y tres años de edad. Y la hipótesis lanzada al aire en la últimas páginas no es baladí: propone que el domino actual de la forma estado pudiera estar relacionado con el vínculo entre violencia y cuidados; cuidados – como el que ciertas autoridades antiguas daban a las viudas y los huérfanos, o a los prisioneros de guerra, y que fácilmente se traducía en dominio despótico – o se intuye sin demasiada perspicacia, como el cuidado que nos otorgaban a sus ciudadanos las modernas sociedades del bienestar… Disculpen lxs lectores estas últimas líneas que tal vez hayan sido una digresión desproporcionada…

Escribir con prisa

El carácter boceto, las ideas deslumbrantes que deja como regalos para que lxs lectorxs nos quedemos rumiándolas, las historias que se multiplican, pareciera, a veces, que con una cierta superficialidad, las exclusiones para algunos tremebundas, los saltos mortales de unos temas a otros… Me hacían pensar que Graeber escribía con una cierta prisa, que sabía – como a veces sabemos todos – que no le quedaba tanto tiempo, y que era importante dejar por escrito todas estas ideas… Y como sabemos bien sus seguidores, resultó que murió de repente, no tan joven como Steiner, pero sí bastante joven, a los cincuenta y nuevo, el pasado 2020, pocas semanas de dar el libro por terminado. El libro me parece un hermoso testamento intelectual que nos dejó David Graeber. Sirvan estas líneas también un poco más rápidas de lo que quizás convendría, como un nuevo modesto homenaje al autor querido. Enhorabuena y agradecimiento también por tan sugerente trabajo a su colega David Wengrow.

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Posdata: Sobre los rituales como laboratorios sociales

Un tema relativamente lateral que me interesó mucho es el de la aproximación que hacen los autores a la cuestión de los rituales en las culturas antiguas. Quizás los rtiuales y el juego. Proponen que en ocasiones tenían una importante dimensión de experimentación de otras formas de relación social, de otras maneras de hacer mundo. Aunque el tema creo que atraviesa el libro en su conjunto, lo presentan en las páginas 116-117: «Los momentos rituales verdaderamente potentes son los de caos colectivo, efervescencia, ritos de paso («liminalidad») o juego creativo, de los cuales pueden surgir nuevas formas sociales […] permiten a la gente imaginar que otras composiciones y distribuciones son posibles  […] fomentando la auto-conciencia política […] como laboratorios de posibilidades sociales». Tengo que repasarlo y quizás pueda hacerlo con algunos amigos que vienen pensando y experimentando con estas cuestiones.

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Referencias

David Graeber & David Wengrow, 2021, The Dawn of Everything. A New History of Humanity, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York

Es de destacar un artículo de 2018 donde los autores avanzaban sus ideas: es una buena introducción al libro. Hay traducciones de este texto a varios idiomas, pero no al Esp: igual podíamos montar un equipo colaborativo y hacerla, ¿alguien sea anima?

David Graeber y David Wengrow, 2018, How to change the course of human history (at least, the part that’s already happened), disponible en: https://www.eurozine.com/change-course-human-history/ | accedido 12/02/2022

Wengrow con motivo de la COP26:

David Wengrow, 31/10/2021, Humanity is not trapped in a deadly game with the Earth – there are ways out, en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2021/oct/31/man-not-trapped-in-deadly-game-with-earth-there-are-ways-out | accedido 12/02/2022

Y estas dos reseñas que me gustaron en su momento y me animaron a leer el libro:

William Deresiewicz, 18/10/2021, Human History Gets a Rewrite. A brilliant new account upends bedrock assumptions about 30,000 years of change, en: https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2021/11/graeber-wengrow-dawn-of-everything-history-humanity/620177/ | accedido 12/02/2022

David Priestland, 23/10/2020, The Dawn of Everything by David Graeber and David Wengrow review – inequality is not the price of civilisation, en: https://www.theguardian.com/books/2021/oct/23/the-dawn-of-everything-by-david-graeber-and-david-wengrow-review-inequality-is-not-the-price-of-civilisation | accedido 12/02/2022