Sobre la tecnopolítica del dinero o el dinero como tecnología

A raíz de la tertulia #arquiContable con Juan Torres… conectando las reflexiones sobre tecnopolítica y sobre el dinero que trato de hacer desde hace algún tiempo… No es una pieza redonda, más bien unas notas de trabajo con algunas preocupaciones e intuiciones… La idea es que el dinero, como otras tecnologías, no es lo que solemos entender como algo «técnico-neutral», sino que su diseño técnico da lugar a determinaciones/distribuciones concretas de las cosas, y que como «producción técnica o artefacto» podría ser de otra manera…


Imagen: Las Agencias, 2001, “Dinero gratis”; gráfica de la campaña para pensar la función social del dinero que llevó a cabo el mítico colectivo artístico de Barcelona en el contexto del entonces llamado movimiento antiglobalización, (posteriormente alter-globalización). Fuente: http://leodecerca.net/dinerogratis/

Tecnopolítica del dinero o el dinero como tecnología

José Pérez de Lama

La hipótesis tecnopolítica amplia

La hipótesis tecnopolítica amplia consiste en afirmar que aspectos de gran relevancia de las relaciones de poder que caracterizan las sociedades contemporáneas se producen a través de los sistemas tecnológicos, o más precisamente sociotécnicos. Bajo su apariencia de eficiencia, neutralidad o necesidad puramente técnica, las tecnologías, y más específicamente las maneras en que son implementadas socialmente, constituyen unas de las principales fuerzas que organizan la vida y la sociedad contemporáneas.

Y es precisamente la pretendida apariencia de necesidad más o menos inevitable, que interpretamos más como resultado de una evolución – como en la evolución natural – que como proyecto estratégico o intencionado, – o seguramente producto de decisiones táctico-estratégicas sucesivas – la que hace que su eficacia organizando las sociedades y produciendo subjetividades, sea mayor y más profunda que la de estrategias más tradicionales y obvias del poder, como puedan ser la legislación, el ejercicio del poder político en su sentido más convencional o las diferentes formas de coerción por medio de las relaciones laborales y económicas.

Citaré hoy a Langdon Winner [1989, p. ix-x] a este respecto – pueden encontrarse desde luego muchos otros referentes:

“Si uno observa cuan profundamente nuestras vidas están modeladas por los sistemas interconectados de las tecnologías modernas, cuan intensamente sentimos sus influencias, respetamos su autoridad y participamos en su funcionamiento, uno empieza a entender que, nos guste o no, nos hemos convertido en miembros de un nuevo orden de la historia humana […] Observando las estructuras y procesos de estos vastos sistemas, uno empieza a comprender una nueva forma de poder distintamente moderna, los cimientos de una cultura tecnopolitana.  […] Lo que parecen ser sólo instrumentos útiles, constituyen, desde otro punto de vista, duraderos armazones (enduring frameworks) para la acción social y política.”

Conviene matizar la idea de poder según la interpretación foucaultiana, que traté de evocar aquí hace algunos meses. El ejercicio del poder sería la capacidad de influir sobre otra persona haga algo que nosotros queremos; algo que, según Foucault, se ejerce mediante estrategias y técnicas. Cuando un conjunto de relaciones de poder se hacen estables, reforzándose unas a otras, haciéndose difíciles de transformar, se da lugar a lo que habitualmente interpretamos como situaciones de poder, o simplemente poder. Cualquiera que haya experimentado un poco alguna modalidad de e-burocracia podrá interpretarla sin problema como una técnica para obligarnos a hacer las cosas de una cierta manera, por poner un ejemplo.

Más adelante en el texto citado Winner describe las tecnologías como formas de vida [1989: 3-18]. Esta formulación puede relacionarse con la tradicional metáfora que presenta la cultura o la civilización como segunda naturaleza. Tendemos a percibir los entornos tecnológicos que nos rodean de una manera que casi podríamos comparar con el aire que respiramos, el tiempo o la lluvia, como algo dado cuya existencia no cuestionamos, y a la que tenemos que adaptarnos velis nolis, queramos o no, como las antiguas lentejas. Poca gente, por ejemplo, se cuestiona hoy la conveniencia de usar Google; que constituye un excelente ejemplo de como una tecnología se convierte en forma de vida; – en el plazo de poco más de una década.

Desde otro punto de vista, por ejemplo el del diseño de infraestructuras o sistemas, los ingenieros o técnicos, al menos en la tradición de la Modernidad, se han convencido de considerarse a sí mismos como agentes neutrales, que se limitan a dar las soluciones más eficientes y/o económicas a problemas objetivos: trazar una carretera o diseñar un protocolo de comunicación seguro, por ejemplo. Esta actitud de parte de los técnicos y de parte de los ciudadanos-consumidores que también los perciben así, es lo que define lo que podríamos llamar orden tecnocrático, __ alimentado por el mito – aún vigente a pesar de sus debilidades evidentes – del progreso estrechamente ligado al desarrollo tecno-científico, los excesos de la especialización y la complejidad, a veces intencionada, de los sistemas.

Personalmente me preocupa la falta de interés – y probablemente de conocimiento – que muestran nuestros políticos por estas cuestiones, dedicados antes que nada a lo que pienso que son formas que cabría denominar arcaicas del ejercicio del poder: los debates parlamentarios, lo discursivo y cosas así. El caso de la Grecia de Tsipras o incluso el de Obama en los EU, tristemente, han demostrado con claridad la insuficiencia de estos planteamientos frente a las máquinas tecno-algorítmicas, destacadamente, las financieras.

Con tecnologías, convendrá subrayar, me refiero, como hacen por ejemplo Deleuze y Guattari o Bruno Latour, a cualquier conjunto de producciones humanas, en las que participan artefactos de diversa índole, que dan lugar al establecimiento de procesos repetitivos: acciones, relaciones, flujos, distribuciones de lo real… Por ilustrar el asunto: Latour presenta los formularios como dispositivos tecnológicos característicos (2007).

El dinero como tecnología, o la tecnopolítica del dinero

Un tema que me ocupa desde hace un tiempo es el de la progresiva comprensión del dinero en su forma actual como una de las tecnologías más problemáticas del presente.

Hasta la crisis, nunca me había preocupado demasiado del dinero. Mis veleidades artísticas y anarquistas – una típica acción del anarquismo histórico era la de quemar el dinero de los bancos – me habían hecho tratar de pensar en éste lo menos posible: tener dinero suficiente para vivir con dignidad, y poco más. Con la crisis, como ya he contado alguna vez, me decidí a estudiar economía, empezando, fuerte, por El capital. Marx, como no, dedica muy pronto bastantes páginas al dinero, que en primera instancia me parecieron aburridas. Y aún así, no dejaron de ser interesantes. Una de las cosas más fascinantes aunque poco comentadas de El capital, es que nos hace recordar constantemente La metamorfosis de Ovidio: las cosas se metamorfosean constantemente unas en otras cuando fluyen a través de los ciclos que son en realidad los que las constituyen. Marx habla en alguna ocasión de metabolismo (Stoffwechsel, en alemán, literalmente, cambio de sustancia o materia). El dinero, de pronto, se convertía en un ente de múltiples sustancias y susceptible de múltiples metamorfosis: equivalente general (para establecer el valor de las cosas), medio de intercambio (para agilizar la compra-venta), medio de acumulación (más práctico que acumular jamones o edificios), capital (cuando se usa en el proceso de producción para incrementarlo generando plusvalor), mercancía (cuando se usa como crédito-deuda a cambio de un interés)… Las banales monedas y billetitos se convertían gracias a Marx en algo mucho más intrigante…

Crear dinero de la nada (como hacen los bancos)

Fue, no obstante, en una conferencia de Juan Torres impartida en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, cuando de verdad me empecé a interesar por el dinero como tecnología. En aquella ocasión Juan Torres explicó algo que para mi fue una revelación extraordinaria: la mayor parte del dinero no es creada por el Estado o por los bancos centrales, sino por la banca en general que lo hace cuando concede un préstamo. Siempre, ingenuamente y supongo que como tanta gente, había pensado que los bancos prestaban a otros el dinero que sus clientes depositaban en sus cuentas. Pero esto no es así. Quizás lo fue hace mucho tiempo. Actualmente, los bancos sólo necesitan respaldar sus créditos con un 1 o 2% de dinero en sus depósitos, lo que se llama la reserva fraccionaria. Esto es, si alguien deposita 100 euros en el banco, esto permite al banco otorgar un crédito de 98 euros, – en números redondos -, mientras que los 100 euros del depósito siguen existiendo. La cantidad inicial de 100 euros se habrá convertido en 198 euros, aunque este incremento exista propiamente en ningún lado – al menos para una mente positivista como era la mía hasta aquella conferencia. Y resulta que en torno al 97% del dinero en circulación es de este tipo (Torres, 2017: 169). Y resulta que la banca – privada en su inmensa mayoría en España, por más señas – tiene este extraordinario privilegio. A cambio del cual se supone que tiene alguna responsabilidad, una función social que lo justifica, la de engrasar la economía del país y beneficiar a la sociedad en su conjunto. Esto me hizo pensar entonces: “¡Bueno, esto de crear dinero de la cuasi-nada es la súper-tecnología, una tecnología cuasi-alquímica!” En aquel entonces, en plena crisis de las hipotecas, me fascinaba la idea de que un banco creara el dinero de la nada para conceder una hipoteca, y que luego pudiera reclamar este dinero, que en realidad nunca había existido salvo en la ficción más o menos compartida de su contabilidad, incluso después de haberse quedado con el inmueble que el hipotecado era incapaz de pagar; – la cuestión de la dación en pago.

Un tema relacionado con el anterior resulta que es el del crecimiento. Si el 97% del dinero que existe debe generar un interés del 4, 9 o 12% anual, resulta que ésta es una de las circunstancias que hace obligatorio el crecimiento. Y ya sabemos que el crecimiento como religión, al menos mientras esté así planteado, es una de las razones fundamentales del deterioro ecológico del planeta. No puedo profundizar más en este asunto aquí; lo dejaré para otra ocasión.

Extraer valor por medio de la deuda pública

El segundo aspecto del dinero como tecnología que Juan Torres nos desveló en aquella conferencia fue el de la financiación de la deuda pública, un asunto aún más tecnológico-delirante, – siempre en mi modesta opinión. Resulta que el Banco Central Europeo (BCE), la autoridad financiero-monetaria de la Unión Europea no puede por ley financiar directamente a los estados. Lo que hace es lo siguiente – y discúlpenme los/as lectores/as si es algo obvio: el BCE presta a intereses muy bajos a la banca privada (esto es, crea dinero que cede a la banca privada), para que ésta financie a un interés 2, 3, 4 o 5 puntos porcentuales más elevados a los estados, por ejemplo, comprando deuda pública, resultando así en un mecanismo de enriquecimiento extraordinario para la banca privada; – o visto de otra manera, en un fantástico dispositivo de extracción de los recursos de los estados – los impuestos que pagan los ciudadanos fundamentalmente – que se canalizan o desvían para beneficio de la banca. De manera que como señala Torres en un libro reciente, si los estados hubieran financiado su déficit durante esta última década directamente del BCE – como ocurre en los países con soberanía monetaria – la deuda pública europea  -y la española – se situaría en torno al 15%, en lugar de en torno al 90% o más como ocurre hoy. Las razones para que esto sea así, se me escapan; creo que tienen que ver con la intención e controlar y racionalizar la gestión del déficit público de los diferentes estados europeos o algo así, pero resulta, por lo menos, algo bastante paradójico. De nuevo, volviendo a la tecnopolítica, me pregunto, si esto no debería conceptualizarse como una cierta tecnología de circulación y gestión del dinero/capital que tiene como resultado una cierta distribución de lo real a través de lo ficticio. Un distribución sumamente eficiente para algunos, y muy poco para los demás, claro.

Extraer valor del trabajo de las futuras generaciones

Como soy un amateur, no puedo desarrollar mucho más este asunto, aunque haré un último apunte. En los  ejemplos anteriores se observa que lo que podríamos llamar tecnologías del dinero y tecnologías financieras están íntimamente ligadas. Un último caso, entonces, en que se profundiza en esta relación. Puede ocurrir, y ocurre con la mayor frecuencia, que los créditos emitidos por el BCE o por la banca privada se inviertan no ya en financiar el gasto público, la actividad productiva o el consumo, sino que se empleen en generar más dinero ficticio, esto es, que el dinero creado de la nada por la banca se invierta en comprar productos financieros más o menos derivados: dinero ficticio que se usa para generar más dinero ficticio. Y la paradoja es que el volumen de la economía financiera, en su mayor parte alimentada por este dinero meta-ficticio, supone hoy en día un volumen 3.7 veces mayor (como mínimo) que el de la economía que algunos llaman real, aquella cuyo dinero estaría respaldado directamente por bienes y servicios realmente existentes: como cuando alguien compra con cash tela, hilo, máquinas de coser y horas de trabajo porque está haciendo y vendiendo trajes que la gente compra con el dinero que cobró como salario – esto de los trajes es por poner un típico ejemplo de Marx. [0]

Entiendo que esta realidad del dinero/capital de metaficción, tendrá múltiples explicaciones concurrentes, pero a mí me convence bastante la del economista griego Costas Lapavitsas (2013), que reduciendo todos las tecnologías financieras a dos grandes categorías, las participaciones en empresas (equity) y el crédito/deuda (debt), argumenta que ambas consisten fundamentalmente en el descuento, más o menos prolijo y burbujeante, de futuros beneficios que se derivarán de las actividades productivas futuras sobre las que se basa la producción – ¿real?, ¿concreta? – de riqueza. El mundo financiero actual – como sugiere la deuda global extraordinaria – se basaría según Lapavitsas en la extracción del valor que se creará en el futuro. Un planteamiento similar al de la sostenbilidad y la solidaridad intergeneracional, pero al revés (véase también The Laboratory Planet, núm. 5).

Conclusión provisional: configurar el sistema monetario como bien común

Llegando a la conclusión, bastante provisional como exigirían los pragmatistas, lo que pretendía argumentar es que el dinero no es algo natural y neutral, un sistema surgido para optimizar los intercambios respecto del trueque como parece ser que se lee en los manuales ortodoxos de economía, sino una construcción sociotécnica, – un sistema tecnológico en la nomenclatura que aquí propongo -, más o menos deliberada, con efectos bastante concretos, entre los que actualmente destaca la extracción de valor del trabajo y las relaciones económicas de la vida cotidiana, y de los estados, en beneficio de las minorías que ejercen el control sobre el llamado mundo de las finanzas. La segunda parte de la conclusión es que este sistema tecnológico debe ser mejor conocido por todos, y que podría ser transformado, en tanto que tecnopolítica, para que sus efectos fueran otros. Algunos autores hablan de la posibilidad de configurar el sistema monetario y financiero como un bien común – por ejemplo, David Bollier o Ann Pettifor – cuyo último libro tengo sobre la mesa pendiente de leer. Cómo todas las cosas en que hay mucho en juego, no será de ninguna manera fácil, y lo primero será ser consciente de la necesidad de transformación. En cuanto a las posibles medidas de transformación, se proponen muchas: banca pública, monedas complementarias, separación de banca comercial y de inversión, regulación de los mercados financieros, control de capitales, tasa a las transacciones financieras, eliminación de paraísos fiscales, etc. – pero no puedo presentarlas aquí, – entre otras razones porque esto se hace largo, y sobre todo porque hay que seguir estudiando. Seguramente no habrá ninguna solución mágica, aunque no me cabe duda de que sí que existen muchas posibilidades de ajuste y mejora.[1]

Para terminar una historia que nos contó Juan Torres en la última tertulia de #ArquitecturaContable, que podría llamarse la parábola de los cien euros, que considero que ilustra muy bien el carácter especial, arbitrario, del dinero:

“Una viajera llega a un hotel en una pequeña localidad. Pide una habitación al hotelero, pero le dice que le gustaría verla antes. El hotelero le responde que le parece estupendo, pero que tiene la costumbre de solicitar un depósito que luego le devolvería si decidiera no quedarse. La viajera se muestra de acuerdo y le deja cien euros y sube a ver la habitación. El hotelero entonces, sale corriendo y va a ver al tendero de la esquina al que le paga con los cien euros una deuda pendiente. El tendero a su vez va a la farmacia, y también salda una deuda de cien euros con la boticaria, que a su vez va al hotel y le paga una noche de habitación que debía de la visita de un familiar. En este momento, la viajera baja, y le dice al hotelero que aunque le gusta la habitación ha decidido no quedarse, seguirá su viaje hasta el próximo pueblo antes del anochecer. El hotelero le devuelve los cien euros, que han permitido saldar las deudas en la comunidad por los servicios que unos y otros se habían prestado mutuamente.”

Coda: Me parece como una historia para una meditación zen. ¿Es que la viajera era banquera o qué? ¿Cómo supo el tiempo que tenía que tardar en ver la habitación? ¿O es que era – mi amiga – Susana Martín Belmonte promoviendo algún proyecto de moneda social complementaria? Ah, y también recuerda lo del dinero gratis de Las Agencias…

#notas

[0] Las comparaciones no me resultan del todo claras, entre otras cuestiones, porque se comparan cosas no estrictamente equivalentes; también porque la cuantificación de la economía financiera es difícil de realizar. Torres cita, entre otros, datos para 2015: el volumen de las transacciones financieras globales ascendería a 9.750 billones (europeos) de dólares año; – el PIB global se situó en torno a los 74 billones -; el gasto anual de todos los gobiernos del mundo ascendió a unos 20 billones; de aquí deduce que todo el gasto de los estados a nivel mundial podría pagarse con una tasa del 0.2% sobre las transacciones financieras (Torres, 2017: 166, 380). Según datos del Banco Mundial, en 2011 el volumen de la economía financiera fue 3.7 veces mayor que el PIB global – 255.9 vs 70 billones de dólares USA. (http://databank.worldbank.org/data/download/GDP.pdf, http://economiapuntes.blogspot.com.es/2013/11/economia-real-y-financiera-o-el-punto-y.html)

[1] Leyendo estos días la historia de la economía de Galbraith me llama la atención que estos debates sobre el dinero fueron extraordinariamente intensos durante el siglo XIX en Norteamérica, incluyendo numerosos experimentos reales y movimientos políticos de importantes dimensiones, así como su afirmación de que las principales revoluciones del XIX, la francesa y la estadounidense entre otras, se financiaron mediante la creación de dinero por parte de los grupos revolucionarios implicados (1989: 144); también la Guerra Civil de los Estados Unidos.

#bibliografíaReferencias

David Bollier; 2014, Think Like a Commoner. A Short Introduction to the Life of the Commons. New Society Publishers, Gabriola Island, Canada

Gilles Deleuze, 1987 [edición original en francés 1986], Foucault, Paidós Studio, Barcelona

Christian Felber, 2014, Dinero. De fin a medio, Deusto, Bilbao

John Kenneth Galbraith, 1991 (edición original de 1987), A History of Economics. The Past as the Present, Penguin, Londres

David Graeber, 2012, Debt. The First 5.000 Years, Melville House, Brooklyn Londres

Gwendolyn Hallsmith, Bernard Lietaer, 2011, Creating Wealth. Growing Local Economies with Local Currencies, New Society Publishers, Gabriola Island

David Harvey, 2010, A Companion to Marx’s Capital. Volumen 1, Verso, London

The Laboratory Planet 5, Xenopolitics of the Anthropocene. Alien Capitalism, https://laboratoryplanet.org/en/

Costas Lapavitsas, 2013, Profiting Without Producing. How Finance Exploits Us All, Verso, Londres

Bruno Latour, 2007 [primera edición en inglés de 2005], Reassembling the Social. An Introduction to the Actor-Network Theory, Ofxord University Press, Oxford – Nueva York

Susana Martín Belmonte, 2017, On de-commodification, abundance and capital for the commons http://commonstransition.org/susana-martin-belmonte-on-de-commodification-abundance-and-capital-for-the-commons/

Karl Marx, 2007 (edición original de 1867), El Capital. Libro I – Tomo I, Akal, Madrid

Vicenc Navarro, Juan Torres López, 2012, Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero, Espasa, Barcelona

J. Pérez de Lama, 2015, Deleuze / Foucault y el poder: incitar, suscitar, combinar…, en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2015/05/06/deleuze-foucault-y-el-poder-incitar-suscitar-combinar/

____, 2016, Tecnopolíticas: una primera aproximación, en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2016/11/05/tecnopoliticas-una-primera-aproximacion/

Ann Pettifor, 2017, The Production of Money. How to Break the Power of Banks, Verso, Londres

Brett Scott, 2013, The Heretic’s Guide to Global Finance. Hacking the Future of Money, Pluto Press, Londres

Juan Torres, 2017, Economía para no dejarse engañar por los economistas, Deusto, Barcelona

Yanis Varoufakis, 2012 [primera edición, revisada, 2010], El Minotauro global. Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía mundial, Capitán Swing, Madrid

Langdon Winner, 1989, The Whale and the Reactor. A Search for Limits in an Age of High Technology, The University of Chicago Press, Chicago

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6 comentarios en “Sobre la tecnopolítica del dinero o el dinero como tecnología

  1. El dinero….»de dónde vino, a dónde fue» dice un libro de Galbraith.
    En ese título tan sugestivo se guarda la magia, el misterio y la esencia de tan enigmático medio de cambio.
    La magia de su multiplicación reside en interconectar débitos y créditos en una red mundial cuya suma es cero. Deben empresas,familias y Estados.¿A quién?
    A empresas,familias y Estados,por la misma cantidad.Cuando dichas conexiones se realizan en relaciones circulares como en la «parábola» del dinero,donde se es acreedor de la misma cantidad de la q se es deudor, podríamos zanjar las deudas como dice Torres López, con un saludo,un guiño o un abrazo.
    Lo interesante para el poder es generar deudores,apropiándose de sus medios de intercambio que,de otra forma, les permitirían satisfacer las necesidades sin endeudarse.
    Interés,usura,beneficio…..y poder..
    El gran Anisi definía el poder como la apropiación del tiempo de los demás con el menor esfuerzo posible.
    Que gran verdad.
    Gran post, Pérez de Lama.Poliédrica visión del dinero, que da pie a reflexión y mayor estudio.

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    1. Hola Paco, gracias por tu comentario. Me alegra que una persona docta en la materia como tú aprecie estas reflexiones más bien «amateur». Una duda: la suma cero sería si no hubiese interés en el crédito? Pienso así a vuela pluma… La cuestión que aventuraba sobre el interés y la necesidad del «crecimiento», me gustaría pensarla más… En realidad, tomando la teoría del valor-trabajo, lo que aumenta «la riqueza» no sería propiamente el interés, como el trabajo que se incorpora a los bienes no perecederos que se producen… Aunque igual también el de los servicios… Una riqueza diferente ésta en la que no habría acumulación de capital necesariamente… El interés sería lo que permite acumular esa riqueza por parte de los que prestan, normalmente en forma de capital… En fin… Ya comentamos…
      Tengo que leer el libro que recomendasteis de Anisi. Lo apunto en la lista. Salud y seguimos!! jpl

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      1. José,gracias por tu amable comentario.
        Efectivamente,la suma cero hace referencia a deuda viva, prescindiendo de intereses.
        Para seguir pensando….:
        Si parte del «plusvalor» no entregado previamente al trabajador, se le presta a cambio de un interés….se transfiere todavía más renta al capital…
        Seguimos.
        Un Saludo

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  2. Genial como siempre, Jose. Desde luego es un tema apasionante. No existen estudios sobre los efectos distributivos de la política monetaria…aunque hay mil sobre cualquier otra política. A mí me da de pensar.
    El libro de Pettifor hay que leerlo porque da la vuelta a muchos de los aspectos que hemos dado, ingenuamente, como dados como por ejemplo eso que cuentas de las reservas y su origen que otro día comentamos…

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