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Recordando a David Graeber: ¿es la actitud moralista en relación con el trabajo la que está acabando con el planeta?

Imagen: captura de un tuit de David Graeber del pasado mes de julio de 2020
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José Pérez de Lama

*** Modesto homenaje de arquitecturaContable a David Graeber

[1] Trabajo, — ya sabemos –, como casi todos los términos interesantes significa cosas contradictoriamente polisémicas. Por un lado, significa lo que hacemos para transformar el mundo y adaptarlo a nuestras necesidades, para hacerlo más habitable,  para obtener los recursos necesarios para la vida. Por otra, en nuestro sistema social, en tanto que empleo, constituye una forma de sujeción y quizás explotación — desde Marx es difícil abandonar la sospecha de esto último. Casi todos necesitamos tener un trabajo porque constituye la forma en que la mayoría nos ganamos la vida, pero a la vez,  mucho de las cosas que tenemos que hacer en nuestros trabajos, por decirlo sin entrar en excesivas complejidades, no son las que haríamos si pudiéramos elegir libremente.

El mes pasado, con su característica brillantez, David Graeber, que murió pocos días después, ponía un par de tuits divertidos sobre este asunto del trabajo, sobre el que sus seguidores saben perfectamente que venía escribiendo durante los últimos años — muchos sabréis que su último libro publicado se tituló Bullshit jobs. A TheoryBullshit jobs es el nombre que inventó para describir la proliferación durante las últimas décadas de trabajos sin sentido, absurdos y poco útiles.

En este par de tuits que recordaba Graeber nos hacía sonreír con su inteligencia burlona y provocadora, haciéndonos dudar de la virtud del trabajar duro, que por temporadas algunos hemos llegado a considerar algo casi sagrado…

Decía así, entonces, el pasado 14 de julio (captura al principio del post del tuit original):

Serie Propuestas inmodestas en Radio 4: el trabajo está destruyendo el planeta. Para salvarnos a nosotros mism*s podemos empezar por

1. eliminar los trabajos inútiles (bullshit jobs)
2. parar de construir sin sentido (batshit construction)
3. terminar con la obsolescencia planificada.

[twitter.com/davidgraeber/status/1283053313735495692]

Y continuaba en el mismo hilo:

esto es,

la cuestión clave: "no es nuestro hedonismo el que está destruyendo el planeta, es nuestro puritanismo," el hecho de que sintamos que todo el mundo debe estar constantemente trabajando, independientemente de que se necesite que algo sea hecho, para justificar nuestros placeres de consumidores.

Por supuesto Graeber relacionaba esto con el debate sobre los trabajos que estos meses atrás, más que nunca, se habían demostrado como «esenciales» — y por contraste los que se revelaron como menos, o como prescindibles, los quizás bullshit jobs, como muchos de los nuestros que andamos leyendo y escribiendo blogs y tuits y cosas así… 🙂 (véanse las entrevistas enlazadas al final). Seguir leyendo Recordando a David Graeber: ¿es la actitud moralista en relación con el trabajo la que está acabando con el planeta?

Posibilidades económicas de nuestros nietos, J.M. Keynes, 1930

Josseline Jara, Estrella Ruiz Martín y Luisa Montes Ruiz, estudiantes de Arquitectura, han tenido la iniciativa de traducir este – frecuentemente citado – texto de J.M. Keynes, que no se encontraba en castellano en la web. La actualidad del texto tiene que ver con los debates sobre el fin del trabajo/empleo relacionado con los avances tecnológicos y de la riqueza en las sociedades contemporáneas. La traducción la han hecho en el contexto de una asignatura que imparto en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla sobre la ciudad contemporánea (JPL).

john-maynard-keynes-1908_720pJohn Maynard Keynes, by Gwendolen Raverat (1908). Source: National Portrait Gallery

Posibilidades económicas de nuestros nietos

John Maynard Keynes (1930)

Traducción de Josseline Jara, Luisa Montes Ruiz & Estrella Ruiz Martín, 10/2016; revisión de José Pérez de Lama. Original procedente de: John Maynard Keynes, Essays in Persuasion, New York: W. W. Norton & Co., 1963, pp. 358-373.

Versión beta

I

Sufrimos en la actualidad un ataque de pesimismo económico. Es común oír decir a la gente que la época de enorme progreso económico que caracterizó el siglo XIX se terminó; que la rápida mejora del nivel de vida va a empezar ralentizarse, sobre todo en Gran Bretaña; que una reducción de la prosperidad es más probable que su mejora en la década que tenemos delante.

Creo que esto es una interpretación tremendamente errónea de lo que nos está pasando. Estamos sufriendo, no por el reumatismo de la edad, sino por el dolor que producen los rápidos cambios, por el dolor de reajustarnos entre un período económico y otro.

El incremento de la eficiencia técnica ha estado ocurriendo con mayor velocidad de la que podemos tratar con el problema de la absorción de la mano de obra; la mejora del nivel de vida ha sido un poco demasiado rápida; el sistema bancario y monetario mundial ha estado tratando de impedir que los intereses caigan tan rápido como requeriría el equilibrio. Y aún así, el gasto y la confusión que vivimos afectan a menos de un 7,5% del ingreso nacional; hemos desperdiciado un chelín y seis peniques de cada libra, y ahora sólo tenemos 18s. 6d. [18 chelines y 6 peniques]  cuando podríamos tener una libra de haber sido más sensatos; y sin embargo, los 18s. 6d valen tanto como lo habría hecho la Libra hace cinco o seis años. [1] Olvidamos que en 1929 la producción industrial de Gran Bretaña fue la mayor de todos los tiempos, y que el excedente neto de la balanza de pagos disponible para nueva inversión externa, tras el pago de todas nuestras importaciones, fue mayor el pasado año que el de ningún otro país, siendo en efecto un 50% mayor que el correspondiente excedente de los Estados Unidos. O de otra manera – si es una cuestión de comparación – supongamos que si redujéramos nuestros salarios a la mitad, repudiáramos cuatro quintas partes de la deuda nacional, y convirtiéramos nuestra riqueza excedente en oro en lugar de prestarla al 6 por ciento o más, nos pareceríamos a la ahora muy envidiada Francia. Pero, ¿supondría una mejora? Seguir leyendo Posibilidades económicas de nuestros nietos, J.M. Keynes, 1930

Sobre las supuestas tribulaciones de la clase ociosa

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Imagen: Diego López de Arenas, 1633, Breve compendio de la carpintería de lo blanco, p. 23, razimos amedinados, _ diferentes distribuciones de una decoración de mocárabes para cúpula ochavada

Por Jose Pérez de Lama

J.M. Keynes, en un texto que probablemente ya he comentando en estas páginas, Las posibilidades económicas de nuestros nietos (1930), afirmaba entonces que si la economía y la sociedad hubieran seguido la tendencia de los últimos siglos de desarrollo, sus nietos, – que seríamos nosotros -, habríamos podido gozar de una vida digna sin la necesidad de trabajar en el sentido tradicional, esto es, a cambio de un salario. Resulta curioso, que uno de las cosas que preocupaban a Keynes en la conferencia que da lugar al texto, era si la gente sabríamos vivir sin el trabajo, – que había constituido durante los siglos precedentes – la ética protestante, y luego la ética de la clase trabajadora – uno de los elementos principales para la construcción de la identidad de las personas. A Keynes el ejemplo alternativo de las clases ociosas inglesas de su tiempo, de las que no estaba muy alejado, no le parecía particularmente bueno – y quizás ahí se pueda notar una cierta influencia de Thorstein Veblen. La gente, pensaba Keynes, tendría que aprender a vivir de otra forma, inventar otra forma de vivir – y eso nunca parece ser fácil. Para abordar este problema Keynes planteaba que durante un período de transición se trabajasen 15 horas a la semana, lo que permitiría ir acostumbrándose poco a poco a las nuevas condiciones. Ésta parece ser una preocupación más general, y cuando se habla de la Renta Básica Universal, por ejemplo, una de las críticas que típicamente se plantean es que la gente no sabría qué hacer sin trabajar tener que trabajar por obligación, y que se dedicarían a ver la tele y emborracharse, cuando no a crear conflictos. Seguir leyendo Sobre las supuestas tribulaciones de la clase ociosa