Murray Bookchin, post-escasez y el Curioso Impertinente. Más sobre la economía de la abundancia

Otra aproximación a la idea de la economía de la abundancia (post-escasez) y el «fin del trabajo», ahora de la mano del pensador anarco-comunitarista Murray Bookchin y algunos de sus escritos de la década de 1960. Me resultó interesante, entre otras cosas, sus intuiciones sobre la fabricación digital, y las relaciones que propone entre automatización, ecología y comunidades…

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Imágen.01:  Hog Farm, tipis y cúpula geodésica, ca. 1970; source: Lisa Law, 1997, Flashing on the Sixties, Chronicle Books, San Francisco

Murray Bookchin, post-escasez y el Curioso Impertinente. Más sobre la economía de la abundancia

07.2015 / José Pérez de Lama

Aunque no me ha salido tan bien como hubiera querido – son más unas notas medio sueltas que un texto de reflexión consistente – va dedicado a mi nueva y admirada amiga Guiomar Rovira

Siguiendo con los comentarios de la economía de la abundancia, de la post-escasez (post-scarcity) según la denominaba Murray Bookchin en 1965 [1]… Bookchin uno de los pensadores anarquistas más destacados de la segunda mitad del siglo 20 en los Estados Unidos tiene como uno de los ejes de su pensamiento la cuestión de las tecnologías para la libertad, del uso de las tecnologías como base o infraestructura para construir una sociedad mejor – según los valores de su ideología anarco-comunitaria (veáse por ejemplo, Bookchin 2000 y 2007):

“[…] un modo de vida orgánico deprivado de su componente tecnológico sería tan disfuncional como un hombre deprivado de su esqueleto. La tecnología debe ser considerada como el soporte estructural básico de una sociedad; constituye literalmente el andamiaje de una economía y de muchas instituciones sociales.” (1965: 43) [2]

En este sentido su pensamiento está próximo al de otro de los referentes del pensamiento de la técnica en el siglo 20, como es Iván Illich (2012) [3]. Bookchin, creo que muy pertinentemente, considera igualmente ingenuas la denostación absoluta de la tecnología, como su aceptación incondicional y entusiasta. Diría que considera las tecnologías como un campo abierto a la reflexión, la creación y el conflicto; un campo ambivalente o polivalente de oportunidades, en el que es posible, necesario o incluso urgente pensar en sus potenciales emancipatorios y liberadores para tratar de activarlos y de materializar sus virtualidades (1965: 42-43).

Resulta muy curioso ver como el discurso en Bookchin entre 1965 y 1970 en buena parte podría ser perfectamente actual, en lo relativo a la centralidad de lo digital – que él denomina cybernation – y de lo ecológico en la configuración o reconfiguración del mundo actual. Puede pensarse también que hemos avanzado poco, o en sus palabras que no hemos sido demasiado capaces de desarrollar las potencialidades (liberadoras) de las tecnologías ya entonces emergentes.

«Hoy, sin embargo, el capitalismo es un parásito del futuro, un vampiro que sobrevive de la tecnología y los recursos de la libertad. El capitalismo industrial del tiempo de Marx organizaba las relaciones de la mercancía (mercantiles) en torno a un sistema predominante de escasez material; el capitalismo estatal de nuestro tiempo organiza las relaciones de la mercancía en torno a un sistema predominante de abundancia material. Hace un siglo, la escasez tenía que ser sufrida; hoy tiene que ser impuesta – de ahí la importancia del estado la era presente. No es que el capitalismo haya resuelto sus contradicciones y anulado la dialéctica social, sino que las contradicciones y la dialéctica social del capitalismo se han extendido a los ámbitos jerárquicos de la sociedad, del dominio abstracto «histórico» a las concretas minucias de la experiencia cotidiana, de la arena de la supervivencia a la arena de la vida.» (Bookchin, 1968: 5). [4]

De las políticas de la justicia a las políticas de la vida
Bookchin expone que deberíamos hacer un cambio fundamental en los planteamientos políticos contemporáneos – algo que según su análisis había empezado a suceder ya en los años 60 en los países más avanzados (la rebelión más o menos juvenil en los EU, los diversos mayos, etc.). Mientras que Marx y todos los pensadores políticos del siglo XIX, y de los tiempos precedentes, se había preocupado tanto del trabajo como de la distribución de recursos escasos, siendo por tanto la cuestión de la justicia la fundamental, en nuestra época de post-escasez, alcanzada a través del avance tecnológico, el problema ya no tendría que ser el del justo reparto de unos recursos que ya no son escasos, sino el de la vida, del desarrollo o construcción de una vida con sentido, rica, – una vida “que merezca la pena ser vivida”, como escribe actualmente Amaia Pérez Orozco (2014); “la transformación de la tradicional demanda de superviviencia en una históricamente nueva demanda de vida” (1968: 17). Para Bookchin, – como para muchos pensadores posteriores (Guattari, Negri y Hardt, Rifkin, McDonough y Braungart, y muy recientemente Mason…) -, la actual escasez es una condición impuesta por el capitalismo.

La condición de escasez impuesta podemos verla de forma evidente en el caso de los bienes digitales, pero también en el de los alimentos – con las frecuentes noticias de destrucción de reservas para controlar precios o las más recientes de que los supermercados de nuestro entorno tiran dos tercios de los productos que tiene a la venta -, o en el bien conocido caso de la vivienda, o incluso en el más difícil de entender del capital (véanse, por ejemplo Harvey o Varoufakis) – el problema del capital a nivel global no es su escasez sino las dificultades para su reproducción y ampliación, – su reciclaje o recirculación según lo llama Varoufakis – manteniendo las tasas de crecimiento o beneficios deseadas por los capitalistas, claro. Lo mismo podríamos decir de la energía, con la disponibilidad de tecnologías eficientes para el aprovechamiento del sol y el resto de renovables (véase Rifkin, Guallart y post anterior en este blog); o incluso de los bienes materiales – basta ir a unos grandes almacenes o, mejor aún, a un bazar “made in China” para darse cuenta de esto. Lo que no tenemos es un sistema económico y social que permita aprovechar esta abundancia para que todo el mundo pueda acceder a ella. El “All access” que decía Wavy Gravy, otro coetáneo de Bookchin, en los años 70… El yugo del capitalismo como relación de producción dominante, con su necesidad de extracción de beneficios de los ciclos productivos y económicos, y de los salarios a cambio de trabajo como forma dominante de acceso a los ingresos para la mayoría de la población, da lugar, de momento, a esta paradójica situación. Considerada globalmente, podría decirse que la escasez ha dejado de ser un problema, – pero no sabemos como acceder socialmente a las formas emergentes de la abundancia.

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Imagen.02: J.T. Parsons, 1958, Primera patente de fresadora de control numérico, axonometría. Fuente: http://www.google.com/patents/US2820187

Trabajo y tecnologías
La segunda cuestión que destacaría del planteamiento de Bookchin en los textos que vengo leyendo sería la del “final del trabajo”. Como “buen anarquista” que confía en el potencial de los humanos de auto-organizarse y ayudarse mutuamente, Bookchin observaba ya en la década de 1960 – como antes lo habían hecho entre otros Lafargue y Keynes –  que las entonces nuevas tecnologías de la automatización y la cybernation tenían el potencial de permitir la drástica reducción del trabajo no creativo – toil –, liberando así a hombres y mujeres para dedicar la mayor parte de su tiempo a la búsqueda o invención de nuevas formas de vida nueva en los ámbitos de la creatividad, la construcción comunitaria, el conocimiento, la salud, el ocio, la cultura, las artes, el amor… – “entregados al deseo y a la sensual aprehensión de lo maravilloso” (1965: 2) . El cambio tecnológico para Bookchin podría llegar a dar lugar, no sólo a un cambio cuantitativo, sino sobre todo un cambio cualitativo.

Algunos cosas me han llamado especialmente la atención en este segundo argumento de Bookchin están relacionadas con mi interés de los últimos años por la llamada “fabricación digital”. Bookchin introduce algunos de los argumentos que 30 años después se vuelven a exponer como novedosos (Gershenfeld, Rifkin, ver post anteriores en este blog). Los cito, primero como dato filológico, y en segundo lugar porque estimo que aportan algunas variantes muy sugerentes respecto del discurso predominante de estos días. Usaré algunas citas para sugerir su perspectiva.

En primer lugar me llama la atención la cita que hace de Vannebar Bush (1955), entonces director de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo [5]:

«Imaginen, hace cincuenta años, que alguien hubiera propuesto hacer un dispositivo que hiciera que un automóvil siguiese una línea blanca en el centro de la carretera, automáticamente incluso si el conductor se quedara dormido… Se habría reído de este alguien, y su idea habría sido llamada absurda. Pero imaginen que alguien propusiera hoy un dispositivo como éste, y estuviera dispuesto a pagarlo, dejando a un lado la cuestión de su utilidad genuina. Un amplio número de equipos estaría listo para contratarlo y construirlo. No haría falta propiamente ninguna invención. Hay miles de jóvenes en el país para los que el diseño de este dispositivo sería un placer. Simplemente elegirían de diferentes catálogos algunas células fotoeléctricas, tubos termoiónicos, servomecanismos, relés y, en caso que se les pidiera, construirían lo que se llama un prototipo con un protoboard (breadboard model), y funcionaría. La cuestión es que la presencia de una multitud de gadgets versátiles, baratos y seguros, y al presencia de hombres que entienden completamente sus extraños funcionamientos, ha convertido la construcción de dispositivos automáticos casi en una simple rutina. Ya no se trata de si se pueden construir, sino más bien de si merece la pena hacerlo» (Bookchin, 1965: 49-50). [6]

¡En 1955!, Vannebar Bush describía la manera de trabajar de los hackers, fabbers y makers actuales. Lo que en aquella fecha quizás constituía una cierta fanfarronería nacionalista sobre los ingenieros electrónicos y mecánicos estadounidenses, hoy con Internet, la cultura libre e invenciones como Arduino o Raspberry Pi (por cierto europeas), es un hecho a nivel popular y global,  – y existen efectivamente cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, – quizás millones -, capaces con un poco de paciencia, y la ayuda de los amigos en Internet, y de los distribuidores de componentes electrónicos, trabajar exactamente como se describe en la cita de Bookchin, de hace 50 años.

El segundo tema a reseñar es la tempranísima intuición de Bookchin acerca de los procesos de fabricación asistidos por ordenador, incluso cuando los ordenadores aún existían de manera bastante precaria. Combina aquí Bookchin dos cuestiones que ahora tendemos a ver como una única. En primer lugar la cuestión de las máquinas capaces de llevar a cabo no una única función especializada, tal como ocurría en las primeras revoluciones industriales. Bookchin las llama máquinas Leaver and Brown machines:

«La especialización de las máquinas en base a su producto final requiere que la máquina sea desechada cuando el producto ya no se necesita. Sin embargo, el trabajo que hace una máquina de producción puede ser reducido a una serie de funciones – formado, sujeción, corte, y otras así – y estas funciones, si son correctamente analizadas, pueden ser empaquetadas y aplicadas en parte cuando se necesiten… La producción de máquinas de este tipo puede ser difícilmente sobrestimada. Hacen posible producir una gran variedad de productos en una única planta. Una comunidad de tamaño pequeño o mediano usando máquinas polivalentes podría satisfacer muchas de sus limitadas necesidades industriales sin la carga de instalaciones industriales infrautilizadas.» (Bookchin, 1965: 61-62) [7]

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Imagen.03: DDP-516, 1966; fuente:  http://www.computerhistory.org/collections/catalog/102646115

Nuevos procesos de fabricación digital
Además de esta idea de máquinas mecánicas genéricas, que ya suponen una concepción abierta y flexible de los procesos industriales de producción, Bookchin veía igualmente el potencial combinado de electrónica y computación – la “mente electrónica producida por el “hombre moderno” – para la reconceptualización de los nuevos procesos industriales, hacia su creciente automatización (aún no se usaba el término robotización) [8]:

«El desarrollo de máquinas completamente automatizadas para operaciones complejas de fabricación en masa requiere la aplicación de al menos tres principios tecnológicos: estas máquinas deben estar dotadas de la capacidad de corregir sus propios errores; deben tener dispositivos sensoriales que sustituyan los sentidos visual, auditivo y táctil del trabajador; y, finalmente, deben tener dispositivos que remplacen el juicio, la habilidad y la memoria del trabajador…» (1965: 52) [9]

«El hombre moderno, en efecto, ha producido una “mente electrónica” para coordinar, construir y evaluar la mayoría de sus operaciones industriales rutinarias. Adecuadamente usadas dentro de la esfera de competencia para las que son diseñadas, los ordenadores son más rápidos y eficientes que el hombre mismo.» (1965: 54)

«Es fácil prever que llegará el momento, de ninguna manera remoto, en el que una economía racionalmente organizada pueda fabricar automáticamente, sin trabajo humano, pequeñas fábricas “empaquetadas”; sus componentes podrían ser producidos con tan poco esfuerzo que la mayor parte de las tareas de mantenimiento se reducirían al simple acto de retirar de la máquina la unidad defectuosa y sustituirla por otra – una tarea no más difícil que la de extraer e introducir una bandeja. Las máquinas harían y repararían la mayorías de las máquinas requeridas para sostener tal industria altamente industrializada. Este tipo de tecnología, orientada enteramente a las necesidades humanas y liberada de toda consideración acerca de beneficios y pérdidas, eliminaría el dolor de la carencia y la fatiga (want and toil) – el castigo infligido en forma de renuncia, sufrimiento e inhumanidad, exigidas por una sociedad basada en la escasez y el trabajo (scarcity and labor).» (1965: 57)

«Las posibilidades creadas por una tecnología cibernada ya no se limitarán meramente a la satisfacción de las necesidades materiales del hombre. Seríamos libres de pensar cómo la máquina, la fábrica y la mina podrían ser usadas para promover la solidaridad humana y para crear una relación equilibrada con la naturaleza y una eco-comunidad verdaderamente orgánica.» (1965: 57)

«¿O se presta la tecnología misma a un sistema de producción a pequeña escala, basada en una economía regional y estructurada físicamente a la escala humana? Este tipo de organización industrial sitúa todas las decisiones económicas en manos de la comunidad local. En la medida que la producción material esté descentralizada y localizada, la primacía de la comunidad es asegurada respecto de las instituciones nacionales […] La cuestión será si una futura sociedad vaya a estar organizada en torno a la tecnología o si la tecnología vaya ya a ser suficientemente maleable como para que pueda ser organizada en torno a la sociedad…»  (1965: 57)

Es sugerente leer estas notas de Bookchin, de 1965, en las que anticipa en cierto modo la idea de los fab labs – y en particular la idea desarrollada en este comunidad que se viene denominando Fab 2.0, que plantea el carácter auto-replicante de los fab labs como conjunto. Más interesante es que Bookchin añade un matiz propio de su perspectiva anarco-comunitaria: estas fábricas “empaquetadas” funcionarían según su visión a la escala de una comunidad produciendo una parte de los bienes necesarios para construir una autonomía “conectada”; combinando, diría uno, cuestiones de soberanía tecnológica con otras de autosuficiencia material. Argumentos como los de Bookchin sí que me parecen una buena reflexión sobre un “nuevo modelo productivo”, y no la continua repetición de esta expresión como “significante vacío” que hacen nuestros políticos estos días. Llama la atención, finalmente que Bookchin concibiera estas ideas antes del desarrollo de las herramientas (software) de diseño digital y de la existencia de Internet, que han multiplicado exponencialmente su potencial.

Ecología y comunidades
Finalmente, como tercer aspecto a destacar en el modelo tecnológico de Bookchin estaría una de las principales contribuciones por la que es conocido como es la de su invención del concepto de ecología social [10], y que ya se anticipaban en la última cita. Bookchin señalaba la necesidad de desarrollar las entonces emergentes tecnologías en un marco de pensamiento ecológico y de pequeñas comunidades. No voy a desarrollar estas cuestiones en esta ocasión; – señalar, no obstante, que pueden relacionarse en múltiples aspectos con los actuales planteamientos de producción distribuida de energías renovables y otros bienes, propuestos entre otros por Jeremy Rifkin o Vicente Guallart, que he comentado en posts anteriores.

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Imagen.04: Future Systems, 1988, Weekend Retreat for Miss B; fuente: http://futureproofdesigns.tumblr.com/post/18999320866/spacesnplaces-weekend-retreat-for-miss-b-future

El Bookchin tecnológico hoy y el curioso impertinente
Vivimos hoy momentos de gran desconfianza – sin duda con razón – hacia el desarrollo tecno-científico, que se ha convertido en uno de los pilares esencial de los nuevos sistemas de dominación y explotación (léase a Bifo o la reciente reseña de A. Fernández Savater sobre Tikkun). Aún así, con Bookchin, con la cultura hacker, habría que tener claro que las tecnologías constituyen medios dotados de la virtualidad de construir múltiples y muy diferentes mundos; la forma en que se están empleando no es ni necesaria ni ineluctable. Otros escenarios son técnicamente posibles. Quizás habría que recordar a Donna Haraway (1991) cuando decía que las máquinas somos nosotros – no son una entidad autónoma, independiente de los humanos; al menos aún no lo son. Nosotros somos responsables de ellas…

Y para casi acabar, un comentario sobre el actual debate político, usando a Cervantes – que es en realidad lo que tenía en la cabeza cuando empecé a escribir esta reseña.

Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido
que, pues lo imposible pido,
lo posible aun no me den.

Tenía guardado desde hace algún tiempo este tema de El curioso impertinente, una novella de Cervantes que forma parte de El Quijote – de donde procede el poemilla de más arriba -. En ésta, un esposo quiere poner a prueba el amor de su esposa, con la ayuda de su mejor amigo, a quien pide que la corteje para estar seguro de su fidelidad, – saliendo trasquilado del experimento. La moraleja que extraía un buen amigo – que en su momento me pareció poco optimista y hoy sin embargo me parece incluso filantrópica – en el sentido original del término – es que es mejor no poner a prueba a la gente.

En este sentido pienso con insistencia últimamente que un sistema de post-escasez, de una abundancia y un bienestar razonables, sería verdaderamente la manera de lograr una sociedad más armoniosa en la que todos pudiéramos vivir en paz. Estimo que si la necesidad de luchar por la supervivencia pasase a un segundo plano, y la necesidad de trabajar para asegurarse la supervivencia fuera grandemente moderada sería mucho más fácil que la gente pudiera llevarse razonablemente bien, tal como argumenta Bookchin que podríamos lograr en un tiempo no demasiado lejano, entonces no nos preocuparían tanto el poder, las diferencias, y la “política” en cuanto distribución de recursos y honores podría quedar en un discreto segundo plano.  Es decir, que un cambio de modelo socio-técnico como el que propone Bookchin – y otros en su línea – haría mucho más por lograr una sociedad más feliz, que las recurrentes revoluciones y las permanentes luchas entre ideologías políticas, en el mejor de los casos, cuando no grupúsculos, tan características de nuestros días. La pregunta entonces sería si nuestras estrategias debieran ser más tecno-ético-estéticas que exclusivamente “políticas” – en el sentido más clásico del término. Eso es más o menos lo que quería decir; a lo que vengo dándole vueltas desde hace tiempo. Seguramente será sólo una utopía; pero en muchos aspectos hoy está mucho más al alcance de la mano que nunca antes lo había estado. E igual, al menos, son temas que debieran ir más en paralelo, el cambio político y el cambio socio-técnico y productivo.

Cierro ya, aunque sea provisionalmente, citando a Bookchin una vez más:

«Hace casi medio siglo, mientras los teóricos socialdemócratas y comunistas parloteaban sobre una sociedad con “trabajo para todos”, los Dadaístas, aquellos magníficos locos, demandaban desempleo para todo el mundo. Las décadas transcurridas no han quitado nada al significado de esta demanda y han añadido a su contenido. En el momento en que el trabajo sea reducido a su mínimo posible o desaparezca completamente, pasaremos de los problemas de la supervivencia a los problemas de la vida, y la tecnología misma pasará de estar al servicio de las necesidades más inmediatas del hombre a ser la compañera de su creatividad» (1965: 78). [11]

¡Vale! Igual después de este ditirambo sobre la economía de la abundancia y el fin del trabajo toca ponerse a trabajar…

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#notas

[1] La principal referencia de este post son dos capítulos del libro de Bookchin publicado originalmente en 1971 y titulado Post-Scarcity Anarchism; los dos artíclos en cuestión son el del mismo título que el volumen, fechado en 1968, y el titulado Towards a Liberatory Technology, firmado en 1965. Las traducciones incluida en este post son traducciones informales mías, reproduciendo el original en inglés en este espacio de notas.

[2] “[…] an organic mode of life deprived of its technological component would be as nonfunctional as a man deprived of his skeleton. Technology must be viewed  as the basic structural support of a society; it is literally the framework of an economy and of many social institutions.” (Bookchin,1965: 43)

[3] Un asunto relativamente poco comentado es la influencia que se intuye de los pensadores estadounidenses de esta época sobre la obra de Félix Guattari, y através de éste en Gilles Deleuze. Ecología social es un concepto de Bookchin adoptado por Guattari, igual que la ecología mental es un concepto de Gregory Bateson igualmente adaptado por Guattari. En general el interés de Guattari por la computación y los devenires maquínicos y su composición con la ecología forman parte de un paisaje intelectual más propio de los Estados Unidos que de la Europa de la época…

[4] Today, however, capitalism is a parasite on the future, a vampire that survives on the technology and resources of freedom. The industrial capitalism of Marx’s time organized its commodity relations around a prevailing system of material scarcity; the state capitalism of our time organizes its commodity relations around a prevailing system of material abundance. A century ago, scarcity had to be endured; today it has to be enforced – hence the importance of the state in the present era. It is not that modern capitalism has resolved its contradictions and annulled the social dialectic, but rather that the social dialectic and the contradictions of capitalism have expanded from the economic to the hierarchical realms of society, from the abstract “historic”domain to the concrete minutiae of everyday experience, from the arena of survival to the arena of life. (Bookchin, 1968: 5)

[5] Vannebar Bush también cuenta con la reputación de haber contribuido a la invención conceptual de la WWW con su texto de 1945 As We May Think; accesible en: http://www.theatlantic.com/magazine/archive/1945/07/as-we-may-think/303881/

[6] Suppose, fifty years ago, that someone had proposed making a device which would cause an automobile to follow a white line down the middle of the road, automatically and even if the driver fell asleep… He would have been laughed at, and his idea would have been called preposterous. So it would have been then. But suppose someone called for such a device today, and was willing to pay for it, leaving aside the question of whether it would actually be of genuine us whatever. Any number of concerns would stand ready to contract and build it. No real invention would be required. There are thousand of young men in the country to whom the design of such a device would be a pleasure. They would simply take off the shelf some photocells, thermionic tubes, servomechanisms, relays and, if urged, they would build what they call a breadboard model, and it would work. The point is that the presence of a host of versatile, cheap, reliable gadgets, and the presence of men who understand fully all their queer ways, has rendered the building of automatic devices almost straightforward routine. Its is no longer a question of whether they can be built, its is rather a question of whether they are worth building. (Bookchin, 1965: 49-50)

[7] Specialization of machines in terms of end product requires that the machine be thrown away when the product is no longer needed. Yet the work the production machine does can be reduced to a set of basic functions – forming, holding, cutting, and so on – and these functions, if correctly analyzed, can be packaged and applied to operate on part as needed… The production of machines of this kind can be hardly overestimated. They make it possible to produce a large variety of products in a single plant. A small or moderate-sized community using multipurpose machines could satisfy many of its limited industrial needs without being burdened with underused industrial facilities (Bookchin, 1965: 61-62).

[8] La polémica patente de J.T. Parsons para la primera fresadora de control nuḿerico (NC) es de 1958, lo que nos da una idea del pensamiento “en tiempo real” de Bookchin en relación con los avances tecnológicos de su tiempo: http://www.google.com/patents/US2820187

[9] The development of fully automatic machines for complex mass-manufacturing operations requires successful application of at least three technological principles: such machines must have a built-in ability to correct their own errors; they must have sensory devices replacing the visual, auditory and tactile senses of the worker; and, finally, they must have devices that substitute for the worker’s judgment, skill and memory… (1965: 52)

Modern man, in effect, has produced an «electronic mind» for coordinating, building and evaluation most of his routine industrial operations. Properly used within the sphere of competence for which they are designed, computers are faster and most efficient than man himself. (1965: 54)

It is easy to foresee a time, by no means remote, when a rationally organized economy could automatically manufacture small “packaged” factories without human labor; parts could be produced with so little effort that most maintenance tasks would be reduced to the simple act of removing a defective unit from a machine and replacing it by another – a job no more difficult than pulling out and putting in a tray. Machines would make and repair most of the machines required to maintain such a highly industrialized economy. Such a technology, oriented entirely toward human needs and freed from all consideration of profit and loss, would eliminate the pain of want and toil – the penalty inflicted in the form of denial, suffering and inhumanity, exacted by a society based on scarcity and labor. (1965: 57)

The possibilities created by a cybernated technology would no longer be limited merely to the satisfaction of man’s material needs. We would be free to ask how the machine, the factory and the mine could be used to foster human solidarity and the create a balanced relationship with nature and a truly organic ecocommunity […] (1965: 57)

Or does the new technology lend itself to a system of small-scale production, based on a regional economy and structured physically on a human scale? This type of industrial organization places all economic decisions in the hands of the local community. To the degree that material production is decentralized and localized, the primacy of community is asserted over the national institutions […] The question is whether a future society will be organized around technology or whether technology is now sufficiently malleable so that it can be organized around society […] (1965: 57).

[10] Véase por ejemplo su libro Social Ecology and Communalism, edición original de 1977.

[11] Nearly a half century ago, while Social-Democrats and Communists theoreticians babbled about a society with “work for all”, the Dadaist, those magnificent madmen, demanded unemployment for everybody. The decades have detracted nothing from the significance of this demand, and they have added to its content. From the moment toil is reduced to the barest possible minimum or dissapears entirely, the problems of survival  pass into the problems of life, and technology itself passes from being the servant of man’s immediate needs to being the partner of his creativity (1965: 78).

#referenciasBookchin

Murray Bookchin, 1968, Post-scarcity Anarchism, en: M. Bookchin, 2004, Post-scarcity Anarchism, AK Press, Edinburgh-Oakland, pp: 1-17; todo el volumen disponible en: https://libcom.org/files/Post-Scarcity%20Anarchism%20-%20Murray%20Bookchin.pdf accedido el 28/07/2015

____, 1965, Towards a Liberatory Technology, en: M. Bookchin, 2004, Post-scarcity Anarchism, AK Press, Edinburgh-Oakland, pp: 41-84

____, 2007, Social Ecology and Communalism, AK Press, Oakland-Edinburgh

____, 2000 (edición original en inglés de 1977), Los anarquistas españoles. Los años heroicos 1868-1936, Numa Ediciones, Valencia

#otrasReferencias& #lecturasRelacionadas

Franco Berardi Bifo, 2013, Félix. Narración del encuentro con el pensamiento de Guattari. Cartografía visionaria del tiempo que viene, Cactus, Buenos Aires

Vannebar Bush, 1945, As We May Think, The Atlantic, July 1945 Issue; accesible en: http://www.theatlantic.com/magazine/archive/1945/07/as-we-may-think/303881/

Miguel de Cervantes, hacia 1605, El curioso impertinente, en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Capítulo 33, accesible en: http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte1/cap33/cap33_06.htm

Gilles Deleuze and Félix Guattari, 1972, Balance-Sheet of Desiring-Machines, translated by Robert Hurley, Appendix to 2nd edition of Anti_Oedipe, Minuit, Paris; in: Félix Guattari, 2009, Chaosophy. Texts and Interviews 1972-1977, Semiotext(e), Los Angeles

Amador Fernández Savater, 2015, La pesadilla de un mundo en red (sobre Tiqqun, «La hipótesis cibernética»), http://www.eldiario.es/interferencias/pesadilla-mundo-red_6_412668752.html

Neil Gershenfeld, 2012, How to Make Almost Anyhting. The Digital Fabrication Revolution, en http://www.foreignaffairs.com, Council on Foreign Relations, Inc.; accesible en: http://www.iaac.net/archivos/events/pdf/how-to-make-almost-anything-fo.pdf [academic use only]

Vicente Guallart, 2012, La ciudad autosuficiente: Habitar en la sociedad de la información, RBA, Barcelona

Felix Guattari, 2004, Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Traficantes de Sueños, Madrid

____ , 2000 (edición original en francés 1989), Las tres ecologías, Pre-Textos, Valencia

Donna Haraway, 1991, A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century, in Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature, Routledge, 1991, Nueva York, pp.149-181

Michael Hardt, Antonio Negri, 2004, Multitude: War and Democracy in the Age of Empire, Hamish Hamilton – Penguin, Nueva York

David Harvey, 2014, Seventeen Contradictions and the End of Capitalism, Profile Books, London

Ivan Illich, 2012, La convivencialidad (edición original: 1973, Tools for Conviviality), Virus Editorial, Barcelona

Paul Mason, 2015, The end of capitalism has begun, the guardian.com, http://www.theguardian.com/books/2015/jul/17/postcapitalism-end-of-capitalism-begun

William McDonough, Michael Braungart, 2013, Upcycle. Beyond Sustainability – Designing for Abundance, North Point Press, Nueva York

John T. Parsons, 1958, Patente US 2820187 A Motor controlled apparatus for positioning machine tool, http://www.google.com/patents/US2820187

Amaia Pérez Orozco, 2014, Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Traficantes de Sueños, Madrid

Jeremy Rifkin; 2014, The Zero Marginal Cost Society: The Internet of Things, the Collaborative Commons, and the Eclipse of Capitalism, Palgrave MacMillan, New York

Yanis Varoufakis, 2012 [primera edición, revisada, 2010], El Minotauro global. Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía mundial, Capitán Swing, Madrid

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