H. Zell, conchas usadas como dinero en la Antigüedad; Palou Tello, Batu Islands, Indonesia. Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Shell_money
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¿Es hora de la TMM? Es hora de rescatar a las personas
Francisco Lechago
A modo de introducción
España, al igual que el resto del mundo, está sufriendo un drama y una calamidad sanitaria que no tiene precedentes desde hace por lo menos un siglo. Es una situación nueva que ha dejado perpleja a la sociedad en su conjunto, debido a que se han tenido que tomar medidas de confinamiento absoluto de la población, en un ambiente de angustia por el miedo a contagiarse del COVID_19, y todavía peor, por miedo a morir, e incluso, no poder acompañar a familiares enfermos y fallecidos.
No suficiente con el drama sanitario y psicológico en las personas, como no podría ser de otra forma, tenemos servido el drama económico de paralización casi absoluta de la economía, propiciado por el confinamiento en estado de alarma.
España, como es sabido, tiene una estructura socioeconómica muy débil que funciona “relativamente bien”, en épocas estables y de crecimiento económico, pero que es tremendamente vulnerable a cualquier alteración o shock, ya sea puramente económico, o excepcionalmente, como en este caso, de pandemia sanitaria.
A partir del 15 de marzo de este año 2020, una vez decretado el estado de alarma, y la consiguiente paralización de la economía, surgió como un torbellino el drama económico. Miles de personas que acababan contrato, pasan al paro, cientos de miles de autónomos dejan de trabajar y dejan de percibir ingresos, así como pymes y microempresas, que de la noche a la mañana tienen que enviar a sus empleados a casa por falta de ingresos.
¿Cuál es el porvenir económico, en este estado de confinamiento, de la gran mayoría de las personas que no son ni empresarios solventes, ni funcionarios, ni pensionistas? La economía, la sociedad, los diferentes agentes, ¿tienen capacidad para “rescatar” a estas personas? ¿Quién puede y debe dar cobertura y seguridad a estas personas? ¿De qué forma hacerlo?
En este post, intentaré contestar a estas cuestiones y veremos que muchas veces nos informan de manera equivocada, ya sea por ignorancia y/o intencionadamente, sobre estos asuntos.
Por último, adelantaré, ahora, mi posición respecto a los déficits públicos: Estoy rotundamente en contra de los déficits públicos. Los déficits públicos perjudican gravemente a las personas y son una aberración que ningún gobierno debería permitir.
Puede que esto provoque cierta perplejidad. Volveré sobre ello al final del
post.
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Parece imposible políticamente, en una democracia capitalista, organizar el gasto público a una escala lo suficientemente grande como para llevar a cabo el gran experimento que probaría lo correcto de mis argumentos, como no sea en las condiciones creadas por una guerra. ____ Keynes
Con la introducción anterior he querido dejar constancia de que hay un problema de vulnerabilidad severa, de asalariados precarios y no tan precarios, autónomos y pequeños empresarios. Dicho esto, no queda otra que ponerse manos a la obra para aliviar su situación a corto plazo, para garantizar unas perspectivas laborales a medio plazo y para salvar al conjunto de la economía en su totalidad (globalidad).
Antes de exponer quién y cómo debe de actuar activamente para atenuar los efectos negativos de esta emergencia, me gustaría hacer referencia a la reacción individual o colectiva de la sociedad en general, para ayudar, en las medidas de las posibilidades y de la conciencia de cada una/o. Numerosas personas, me consta, que han hecho donaciones a través de cuentas bancarias, a ONGs, Cruz Roja y entidades similares. A través de la red se ha enviado de manera generosa, tanto empresas como particulares, recursos de todo tipo, culturales, de ocio, de utilidad doméstica etc., para hacer más llevadero el
confinamiento (las consecuencias psicológicas y de patologías físicas, son en este momento un misterio).
A nadie escapa que el Estado, el sector Público, es el que puede y debe tomar las riendas para resolver, primero el drama sanitario y al mismo tiempo, el drama económico.
Por suerte o por desgracia, la economía está globalizada y las decisiones económicas de un país por parte de las autoridades estatales, no dependen exclusivamente de sus decisiones internas. En el caso de España, al pertenecer al espacio europeo, las ayudas económicas a la población dependen en gran medida de decisiones aprobadas en Bruselas, que aun suponiendo correctas, un arsenal de burocracia hace que cuando menos lleguen con retraso e ineficiencia.
¿Qué se debe hacer entonces?
Se deben tomar decisiones de política económica, que tienen un gran coste económico y esto se hace exclusivamente con voluntad política.
Con voluntad política no podemos tener en nuestra mano la luna, ni falta que nos hace, pero sí se puede rescatar a las personas. Llamo rescate a la acción de los poderes públicos encaminada a dignificar la vida de las personas y empresas más vulnerables.
Tarea de los poderes públicos será “inventariar” las situaciones de vulnerabilidad y pérdida de recursos de dichas personas y empresas. De este inventario saldrá una cifra (muy elevada, sí), la cual debe de ser transferida por el sector público a los afectados.
Y entonces es cuando “la gente seria con corbata” y la mayoría de los medios se ponen nerviosos:
- Eso es una barbaridad de dinero
- No hay Estado o gobierno que pueda pagar eso
- ¿De dónde vamos a sacar el dinero?
- EL déficit, y por tanto la deuda, se dispararía.
- Europa no nos va a dejar; Europa tiene unas reglas.
- No tenemos soberanía monetaria. El Banco Central Europeo es el que marca las pautas.
- La prima de riesgo se dispararía.
- Los mercados financieros darían la espalda a nuestro país y el IBEX tendría pérdidas millonarias y el desempleo aumentaría a dígitos jamás vistos.
- España no puede trasladar a las generaciones futuras el coste de una deuda que es inasumible.
- Se podrá gastar, exclusivamente, la cifra que permita que los indicadores de gasto público sean coherentes con nuestra economía.
Desgraciadamente, este el pensamiento imperante en Europa, en el gobierno, en el IBEX, en los medios de comunicación, en think tanks, en universidades y por supuesto, en los bares. Pensamiento que tiene costes en vidas humanas (precariedad, enfermedad, marginación, desigualdad y pobreza). ¿Habremos aprendido alguna lección de la crisis de 2008?
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¿Qué cantidad de recursos y dinero habrá que transferir a los colectivos vulnerables para poder hacer esta grave crisis más llevadera y no dejar a nadie en la cuneta?
La respuesta a esta interrogante es bastante sencilla, habrá que transferir los recursos que permitan rescatar a dichos colectivos. Recuérdese la definición de rescate aludida anteriormente.
Si dejamos un rato aparcados a los colectivos que ven imposible realizar este rescate, sería el momento de dar unas ideas o nociones que nos permitan acercarnos a nuestro objetivo.
Las “soluciones” siempre son eminentemente ideológicas ya que cualquier propuesta de política económica tiene en cuenta los hechos reales y su posible solución en base a preferencias ideológicas donde entran en juego la visión que se tenga de la equidad, la igualdad, la justicia social, etc.
Aquí plantearé unas pinceladas basadas en la Teoría Monetaria Moderna (TMM) siendo consciente de que es una forma, entre muchas, de rescatar a las personas y de hacer política económica. Ya advierto, que no quiere decir que sea una teoría infalible, ni tenga fallos, ni en última instancia sea la mejor.
¿Por qué desde el punto de vista de la TMM no supone un problema gastar todo lo que sea necesario para rescatar a la gente? Porque los gobiernos no tienen restricciones a la hora de gastar ya que no dependen de los ingresos obtenidos mediante impuestos.
Y esto, ¿cómo puede ser?
El Estado es el monopolizador absoluto de emisión de moneda, puede emitir dinero de manera infinita, pero no hace falta imprimir billetes como se suele decir, basta con hacer una anotación contable añadiendo dígitos de forma electrónica. Esto no podría ser así en caso de que la moneda estuviera referenciada al oro como ocurría antes de 1971.El sistema actual es un sistema fiduciario cuyo único respaldo es el estado dándole legalidad.
Un economista progresista de la rama imperante (neokeynesiana), nos diría que efectivamente hay que rescatar a las personas pero que eso no sale gratis y tiene como contrapartida un futuro aumento de los impuestos para equilibrar un gasto público mayor. Es más, en un contexto como el español, que no tiene soberanía monetaria, hay que cuidar mucho los ingresos para tener un presupuesto equilibrado a lo largo del ciclo.
Una de las principales premisas de la TMM es que los impuestos no financian el gasto público. Para que la ciudadanía pueda pagar impuestos, previamente el sector público ha tenido que gastar en la moneda de la que se tiene el monopolio. ¿Para qué esperar a recibir algo que yo produzco (los euros) y luego hacer el gasto? Rápidamente y dándole una oportunidad a esta premisa, lo primero que se piensa es para qué sirven entonces los impuestos. O, dicho de otra forma, ¿la TMM necesita los impuestos o podría prescindir de ellos?
Efectivamente, para poder gastar no se necesita previamente ingresar por vía impositiva, no obstante, los impuestos juegan un papel necesario en la economía desde el punto de vista del equilibrio de precios, es decir son un regulador para que no se produzcan tensiones inflacionistas.[1] El Estado inunda de gasto al sector privado y es el propio Estado el que detrae parte de esa liquidez a la ciudadanía. Dicho de otra forma, los impuestos ayudan a evitar tensiones inflacionistas. Pero no sólo eso, los impuestos actúan como elemento redistribuidor de la renta entre la población, gravando de forma progresiva a los que más tienen. En este punto se podría debatir la efectividad de los sistemas impositivos desde el punto de vista equitativo, pero no es asunto en este post.
En este punto, podríamos hacernos la siguiente pregunta, ¿qué papel desempeñan los déficits públicos si consideramos estos como el exceso de gasto público respecto a los ingresos públicos?
Siguiendo el hilo de la TMM, ese déficit público son recursos adicionales que van
a parar al sector privado ya que el déficit de un sector (público) es superávit de
otro sector (privado).[2]
Un pequeño ejemplo servirá para visualizar esta idea: Supongamos que el sector público tiene en este momento el presupuesto equilibrado, es decir, gasto público es igual a ingresos públicos, y se decide hacer un gasto público adicional contratando mil sanitarios. Para simplificar, supongamos que dicho gasto público (que va a ser deficitario) se corresponde con el sueldo de esos sanitarios. ¿Qué se ha conseguido con este déficit público? Pues nada más y nada menos que un ahorro privado [3] equivalente,
que se materializa en empleo, en consumo y en pago de impuestos que retornan al sector público, es decir, el déficit publico ayuda a incrementar el PIB.
¿Es conveniente estar en un estado permanente de déficit público?
No parece una buena idea ya que como vemos, los déficits públicos “calientan” la economía y en un momento dado se pueden producir tensiones inflacionistas. “¡Vaya paradoja! Los defensores de la TMM preocupados por la inflación, cuando no tienen miedo ni escrúpulos de hacer funcionar a la máquina de hacer billetes”
¿Y qué ocurre con la deuda pública?
En la economía real ortodoxa, la acumulación de déficits fiscales genera la necesidad de financiar dichos déficits con deuda pública. Dicha deuda será sostenible, siempre que se utilice para actividades de inversión, que hará crecer el PIB, y no para financiar gasto. Se suele decir que mientras los intereses de la deuda estén por debajo del crecimiento de la economía, no habrá problemas de sostenibilidad de la deuda. Cierta ortodoxia admite que el estado no funciona como una familia, por lo que podrá renovar a perpetuidad sus préstamos.
Alan Greenspan llegó a decir que” Estados Unidos puede pagar cualquier deuda que tenga, porque siempre puede imprimir dinero para hacerlo. Por eso, la probabilidad de default de Estados Unidos es nula.” [4]
La deuda pública es un elemento muy polémico y más a raíz de las consecuencias que trajo la gran recesión de 2008.Se llegó a plantear que se hiciera una auditoría de deuda pública, dado que una parte importante llegó a considerarse ilegítima.[5]
La TMM, por su parte, dice que la emisión de deuda no es estrictamente necesaria para un país con soberanía monetaria. Los déficits se podrían monetizar fácilmente con emisiones del banco central.
¿Y qué ocurre con los países como España que no tiene soberanía monetaria?
Las normas de la UE blindaron la actuación del BCE de tal forma que se le prohíbe financiar directamente los déficits de los Estados. Esto es así, porque se acabaría el negocio de la banca y los intermediarios financieros. La banca y los inversores financieros compran las emisiones de deuda de los tesoros públicos y el banco central puede comprar dicha deuda en el mercado secundario de tal forma que puede influir en el tipo de interés de referencia, pero nunca en la oferta monetaria. Resumiendo, se puede decir que la compra de deuda pública es un gran negocio para la banca. En España se ha estado dedicando una cantidad que ha sobrepasado los 30.000 millones de € anuales en intereses de la deuda.
En este contexto de situación de emergencia sanitaria donde van a hacer falta una enorme cantidad de recursos financieros públicos y donde el BCE ni está, ni se le espera, queda como mal menor la voluntad de emisión de “eurobonos”, que pretendería mutualizar las deudas del conjunto de los países de la Eurozona, pero que desgraciadamente tampoco llegará a buen puerto por la negativa de Países Bajos y Alemania.
Efectivamente, la MMT no es posible en un contexto de pertenencia a la UE donde el Banco de España no tiene autonomía en política monetaria, pero se hace necesario abrir los ojos del BCE y de la Unión Europea en su conjunto, instituciones que tienen armas suficientes para regar a sus miembros de financiación directa, es decir, dinero del BCE directamente a los gobiernos.
Dinero obtenido de la nada y sin ninguna implicación sobre el déficit y deuda de los estados miembros. Las pugnas entre “los dos bandos” europeos, los que “siempre cumplen” (Alemania, Países Bajos, Austria, etc.) y los “proscritos” (países del sur), para dar solución económica a la pandemia, están resultando tan decepcionantes como en la crisis anterior. No hay ánimo de mutualizar deudas, ni creando una estructura de eurobonos. La financiación directa a los países por el BCE se convierte en una auténtica utopía. ¿Por qué? Es un tema exclusivo de no tener voluntad política para solucionar los problemas de los europeos.
Como decía al principio de este post, efectivamente,
Estoy rotundamente en contra de los déficits públicos. Los déficits públicos perjudican gravemente a las personas y son una aberración que ningún gobierno debería permitir.
Estoy en contra de los déficits públicos en sanidad, en educación, en servicios sociales, en rentas vitales, en vivienda, en trabajo porque son los pilares de la implantación en el planeta de esos valores de libertad, igualdad y fraternidad, que son el núcleo de la Europa a la que queríamos aspirar, y nuestra mejor aportación a la lucha por los derechos de los oprimidos.[6]
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[1] Este punto es polémico ya que desde una posición postkeynesiana, políticas expansivas de demanda agregada a través del gasto público no producirían tensiones inflacionistas siempre y cuando la economía no se encuentre en el pleno empleo.
[2] La TMM ha incorporado un enfoque para analizar los déficits, el marco de «equilibrios sectoriales», desarrollado por el fallecido economista británico Wynne Godley, lo que implica que los déficits del gobierno a menudo son necesarios para impulsar los ahorros en el sector privado.
[3] El volumen de ahorro de la economía vendrá determinado por la suma del déficit público, la inversión y las exportaciones netas.
[4] Véase, Torres López: “Economía para no dejarse engañar por los economistas” pág.158.
[5] Véase; “Qué hacemos con la deuda” Medialdea, Laborda y otros.
[6] Me he permitido el lujo de parafrasear al gran catedrático de economía David Anisi en “Reinventando el Estado de bienestar.”
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#paraSaberMás
Álvarez, I., Luengo F., Uxó J. “Fracturas y crisis en Europa” Clave Intelectual 2013
Anisi, David, “Trabajar con red” Alianza Editorial, 1988
Anisi, David, “Reinventando el estado de bienestar” Avilés, septiembre de 2005
Medialdea, B., Laborda, J. y otros, “Qué hacemos con la deuda” Akal,2013
Torres López, J. “Economía para no dejarse engañar por los economistas” Deusto 2016
Galbraith, J.K. “El dinero” Orbis ediciones 1983
Galbraith, J.K “Historia de la economía” Ariel 2012
Ha-Joon Chang, “Economía para el 99% de la población” Debate 2015
Lavoie, M. “La economía postkeynesiana” Icaria editorial 2005
Mosler W. “Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica” Lola Books 2015
Randall Wray, L. “Teoría monetaria moderna” Lola Books 2015