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Unas notas sobre decrecimiento: el caracol de Ivan Illich y alguna otra cosa

Fosil deParkinsonia parkinsoni procedente de Sherborne, Dorset, en el Natural History Museum de Londres. Fuente: https://en.wikipedia.org

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Comentarios y selección de José Pérez de Lama

Leyendo estos días sobre decrecimiento, en particular a Serge Latouche (Pequeño tratado del decrecimiento sereno); se ve que es un asunto de autolimitación y de proporciones; aunque una idea de la proporción algo diferente, quizás, de la de los arrquitectos clásicos.

La famosa cita de los años 60 del economista ecológico Kenneth E. Boulding nos sugiere esta idea de proporción:

«Anyone who believes that exponential growth can go on forever in a finite world is either a madman or an economist.» Esto es, «Quien crea que el crecimiento exponencial pueda continuar indefinidamente en un mundo finito es un loco o un economista».

Dicen a su vez Latouche/Illich:

«El caracol – nos explica Ivan Illich – construye la delicada arquitectura de su concha sumando, una a una, espiras cada vez más grandes, luego se detiene bruscamente y empieza ahora a hacer giros decrecientes. Una sola espira más haría que la concha fuera dieciséis veces más grande, lo que en lugar e contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. A partir de entonces cualquier aumento de su productividad servirá solamente para paliar las dificultades creadas por una concha que ha crecido más allá de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de amplitud de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética.

Sigue Latouche:

«Este divorcio del caracol respecto de la razón geométrica, a la que se había unido durante algún tiempo, nos muestra el camino de «decrecimiento», en la medida de lo posible, sereno y amable.»

Serge Latouche, 2009, Pequeño tratado…, p. 32-33, citando a Ivan Illich, en Le genre vernaculaire

Y otra cita más de Latouche:

«El crecimiento hoy en día sólo es un asunto rentable a condición de que el peso y el precio recaigan en la naturaleza, en las generaciones futuras, en la salud de los consumidores , en las condiciones de trabajo de los asalariados y, más aún, en los países del Sur. Por eso es necesario hacer una ruptura. Todo el mundo o casi todo el mundo está de acuerdo en esto, pero nadie se atreve a dar el primer paso.»

Serge Latouche, 2009, Pequeño tratado…, p. 43

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Lo de la proporción, por otra parte, casi siempre fue algo artístico; en la cocina, en la arquitectura, en la literatura, en las relaciones humanas… Aunque seguro que también hay maneras de abordarla desde lo científico.

Revisitando a Iván Illich: convivencialidad, tecnologías, instituciones


Iván Illich con Paule Freire en Perú, hacia 1972. Fuente: http://backpalm.blogspot.com/

Revisitando a Iván Illich: convivencialidad, tecnologías, instituciones

Publicado en LABlog 26/10/2015

José Pérez de Lama

Este medio tocayo de Lenin y casi homónimo del personaje de Tolstói es una singular figura de la segunda mitad del siglo 20 cuyas reflexiones reaparecen una y otra vez en conversaciones y textos más o menos alternativos sobre tecnologías, urbanismo y críticas a la idea de desarrollo. Según cuentan sus biógrafos, nació en 1926 en Viena, aunque su familia, de origen judío, vivía en una isla de Dalmacia (posteriormente Yugoslavia, y actualmente Croacia), adonde fue trasladado el mismo año de su nacimiento. Los avatares de la guerra europea lo llevaron a estudiar primero ciencias y después teología en Italia, y a continuación a ordenarse como sacerdote católico. Tras hacerse defensor de la feligresía portorriqueña de Nueva York y dirigir una institución en Puerto Rico, se convirtió en un severo disidente de las políticas estadounidenses en Latinoamérica, dejó la Iglesia, y estableció un centro de estudios críticos de la teoría y las políticas del desarrollo en Cuernavaca, México (CIDOC). Consecuente con su propia crítica de las instituciones, disolvió este centro a los diez años de su creación (1976), repartiendo sus recursos entre grupos y entidades locales.

El pasado verano, en un doble movimiento serendípico, tras coincidir en un almuerzo con Ada Colau y su equipo en un pequeño restaurante cerca de la plaza de San Jaume en Barcelona, me encontré en una librería con una reedición del libro de Illich, La convivencialidad, – sobre el que ahora haré unos comentarios.

El propio Illich define el libro como un manifiesto o panfleto, haciendo apología del género (Hornedo, 2014: 18). El texto es algo desordenado y quizás reiterativo, y hoy, unos 40 años después de que fuera publicado, se lee como si estuviera escrito desde un lugar extraño – comparando la alquimia con la educación, preguntándose por la utilidad social de la medicina institucionalizada, cuestionando los automóviles y la movilidad, reflexionando sobre los tiempos en los que la energía disponible para los humanos era principalmente la generada por su propio cuerpo… Aún así, o precisamente por eso, los asuntos que plantea son tremendamente actuales. Los definiría como tecnopolítica, esa palabra tan de moda, que interpreto, no como el uso de twitter, facebook, google y herramientas varias para el activismo, como se tiende a hacer últimamente, sino en un sentido más general, como es el de las políticas tecnológicas y las implicaciones políticas de las tecnologías y de su implementación.
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Modelo de financiación universitaria, contabilidad y otras artes esotéricas

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Lincoln pixel values, fuente: http://openframeworks.cc/ofBook/images/image_processing_computer_vision/images/lincoln_pixel_values.png

Modelo de financiación universitaria, contabilidad y otras artes esotéricas

Por José Pérez de Lama

Formo parte del Consejo de Gobierno de la Universidad de Sevilla desde hace unos años – en representación del Personal Docente e Investigador laboral (el llamado sector B) y por elección de mis compañeros – elección que, por otra parte, aunque agradezco como un honor, no tengo nada claro si fue demasiado lúcida. Los miembros y miembras del Consejo de Gobierno, – salvo el equipo del Rector – últimamente denominado su Consejo de Dirección (¡oh!) -, a pesar del estupendo nombre y de un sugerente párrafo en el Estatuto de la universidad, en realidad gobernamos muy poco. Nuestra labor fundamental, por lo que he aprendido estos años, es asentir y refrendar con nuestros votos lo que el Rector de turno proponga, salvo que seas del sector B (profesores laborales) o del C estudiantes, que ocasionalmente protestamos o votamos en contra o nos abstenemos, asumiendo la labor adicional de ayudar a dar una imagen de democracia y pluralidad. Se imagina uno, que quizás otra labor de los miembros y miembras del CG, aunque no esté recogida en el Estatuto, sea la de negociar más o menos privadamente antes y después de las sesiones formales sus votos de apoyo.

Se aprende mucho en cualquier caso formando parte del CG: sobre el funcionamiento de nuestras instituciones, sobre la sociedad y las personas, – y aunque uno a veces se tome estas cosas “por la tremenda”, supongo que, con el paso de los años, el haber vivido estas experiencias constituirá un amable recuerdo.

Una de las cosas sobre las que he aprendido es sobre presupuestos y contabilidad, pasando de percibirlos con una cierta condescendencia desde mi posición de… ¿humanista-artista?, a reconocerlos como unas de las artes más avanzadas y esotéricas de la contemporaneidad. Seguir leyendo Modelo de financiación universitaria, contabilidad y otras artes esotéricas