Entrevista realizada por Jose Sánchez-Laulhé a José Pérez de Lama, «osfa» para la revista sevillana El Topo Tabernario, sobre el origen, evolución y actualidad de la arquitectura bioclimática en la emergencia climática — en homenaje a uno de sus promotores, el recientemente fallecido Jaime López de Asiain.
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¿Cómo definirías la «arquitectura bioclimática»?
AB es una denominación que surge a finales de la década de 1970 para describir una práctica arquitectónica preocupada por el ahorro energético, las relaciones más amplias entre medio construido y medio ambiente más en general y el desarrollo de unos modelos de vida más ecológicos, en mayor armonía con la naturaleza, o quizás los flujos naturales de materia y energía. El aspecto más destacado en los inicios era la intención de usar lo que se llamaba «sistemas pasivos» que consistían en tratar de lograr el acondicionamiento ambiental – temperaturas en verano e invierno, iluminación… – mediante el propio diseño arquitectónico y la selección de materiales y sistemas constructivos. Se trataba de recuperar en estos aspectos las prácticas de la arquitectura tradicional o «vernácula», actualizada con los nuevos materiales y recursos tecnocientíficos cuando fuera necesario.
¿Cómo se ha transformado el concepto de AB en estos cuarenta años?
En las publicaciones fundacionales del Seminario de Arquitectura Bioclimática (grupo de investigación de Jaime López de Asiain el promotor de todo esto en Sevilla y recientemente fallecido) el énfasis se situaba en dos cuestiones, el tema energético y el desarrollo de una arquitectura — y luego una ciudad — más ecológica, en mayor armonía con la naturaleza y la cultura local. El «bio» de bioclimática pretendía hacer referencia a eso, a otra forma de vida, podría haberse llamado climática solo y plantear soluciones ultratecnológicas, pero no era el caso. Desde la perspectiva actual me parece que el verbo «bioclimatizar» funciona mejor que el sustantivo: climatizar aprovechando, modulando, los flujos naturales, pero también en el contexto de las culturas locales.
Hoy en día con el cambio climático la cuestión se ha hecho mucho más urgente, y poco a poco se está generando una preocupación más general sobre el asunto, entre la gente y entre las autoridades. Ya no es un problema de ahorro o de recursos escasos en un futuro no demasiado preciso. Por otra parte, la crisis ambiental se ha revelado en estas décadas como mucho más multifacética: no sólo es el cambio climático, sino que hay otros ocho o diez procesos que están llevando la biosfera a posibles cambios cualitativos. Y, por no extenderme demasiado, creo también que en estas décadas se ha ido poniendo cada vez más de manifiesto las estrechas relaciones entre crisis ambiental y capitalismo y crecimiento.
¿Cómo fue recibido el tema del «bioclimatismo» en la Expo 92? Desde la perspectiva del olvido actual — hasta muy recientemente — parece que hubiera sido un tema menor.
En su día creo que fue objeto de bastante interés, tanto por parte de los gestores de la Expo, como del público y los medios de comunicación, como de los especialistas. Yo creo que frente a las críticas muy evidentes que se podían hacer a la exposición universal, aquello fue una gran contribución tanto a la escena científica como a la urbanística y ciudadana. Quizás el sector que lo recibió como más suspicacia fue el de los propios arquitectos consolidados, que lo veían, como era en parte, una crítica a su forma de hacer arquitectura.
Ocurrió que luego la cosa se difuminó bastante. Situándonos en Sevilla, incluso quizás Andalucía, — y me cuesta expresarlo — me parece que hemos carecido de liderazgo y audacia política y estratégica: tanto la Junta como el Ayuntamiento como la Universidad, las instancias que uno puede observar, se limitan a implementar normas, recomendaciones y políticas que vienen de fuera. Siempre detrás. El horror o la incapacidad de tomar la iniciativa y a la experimentación. ¡Una pena!
Ahora bien, resulta interesantísimo cómo está resurgiendo el interés en estas cuestiones con la creciente preocupación por el cambio climático. Me encanta la idea de que la presión de una asociación de madres y padres de estudiantes, «Escuela de calor», haya logrado estos últimos años la aprobación en el Parlamento Andaluz de una Ley de Bioclimatización, para el acondicionamiento térmico natural de colegios e institutos. Aunque me cuentan los responsables que la Junta no la está implementando debidamente…
¿Qué pasa con la emergencia climática y qué podemos esperar de las formas de abordarlas?
Uno tiende a creer en que efectivamente está sucediendo, principalmente como resultado de la acción humana, y que efectivamente se trata de una emergencia. La instancia que parece liderar todo esto, el IPCC ,es una institución que recopila y evalúa el trabajo de cientos o quizás miles de científicos y sus conclusiones actualmente son para preocupar, y que todxs más o menos conocemos… Es una situación rara, no cabe duda, ya que la mayoría de la población no podemos comprender los modelos computacionales en que se basa el diagnóstico. Pero tenemos que confiar en la comunidad científica.
En estos momentos se puede esperar cualquier cosa. Durante un tiempo me obsesionaba la idea de que técnicamente, incluso financieramente, parece ser viable, y desde luego deseable para la mayoría, hacer la transición energética, incluso civilizatoria. Pero los únicos que se toman el asunto como algo grave y urgente, jóvenes y una minoría de científicos, por ejemplo en torno a Extinction Rebellion son considerados como radicales. Por ello, el escenario más probable que imagino es uno en el que una minoría convertirá todo esto en un negocio, como están haciendo las energéticas, y se atrincherarán en sus guetos privilegiados y bien acondicionados, dejando que la mayoría de la población sufra los peores efectos del cambio.
Entre las propuestas recientes me atrae la que Donna Haraway viene haciendo con el término, un poco en broma, del Chthuluceno, donde se relacionan prácticas de hacer mundo – worlding dice la autora – y se componen de formas nuevas humanos, no humanos, máquinas, recursos, lugares… en experimentos locales que valen por sí mismos además de su posible valor general… Sin desesperación, aunque tampoco sin un exceso de esperanza. Nec spe, nec metu … La vida misma…
Recientemente publicamos un artículo sobre López de Asiain y la Expo 92: José Pérez de Lama, José Sánchez-Laulhé & Rafael Herrera Limones, 2022, Recordando los trabajos para el acondicionamiento bioclimático de la Expo92 en Sevilla. Y a Jaime López de Asiain, su principal promotor, Revista Tiempo y Clima Vol. 5 Núm. 78: Octubre 2022 [Publicado: 2022-10-29] Edición digital. ISSN: 2340-6631 pp. 32-37 https://doi.org/10.30859/ameTyCn78p32
Imagen: verano de 2022 en Sevilla, España. Por un lado (izqda) vecinas y activistas trataban de defender un ficus centenario en el barrio de Triana; por el otro (dcha), el párroco de la iglesia con el apoyo del Ayuntamiento comenzó su tala, pero finalmente tuvieron que pararla… Fotografías de la red en defensa del ficus publicadas en redes sociales durante las acciones de resistencia.
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Traducción y comentarios de José Pérez de Lama – entrada en construcción
[El texto de Latour en negro, mis comentarios en color.]
Politics of Nature (2004), Políticas de la naturaleza, es quizás el libro más famoso de Bruno Latour junto con el Nunca fuimos modernos (1993). Politics of Nature desarrolla parte de los argumentos de Nunca fuimos... Una creo buena reseña de este último puede leerse en este mismo blog.
Diría que Politics tiene dos aspectos principales. Uno es una crítica de las relaciones entre Ciencia – en lugar de ciencias -, política y poder. Esta crítica la veo en una línea de pensamiento muy francesa, en la que podría estar Ellul, Latouche, Virilio probablemente, y buena parte de la cultura hacker de aquel país en la década de 2000: entre éstos mi colega Ewen Chardronnet que comisarió el primer proyecto de WikiPlaza (París, 2009). En esta línea también me parece que hay pensadores norteamericanos como Mumford o Bookchin, y cosmopolitas como Iván Illich. El subtítulo del libro, Cómo llevar las ciencias a la democracia, es explícito en este sentido. La crítica particular de Latour también la sitúo dentro de las llamadas Science Wars de finales del siglo XX.
El segundo aspecto, ya que estamos, es la propuesta de una nueva Constitución -la llama así Latour- en que se reorganizarían los papeles de la política y las ciencias, la economía, la moralidad, el Estado… para hacer posible un mundo más democrático, y con capacidad de abordar más eficazmente problemas complejos como los del cambio climático. Este aspecto, que constituye la mayor parte del libro, suena a veces a ciencia ficción especulativa; otras a «arbitrismo» barroco… Como ocurre con frecuencia, al menos a mí, me resultan más interesantes las preguntas que el texto nos hace plantearnos que las soluciones más concretas que propone. Aunque en realidad parte de estos procesos descritos por Latour, dice, y uno está de acuerdo, son maneras de funcionar el mundo que ya existen, pero que no tienen el reconocimiento formal que el autor querría establecer.
Como no sabía cómo hacer la reseña de este libro tremendamente articulado, casi al estilo cartesiano diría uno, opté por traducir un capítulo final en que Latour escribe un resumen de sus ideas, que en algún momento llama «una chuleta para los lectores vagos o con poco tiempo».
Como se verá en este resumen-chuleta, la claridad no es una virtud de Latour, lo cual me sorprende considerando que se trata de un texto con la teórica ambición de cambiar el sistema de gobierno en Occidente, y que uno imagina debería tratar de convencer a lxs lectorxs. Para tratar de paliar un poco lo que me parece desafortunada oscuridad iré comentando tras los bloques del texto de Latour, aunque no sé hasta qué punto podrá servir de ayuda. En estos comentarios recordaré algunas cuestiones de la reciente controversia sobre la tala del ficus centenario de San Jacinto (Triana, Sevilla), que a mi juicio pone en práctica este nuevo estilo de democracia para actores humanos y no-humanos que Latour trata de indagar.
Es posible que todo esto no sea más que un entretenimiento «académico». Pero, bueno, hay gente como yo a la que efectivamente entretienen estas cosas. La importante, en todo caso, es que con teoría alambicada o sin ella en el caso del ficus centenario las redes ciudadanas construyeron un interesante poder y lograron que el árbol continúe en pie y con vida…
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Bruno Latour [translated by Catherine Porter], 2004, Politics of Nature. How to Bring the Sciences into Democracy, Harvard University Press, Cambridge
Notas de trabajo & traducción: septiembre de 2022 ___
Políticas de la naturaleza. Cómo traer las ciencias a la democracia
Traducción y comentario del Sumario del argumento (para lectores con prisa…) (pp. 231-235)
Nota introductoria de BL: Aparecen en cursiva los títulos de la tabla de contenidos del libro; marcados con asteriscos los términos que se recogen en el glosario [también en el libro].
Introducción:
Este libro es un trabajo de filosofía política de la naturaleza, o epistemología política. [El trabajo] se pregunta qué podemos hacer con la ecología política (p. 1). Para responder a esta pregunta no es suficiente con hablar de naturaleza y de política; también tenemos que hablar de ciencia. Pero aquí es donde aprieta el zapato: el ecologismo no puede ser sólo la introducción de la ecología en la política, puesto que no sólo la idea de naturaleza sino también la de política, por contraste, dependen de una cierta concepción de la ciencia. Tendremos así que reconsiderar tres conceptos a la vez: polis, logos y physis.
Latour plantea que las actuales relaciones entre Ciencia y política, entre naturaleza y sociedad, dificultan las posibilidades de abordar los problemas de gobierno y democracia de la actualidad. Piensa uno en la emergencia climática. Propondrá una nueva relación entre polis (política), logos (ciencias) y physis (naturaleza).
Capítulo 1:
¿Por qué la ecología política debe separarse de [liberarse de, abandonar] la naturaleza? (p. 9). Porque la naturaleza no es una esfera particular de la realidad sino el resultado de una división política, de una Constitución* que separa lo que es objetivo e indisputable de lo que es subjetivo y disputable [discutible]. Para implicarnos en ecología política, entonces, antes que nada tenemos que salir de la Caverna (p. 16), distinguiendo Ciencia del funcionamiento práctico de las ciencias*. Esta distinción nos permite hacer una segunda [distinción], entre la filosofía oficial del ecologismo por un lado y las múltiples [florecientes] prácticas [del ecologismo] por otro. Mientras que la ecología se asimila a cuestiones sobre la naturaleza, en la práctica se centra en embrollos [imbroglios] que implican ciencias, moralidad, leyes y política. Como resultado, el ecologismo se sostiene, no sobre las crisis de la naturaleza, sino sobre las crisis de la objetividad (p. 18). Si la naturaleza* es una manera particular de totalizar [reconocer y sumar, asumir] los miembros que comparten el [un] mismo mundo común, haciéndolo en lugar de la política, entendemos con facilidad por qué el ecologismo marca el fin de la naturaleza (p. 25) en la política, y por qué no podemos aceptar el término tradicional «naturaleza», que fue inventado para reducir la vida pública a un limitado parlamento [rump]. Por supuesto, la idea de que la noción occidental de naturaleza es una representación social* históricamente situada se ha convertido en un lugar común. Pero no podríamos asumirla [la noción occidental de naturaleza] sin dejar de mantener la «política de la Caverna» – puesto que no hacerlo significaría distanciarnos aún más de la realidad de las cosas mismas que quedarían intactas en manos de la Ciencia.
Para dar su lugar a la ecología política, tenemos entonces que evitar los peligros [bajos, shoals] de la representación de la naturaleza (p. 32), y aceptar los riesgos de la metafísica. Afortunadamente, para este tarea nos podemos beneficiar de la frágil ayuda de la antropología comparativa [comparada] (p. 42). En efecto, ninguna cultura salvo la occidental ha usado la naturaleza para organizar su vida política. Las sociedades tradicionales no viven en armonía con la naturaleza: la desconocen [they are unacquainted with it]. Gracias a la sociología de las ciencias, a la práctica del ecologismo, a la antropología, podemos entonces entender que la naturaleza es sólo una de las dos casas [cámaras, parlamentos] de un colectivo* instituido para paralizar la democracia. La pregunta clave de la ecología política puede ahora ser formulada: ¿podemos encontrar sucesor [la sucesión] al colectivo [moderno] de las dos cámaras (p. 49), naturaleza y sociedad*?
La idea es que la noción occidental de naturaleza — y me gusta pensarla en relación con «naturalizar», lo que es objeto de las ciencias, lo que es objetivo, se constituye en una instancia de presunta verdad que deja muy poco espacio a la política: pensemos en los saberes económicos y tecnológicos… Esta parte del argumento es la que creo que me resulta más difícil. No ayuda que Latour prefiere no poner ejemplos. El argumento en realidad se desarrolla en bastante detalle en un libro anterior (1993) We Have Never Been Modern.
Capítulo 2:
Una vez dejada a un lado la naturaleza, surge otra pregunta –¿cómo reunir al colectivo? (p. 53)– que será el heredero de la vieja naturaleza y la vieja sociedad. No podemos simplemente reunir objetos* y sujetos*, pues la división entre naturaleza y sociedad no está hecha de tal manera que podamos ir más allá. Para escapar a estas dificultades para componer el colectivo (p. 67), tenemos que considerar que el colectivo está hecho de humanos y no humanos susceptibles de ser sentados [being seated] como ciudadanos, siempre que procedamos a un nuevo reparto [apportionment] de capacidades. La primera clase de división consiste en redistribuir la palabra [el habla, speech] entre humanos y no humanos, a la vez que aprendemos a ser escépticos respecto de todo tipo de portavoces (p. 62)– de aquellos que representan a humanos así como de los que representan a no humanos. El segundo reparto consiste en redistribuir la capacidad de actuar como actor social , mientras que consideramos solamente asociaciones de humanos y no humanos (p. 70). Es en estas asociaciones y no en la naturaleza en lo que tiene que centrarse la ecología. Esto no significa que los ciudadanos del colectivo pertenezcan al mundo del lenguaje o al mundo de lo social [y no al mundo de la real], pues, por medio de un tercer reparto, los sectores también son definidos por su realidad y recalcitrancia [carácter recalcitrante, persistencia, permanencia, terquedad] (p. 77). El conjunto de los tres repartos nos permite definir el colectivo en tanto que compuesto por proposiciones*.
Para convocar al colectivo ya no tenemos que interesarnos en la naturaleza y la sociedad sino solamente en saber si las proposiciones que lo componen están mejor o peor articuladas (p. 82). El colectivo según llegue a ser finalmente reunido permitirá una vuelta a la paz civil (p. 87), al redefinir la política como la composición progresista de un mundo común*.
La nueva forma de gobierno que propone Latour tendría como aspecto principal la incorporación como actores sociales de las asociaciones de humanos y no humanos; uno diría, que los sistemas socioténicos. De nuevo si pensamos en Internet o en las finanzas globales, dos de las fuerzas más potentes de la contemporaneidad, vemos que se trata de este tipo de asociaciones entre humanos y máquinas en este caso. Latour propone unos nuevos repartos para hacer esto posible: de la palabra, del reconocimiento en la acción, de la persistencia.
A estas nuevas formaciones Latour las llama «colectivos», de haber recolectado diferentes cosas que ahora veremos. Y lo que se reúne en el colectivo, que me parece otro punto clave, no son esencias, sino más sencillamente proposiciones, las proposiciones que articulan los elementos que componen las asociaciones…
Capítulo 3:
¿No iremos a encontrar en el colectivo la misma confusión a la que nos enfrentábamos con la abandonada noción de naturaleza? –esto es, una unificación demasiado prematura. En orden a evitar este riesgo vamos a perseguir una nueva separación de poderes (p. 91) que hará posible la rediferenciación del colectivo. Es imposible, por supuesto, volver a la vieja separación entre hechos [facts] y valores, pues esa separación sólo tiene desventajas, aunque parezca indispensable para el orden público. Hablar de hechos [facts] supone mezclar una moralidad [moral] que es impotente frente a los hechos establecidos con una jerarquía de prioridades que carece ya del derecho de eliminar hecho alguno. [Esa vieja separación] paraliza tanto a las ciencias como a la moralidad.
Restauramos el orden en estas asambleas si distinguimos otros dos poderes: el poder de tener en cuenta [tener en consideración] y el poder de poner en orden (p. 102). El primer poder retendrá de los hechos el requerimiento de la perplejidad*, y de los valores el requerimiento de la consulta*. El segundo [poder] recuperará de los hechos el requerimiento de la jerarquía*, y de los valores el requerimiento de la institución*. En lugar de la distinción imposible entre hechos y valores tendremos dos poderes de representación del colectivo (p. 108) que son a la vez distintos y complementarios. Aunque la relación hechos-valores parecía que nos daba seguridad, no nos permitía mantener las garantías esenciales (p. 116) que la nueva Constitución requiere mediante la invención de un estado de derecho [State of law] para las proposiciones. El colectivo ya no se construye a sí mismo como una sociedad dentro de una única naturaleza, sino que crea una nueva exterioridad (p. 121), definida como la totalidad de todo lo que ha excluido mediante el poder de poner en orden y que obliga al poder de tener en cuenta a volver al trabajo. La dinámica de la composición progresiva del mundo común difiere tanto de la política de los humanos como de la naturaleza bajo la vieja Constitución.
La Constitución o el parlamento se reorganiza para trabajar con proposiciones y construir el colectivo. Se organiza en dos casas o cámaras, la primera encargada del poder de tener en cuenta: quién estará incluido en el colectivo – por ejemplo, los árboles urbanos? La segunda es la encargada de poner en orden: a partir del trabajo de la primera, ¿qué quiere ser tenido en cuenta? o ¿qué debe o puede ser tenido en cuenta? – ¿qué jerarquía se establece? – es más importante la seguridad o la belleza, los turistas o la vida no humana?
Capítulo 4:
Ahora se hace posible definir las habilidades [skills] del colectivo (p. 128), siempre que previamente evitemos las disputas entre las dos «ecociencias» que nos harían confundir la ecología política con la economía política. Si la economía se presenta a sí misma como el sumatorio del colectivo, ésta usurparía las funciones de la ecología política y paralizaría simultáneamente las ciencias, la moralidad y la política, al imponer una tercera forma de naturalización. Pero una vez vaciada de sus pretensiones políticas, se convierte en un colectivo indispensable para el funcionamiento de la nueva Constitución, y cada uno de sus miembros, a través de la mediación de las habilidades individuales, una contribución individual al amueblamiento [furnishing] de las casas (p- 136). La contribución de las ciencias (p. 137) será mucho mayor que la [antigua] contribución de la Ciencia, puesto que soportará [bear] todas las funciones a la vez: perplejidad, consulta, jerarquía e institución, a las que tenemos que añadir el mantenimiento de la separación de poderes y la escenificación [representación] del conjunto*. La gran diferencia es que la contribución de los políticos (p. 143) se soportará también en las mismas seis tareas, permitiendo así una sinergia que era antes imposible, cuando la Ciencia se ocupaba de la naturaleza y la política de los intereses. Estas funciones se harán aún más realizables al añadirse las contribuciones de los economistas (p. 150) y las de los moralistas (p. 154), para definir un solar de construcción común (p. 161) que tomará el lugar del imposible cuerpo político del pasado.
Gracias a esta nueva organización las dinámicas del colectivo se está haciendo cada vez más clara. Se sostiene sobre el trabajo de las dos casas (p. 164), de las que la casa alta representa el poder de tener en cuenta, y la otra, la casa baja, representa el poder de organizar en orden de rango. La recepción en la casa alta (p. 166) no tiene nada que ver con el viejo triaje entre naturaleza y sociedad: se basa en dos investigaciones, la primera llevada a cabo para satisfacer el requerimiento de la perplejidad, y la otra para satisfacer el requerimiento de consulta. Si esta primera asamblea ha hecho un buen trabajo, hará la recepción por parte de la casa baja (p.172) mucho más difícil porque cada proposición habrá llegado a ser inconmensurable con el mundo común ya recolectado [collected, reunido]. Y aún así es aquí donde la investigación sobre las jerarquías* que son compatibles entre ellas debe empezar, junto con la investigación sobre la designación del enemigo* cuya exclusión será instituida por la casa baja mediante un procedimiento explícito. Esta sucesión de etapas hace posible definir una casa común (p. 180), un estado de derecho en la recepción de las proposiciones, que finalmente hacen que las ciencias sean compatibles con la democracia.
Esta nueva forma de organización política necesitará de nuevas habilidades. Ningún grupo -los científicos, los políticos, los economistas…- dominará al resto. Todos tendrán cosas que aportar. Me llama la atención cómo las diferentes tareas y funciones de la nueva Constitución se basarían para Latour en trabajos de investigación.
Capítulo 5:
Un colectivo cuyas dinámicas han sido redefinidas según lo visto ya no se encuentra a sí mismo enfrentado a la alternativas entre una única naturaleza y múltiples culturas. Tendrá así que reabrir la cuestión del número de colectivos mediante la exploración de mundos comunes (p. 184). Pero sólo puede empezar esta exploración si abandona la definición de progreso. Hay, en efecto, no una sino dos flechas del tiempo (p. 188); la primera, moderna, va hacia una cada vez mayor separación entre objetividad y subjetividad, y la otra, no moderna, va hacia asociaciones [attachments] cada vez más intrincadas. Sólo la segunda hace posible definir el colectivo por su curva de aprendizaje (p. 194) – siempre que añadamos a los dos poderes precedentes un tercer poder, el poder del seguimiento de los procesos [the power to follow up] que nos trae de manera renovada la cuestión del Estado (p. 200). El Estado de la ecología política está aún por inventar, puesto que ya no está basado en ninguna trascendencia sino en la cualidad del seguimiento del experimento colectivo. Es de esta cualidad, del arte de gobernar sin dominación [mastery], que dependerá la civilización capaz de poner fin al estado de guerra. Pero para hacer posible la paz, aún necesitaremos del ejercicio de la diplomacia (p. 209). El diplomático renueva el contacto con los otros, pero habiendo dejado de usar la división entre mononaturalismo y multiculturalismo*. El éxito de la diplomacia determinará que las ciencias estén en guerra o en paz (p. 217).
La negociación con el exterior del Colectivo, aquellos que la casa baja decide dejar fuera, será permanentemente revisable. Esta exclusión se hace de manera formal y de no manera más o menos subrepticia como ocurría en la Modernidad. Para el seguimiento del proceso progresivo de un buen mundo común, una quinta categoría de personajes es necesaria: los diplomáticos.
Conclusión:
a) Puesto que la política siempre ha sido conducida bajo el auspicio de la naturaleza, nunca habíamos dejado atrás el estado de naturaleza, y el Leviatán sigue pendiente de ser construido.
b) Un primer estilo de ecología política creía que estaba innovando al introducir la naturaleza en la política, cuando en efecto sólo estaba exacerbando la parálisis de la política causada por la vieja naturaleza.
c) Para dar nuevo significado a la ecología política, tenemos que abandonar la Ciencia en beneficio de las ciencias concebidas como maneras de socializar a los no humanos, y tenemos que abandonar la política de la Caverna en beneficio de una política definida por la progresiva [progressive] composición de un buen mundo común*.
d) Todas las instituciones que permiten esta nueva ecología política existen ya en forma tentativa en la realidad contemporánea, incluso si esta existencia nos obliga a redefinir las posiciones de derecha e izquierda.
e) A la famosa pregunta del «¿Qué hacer?» sólo hay una respuesta: «¡Ecología política!» (p.221) – con la condición de que modifiquemos el significado del término incorporándole la metafísica experimental* para que esté a la altura de las nuevas ambiciones.
De estas conclusiones, la que más me gusta es la que estas configuraciones ya existen, aunque sea informalmente. Pensaba que el caso de la controversia por la tala del ficus centenario de Triana (Sevilla), anticipaba este tipo de Constitución que reúne a humanos y no humanos sobre la que escribe Latour.
Al final los comentarios quizás resulten algo pobres. Profundizar más en la lectura latouriana de este asunto parece que sería un trabajo mucho más prolijo, que habrá que esperar para poder abordar en otra ocasión. ¡Salud y árboles urbanos bien cuidados! ¿Y gracias a los múltiples activistas que se vienen movilizando en Sevilla por estas cuestiones!
Imagen: Portadas de los dos libros que se reseñan a continuación.
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Reseña de José Pérez de Lama
Tratando de comprender el actual escenario de emergencia climática, acuñé hace unos meses esta denominación algo dramática de Extinction Diaries o «Diarios de extinción». Y como parte de este «proyecto», leí últimamente dos libros bastante interesantes, o quizás muy interesantes, como son There is No Planet B de Mike Berners-Lee (2021) y Doughnut Economics de Kate Raworth (2017). Haré un comentario de estas lecturas a continuación, un poco al estilo que pido a veces a mis estudiantes: cinco cosas que más me han interesado — de cada uno de los libros — y uno o algunos comentarios adicionales de carácter más general. Quizás más adelante profundice en alguna cuestión tratada en uno u otro. En cualquier caso os invito a leer ambos libros.
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Referencias completas: • Mike Berners-Lee, 2021 [primera edición de 2019], There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge • Kate Raworth, 2017, Doughnut Economics. 7 Ways to Think Like a 21st Century Economist, Chelsea Green Publishing, White River Junction
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Sigo tratando de construir un punto de vista propio, más allá o más acá del espectacularización de los medios, el milenarismo de algunos ecologistas, el desafío de los negacionistas y la indiferencia práctica de la mayoría. Tras ojear un poco la bibliografía con pretensiones razonablemente científicas elegí dos libros. Tienen en común, entre otras cuestiones, que los dos parten de reconocer la extrema gravedad de la situación y a la vez sostienen que las sociedades actuales tienen los medios técnicos para resolverla, y que las transformaciones que podrían suponer algunas de las soluciones que se vienen proponiendo, podrían contribuir a construir un mundo mejor, una mejor vida para todxs los habitantes del planeta.
Unas transformaciones que, aunque no lo manifiesten demasiado explícitamente, se entiende, yo al menos lo entiendo en estas lecturas, supondrían el paso del capitalismo de principios del siglo XXI a un capitalismo muy diferente, alguna forma de «poscapitalismo» que quizás dirían algunos, u otra cosa cuyo nombre aún me parece que sabemos, pero que tendría unos principios y valores significativamente diferentes.
Ninguno de los dos autores es «apocalíptico», de entre las diferentes modalidades conocidas, posiciones o actitudes que a mí personalmente me desaniman más que me ayudan – y pienso en gente muy valiosa como Herrero o Riechmann o algunos colegas más próximas cuyos discursos, apreciándolos mucho y considerándolos importantes porque nos hacen preocuparnos por la urgencia de la situación, me producen excesivo desaliento.
Como decía, paso a destacar cinco temas o ideas que me llamaron más la atención en cada uno de los libros. De momento va un borrador que me gustaría documentar mejor más adelante, con datos y referencias más precisas.
There Is No Planet B, de Mike Berners-Lee
Empiezo, por orden de lectura, por el de Mike Berners-Lee (MBL en adelante), There is No Planet B, edición original de 2019 y actualizada de 2021, pareciera que para que se publicara justo a antes de la COP26 del pasado noviembre de 2021. [1] El libro de MBL se centra sobre todo en las cuestiones diríamos que ambientales y técnicos, pero trata también cuestiones sociales, políticas, económicas, culturales y de los valores. El de Kate Raworth trata también todas estas cuestiones pero se centra más en lo económico. Ambos reconocen, a mi juicio correctamente, que es una cuestión social-cultura-política-económica-tecnológica y la intentan tratar como tal, aunque cada uno con sus propios énfasis.
1/ Las dimensiones del problema. ¿Cuánto CO2 emite su edificio, Sr Foster? Interesante la manera en que analiza la cuestión de la producción de CO2 y gases de efecto invernadero equivalentes, entrelazando la producción y el consumo de alimentos, y la producción y el consumo de energía en un sentido más tradicional (trabajo, movilidad, calor/frío). Los capítulos 1: Comida, y 3: Energía, son en mi opinión los más y mejor desarrollados. La manera de presentar las cuestiones es bastante clara y didáctica. Y se hace un esfuerzo por explicar bien las dimensiones de los problemas, que habitualmente resultan difíciles de comprender: ¿Ahorrar una tonelada de emisiones de CO2 es mucho o poco? Pocas personas que no hayamos hecho el esfuerzo de estudiarlo sabríamos responder rápidamente a esa pregunta (la media de emisiones por habitante del planeta es de 6.6 t de CO2eq / año – datos de 2020 –, y el total de la emisiones planetarias es del orden 50 mil millones de toneladas t de CO2eq / año – de nuevo datos de 2020 –siendo CO2eq CO2 y gases equivalentes. Se pierde uno entre estos dos extremos, del individuo y el planeta, y el autor se esfuerza en dar ejemplos para que se pueda entender mejor. Como arquitecto y como ciudadano preocupado por estas cuestiones me gustaría dominar bien estas unidades y cantidades y poder responder con facilidad a cosas como ¿cuántas t de CO2eq / año produce su edificio, Mr Foster? [2] ¿En invierno? ¿En verano? Y cosas del estilo. A partir de la lectura del libro de MBL andaba trabajando en un par de hojas resumen del asunto, que prometo hacer lo antes posible.
En este sentido el apéndice «Notes on Units» (pp. 270-2) es sumamente interesante. Aunque en mi opinión podría serlo aún más.
2/ Aún no hemos empezado a reducir las emisiones: siguen aumentando.El segundo tema a destacar del libro de MBL es el énfasis que hace, y del que creo que somos poco o nada conscientes, de que a pesar de venir hablando del asunto desde hace años, tomando medidas diversas, haciendo grandes declaraciones institucionales el hecho es que las emisiones no se han reducido, sino al contrario, han seguido aumentando. Lo único que se ha reducido es la aceleración con que aumentan, y en parte esto sucedió posiblemente debido a la pandemia, y está por ver qué pasará a continuación. Esto resulta apabullante, cuando se supone, que para el 2030 (faltan ya menos de 8 años) las emisiones en la UE deberían reducirse a la mitad (45% respecto de 1990; más recientemente se ha formulado como un 55% respecto de las emisiones de 2010, para poder alcanzar un estado de «neutralidad de carbono» en el 2050),[3] y así poder contener el aumento de temperatura planetario por debajo de los 1.5ºC, que nos dicen los científicos de la IPCC (International Panel for Climate Change de la ONU), que limitaría razonablemente los daños derivados del calentamiento global de la bioesfera.
3/ Análisis detallado y optimista del potencial de la energía solar y geopolítica de la transición verde. Me resulta de gran interés el análisis que hace MBL del potencial de las energías renovables, y muy en especial de la energía solar, para resolver las necesidades de globales en un escenario de transición verde. El trabajo aquí con grandes unidades es muy bonito. También la proyección que hace a 2100 y más allá. Las conclusiones son varias. A corto-y-medio plazo el problema de la energía sería solventable prácticamente con las tecnologías existentes y su evolución previsible a corto plazo – en especial la energía solar, aunque no únicamente. Me llama la atención que MBL no ve dificultad en la cuestión de los minerales raros (yo tenía otra información sobre eso). Sin embargo, proyectando los consumos actuales y el crecimiento de la población al futuro, 2200 y 2300 se ve qué si no hay cambios significativos en los patrones de consumo y de crecimiento pronto se alcanzarían nuevos desajustes entre recursos, espacio y necesidades.
En este aspecto que podría llamarse prospectivo, también me resultó muy interesante el análisis geopolítico que hace de la transición de las energías fósiles a las renovables. Habrá países que sean el nuevo Oriente Medio de la energía solar, nos dice, y otros que dejarán de tener la extraordinaria posición de riqueza debido a sus recursos energéticos que tuvieron durante el siglo precedente. El planteamiento de MBL, como consecuencia de esto, es que solo un acuerdo internacional global en que se repartan las cargas y los beneficios de la transición energética global permitiría efectivamente llevarla a cabo en los plazos que parece que son necesarios.
Finalmente, uno de los puntos en que insiste más MBL, y que más me ha interesado, es el de que la innovación tecnológica sola no solucionará el problema. Nos explica que en nuestra historia reciente cada innovación, por ejemplo en el campo de la eficiencia energética, no ha supuesto un ahorro como se suele pretender, sino paradójicamente un aumento del consumo estimulada por la mayor eficiencia. Es necesario el desarrollo tecnológico, pero solo nos será de utilidad de cara a la emergencia climática, acompañado de políticas y de acuerdos globales adecuados. En este sentido MBL defiende la necesidad de una abandono bastante radical de los recursos fósiles que deberían dejar de extraerse, algo que ya comenté en un cierto detalle en una entrada previa en este blog. [4]
4/ Una imagen muy deseable de la vida post-fósil y el decrecimiento. Además de los claros planteamientos técnicos del libro, quizás lo que más me gustó fue que MBL nos propone un «mundo post-fósil» que logra presentar de manera verosímil como un mundo en el que se vivirá mucho mejor. El decrecimiento, que parece ser un importante cuasi-tabú entre los investigadores que aún creen en que podamos hacer una transición energética razonable desde el interior del propio sistema, lo plantea de forma interesante. Dice: será necesario decrecer en ciertas cosas y será necesario crecer, en su lugar, en otras, casi un lugar común, pero que el autor logra construir de manera atractiva y convincente: producir menos, usar menos energía, etc. y tener una sociabildad más rica, distribuir más la riqueza, tener unas vidas más tranquilas y menos centradas en el trabajo… El capítulo dedicado al trabajo, 6 People and Work, me pareció especialmente interesante. Como decía, la imagen de la vida futura que plantea MBL me gustó bastante; personalmente vengo experimentando con eso desde hace ya tiempo, y creo por tanto tener buenos elementos de juicio para valorarlo. Pero a la vez, soy bastante escéptico de que pueda llegar a suceder para el conjunto de la sociedad planetaria. Lo que veo a mi alrededor – próximo y mediático – me parece ir más bien en la dirección contraria. Veremos qué pasa. Y por supuesto, habrá que poner de nuestra parte. De eso va este escrito, aunque sea modestamente.
5/ Se echa de menos el análisis de los efectos previsibles del cambio climático. Este último aspecto, común al libro de Kate Raworth, es algo que me llamó la atención. Falta a mi juicio una exposición más clara de cuál es concretamente la amenaza del cambio climático. Como me ocurrió en alguna reunión de Fridays for Future a la que asistí, en los dos libros, es una tema que se da por supuesto – «eso ya no lo vamos a discutir», creo que es una de las expresiones entre los activistas.
MBL lo maneja con prudencia, más o menos así: «aunque no lo sabemos con total certeza, según el consenso científico vigente, podría tener consecuencias catastróficas para la biosfera y la civilización tal como las hemos conocido hasta ahora». Y nos vemos referidos a los informes del IPCC, los acuerdos de Kyoto, París, etc. Pero si algunx os habéis intentado aproximaros a estos documentos supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que son bastante difíciles de entender: extensísimos, múltiples, técnicos, prolijos… Y los acuerdos políticos, por su lado, están en un lenguaje tipo jurídico-diplomático también bastante inasequible.
Echa uno de menos mejores referencias, partiendo, al menos yo, de aceptar que se trata de una de los principales cuestiones que afectan a la humanidad y a la biosfera: algunos libros de divulgación seria, por autores de prestigio, no demasiado partidistas, preferiblemente no apocalípticos, sobre los que exista un consenso razonable… Y en el que se trate a los lectores como personas críticas, capaces de formar sus propias opiniones razonadas, aunque no sean expertos. Dado que la mayoría de la comunicación que reciben lxs ciudadanos sobre esto viene de los medios que le suelen dar un tratamiento sensacionalista ,aunque se olviden del asunto a los tres días, hasta la próxima COP o hasta la próxima ley o catástrofe ambiental – y últimamente de las grandes corporaciones, y por supuesto de los gobiernos de turno a los que solo suelen creer a pies juntillas sus partidarios más acérrimos, es normal que haya un escepticismo moderado entre buena parte de la población…
Si alguien considera que conoce algunos libros así le agradecería mucho que me los recomendara. ¿Los de Naomi Klein … los de Elizabeth Kolbert o el de McNeil & Engelke … el de Wallace-Wells? ¿Los de Greta Thunberg … alguno de Herrero o Riechmann, el de Tejero de MásMadrid? ¿Los antiguos del añorado Fernández Durán que seguro que tengo por algún lado? Igual un proyecto que evalúe y discuta las fuentes diversas sobre el asunto sería de bastante interés… – A lo mejor ya existe algo así y no lo conozco. Ojalá fuera así.
Y por supuesto el activismo mediático y y académico de los negacionistas, más o menos espurios, hace aún más difícil el llegar a tener una visión clara y, en la medida de lo posible, serena sobre todo esto…
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Doughnut Economics, de Kate Raworth
Una de las grandes mujeres economistas de la actualidad –con Mazzucato, Kelton, Pettifor y alguna más–; el libro presenta una de las aproximaciones más interesantes que se han formulado hasta la fecha, desde la perspectiva de la economía, a la emergencia climática y a la transición verde. Es interesante que se trata de una programa bastante práctico, que algunas ciudades como Amsterdam, entre otras –algo leí de que Barcelona lo estaba estudiando–, han empezado a tratar de implementar como guía para sus políticas. A diferencia del libro de MBL, el de KT está disponible en español-castellano.
Imagen: Diagrama de la «economía del doughnut», de Kate Raworth, ca. 2017. Fuente: Wikipedia
1/ El principal interés del planteamiento de Raworth, a mi juicio, es la manera clara en que relaciona las cuestiones de la crisis ambiental y la de la igualdad a nivel planetario y en un marco económico. Me llama mucho la atención que su conceptualización surge de un informe que escribe en 2012 para la ONG OXFAM que se centra en la pobreza a escala global. Este informe, mucho más breve que el libro, se puede leer también en español-castellano y supone una buena introducción a los planteamientos de la autora (véase en las referencias).
El célebre diagrama del «dónut» resume de manera muy intuitiva la propuesta de la autora. El objetivo de la economía del siglo XXI, nos propone, será desarrollar unos entornos –económicos, sociales, culturales, tecnológicos– que se sitúen entre dos umbrales: por abajo, deberemos producir bienes diversos suficientes para que toda la población mundial viva por encima de los límites de pobreza. Pero por encima, la producción de bienes varios debe estar limitada por los recursos ambientales y los efectos nocivos de la actividad humana sobre la biosfera.
Lo interesante es cómo Raworth define estos límites, inferiores y superiores, que al dibujarlos como dos circunferencias concéntricas son los que definen el espacio del «dónut». Por abajo, por la parte de la supresión de la pobreza, los límites se definen usando los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por al ONU hace pocos años. Ya sabemos que éstos no se limitan a x dólares / día, sino que plantean una visión más rica de lo que supone vivir dignamente: del acceso a la comida, el agua, la energía o el alojamiento, a igualdad de género, educación, sanidad o participación política. Y por arriba también nos propone otro marco de gran interés, desarrollado por un equipo internacional de científicos del «sistema-Tierra» liderado por Johan Rockström y Will Streffen (2009), que identifica una serie de realidades cuantificables que parecen determinar los mínimos necesarios para la conservación de la biosfera para el sostenimiento de la vida tal como la conocemos, y que incluyen el calentamiento climático, pero también otras cuestiones como la conservación de la biodiversidad, la acidificación de los mares y océanos, el equilibrio de los ciclos de fósforo y carbono… [5]
La economía que tenemos hoy es heredera de la economía industrial de los siglos XIX y XX, cuyo objetivo más definitorio era el crecimiento según era definido por el indicador conocido como PIB, Producto Interior Bruto. Ahora necesitamos desarrollar una nueva economía, nos dice Raworth, cuyo objetivo debe ser transformar la civilización para que el mundo del futuro, aunque lo antes posible, se sitúe entre los dos límites que define el dónut. El dónut funcionaría así como un nuevo indicador más complejo que el PIB, un dashboard o cuadro de mando que nos debe permitir medir el funcionamiento económico de nuestras sociedades respecto de estos nuevos objetivos, la eliminación de la pobreza y la adaptación de nuestra vida común a las capacidades de la biosfera.
2/ Una economía distributiva y regenerativa — que aún necesitamos inventar. Como en la idea de «ecosofía» de Guattari y su «paradigma eco-etico-estético», Raworth nos dice que estamos ante un mundo y una ciencia y unas prácticas económicas por inventar y desarrollar, que describe caracterizada por dos principios fundamentales: deberá ser «una economía distributiva y regenerativa». Distributiva en el sentido de que por su propio diseño, organización, forma… tienda a distribuir la riqueza producida entre toda la población global – en marcado contraste con el desarrollo capitalista del siglo XXI que como sabemos viene favoreciendo la acumulación por parte de unos pocos y la polarización. Dedica un capítulo a esta cuestión bastante sugerente. Regenerativa, como es la naturaleza, que como sabemos o intuimos funciona mediante ciclos que tienden a conservar y reproducir la vida que no se diferencia de los entornos necesarios para que esta ocurra o florezca: el famoso ejemplo del «árbol del cerezo» de McDonough y Braungart ilustra bien la idea: un árbol no agota el suelo o el ecosistema del que forma parte sino que contribuye a su riqueza y mantenimiento, interactúa benéficamente con los otros organismos que lo habitan y componen, etc.[6]
Raworth plantea esta invención de una nueva economía distributiva y regenerativa, no como un obstáculo o dificultad, sino como una aventura social, y en particular para los jóvenes economistas. Y uno no puede dejar de pensar en que le gustaría que estas cosas se trabajaran más en nuestras facultades de economía… Un grado experimental… y a la vez urgente… O algunos posgrados… Y bueno, seguro que también en las de arquitectura. El ejemplo del Schumacher College surge en relación con esto por todos lados… Decimos aquí inventar, pero en realidad hay ya mucho inventado, y a exponer casos que le parece de interés dedica la autora parte de su libro, aunque quizás éstas no alcanzan la potencia de las iniciales que me parecen más elaboradas.
3/ Reescritura del homo economicus en tanto que construcción histórica. En efecto, la primera mitad del libro de Raworth usando un término en inglés diría que me resultó exhilarating, esto es, me generó «un subidón», es arrebatadora, entusiasmante — un poco de diccionario online. Son los capítulos en que formula el origen y la propuesta general del libro – «¿Quién quiere ser un economista?» y sus principales planteamientos teóricos: capítulo 1: Cambiar el objetivo, 2: sobre la economía integrada en la sociedad y la naturaleza, en lugar de como un ámbito autónomo o independiente; y 3: sobre la necesaria transición del homo economicus a los «humanos socialmente adaptados».
Me gustó mucho esta breve historia de la construcción histórica del homo economicus. Nos demuestra que se trata de una construcción y no de la supuesta «naturaleza» de los humanos, y que como tal podríamos construirla –o construirnos– de otra manera. El corolario conductista, la reflexión sobre cómo se podría producir hombres y mujeres diferentes me gustó menos. Pero la idea de que el «hombre moderno» es construcción histórica –el resultado de procesos de «producción biopolítica» que dirían otros– me parece de lo mejor presentada.
4/ Hogares / entornos del común / mercados. Aunque está poco más que apuntado, me llamó la atención y me gustaría volver a estudiarlo el tratamiento que da Raworth al asunto de «los comunes» o commons en inglés. Plantea que la economía de su futuro distributivo y regenerativo se tendría que basar en el reequlibrio entre tres ámbitos productivos-reproductivos, como son, las familias u hogares, los entornos del común y los mercados – esto lo escribo a partir de mis notas y entiendo que lo público sería quizás una cuarta. Esta afirmación por parte de una economista bastante pragmática como me parece Raworth me pareció de interés.
También entiendo que esta recuperación de los hogares/familias y de los entornos del común al mismo nivel económico de los mercados se relaciona con una visión más continua entre reproducción y producción, o un desplazamiento del dominio absoluto del polo de la producción, a un nuevo equilibrio. Y me recuerda algo que se preguntaba Graeber poco antes de su muerte: ¿No será todo lo económico algo que al final, en realidad, se reduce a los cuidados? Tengo que recuperar aquella reflexión y pensar sobre el asunto, que sí que me tocó alguna fibra mental especial y diferente.
5/ La discusión sobre el poder en el mundo actual. Por cerrar de nuevo con una cierta crítica, mi apreciación es que se echa en falta, más en el de KR que en el de MBL, un mayor análisis sobre las relaciones de poder que nos han traído a esta situación de emergencia climática y que, a mi juicio, determinarán en su mayor parte la evolución futuro de todo esto. Uno no sabe si es ingenuidad o sabiduría lo de no plantear más explícitamente estas cosas; evitar proponer cosas que se centren en el conflicto, y tratar, en su lugar, de imaginar escenarios deseables para todos, o el menos para muchos.
Pero sí que se me quedó una sensación frustrante de que los dos autores planteaban algo así como que si todxs somos «buenos hermanos y hermanas», y todxs ponemos de nuestra parte, tenemos los medios, sabemos cómo hacerlo técnicamente, y podremos construir un mundo mucho mejor para todos y todas. Pero me temo que eso hasta ahora no fue suficiente… Y mi sensación, además, tal vez equivocada, es que se trata de un trabajo tan grande, eso de cambiar el mundo, que tendríamos que estar todos, o al menos muchos, centrados en este súper-proyecto colectivo… Pero no veo que las cosas vayan por ahí… Ni siquiera en la Universidad donde deberíamos preocuparnos por estas cosas, saber un poco más que los «ciudadanos normales»… Toda una incógnita…
Aunque lo bueno del asunto, quizás, sea que este súper-experimento global, que decía Latour, lo estamos viviendo en tiempo real, y que para el 2030, ya mismo, podremos ver de qué, y de qué no, habremos sido capaces colectivamente… Si para entonces la temperatura global haya subido 2.7ºC como decía la última evaluación de las medidas acordadas por todos los países o si como aún no nos resignamos algunos, el aumento se hubiera contenido por debajo de los 1.5ºC… Y algunos incluso llegaréis al 2050… Uno cree que para entonces ya no estará por aquí. pero no deja de darme curiosidad lo que que pueda pasar, y quizás preocupación: por mis sobrinos, lxs jóvenes en general, nuestros hermanos los animales, los paisajes y ecosistemas… Vale.
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Notas
1. Como comentaba en un post anterior que hice sobre algún aspecto concreto del libro [ver referencias al final], este Berners-Lee es hermano menor de Sir Tim, a quien, como muchxs recordamos, en buena parte debemos la existencia de la WWW. Este hecho, el que esté publicado por Cambridge University Press y algunas reseñas fue el que me hizo decidirme a elegir este libro para su lectura. Hay que decir que no resulta fácil entender bien el amplio panorama de la literatura sobre la emergencia climática (EC). Lecturas previas han sido Haraway y Wark y algo de Yayo Herrero desde la perspectiva del eco-feminismo. Además del seguimiento en medios no demasiado especializados de las noticias de la IPCC, los diversos movimientos sociales preocupados por la EC y las COP más recientes. Y bueno, una trayectoria de más de 30 años interesado por los temas ambientales relacionados con la arquitectura, la ciudad y el territorio. El de mi colega de ASA, Miguel Ángel Díaz Camacho, Arquitectura y cambio climático (2018), lo tengo en el montón de lecturas pendientes.
2. Para los no-arquitectxs. Es una broma con una pregunta célebre que Buckminsiter Fuller hacía a Norman Foster: «¿Cuánto pesa su edificio, Sr. Foster?», en un momento en que la arquitectura y la ingeniería se proponían construir lo que se conoció como estilo high-tech.
6. Sobre esta imagen del árbol del cerezo, que conocerán lxs arquitetcos bioclimáticos y similares, puede verse la entrada en este blog, #AllPowerToThePeople. Ciudad, energía, sostenibilidad, commons (2015): https://arquitecturacontable.wordpress.com/2015/01/04/allpowertothepeople-ciudad-energia-sostenibilidad-commons/ además del libro original de donde procede: William McDonough, Michael Braungart, 2002, Cradle to Cradle. Remaking the Way We Make Things, North Point Press, Nueva York. Sobre arquitectura generativa una referencia que estimo de interés es Daniel Christian Wahl (2016, Designing Regenerative Cultures, Triarchy Press), también con una interesante presencia en la WWW.
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Referencias
Mike Berners-Lee, 2021 [primera edición de 2019], There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge
Kate Raworth, 2017, Doughnut Economics. 7 Ways to Think Like a 21st Century Economist, Chelsea Green Publishing, White River Junction
Imagen: Escena en clase de Análisis de Formas Arquitectónicas en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura Universidad de Sevilla curso 1998/99. Fotografía de Daniel Espada. Era «mi clase con Antonio Sáseta», y pesar de los años pasados recuerdo bien a casi todxs lxs que están en la foto, e identifico a tres compas que ahora son doctorxs.
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José Pérez de Lama, 24/12/2021, Sevilla
Con tres o cuatro años mi padre me dijo que los Reyes Magos eran mi madre. Y es que era partidario de tratar de decir la verdad siempre y pensaba que se empezaba con la educación y las relaciones entre p/madres e hijos. Aquello le dio un disgusto importante a mi madre, entonces con veintisiete o veintiocho años, bastante más «monarco-maguista» y romántica que mi padre. En fin que, como consecuencia de aquello lo de los «Reyes» me lo tomo con discreto entusiasmo y tibia fe. Además tengo la sospecha de que el ministro tampoco debe creer demasiado en los reyes. Pero aún así usaré la fórmula para proponerle algunas cosas: al ministro y a su equipo. Y aprovecho de camino para desearles suerte: entre otras razones ¡porque su buena fortuna en este trabajo será la de todxs!
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Breve sobre el ministro saliente
El ministro Castells piensa uno que hizo más de lo que quieren hacer ver ciertos comentaristas: recuperó significativamente las becas, y redujo las tasas a los estudiantes (y sus familias), y acometió el tema de los contratos precarios, lo más visible aquí el caso de los llamados «falsos asociados»: más o menos, el uso de personal temporal para tareas que no lo son – no se con exactitud , sin embargo, cuánto se avanzó en este sentido. También planteó la recuperación de las llamadas «tasas de reposición» del 100% o incluso el 110%, es decir, que por cada profesor(a) que se jubile las universidades puedan contratar otro profesor nuevo, o incluso 1.1 profesores nuevos 🙂 – se me entenderá, espero. Viniendo de donde veníamos son cosas de gran importancia.
Personalmente pienso que su discreción con los medios de comunicación, aunque de nuevo criticada como ausencia, fue un excelente ejemplo. Hablar cuando se tienen cosas que decir.
En contra de la gestión del ministro saliente, en mi superficial y personal valoración, estaría que siguió sin plantear una crítica clara a los modelos del «capitalismo cognitivo» para el sistema científico-tecnológico, inspirado en las grandes universidades anglo-norteamericanas, que España/ Europa parece que viene tratando de emular al menos desde principios del siglo XXI.
Expuesto este somerísimo comentario, paso a hacer tres propuestas al nuevo ministro, a quien tuve ocasión de saludar una vez en Barcelona, en la presentación del libro de un colega común al inicio del ciclo municipalista.
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Universidades y emergencia climática
La primera de las propuestas tiene que ver con la emergencia climática y la transición verde. Uno es de los que cree, con el IPCC y buena parte de la comunidad científica global, que se trata de una verdadera emergencia para la civilización y la biosfera tal como las hemos conocido en los últimos 20 o 30 siglos. La propuesta sería, entonces, que el sistema universitario, y las universidades se plantearan esta cuestión como una prioridad para los próximos 25-30 años (los horizontes 2030 y 2050): para la reforma de sus instalaciones, que se convertirían así en prototipos-ejemplos de edificios-ciudades de «carbono-cero» y demás. El conocimiento, — público, importante subrayar esto –, generado en estos procesos, piensa uno que además contribuiría a una cierta prosperidad y a la necesaria reconversión de la economía y el sistema productivo «Esp».
Esto se puede desarrollar mucho, y algo he escrito ya en este blog (ver referencias al final). Citaré hoy dos ejemplos que creo que son ilustrativos: con motivo de la reciente COP26 se difundió la noticia de un sistema público escolar en EEUU que ha construido un sistema propio de producción energética renovable, dando lugar a importantes ahorros, que se gastaron en mejorar la docencia, el sueldo del profesorado y cosas así. [Climatewire, 2020 y otros]. leo estos días que Amazon, el fenómeno empresarial global, tiene instalada en España una potencia de 1.15 GW de energía solar para abastecer sus propias instalaciones. Para hacernos una idea, 1.15 GW de potencia de energía solar sería suficiente para abastecer de energía una provincia mediana-pequeña de nuestro país (entre 200.000 y 1.000.000 de viviendas, leo aunque diría que 1.000.000 es una cantidad muy exagerada) [ver referencias: Amazon 2021; Yu 2021]. Como en el caso de Google, que estudiábamos en otra ocasión, que también construye plantas de energías renovables para el autoconsumo de sus propias instalaciones, el ejemplo hace pensar que se trata de una iniciativa de interés, y no solo la ocurrencia de un «arbitrista» aburrido.
Sobre este tema puede verse una propuesta con mis estudiantes de 2017 para la Universidad de Sevilla recogida en este mismo blog [ver en sección de referencias al final: Pérez de Lama, 2017 & 2017b].
Universidades y transición digital
La segunda de las propuestas tiene que ver con lo que se viene llamando «transición digital». Ya he argumentado sobre esto anteriormente en este mismo blog en diversas ocasiones [Pérez de Lama 2020; 2015], pero me permito reiterarlo. La transición digital en las universidades, como en el caso anterior, se debería plantear, a mi modesto juicio, como una ocasión para avanzar en la soberanía tecno-científica [Padilla, 2020]: a nivel conocimiento, desarrollo tecnológico, infraestructuras, de la creación de lo que alguno llamaría una ecología de las prácticas, que no nos haga totalmente dependientes de los actuales productores de estas tecnologías: EEUU, quizás próximamente China, tal como ocurrió, y sigue ocurriendo, durante la etapa del petróleo y las energías fósiles, por ejemplo. La última vez que estudié estos datos (2017), durante otra etapa de precios altos del petróleo y el gas, el gasto en importación energética se situaba en torno a los 50.000 millones, cantidad que era del mismo orden que los ingresos por la industria turística. Básicamente, desde una perspectiva macro, estábamos depredando nuestros territorios y ciudades, generando empleo basura, para poder pagar la energía. Este comentario conecta con el punto anterior, por cierto.
La propuesta general aquí sería emplear a los investigadores de la decena larga de escuelas de Ingeniería Informática del sistema universitario español, y otras relacionadas, quizás en alianza con socios europeos u otros, para desarrollar tecnologías e infraestructuras propias. Complementariamente también se podría pensar en crear o reforzar una especie de nuevo CSIC centrado en estas cuestiones, una RedIRIS ampliada, o lo que corresponda. Aparte de las estrecha relación entre los sectores público y privado en los EEUU, algunos ejemplos que estimo de interés en este sentido, son los del mítico proyecto Cybersyn en el Chile de Allende [Medina, 2011], que algunos conocerán, o más modestamente, quizás, el de la Sociedad del Conocimiento y las redes públicas en Extremadura, con financiación europea, durante la década 1995-2005 (fechas aproximadas) [Pérez de Lama, 2006: pp. 26-31].
Y en este sentido, la propuesta también sería la de crear una red de «eco-media-fab labs» – laboratorios digitales, en las diferentes universidades, en donde experimentar, investigar, etc. con estas tecnologías — redes de laboratorios abiertos, en la tradición del mítico Medialab de MIT de hace ya csi 40 años, o de la más reciente red de fab labs [1]. Tenemos en este sentido las sugerencias de Mariana Mazzucato sobre el papel de lo público en la tecnociencia y la innovación [Mazzucato, 2013; véase también, Patiño, 2018]. Las propuestas del movimiento del conocimiento libre, los commons intelectuales, sobre las que releía estos días en el importante libro de Kate Raworth, Doughnut Economics [2017: pp. 165-167]… Los debates sobre lo que algunos vienen llamando General Intellect o inteligencia general como nueva clave de la producción de valor en las sociedades tecnocientíficas… [Mason, 2015; véase también en este blog: Pérez de Lama, 2018]. Tantas cosas.
Estos labs o laboratorios o talleres podrían desarrollarse conjuntamente con las ciudades o comunidades autónomas, y funcionar como lo que Juan Freire en alguna ocasión llamó «laboratorios abiertos», siendo lugares de colaboración entre universitarios y jóvenes profesionales, que una vez titulados tienen dificultades para aportar su energía y sus saberes al mundo universitario — o viceversa – y con el tejido productivo y creativo emergente, más en general.
Por último en este área, plantearía no hacer lo que vengo llamando «segunda digitalización de las universidades españolas» tan solo mediante un proceso de arriba-abajo sino hacerlo simultáneamente con una organización de abajo-arriba, o desde el medio hacia arriba y abajo, organizando en red las decenas o cientos de iniciativas de equipos, profesores, estudiantes y PAS para compartirlas y generar ecosistemas tecnológicos, ricos, diversos y democráticos. Algún proyecto del Medialab UGR (Universidad de Granada) que me comentó recientemente por Esteban Romero, su director, o «Frena la curva», el movimiento coordinado desde Zaragoza como respuesta colectiva y bottom-up a a las situaciones generadas por la pandemia de COVID, son ejemplos de mucho interés a este respecto.
La Universidad y el capitalismo cognitivo
La tercera propuesta tiene que ver con la Universidad y la hegemonía del «capitalismo cognitivo» construida durante las últimas décadas. Me invitaron hace unas semanas a dar una charla en una de las escuelas de Arquitectura de Chile, en el marco de una reflexión sobre el posible futuro de la Universidad en el nuevo proceso constitucional, y propuse entonces a los asistentes que se considerara críticamente el modelo anglo-norteamericano, el de sus grandes universidades, cada vez más hegemónico. Algunas cosas buenas y admirables tendrá, no cabe duda, pero también muchas no tan buenas. Señalar, quizás que, si bien brevemente, estudié y he investigado en algunas de estas universidades muy destacadas.
Esto que muchos llamamos «capitalismo cognitivo», en relación con las universidades y a trazos bastante gruesos, se puede concretar en concebir la ciencia y la tecnología, y la ínclita innovación, antes que nada, como «productos» – o en términos más antiguos y técnicos, «mercancías». Y en la aspiración general de transformar las universidades en pseudo-empresas, y a los universitarios en lo que algunos vienen llamando desde ya hace tiempo «empresarios de sí mismos». La vida universitaria convertida en una rat-race (una «carrera de ratas» que dicen los angloparlantes con ironía), el profesorado como «hacedor de papers», y a la vez, aunque parezca contradictorio, la proliferación de los «bullshit jobs» de David Graeber para tener a la peña ocupada y distraída, cuando no están con los papers. La transformación de la figura de los/as profesores e investigadores universitarios desde hace 20 años ha sido rotunda, pero no es éste el lugar de desarrollarla. Algunas tendencias podrían ser lo que vengo llamando un «nuevo academicismo», y quizás contradictoriamente, la tendencia, debida a la excesiva especialización y la hiperactividad que se les exige, a una cierta «analfabetización» del profesorado: que cada vez son más gente que lee poco más que artículos científicos y medios de comunicación — y ve series, eso sí. Este análisis con sus múltiples versiones será bien conocido para aquellos/as que se hayan interesado por el asunto. De entre mis aproximaciones preferidas: la de alguien tan importante, para algunos como yo, como es Isabelle Stengers [2018] que he comentado en este blog [Pérez de Lama, 2020]. Estos días, también como otra especie de carta a los reyes-magos para el nuevo ministro ha aparecido un documento público que sintetiza algunas de estas cuestiones de manera interesante [Uni-Digna, 2021].
La propuesta aquí, – muy modesta pues ya habrá muchas otras propuestas sobre esto –, es la de generar espacios alternativos / complementarios a los del capitalismo cognitivo en la vida universitaria. La idea es hacer esto con un criterio que me gusta llamar pragmatista (de los filósofos pragmatistas-pluralistas clásicos), que defendieron la experimentación y las prácticas minoritarias en razón de su capacidad de generar lo nuevo, de hacer crítica de lo existente, de contener lo que en el futuro sean verdades aceptadas por todxs … y esas cosas (v.g., los casos del ecologismo, los feminismos que han pasado de prácticas minoritarias a formar parte del debate público y los nuevos sentidos comunes).
La propuesta concreta sería la de instaurar un programa de extensión universitaria inspirado en el que estableciera el gobierno de Lula en Brasil, por el cual una parte significativa del tiempo de los universitarios se debía dedicar a proyectos sociales, en colaboración con movimientos sociales, sociedad civil… Sirviendo estos trabajos tanto para la formación de los estudiantes (parte de su curriculum regular), como para los profesores (dedicación laboral, investigación o transferencia reconocidas como criterio de promoción). Entre otras cosas, estas actividades podrían relacionarse con los dos primeras propuestas, la transición verde y la transición digital, aunque en contextos de lo que Iván Illich hubiera llamado de mayor convivencialidad). Sobre esto de la Extensão universitária en Brasil, aprendí con colegas brasileñas, una de ellas, Diana Bogado, basó su tesis doctoral que hizo conmigo en su trabajo de Extensão que la llevó a desarrollar con vecinos de Río de Janeiro un Museu das Remoções o Museo de los desalojos – aunque aquello, siendo interesante y bastante diferente de los intereses más convencionales y respetables de lxs arquitectxs, es solo una posibilidad. Creo que sería una cuestión que sería muy interesante experimentar.
Esta tercera propuesta y las precedentes, me hacen pensar en el filósofo pragmatista John Dewey, quien decía que «la escuela no tiene que ser un espacio diferente del mundo, sino que precisamente tendría que ser el propio mundo que como sociedad queramos construir» – citando libremente. Se puede pensar sobre el asunto. Pero no me parece una mala guía. Y quizás si fuera así, como decía mi rector recientemente, la sociedad podrá ser lo que sea su universidad.
Coda
Esto que escribo aquí son poco más que unas ideas apenas esbozadas – aunque creo que oportunas. Como aportación a un debate que no acaba de existir — o quizás sí que existe y soy yo el que no se acaba de enterar. En cualquier caso, estoy seguro de que, si se quisieran estudiar, habría gente sabia y capaz, que podría desarrollarlas y sin duda matizarlas y enriquecerlas y plantear posibles planes para ponerlas a prueba. Uno, como todo el mundo estos días, anda superocupado, pero por supuesto, si alguien lo considerara necesario también intentaría echar una mano.
Salud y aire.
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Notas
[1] En la Escuela de Arquitectura de Sevilla acabamos de aprobar la transformación del Fab Lab con el que empezamos en 2008 en Eco-Media-Fab Lab, que además se trasladará al antiguo pabellón polideportivo, un espacio cuatro veces mayor que el actual — y que además pasará a llevar el nombre de Félix Escrig, un señalado profesor de la Escuela, que murió hace pocos años. Cuyo último libro tuve el honor de presentar en la Escuela por invitación suya. Algunos trabajos de Félix, por cierto, pueden verse en la nueva colección permanente del Reina Sofía, no si ciertas disonancias a mi juicio, por la sección en que se muestran: pero eso, si me animo, será tema de otra entrada del blog más adelante.
Estos días (14-15 de diciembre de 2021) pude asistir al seminario Nuevos laboratorios del conocimiento, organizado por mis dos co-editores de este blog, Teresa Duarte-Atoche y David Patiño, que actualmente forman parte del equipo decanal de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla, que estudian plantear un proyecto en este sentido. Entre otros ponentes participó Marcos García, ex-director del Medialab Prado en Madrid, que está empezando a trabajar en esta dirección en el sistema universitario de la Comunidad de Madrid.
Diana Bogado Correa da Silva, 2017, «Museu das remoções» potencia de resistencia creativa y efectiva como respuesta sociocultural a Río de Janeiro en mega eventos, tesis doctoral Universidad de Sevilla. Departamento de Historia, Teoría y Composición Arquitectónicas, Sevilla
José Pérez de Lama Halcón, 2006, Devenires cíborg. Arquitectura, urbanismo y redes de comunicación, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla
Kate Raworth, 2017, Doughnut Economics. 7 Ways to Think Like a 21st Century Economist, Chelsea Green Publishing, White River Junction
Isabelle Stengers, 2018, Another Science is Possible. A Manifesto for a Slow Science [traducción del francés de Stephen Muecke], Polity, Cambridge & Medford
Del libro de Mike Berners-Lee, There is No Planet B (2019-2021). A propósito de la «disonancia cognitiva» entre lo que se dice que es una emergencia y la tímida acción por parte de los políticos (véase la reciente COP26) y la indiferencia de tantos.
La nueva edición actualizada del libro de MBL se publicó a principios de 2021 con lo que se puede entender como unas reflexiones o recomendaciones previas a la COP26 que se celebró posteriormente (31/10/21 a 12/11/21).
Mike Berners-Lee es hermano más joven de Tim, el inventor de la WWW. Buscando algún libro para tratar de entender mejor el cambio climático topé con éste. Me atrajo, – aparte de por esto de ser hermano de Tim Berners-Lee, persona por la que siento gran respeto y admiración, por supuesto -, porque por la críticas y comentarios parecía un libro razonablemente ecuánime, con una aproximación científica a la vez que escrito para un público general. Mike Berners-Lee es investigador asociado y profesor del Instituto de Futuros Sociales de la Universidad de Lancashire (RU). Es autor de otros dos libros previos sobre cuestiones relacionadas. Este libro ha sido publicado por la Universidad de Cambridge. Y según interpreto es la persona que acuñó el lema «No tenemos un planeta B», asumida por diferentes movimientos sociales ecologistas.
La lectura que he hecho hasta ahora, – más o menos hasta la mitad del volumen -, me confirma que no ha sido mala elección. Ni es del sector «milenarista» (los que hacen llamadas al pánico y la desesperación, «todos vamos a morir», etc.) ni tampoco de los que quitan importancia al asunto, o piensan, ya sea por el lado «negacionista» o por el «negocionista» o del capitalismo verde. La actitud de Berners-Lee me resulta curiosa, y quizás sea parecida a la que yo estaba tratando de construir para mí mismo: todos los indicios científicos sugieren que el asunto es grave; la exacta gravedad no acabamos de conocerlo, pero es muy verosímil que sea una importante amenaza para la civilización como la conocemos – especialmente para los pobres o los no súper-ricos-, para la biodiversidad, etc.; técnicamente sería viable resolver el asunto y hacer una transición a un sistema energético que solventara el asunto más crítico de las emisiones de CO2 y demás gases de efecto invernadero; pero las cosas que como sociedad global tendríamos que hacer no las estamos haciendo; y parece dudoso que vayan a hacerse con la velocidad que hace falta; aún así, no desespera sino que sigue trabajando, con aparente paciencia y serenidad, para ayudar a que puedan hacerse; y en última instancia, parece asumir, al menos en el libro, una actitud de curioso observador de la humanidad — podría decirse que una actitud spinoziana: ni condenar ni escandalizarse sino tratar de comprender.
Añado un segundo comentario al final. Comienza a continuación la traducción.
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Mike Berners-Lee, 2021, pp. 58-60 (traducción de JPL).
Las 14 cosas que los políticos deberían saber sobre la emergencia climática
Con el «deberían saber» quiero decir que quien no comprenda todas estas 14 cosas no es adecuado para tener un cargo político. En el Apéndice 1 desarrollo en mayor extensión cada uno de estos puntos [el autor se refiere a un apéndice del libro que no se recoge aquí].
(1) La ciencia actual nos dice que un aumento global de la temperatura de 2ºC parece muy arriesgado, pero que un aumento de 1.5ºC parece mucho menos arriesgado. Los Acuerdos de París lo afirmaron así. Todos los países significativos suscribieron aquellos acuerdos. Desde entonces Trump se retractó, pero todos los demás se han mantenido firmes.
(2) El aumento de temperatura que experimentamos es aproximadamente proporcional a la cantidad total de carbono que hemos quemado a lo largo de la historia. Esto nos da un presupuesto acumulativo de carbono que ya hemos consumido en su mayor parte.
(3) Las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más importante, han crecido exponencialmente durante 160 años. Siempre hay subidas y bajadas de un año para otro, y hubo una pequeña reducción con la Gran Depresión y las guerras mundiales, seguidas por un rebote que puede ser explicado de diversas maneras. Pero esto es solo ruido frente a una tasa de crecimiento de un 1.8% anual notablemente estable .
(4) Aún no hemos hecho mella en la curva de crecimiento del carbono [la curva de emisiones de gases de efecto invernadero a los que llama de manera resumida «carbono»]. Incluso teniendo en consideración los datos más recientes, hay muy poca o ninguna evidencia de que la curva de carbono se haya visto siquiera afectada hasta la fecha por todas los acuerdos y acciones sobre cambio climático. ¡Glups! (Afrontar esta realidad nos da una posibilidad mucho mayor de tratar el problema. Esta cruda observación nos dice mucha del tipo de solución que tenemos que dar al problema).
(5) Al actual ritmo de emisiones el «presupuesto de carbono» que aún queda para limitar el aumentos de la temperatura global a 1.5ºC y 2ºC se reduce con rapidez — a pesar de algunas buenas noticias recientes procedentes de los modelizadores de carbono. Tal como están las cosas parece que superaremos el «presupuesto de carbono» estimado para el aumento de 1.5ºC en algún momento entre 2030 y 2040. [1]
(6) Se tarda mucho tiempo en poner el freno. Las temperaturas no dejarán de subir hasta que las emisiones netas sean igual a cero.
(7) Todo el combustible que se extrae del suelo acaba siendo quemado – siendo así, tiene que quedarse en el suelo.
(8) Debido a los efectos de rebote, que son frecuentemente ignorados, pasados por alto o no completamente entendidos, muchas de las acciones clave que mucha gente asume que habrían debido ser de ayuda, no han sido de ninguna ayuda – y por sí solas nunca ayudarán. Esto incluye prácticamente todas las nuevas tecnologías y mejoras de eficiencia.
(9) El crecimiento de las renovables, aún siendo esencial, no será suficiente para resolver el cambio climático. Precisamente por los efectos de rebote y el permanente apetito de energía de los humanos.
(10) Como consecuencia, necesitamos con urgencia un acuerdo global, que funcione, para todo el combustible [fósil] se quede en el suelo. Las pequeñas acciones parciales son absorbidas al nivel del sistema global por parte de las empresas que trasladan las emisiones a sus proveedores en la cadena de abastecimiento, países de deslocalizan su carbono y la miríada de estrategias con las que se transfieren las emisiones a otras partes del sistema global.
(11) También necesitamos gestionar los otros gases de efecto invernadero [n.del.t: aquí el autor dirige a los lectores al capítulo1 del volumen en que trata esta cuestión].
(12) Extraer y quemar combustibles fósiles tiene que convertirse en algo demasiado caro, ilegal o ambas cosas — a menos que podáis pensar en otra alternativa de limitación global.
(13) Un acuerdo así [para dejar de extraer del suelo combustibles fósiles] tendrá que funcionar para tod*s. En teoría sería posible forzar a ciertas partes afectadas a aceptar un acuerdo que los mandara a la pobreza, pero solo será posible si se tratase de un acuerdo firmado por todo el mundo, que todo el mundo contribuyese a hacer que funcionara. No importa lo difícil que parezca, enfrentarse al desafío es un paso esencial para poderlo resolver.
(14) También tendremos que retirar carbono de la atmósfera – aunque no esté del todo claro que sepamos aún cómo hacerlo. Esto es simplemente así, debido al alto riesgo al que estamos ya expuestos por nuestra incapacidad de actuar hasta la fecha.
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Comentarios finales / provisionales
Berners-Lee comienza con calma y claridad, exponiendo datos científicos, valorando en cada caso los niveles de certeza que puede concederse a los diferentes datos. Tenemos un problema serio, pero que no se pierda la serenidad; conviene estudiarlo bien para dar con una solución viable y razonable… Y luego, en el capítulo 2 plantea este listado, que de pronto puede parecer bastante radical, yo pienso que lo es. Y dice, como ya vimos, que nadie debería tener responsabilidad política si no conoce bien lo que aquí plantea. Insiste en que no votemos a políticos que no lo sepan y y que no lo asuman. Yo personalmente, no lo tenía todo tan claro. Imagino que muy pocos políticos, ni de nuestro entorno ni de casi ninguno, lo tendrán. No sabe uno desde luego a qué atenerse. La famosa «disonancia cognitiva»… Hm.
Un segundo comentario, que no tiene que ver con el listado, sino con el desarrollo posterior del libro. El pretendido realismo con que aborda las cuestiones parece hacerle asumir que los humanos seguiremos aumentando el consumo de energía al ritmo más o menos estable que venimos teniendo desde … los egipcios, ¡dice en algún momento! Pienso que en capítulos de la segunda parte en los que habla sobre crecimiento y población se matizarán estas cosas. Espero con curiosidad. En la hipótesis del crecimiento que desarrolla, se plantea que si se mantiene la actual tasa de uso creciente de energía, y si esta necesidad se resuelve mediante energía solar y sistemas fotovoltaicos que estima los más eficientes, para el año 2300 habría que cubrir toda la superficie terrestre del plantea con paneles solares para satisfacer la demanda proyectada. Quiero pensar que es un ejercicio de reducción al absurdo y que más adelante planteará nuevas maneras de considerar el asunto. Ya veremos.
El último comentario. No se si habréis seguido el encuentro COP26. Al principio muchas noticias, y luego se disolvió en el siguiente tema de actualidad. Como si la cosa fuera una noticia más, que se yo, como la última astracanada del tertuliano de turno o el última declaración provocadora de la política de moda en Tuiter. Yo intenté enterarme un poco. Por esto de los Extinction Diaries… Leí el acuerdo firmado por todos los países, y algunos comentarios por parte de gente que más o menos creo saber de qué van. Las valoraciones son muy moderadas. Si se comparan con estos puntos de Mike Berners-Lee se ve que se quedan bien cortas… Entre otras. Se ha celebrado que no se haya abandonado el objetivo del aumento de los 1.5ºC, que a pesar de que se firmara como tal en 2015 en París, como recordaba antes Berners-Lee en un momento dado parecía que se iba a abandonar. Aunque la declaración da a entender como más verosímil el objetivo de los 2ºC, a pesar de ser considerado por los expertos como mucho más arriesgado. __ Los análisis publicados en días antes, quizás desde la ONU, estimaban que con las medidas y planes actualmente asumidos vamos de camino de un aumento de 2.7ºC en 2050 (ver enlace al final). Los artículos concretas en que se dice esto son los siguientes [pendientes de traducción]:
[The Conference of the Parties serving as the meeting of the Parties to the Paris Agreement,] 20. Reaffirms the Paris Agreement temperature goal of holding the increase in the global average temperature to well below 2 °C above pre-industrial levels and pursuing efforts to limit the temperature increase to 1.5 °C above pre-industrial levels;
21. Recognizes that the impacts of climate change will be much lower at the temperature increase of 1.5 °C compared with 2 °C and resolves to pursue efforts to limit the temperature increase to 1.5 °C;
22. Recognizes that limiting global warming to 1.5 °C requires rapid, deep and sustained reductions in global greenhouse gas emissions, including reducing global carbon dioxide emissions by 45 per cent by 2030 relative to the 2010 level and to net zero around mid-century, as well as deep reductions in other greenhouse gases;
El otro asunto que se ha celebrado ha sido el de la incorporación en el acuerdo un punto sobre la necesidad de acabar con los subsidios al uso de combustibles fósiles; aunque en su formulación es poco más de la manifestación de una intención – que además fue rebajada a última hora por la oposición de la India: ¡siempre es bueno que haya un país pobre para echarle la culpa! El texto moderadamente celebrado, (el punto 36 de la declaración final – enlace al final) o quizás la versión previa a la modificación solicitada por la India dice así:
[The Conference of the Parties serving as the meeting of the Parties to the Paris Agreement,] 36. Calls upon Parties to accelerate the development, deployment and dissemination of technologies, and the adoption of policies, to transition towards low-emission energy systems, including by rapidly scaling up the deployment of clean power generation and energy efficiency measures, including accelerating efforts towards the phase-out of unabated coal power and inefficient fossil fuel subsidies, recognizing the need for support towards a just transition.
Traducción [rápida, para enterarse bien uno mismo]: [La Conferencia de las Partes…] 36. Hace un llamamiento a las Partes (los países y sus gobiernos) para acelerar el desarrollo, la implementación y la difusión de tecnologías, y la adopción de políticas, para hacer la transición a sistemas energéticos de bajas emisiones, incluyendo el rápido crecimiento en la implementación de la generación de energía limpia y de medidas de eficiencia energética, incluyendo la aceleración de los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de los subsidios ineficientes al uso tradicional del carbón y de los combustibles fósiles, reconociendo la necesidad del apoyo a una transición justa.
Pongo algunos enlaces al final de los materiales que consulté por si a alguien le interesara.
De momento, lo dejo aquí. Vale.
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Notas
[1] Como siempre se me olvidan estas cosas que se convierten en ready mades en los medios, revisé lo de los 1.5º y 2ºC e igual sirven a otras personas. En los Acuerdos de París, tomando en consideración los trabajos del IPCC de la ONU, se plantean los objetivos de limitar el aumento de la temperatura global para el año 2010 a 1.5ºC, que se considera que supondrá unos daños limitados y un segundo objetivo de limitarla para la misma fecha a 2ºC que se considera menos seguro. Para lograr el primer objetivo, las emisiones de CO2 y gases de efecto invernadero debería reducirse a cero (cero neto) para el 2050. Pero como dice Berners-Lee en estos puntos, estamos a 2021 y las emisiones siguen aumentando, habiéndose tan solo reducido la aceleración o tasas de incremento con que aumentan. Buena información sintética sobre esto, o eso me parece, aquí: Zeke Hausfather, 2018, New scenarios show how the world could limit warming to 1.5C in 2100, Carbon Brief: https://www.carbonbrief.org/new-scenarios-world-limit-warming-one-point-five-celsius-2100 | La entrada de la Wikipedia en inglés, Special Report on Global Warming of 1.5 °C, quizás sea más clara: https://en.wikipedia.org/wiki/Special_Report_on_Global_Warming_of_1.5_%C2%B0C
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Referencia completa
Mike Berners-Lee, 2021, There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge
* 12/11/2021/ Conference of the Parties serving as the meeting of the Parties to the Paris Agreement. Third session. Glasgow, 31 October to 12 November 2021, Glasgow Climate Pact (acuerdo final firmado por todos los países participante en la COP26), disponible en: https://unfccc.int/sites/default/files/resource/cma2021_L16_adv.pdf | visitado 24/11/2021