Walter Benjamin: sobre fantasmagorías y flâneurs

Walter Benjamin, hacia la dé cada de 1930. Fuente: parisinstitute.org

Traducción y comentarios de José Pérez de Lama; recordando a mi abuela Lolita que llamaba flanear a ir a pasear viendo escaparates y haciendo algunas compras

Traducción del inglés de unos fragmentos de Paris, capital del siglo XIX (versión de 1939). En construcción.

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De la Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Paris,_Capital_of_the_19th_Century

«En París, capital del siglo XIX Walter Benjamin trata de la co-evolución de arquitectura, planeamiento urbano, formas artísticas y subjetividades».

«Al final de los años 20, WB empezó a recopilar materiales e ideas sobre la historia de la emergencia del capitalismo urbano de la mercancía (urban commodity capitalism) en París en torno a 1850 (un estudio que se transformó posteriormente en el Proyecto de los Pasajes [Das Passagenwerk].»

«París, capital del siglo XIX está organizado en seis secciones: (1) Fourier o los pasajes; (2) Daguerre o los panoramas; (3) Grandville o las exposiciones mundiales; (4) Luis Felipe o el interior; (5) Baudelaire o las calles de París; (6) Hausmann o las barricadas. Cada título de capítulo empareja una figura importante de la historia de la ciudad con una innovación contemporánea de la arquitectura propia de París.»

En la «exposición» de 1939, las seis secciones son precedidas por unos párrafos sobre la fantasmagoría que caracterizarían la modernidad urbana. Fantasmagorías eran las proyecciones de sombras y luces que se pusieron de moda en los siglos anteriores… una especie de protocine.

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Paso a traducir esta introducción sobre la fantasmagoría.

La historia es como Jano, tiene dos caras. Bien mire hacia el pasado, bien al presente, ve las mismas cosas. ~ Maxime du Camp, París, vol. 6, p. 315.

El objeto de este libro es una ilusión expresada por Schopenhauer con la siguiente fórmula: para capturar la esencia de la historia es suficiente comparar a Herodoto con el periódico de la mañana. Lo que se expresa aquí es un sentimiento de vértigo característico de la concepción de la historia del siglo XIX. Corresponde a un punto de vista de acuerdo con el cual el curso del mundo es una interminable serie de hechos congelados en forma de cosas [things]. El residuo [resultado] característica de esta concepción es lo que se ha llamado «Historia de la Civilización», la cual hace un inventario, punto por punto, de las formas de vida y creaciones de la humanidad. Las riquezas así amasadas en el erario de la civilización aparecen como si estuvieran identificadas para siempre. Esta concepción de la historia minimiza el hecho de que estas riquezas deben, no sólo su existencia, sino también su transmisión a un constante esfuerzo de la humanidad – un esfuerzo por el que, además, estas riquezas son extrañamente alteradas.

Nuestra investigación se propone mostrar cómo, como consecuencia de esta reificante representación de la civilización, las nuevas formas de conducta y las nuevas creaciones basadas en la economía y las tecnologías que debemos al siglo XIX entran en el universo de la fantasmagoría. Estas creaciones son objeto de esta «iluminación» no sólo de manera teórica, por transposición ideológica, sino también en la inmediatez de su presencia perceptible. Se hacen manifiestas como fantasmagorías. Así aparecen los pasajes –primer caso en el campo de la construcción en hierro; así aparecen las exposiciones mundiales, cuya conexión con la industria del entretenimiento [ocio] es significativa. También se incluye en este orden de fenómenos la experiencia del flâneur, que se abandona a sí mismo a la fantasmagoría del mercado. Correspondiéndose con estas fantasmagorías del mercado, donde la gente aparece sólo como tipos, están las fantasmagorías del interior, constituidas por la imperiosa necesidad del hombre de dejar la huella de su existencia privada e individual en los cuartos que habita. En cuanto a la fantasmagoría de la civilización misma, encontró su gran campeón en Hausmann y su manifestación expresa en la transformación de París.

Aún así, la pompa y el esplendor con que la sociedad productora de mercancías se rodea a sí misma, así como su ilusorio sentido de seguridad, no son inmunes al peligro; el colapso del Segundo Imperio y la Comuna de París se lo recuerdan. Durante el mismo período, el más temido adversario de esta sociedad, Blanqui, le reveló, en su último escrito, los terroríficos rasgos de la fantasmagoría. La humanidad aparece ahí como condenada. Todo lo nuevo que pudiera esperar resulta ser una realidad que ya ha estado siempre presente: y esta novedad tendrá tan poca capacidad de dotarla de una solución liberadora como una nueva moda es capaz de rejuvenecer la sociedad. La especulación cósmica de Blanqui transmite esta lección: que la humanidad estará presa de una angustia mítica mientras la fantasmagoría ocupe un lugar en ella.

Comentario:

Más o menos se entiende: se produce una confusión entre presente y pasado: el presente se sigue interpretando con esquemas del pasado: en esto consisten las fantasmagorías.. Los objetos del pasado no se interpretan de forma nueva – como parece plantear WB que debería ocurrir.

Las fantasmagorías, más literalmente, serían proyecciones de sombras y luces, ilusiones, que nos impiden ver las cosas «como son». Y tienen que ver, parece ser, con la historia.

La mención al mercado y la mercancía, a la «reificación» de los procesos históricos – ver los productos de la historia como «cosas» – me hace pensar en el discurso del fetichismo de la mercancía de Marx. También el final de Blanqui, con el tema de la novedad…

Aún así, no comprendo por qué da tanta importancia a este asunto… Y por qué no está expresado con mayor claridad.

Si la explicación fuera en la línea de lo que se cuenta en la de la Wikipedia se entendería mucho mejor: «Al final de los años 20, WB empezó a recopilar materiales e ideas sobre la historia de la emergencia del capitalismo urbano de la mercancía (urban commodity capitalism) en París en torno a 1850». Y «en París, capital del siglo XIX Benjamin trata de la co-evolución de arquitectura, planeamiento urbano, formas artísticas y subjetividades».

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Sigue a continuación la traducción de los párrafos sobre  sobre el flâneur.

Baudelaire o las calles de París

I

Para mí todo se convierte en alegoría. ~ Baudelaire, Le Cygne

El genio de Baudelaire, que se alimentan de melancolía, es un genio alegórico. Con Baudelaire París se convierte por primera vez en objeto de poesía lírica. Esta poesía del lugar es lo contrario a la poesía de la tierra. La mirada que el genio alegórico vuelve sobre la ciudad revela, en su lugar, una profunda alienación. Es la mirada del flâneur, cuya forma de vida esconde tras un espejismo benéfico la ansiedad de los futuros habitantes de nuestras metrópolis. El flâneur busca refugio en la muchedumbre. La muchedumbre es el velo que transforma, para el flâneur, la ciudad familiar en fantasmagoría. La fantasmagoría en que la ciudad aparece ahora como paisaje, ahora como habitación, parece haber inspirado más tarde la decoración de los grandes almacenes, que ponían así a trabajar la flânerie para producir beneficio. En cualquier caso, los grandes almacenes son el nicho definitivo de la flânerie.

En la persona del flâneur, la intelectualidad se familiariza con el mercado. Se rinde al mercado pensando que está tan sólo mirando, aunque de hecho está ya buscando un comprador. En este estado intermedio, en el que aún tiene mecenas pero empieza a plegarse a las demandas del mercado (en la forma del folletín), constituye la bohème. La incertidumbre de su posición económica se corresponde con la ambigüedad de su función política. Esta última se manifiesta especialmente en la figura de los conspiradores profesionales, que son reclutados entre la bohème. Blanqui es el más destacado representante de este grupo. Nadie en el siglo XIX tuvo una autoridad revolucionaria comparable con la suya. La imagen de Blanqui pasa como un relámpago por las Litanías de Satán de Baudelaire. Sin embargo, la rebelión de Baudelaire es siempre la de un hombre asocial: está en un impasse. Su única comunión sexual es con una prostituta.

II

Eran los mismos, se habían levantado del mismo infierno,
aquellos gemelos centenarios. ~ Baudelaire, Les sept viellards

El flâneur juega el papel del explorador en el mercado. Como tal también es el explorador de la muchedumbre. En el interior del hombre que se abandona a ella, la muchedumbre inspira una especie de ebriedad, una que es acompañada de unas ilusiones muy específicas: el hombre se satisface a sí mismo cuando al ver a alguien que pasa arrastrado por la muchedumbre lo clasifica precisamente, viendo directamente a través de los pliegues más profundos de su alma – todo sobre la base de la apariencia externa. Las fisiologías de la época abundan en la evidencia de esta singular concepción. La obra de Balzac ofrece excelentes ejemplos. Los típicos caracteres vistos al pasar producen tal impresión en los sentidos que uno no puede sorprenderse de que la curiosidad resultante empuje a ir más allá para captar la especial singularidad de cada persona. Pero la pesadilla que corresponde a la ilusoria perspicacia del mencionado fisonomista consiste en ver rasgos distintivos – rasgos propios de la persona – que se revelan como nada más que elementos de un nuevo tipo: de manera que en el análisis final la persona de la mayor individualidad termina por ser el espécimen de un cierto tipo. Esto apunta a una fantasmagoría angustiosa [agonizante] en el corazón de la flânerie. Baudelaire la desarrolla con gran fuerza en Les sept viellards, un poema que trata de las siete apariciones de un viejo de aspecto repulsivo. El individuo, presentado como si fuera siempre el mismo en su multiplicidad, da testimonio de la angustia del habitante de la ciudad que es incapaz de romper el círculo mágico del tipo incluso cultivando las más excéntricas peculiaridades. Baudelaire describe la procesión como «infernal» en su apariencia. Pero la novedad a la búsqueda de la que estuvo toda su vida consiste nada más que en esta fantasmagoría de lo que es «siempre lo mismo». (La evidencia que uno podría citar para mostrar que este poema transcribe los sueños de un comedor de hachís de ningún modo debilitan esta interpretación.)

III

¡Profundizar en los Desconocido para encontrar lo nuevo! ~ Baudelaire, Le Voyage

La llave a la forma alegórica en Baudelaire está ligada al significado específico que la mercancía adquiere en virtud de su precio. La singular desvalorización [debasement] de las cosas a través de su significado, algo característico de la alegoría del siglo XVII, se corresponde con la desvalorización de las cosas a través de su precio como mercancía. Esta degradación de la que las cosas son objeto al poder ser tasadas como mercancías es contrarrestada en Baudelaire por el inestimable valor de la novedad. La nouveuauté representa aquel absoluto que no es accesible a interpretación ni comparación alguna. Se convierte en la última trinchera del arte. El poema final de Les fleurs du mal: Le Voyage, «Muerte, viejo almirante, leva anclas ya». El viaje final del flâneur: la muerte. Su destino: lo nuevo. La novedad es una cualidad independiente del valor de uso de la mercancía. Es la fuente de la ilusión de la que la moda es incansable proveedora. El hecho de que la última línea de resistencia del arte coincida con la línea de ataque más avanzada de la mercancía – esto habría de mantenerse velado a Baudelaire.

Spleen e idéal – en el título de este primer ciclo de poemas en Les fleurs du mal, el préstamo léxico más antiguo de la lengua francesa se unía al más reciente. Para Baudelaire no hay contradicción entre los dos conceptos. Reconoce en el spleen la última transfiguración del ideal; el ideal le parece la primera expresión del spleen. Con este título, en el que lo supremamente nuevo se presenta al lector como lo «supremamente antiguo», Baudelaire ha dado la forma más viva a su concepto de lo moderno. El eje de toda su teoría del arte es la «belleza moderna», y para él la prueba de modernidad parece ser ésta: estár marcada por la fatalidad de ser un día antigüedad, y esto lo revela a cualquiera que asista a su nacimiento. Aquí nos encontramos con la quintaesencia de lo imprevisto que para Baudelaire es una cualidad inalienable de lo bello. La misma cara de la modernidad estalla con su mirada inmemorial. Aquélla era la mirada de Medusa para los griegos.

Comentario:

En la primera sección Fourier y los pasajes también sale el flaneur, paseante que habita los pasajes. Y el falansterio de Fourier se describe como una composición de pasajes. La combinación de ambas cosas me hace recordar a los situacionistas, y la New Babylon de Constant.

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Referencias

Walter Benjamin [traducción de Howard Eiland & Kevin McLaughlin], 1999, The Arcades Project, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge Londres

Córdoba, número y forma (un poema… quizás)

Nenúfares y calas en el estanque del patio de entrada del palacio renacentista de los Páez de Castillejo (Museo Arqueológico), Córdoba . Fotografía del autor, 2022.

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José Pérez de Lama

Encontré en las notas del móvil esto que escribí hace unos meses y que al releerlo no me disgustó. Trata de un mediodía de paseo por Córdoba el pasado mayo. Uno no se considera poeta, desde luego, pero… creo que sí que funciona como recuerdo de aquella bonita ocasión. Siguen «los versos»:

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Anduve por Córdoba / y quedé embelesado, / una vez más,/ con las macetas en el agua / –calas y nenúfares– / en el antiguo palacio renacentista.

Boceto del autor de uno de los capiteles del patio de la Mezquita hecho «el día de autos».

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Para abstraerme de las multitudes / de turistas como yo, / hermanas, pero algo bárbaras / –y a veces incluso vulgares… para el gusto / de este poeta y dibujante aficionado–, / me puse a medir / con mi propio cuerpo / el patio de la Mezquita; / a contar ladrillos; pies y medios pies, tablas y testas / –lápiz y cuaderno en mano– / tratando de descifrar / las proporciones, patrones y ritmos / del paraíso.

Y durante algunas horas, / a la deriva entre el sol ya tan alto de mayo / y la sombra demasiado débil de naranjos y palmeras / y los reflejos ondulados del agua, / en medio de la muchedumbre / estuve solo / en el mundo mágico del número: / 1, 2… 3, 4, 5… 8… 12… / y la forma: / la altura de la parte baja del capitel / es –me parece– / igual al diámetro superior de la columna.

O / el fuste de la columna / termina en una curva tan delicada, / que, sin duda, / habría seducido al capitel / de haber sido una y otro / orquídea y abeja.

Y durante algunas horas / me sentí, a la vez, / en medio de la turba / y solo / en el mundo mágico del número y la forma, / de los patrones que entrelazan la naturaleza / y los sencillos materiales / de este arte modesto / a la vez que extraordinario, / entre el jardín y la arquitectura.

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Sobre políticas de la naturaleza según Latour (y el ficus de San Jacinto en Sevilla)

Imagen: verano de 2022 en Sevilla, España. Por un lado (izqda) vecinas y activistas trataban de defender un ficus centenario en el barrio de Triana; por el otro (dcha), el párroco de la iglesia con el apoyo del Ayuntamiento comenzó su tala, pero finalmente tuvieron que pararla… Fotografías de la red en defensa del ficus publicadas en redes sociales durante las acciones de resistencia.

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Traducción y comentarios de José Pérez de Lama – entrada en construcción

[El texto de Latour en negro, mis comentarios en color.]

Politics of Nature (2004), Políticas de la naturaleza, es quizás el libro más famoso de Bruno Latour junto con el Nunca fuimos modernos (1993). Politics of Nature desarrolla parte de los argumentos de Nunca fuimos... Una creo buena reseña de este último puede leerse en este mismo blog.

Diría que Politics tiene dos aspectos principales. Uno es una crítica de las relaciones entre Ciencia – en lugar de ciencias -, política y poder. Esta crítica la veo en una línea de pensamiento muy francesa, en la que podría estar Ellul, Latouche, Virilio probablemente, y buena parte de la cultura hacker de aquel país en la década de 2000: entre éstos mi colega Ewen Chardronnet que comisarió el primer proyecto de WikiPlaza (París, 2009). En esta línea también me parece que hay pensadores norteamericanos como Mumford o Bookchin, y cosmopolitas como Iván Illich. El subtítulo del libro, Cómo llevar las ciencias a la democracia, es explícito en este sentido. La crítica particular de Latour también la sitúo dentro de las llamadas Science Wars de finales del siglo XX.

El segundo aspecto, ya que estamos, es la propuesta de una nueva Constitución -la llama así Latour- en que se reorganizarían los papeles de la política y las ciencias, la economía, la moralidad, el Estado… para hacer posible un mundo más democrático, y con capacidad de abordar más eficazmente problemas complejos como los del cambio climático. Este aspecto, que constituye la mayor parte del libro, suena a veces a ciencia ficción especulativa; otras a «arbitrismo» barroco… Como ocurre con frecuencia, al menos a mí, me resultan más interesantes las preguntas que el texto nos hace plantearnos que las soluciones más concretas que propone. Aunque en realidad parte de estos procesos descritos por Latour, dice, y uno está de acuerdo, son maneras de funcionar el mundo que ya existen, pero que no tienen el reconocimiento formal que el autor querría establecer.

Como no sabía cómo hacer la reseña de este libro tremendamente articulado, casi al estilo cartesiano diría uno, opté por traducir un capítulo final en que Latour escribe un resumen de sus ideas, que en algún momento llama «una chuleta para los lectores vagos o con poco tiempo».

Como se verá en este resumen-chuleta, la claridad no es una virtud de Latour, lo cual me sorprende considerando que se trata de un texto con la teórica ambición de cambiar el sistema de gobierno en Occidente, y que uno imagina debería tratar de convencer a lxs lectorxs. Para tratar de paliar un poco lo que me parece desafortunada oscuridad iré comentando tras los bloques del texto de Latour, aunque no sé hasta qué punto podrá servir de ayuda. En estos comentarios recordaré algunas cuestiones de la reciente controversia sobre la tala del ficus centenario de San Jacinto (Triana, Sevilla), que a mi juicio pone en práctica este nuevo estilo de democracia para actores humanos y no-humanos que Latour trata de indagar.

Es posible que todo esto no sea más que un entretenimiento «académico». Pero, bueno, hay gente como yo a la que efectivamente entretienen estas cosas. La importante, en todo caso, es que con teoría alambicada o sin ella en el caso del ficus centenario las redes ciudadanas construyeron un interesante poder y lograron que el árbol continúe en pie y con vida…

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Bruno Latour [translated by Catherine Porter], 2004, Politics of Nature. How to Bring the Sciences into Democracy, Harvard University Press, Cambridge

Notas de trabajo & traducción: septiembre de 2022
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Políticas de la naturaleza. Cómo traer las ciencias a la democracia

Traducción y comentario del Sumario del argumento (para lectores con prisa…) (pp. 231-235)

Nota introductoria de BL: Aparecen en cursiva los títulos de la tabla de contenidos del libro; marcados con asteriscos los términos que se recogen en el glosario [también en el libro].

Introducción:

Este libro es un trabajo de filosofía política de la naturaleza, o epistemología política. [El trabajo] se pregunta qué podemos hacer con la ecología política (p. 1). Para responder a esta pregunta no es suficiente con hablar de naturaleza y de política; también tenemos que hablar de ciencia. Pero aquí es donde aprieta el zapato: el ecologismo no puede ser sólo la introducción de la ecología en la política, puesto que no sólo la idea de naturaleza sino también la de política, por contraste, dependen de una cierta concepción de la ciencia. Tendremos así que reconsiderar tres conceptos a la vez: polis, logos y physis.

Latour plantea que las actuales relaciones entre Ciencia y política, entre naturaleza y sociedad, dificultan las posibilidades de abordar los problemas de gobierno y democracia de la actualidad. Piensa uno en  la emergencia climática. Propondrá una nueva relación entre polis (política), logos (ciencias) y physis (naturaleza).

Capítulo 1:

¿Por qué la ecología política debe separarse de [liberarse de, abandonar] la naturaleza? (p. 9). Porque la naturaleza no es una esfera particular de la realidad sino el resultado de una división política, de una Constitución* que separa lo que es objetivo e indisputable de lo que es subjetivo y disputable [discutible]. Para implicarnos en ecología política, entonces, antes que nada tenemos que salir de la Caverna (p. 16), distinguiendo Ciencia del funcionamiento práctico de las ciencias*. Esta distinción nos permite hacer una segunda [distinción], entre la filosofía oficial del ecologismo por un lado y las múltiples [florecientes] prácticas [del ecologismo] por otro. Mientras que la ecología se asimila a cuestiones sobre la naturaleza, en la práctica se centra en embrollos [imbroglios] que implican ciencias, moralidad, leyes y política. Como resultado, el ecologismo se sostiene, no sobre las crisis de la naturaleza, sino sobre las crisis de la objetividad (p. 18). Si la naturaleza* es una manera particular de totalizar [reconocer y sumar, asumir] los miembros que comparten el [un] mismo mundo común, haciéndolo en lugar de la política, entendemos con facilidad por qué el ecologismo marca el fin de la naturaleza (p. 25) en la política, y por qué no podemos aceptar el término tradicional «naturaleza», que fue inventado para reducir la vida pública a un limitado parlamento [rump]. Por supuesto, la idea de que la noción occidental de naturaleza es una representación social* históricamente situada se ha convertido en un lugar común. Pero no podríamos asumirla [la noción occidental de naturaleza] sin dejar de mantener la «política de la Caverna» – puesto que no hacerlo significaría distanciarnos aún más de la realidad de las cosas mismas que quedarían intactas en manos de la Ciencia.

Para dar su lugar a la ecología política, tenemos entonces que evitar los peligros [bajos, shoals] de la representación de la naturaleza (p. 32), y aceptar los riesgos de la metafísica. Afortunadamente, para este tarea nos podemos beneficiar de la frágil ayuda de la antropología comparativa [comparada] (p. 42). En efecto, ninguna cultura salvo la occidental ha usado la naturaleza para organizar su vida política. Las sociedades tradicionales no viven en armonía con la naturaleza: la desconocen [they are unacquainted with it]. Gracias a la sociología de las ciencias, a la práctica del ecologismo, a la antropología, podemos entonces entender que la naturaleza es sólo una de las dos casas [cámaras, parlamentos] de un colectivo* instituido para paralizar la democracia. La pregunta clave de la ecología política puede ahora ser formulada: ¿podemos encontrar sucesor [la sucesión] al colectivo [moderno] de las dos cámaras (p. 49), naturaleza y sociedad*?

La idea es que la noción occidental de naturaleza — y me gusta pensarla en relación con «naturalizar», lo que es objeto de las ciencias, lo que es objetivo, se constituye en una instancia de presunta verdad que deja muy poco espacio a la política: pensemos en los saberes económicos y tecnológicos… Esta parte del argumento es la que creo que me resulta más difícil. No ayuda que Latour prefiere no poner ejemplos. El argumento en realidad se desarrolla en bastante detalle en un libro anterior (1993) We Have Never Been Modern.

Capítulo 2:

Una vez dejada a un lado la naturaleza, surge otra pregunta –¿cómo reunir al colectivo? (p. 53)– que será el heredero de la vieja naturaleza y la vieja sociedad. No podemos simplemente reunir objetos* y sujetos*, pues la división entre naturaleza y sociedad no está hecha de tal manera que podamos ir más allá. Para escapar a estas dificultades para componer el colectivo (p. 67), tenemos que considerar que el colectivo está hecho de humanos y no humanos susceptibles de ser sentados [being seated] como ciudadanos, siempre que procedamos a un nuevo reparto [apportionment] de capacidades. La primera clase de división consiste en redistribuir la palabra [el habla, speech] entre humanos y no humanos, a la vez que aprendemos a ser escépticos respecto de todo tipo de portavoces (p. 62)– de aquellos que representan a humanos así como de los que representan a no humanos. El segundo reparto consiste en redistribuir la capacidad de actuar como actor social , mientras que consideramos solamente asociaciones de humanos y no humanos (p. 70). Es en estas asociaciones y no en la naturaleza en lo que tiene que centrarse la ecología. Esto no significa que los ciudadanos del colectivo pertenezcan al mundo del lenguaje o al mundo de lo social [y no al mundo de la real], pues, por medio de un tercer reparto, los sectores también son definidos por su realidad y recalcitrancia [carácter recalcitrante, persistencia, permanencia, terquedad] (p. 77). El conjunto de los tres repartos nos permite definir el colectivo en tanto que compuesto por proposiciones*.

Para convocar al colectivo ya no tenemos que interesarnos en la naturaleza y la sociedad sino solamente en saber si las proposiciones que lo componen están mejor o peor articuladas (p. 82). El colectivo según llegue a ser finalmente reunido permitirá una vuelta a la paz civil (p. 87), al redefinir la política como la composición progresista de un mundo común*.

La nueva forma de gobierno que propone Latour tendría como aspecto principal la incorporación como actores sociales de las asociaciones de humanos y no humanos; uno diría, que los sistemas socioténicos. De nuevo si pensamos en Internet o en las finanzas globales, dos de las fuerzas más potentes de la contemporaneidad, vemos que se trata de este tipo de asociaciones entre humanos y máquinas en este caso. Latour propone unos nuevos repartos para hacer esto posible: de la palabra, del reconocimiento en la acción, de la persistencia.

A estas nuevas formaciones Latour las llama «colectivos», de haber recolectado diferentes cosas que ahora veremos. Y lo que se reúne en el colectivo, que me parece otro punto clave, no son esencias, sino más sencillamente proposiciones, las proposiciones que articulan los elementos que componen las asociaciones…

Capítulo 3:

¿No iremos a encontrar en el colectivo la misma confusión a la que nos enfrentábamos con la abandonada noción de naturaleza? –esto es, una unificación demasiado prematura. En orden a evitar este riesgo vamos a perseguir una nueva separación de poderes (p. 91) que hará posible la rediferenciación del colectivo. Es imposible, por supuesto, volver a la vieja separación entre hechos [facts] y valores, pues esa separación sólo tiene desventajas, aunque parezca indispensable para el orden público. Hablar de hechos [facts] supone mezclar una moralidad [moral] que es impotente frente a los hechos establecidos con una jerarquía de prioridades que carece ya del derecho de eliminar hecho alguno. [Esa vieja separación] paraliza tanto a las ciencias como a la moralidad.

Restauramos el orden en estas asambleas si distinguimos otros dos poderes: el poder de tener en cuenta [tener en consideración] y el poder de poner en orden (p. 102). El primer poder retendrá de los hechos el requerimiento de la perplejidad*, y de los valores el requerimiento de la consulta*. El segundo [poder] recuperará de los hechos el requerimiento de la jerarquía*, y de los valores el requerimiento de la institución*. En lugar de la distinción imposible entre hechos y valores tendremos dos poderes de representación del colectivo (p. 108) que son a la vez distintos y complementarios. Aunque la relación hechos-valores parecía que nos daba seguridad, no nos permitía mantener las garantías esenciales (p. 116) que la nueva Constitución requiere mediante la invención de un estado de derecho [State of law] para las proposiciones. El colectivo ya no se construye a sí mismo como una sociedad dentro de una única naturaleza, sino que crea una nueva exterioridad (p. 121), definida como la totalidad de todo lo que ha excluido mediante el poder de poner en orden y que obliga al poder de tener en cuenta a volver al trabajo. La dinámica de la composición progresiva del mundo común difiere tanto de la política de los humanos como de la naturaleza bajo la vieja Constitución.

La Constitución o el parlamento se reorganiza para trabajar con proposiciones y construir el colectivo. Se organiza en dos casas o cámaras, la primera encargada del poder de tener en cuenta: quién estará incluido en el colectivo – por ejemplo, los árboles urbanos? La segunda es la encargada de poner en orden: a partir del trabajo de la primera, ¿qué quiere ser tenido en cuenta? o ¿qué debe o puede ser tenido en cuenta? – ¿qué jerarquía se establece? – es más importante la seguridad o la belleza, los turistas o la vida no humana?

Capítulo 4:

Ahora se hace posible definir las habilidades [skills] del colectivo (p. 128), siempre que previamente evitemos las disputas entre las dos «ecociencias» que nos harían confundir la ecología política con la economía política. Si la economía se presenta a sí misma como el sumatorio del colectivo, ésta usurparía las funciones de la ecología política y paralizaría simultáneamente las ciencias, la moralidad y la política, al imponer una tercera forma de naturalización. Pero una vez vaciada de sus pretensiones políticas, se convierte en un colectivo indispensable para el funcionamiento de la nueva Constitución, y cada uno de sus miembros, a través de la mediación de las habilidades individuales, una contribución individual al amueblamiento [furnishing] de las casas (p- 136). La contribución de las ciencias (p. 137) será mucho mayor que la [antigua] contribución de la Ciencia, puesto que soportará [bear] todas las funciones a la vez: perplejidad, consulta, jerarquía e institución, a las que tenemos que añadir el mantenimiento de la separación de poderes y la escenificación [representación] del conjunto*. La gran diferencia es que la contribución de los políticos (p. 143) se soportará también en las mismas seis tareas, permitiendo así una sinergia que era antes imposible, cuando la Ciencia se ocupaba de la naturaleza y la política de los intereses. Estas funciones se harán aún más realizables al añadirse las contribuciones de los economistas (p. 150) y las de los moralistas (p. 154), para definir un solar de construcción común (p. 161) que tomará el lugar del imposible cuerpo político del pasado.

Gracias a esta nueva organización las dinámicas del colectivo se está haciendo cada vez más clara. Se sostiene sobre el trabajo de las dos casas (p. 164), de las que la casa alta representa el poder de tener en cuenta, y la otra, la casa baja, representa el poder de organizar en orden de rango. La recepción en la casa alta (p. 166) no tiene nada que ver con el viejo triaje entre naturaleza y sociedad: se basa en dos investigaciones, la primera llevada a cabo para satisfacer el requerimiento de la perplejidad, y la otra para satisfacer el requerimiento de consulta. Si esta primera asamblea ha hecho un buen trabajo, hará la recepción por parte de la casa baja (p.172) mucho más difícil porque cada proposición habrá llegado a ser inconmensurable con el mundo común ya recolectado [collected, reunido]. Y aún así es aquí donde la investigación sobre las jerarquías* que son compatibles entre ellas debe empezar, junto con la investigación sobre la designación del enemigo* cuya exclusión será instituida por la casa baja mediante un procedimiento explícito. Esta sucesión de etapas hace posible definir una casa común (p. 180), un estado de derecho en la recepción de las proposiciones, que finalmente hacen que las ciencias sean compatibles con la democracia.

Esta nueva forma de organización política necesitará de nuevas habilidades. Ningún grupo -los científicos, los políticos, los economistas…- dominará al resto. Todos tendrán cosas que aportar. Me llama la atención cómo las diferentes tareas y funciones de la nueva Constitución se basarían para Latour en trabajos de investigación.

Capítulo 5:

Un colectivo cuyas dinámicas han sido redefinidas según lo visto ya no se encuentra a sí mismo enfrentado a la alternativas entre una única naturaleza y múltiples culturas. Tendrá así que reabrir la cuestión del número de colectivos mediante la exploración de mundos comunes (p. 184). Pero sólo puede empezar esta exploración si abandona la definición de progreso. Hay, en efecto, no una sino dos flechas del tiempo (p. 188); la primera, moderna, va hacia una cada vez mayor separación entre objetividad y subjetividad, y la otra, no moderna, va hacia asociaciones [attachments] cada vez más intrincadas. Sólo la segunda hace posible definir el colectivo por su curva de aprendizaje (p. 194) – siempre que añadamos a los dos poderes precedentes un tercer poder, el poder del seguimiento de los procesos [the power to follow up] que nos trae de manera renovada la cuestión del Estado (p. 200). El Estado de la ecología política está aún por inventar, puesto que ya no está basado en ninguna trascendencia sino en la cualidad del seguimiento del experimento colectivo. Es de esta cualidad, del arte de gobernar sin dominación [mastery], que dependerá la civilización capaz de poner fin al estado de guerra. Pero para hacer posible la paz, aún necesitaremos del ejercicio de la diplomacia (p. 209). El diplomático renueva el contacto con los otros, pero habiendo dejado de usar la división entre mononaturalismo y multiculturalismo*. El éxito de la diplomacia determinará que las ciencias estén en guerra o en paz (p. 217).

La negociación con el exterior del Colectivo, aquellos que la casa baja decide dejar fuera, será permanentemente revisable. Esta exclusión se hace de manera formal y de no manera más o menos subrepticia como ocurría en la Modernidad. Para el seguimiento del proceso progresivo de un buen mundo común, una quinta categoría de personajes es necesaria: los diplomáticos.

Conclusión:

a) Puesto que la política siempre ha sido conducida bajo el auspicio de la naturaleza, nunca habíamos dejado atrás el estado de naturaleza, y el Leviatán sigue pendiente de ser construido.

b) Un primer estilo de ecología política creía que estaba innovando al introducir la naturaleza en la política, cuando en efecto sólo estaba exacerbando la parálisis de la política causada por la vieja naturaleza.

c) Para dar nuevo significado a la ecología política, tenemos que abandonar la Ciencia en beneficio de las ciencias concebidas como maneras de socializar a los no humanos, y tenemos que abandonar la política de la Caverna en beneficio de una política definida por la progresiva [progressive] composición de un buen mundo común*.

d) Todas las instituciones que permiten esta nueva ecología política existen ya en forma tentativa en la realidad contemporánea, incluso si esta existencia nos obliga a redefinir las posiciones de derecha e izquierda.

e) A la famosa pregunta del «¿Qué hacer?» sólo hay una respuesta: «¡Ecología política!» (p.221) – con la condición de que modifiquemos el significado del término incorporándole la metafísica experimental* para que esté a la altura de las nuevas ambiciones.

De estas conclusiones, la que más me gusta es la que estas configuraciones ya existen, aunque sea informalmente. Pensaba que el caso de la controversia por la tala del ficus centenario de Triana (Sevilla), anticipaba este tipo de Constitución que reúne a humanos y no humanos sobre la que escribe Latour.

Al final los comentarios quizás resulten algo pobres. Profundizar más en la lectura latouriana de este asunto parece que sería un trabajo mucho más prolijo, que habrá que esperar para poder abordar en otra ocasión. ¡Salud y árboles urbanos bien cuidados! ¿Y gracias a los múltiples activistas que se vienen movilizando en Sevilla por estas cuestiones!

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¿Cuánto CO2 emite su vivienda, Mr Foster?

Imagen: Philippe Rahm, 2010, Convective Apartments. Fuente: urbannext.net/philipperahm/

Por José Pérez de Lama _ entrada en construcción

Recordando a mi padre, que murió hace aproximadamente un año y nueve meses, que me inculcó el interés por el conocimiento de los «grandes números» de los temas que queremos estudiar. A él quizás le venía de Aguirre, uno de sus profesores preferidos en la Escuela de Caminos de los años 50 en Madrid. Mi padre no era un convencido radical del calentamiento global, pero tras múltiples conversaciones en sus últimos años sí que asumió el «principio de precaución» de Jonas: es algo posible y más vale actuar en consecuencia. También tengo que decir que hacia 1982 encargó -entonces como delegado del MOPU (Ministerio de Obras Públicas) en Sevilla- el primer proyecto de vivienda social bioclimática del que tengo conocimiento, las 128 viviendas en Osuna (Sevilla) de López de Asiain, Domínguez, Alberich y el Seminario de Arquitectura Bioclimática de la Universidad de Sevilla. Muy visionario en este aspecto, me permito afirmar.

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«¿Cuánto pesa su edificio, Mr Foster?» es la pregunta que hizo el ingeniero y polímata Buckminster Fuller hacia finales de los 70 a un  joven Norman Foster, -hoy famosísimo arquitecto, incluso reconocido como «Sir» en el Reino Unido. Era la época del inicio del estilo «high tech» y personajes como Fuller consideraban la ligereza como una virtud principal. Pasados cerca de 50 años, vengo diciendo que la pregunta que habría que hacer hoy, en lugar de la de Fuller, es la que da título a estos párrafos, «¿Cuánto CO2 emite su edificio, Sr. Foster?», cuestión que denotaría la virtud -y tal vez la belleza, como dice Philippe Rahm- de un edificio contemporáneo.

¿Cuánto CO2 emite su vivienda, Mr Foster? Unos números muy generales

Según el proyecto Entranze financiado por la UE en España la vivienda media consume entre 100 y 200 kWh / m2 / año.

Para una vivienda de 100 m2 (supongamos que construidos) esto supondría entre 10.000 y 20.000 kWh/año / vivienda.

Para estimar las emisiones de CO2 correspondientes a este consumo encontré una web de la Generalidad de Cataluña. El supuesto que es toda la energía sea de procedencia eléctrica. Dice esta web que para el mix eléctrico de 2020 (combinación de diferentes fuentes de producción típicas) las emisiones son de 250 gCO2/kWh.

Usando estos datos nos daría un rango de emisiones para la vivienda que hemos considerado típica, de 100 m2 de superficie, entre 2.5 T de CO2 / año y 5 T de CO2 / año.

Las emisiones globales anuales son del orden de 30-40.000 millones de toneladas de CO2 (o 30-40 GT). Las emisiones de España se estimaban en 2020 en torno a los 200 millones de T de CO2 / año o 0.2 GT (hay que considerar quizás que el 2020 fue el año del COVID y hubo un descenso global en el consumo de energía y por tanto de las emisiones). Las emisiones per cápita de España para 2020 se estiman en torno a las 4.5 T de C02 /persona/ año; hacia 2005 habían alcanzado un máximo superior a 8 T de CO2 /persona/ año. Fuente: https;// ourworldindata.org/

Contrastando estos datos teóricos con el consumo real de una vivienda en Sevilla (España) -de unas facturas que tengo a mano- se observa que no están demasiado desviados; las cantidades de la factura real son ligeramente inferiores, pero se trata de una vivienda que cuenta con gas natural además de electricidad. Y cabe señalar que las necesidades de calefacción en Sevilla -parte principal del consumo de energía típico de una vivienda- en Sevilla son inferiores a la media de España.

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Otros datos relacionados que propone Philippe Rahm

Rahm es un arquitecto suizo-francés con una obra muy experimental y artística centrada en las relaciones entre el clima y la arquitectura (imagen al principio del post). En un libro titulado Escritos climáticos, de reciente traducción al español, ofrece los siguientes datos que me parecieron de gran interés. Aunque los datos térmicos de edificios concretos pueden por supuesto calcularse con los múltiples programas de eficiencia o certificación energética (Hulc y BREEAM, Verde, Leed [EEUU], Passivhaus [Alemania] … Ladybug, Diva, etc.), estos requieren un proceso más o menos complejo, más bien esotérico para los no iniciados, y lo interesante de Rahm es su capacidad de simplificación, y como decíamos al principio, de darnos una idea del orden de magnitud de la cuestión. Cito y resumo a  continuación (Rahm, 2021: 93-98):

[…] la arquitectura y la construcción son responsables de aproximadamente el 40% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Un tercio de este porcentaje se libera durante la construcción del edificio -en este porcentaje- se incluyen los materiales de construcción empleados y su huella de carbono. Los otros dos tercios provienen de la energía consumida en el funcionamiento del edificio durante toda su vida últil. Esto ocurre principalmente al calentar el edificio en invierno y refrigerarlo en verano. El 84.7% de la energía que alimenta la calefacción y el aire acondicionado de un edificio provenían en 2018 [en Francia, suponemos] de fuentes de energía a base de carbono. Para extraer de ellas la energía se precisa una combustión que desprende un gas de efecto invernadero, el CO2 -este porcentaje se correspondería con lo que en el punto anterior incorporábamos como el «mix eléctrico» […]

Durante los últimos años, se han llevado a cabo numerosos trabajos de rehabilitación energética que, en esencia, consisten en forrar los muros de fachada de las viviendas existentes, así como las cubiertas y forjados de planta baja, por medio de un material de alta capacidad aislante (fibra de vidrio, lana de roca, celulosa, cáñamo, etc.) y un espesor entre 10 y 24 cm. En Francia estas intervenciones comenzaron en 1974 […] a consecuencia de crisis del petróleo de 1973. En aquel momento el objetivo era reducir el consumo energético de los edificios por debajo de los 225 kWh/m2/año. Se estima que los edificios construidos entre 1950 y 1970 consumían unos 300 kWh/m2/año […]

Antes de 1974 los edificios carecían de cualquier tipo de aislamiento térmico […] y es fácil entender que que el frío invernal atravesaba sin demasiada dificultad [las fachadas de la época] para llegar al interior de la vivienda, pues la transmitacia térmica de estas fachadas era bastante pobre, del orden de 4.5 W/m2 ºK.

Las normativas térmicas francesas posteriores, de 1978 y 1980 [en España la norma CT-1979], contemplarán la colocación de verdaderos materiales aislantes, escogidos específicamente para esta función, como el poliestireno, al que apenas se daba un espesor de 3 cm y que se superponía a los materiales de la estructura […] Fue un gran paso […] porque fue la primera vez desde finales del siglo XIX que se recubrían los muros de los edificios con un material no portante […] como se hacían antaño con los tapices, las cortinas o las alfombras. Se estima que la transmitancia térmica U [de los edificios] en este período rondaba los 1.05 W/m2 ºK.

A partir de 1974 se fue aumentando progresivamente el espesor del aislamiento [siempre en Francia] hasta rondar los 10 cm necesarios para conseguir un valor de U de 0.5 W/m2 ºK estipulado [actualmente] en la normativo francesa. […]

Desde 1970, el consumo energético [de las viviendas] en Francia se ha dividido por seis, y en Suiza por ocho y medio. El objetivo anunciado para la [nueva] normativa francesa consiste en alcanzar los 12 kWh/m2/año, lo que supondrá dividir por 25 el consumo energético respecto a 1970. La nueva normativa francesa debería estar a la altura de los mejores estándares europeos, como Minergie en Suiza o Passivhaus en Alemania, que imponen un espesor de aislamiento de 20 cm para alcanzar una transmitancia térmica de 0.12 W/m2 ºK.

Puede verse un cuadro resumen con los datos expuestos por Philippe Rahm al final del post.

Hasta aquí Rahm. Hago a continuación, para terminar, algunas consideraciones adicionales.

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Viviendas «net-zero» y de energía positiva

Eficiencia energética + producción de energías renovables. Siendo bien interesante esto de la eficiencia energética conviene no olvidar cuál es la razón principal de que nos preocupemos por el asunto. El consenso general [IPCC] es que habría que mantener 1.5ºC el aumento de la temperatura del planeta por debajo de los 1.5ºC — y la cosa es que desde que se formulé ese objetivo en 2015 ya subió entre 1.2 y 1.3ºC. Para lograr no superar los 1.5ºC se supone que para el año 2050 habría que haber transformado el sistema en su conjunto, incluida la edificación, en un sistema net zero de emisiones, ese decir que las emisiones netas de CO2 sean igual a cero. Hay unas ciudades europeas que incluso han firmado un compromiso para transformarse en net zero para el 2030 — lo creamos o no Sevilla es una de ellas, aunque la declaración, como siempre tiene sus trucos…

Para lograr este objetivo los edificios, y kas viviendas en particular, tendrían que ser también net zero o incluso producir más energía (renovable, eso sí) de la que consumen. A eso es a lo que se llama edificios de energía positiva. Por tanto, para alcanzar el objetivo 1.5ºC no sólo habría que ahorrar energía por medio de la eficiencia energética -según comentamos arriba- sino que habría que hacer la transición del recurso predominante a las energías fósiles -87% era el dato de Rahm, como referencia- al un uso de energías renovables. Cabe señalar, eso sí, que como ocurre con tantas cosas, la producción de energía para las viviendas puede hacerse en un amplio rango de escalas, desde la producción en la propia vivienda (vg con paneles fotovoltaicos en cubierta), a la producción comunitaria más o menos local (para las viviendas colectivas, tal vez asociadas con espacios urbanos libres o equipamientos), a la producción más convencional en grandes instalaciones de escala comarcal o regional. Y todo eso para antes del 2050…

Financiación. Me preguntaba cuando buscaba los datos y preparaba las notas ¿cómo habría que financiar todo esto? Para empezar las obras para forrar todas las viviendas con 10-20 cm de aislamiento… Y se me ocurre que sólo se podrá hacer con un pago directo por parte de los gobiernos… una especie de renta básica energética… contra la que habría que ver las posibles contraprestaciones por las ayudas de los particulares a lo público… Igual era una ocasión para transformar el mercado inmobiliario… pero eso se lo dejo a los colegas economistas y de políticas públicas… Si es una emergencia (climática), es una emergencia, pero ya se ve que la mayoría no se lo acaba de creer…

Formación, escuelas y facultades. Como tercera y última observación es la de las escuelas de Arquitectura. No me parece tampoco que en su mayoría se estén tomando en serio lo de la «emergencia». Uno pensaría que habría que priorizar todas estas cosas en la formación de los arquitectos y arquitectas, al menos de aquí a 2030-40. Así se lo vengo diciendo, sin demasiado éxito, a los colegas y responsables actuales de la mía… Pero ya que el blog se llama «arquitecturaContable» igual es algo que tendría que hacer otras facultades y escuelas, por ejemplo, la de Económicas. Y seguro que unas cuantas más.

Aquí lo dejo por hoy. Vale.

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Agradecimientos

Entre otros a José Sánchez-Laulhé por recomendarme y prestarme el libro de Philippe Rahm que comento. Y a Antonio Abellán y los colegas de Nomad Garden, por una conversación que tuvimos sobre Rahm a principios del verano.

Referencias

Entranze, 2013-2022, Total unit consumption per m2 in residential (at normal climate), disponible en: https://entranze.enerdata.net/total-unit-consumption-per-m2-in-residential-at-normal-climate.html | accedido el 22/08/2022

Gencat Cambio Climático, [actualización 2022], Factor de emisión de la energía eléctrica: el mix eléctrico, disponible en: https://canviclimatic.gencat.cat/es/actua/factors_demissio_associats_a_lenergia/ | accedido el 22/08/2022

IDAE, 2015, Calificación de la eficiencia energética de los edificios, disponible en: https://energia.gob.es/desarrollo/EficienciaEnergetica/CertificacionEnergetica/DocumentosReconocidos/normativamodelosutilizacion/20151123-Calificacion-eficiencia-energetica-edificios.pdf

[De la nota introductoria] Jaime López de Asiain, 1996, Vivienda social bioclimática. Un nuevo barrio en Osuna. Y 38 viviendas en Arboleas. Proyectados y construidos desde el enfoque bioclimático, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, colección Textos de Arquitectura núm. 4, Sevilla

Our World in Data, 2022, varias páginas del sitio web, https://ourworldindata.org | accedido el 22/08/2022

Philippe Rahm, 2021, Escritos climáticos, Moisés Puente editores

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Tabla resumen datos de Ph. Rahm

Período Consumo energético (kWh/m2/año)«U-value» vivienda (W/m2 ºK)
1945-19733004.50
1978-792251.05
2020-objetivo futuro próximo120.12
Evolución características térmicas de las viviendas en Francia 1945-2020, según Ph. Rahm (2021)

«Todo es un lab», comentarios sobre The Lab Book, de Wershler, Emerson & Parikka

Imagen: «Food lab» del programa de Economía doméstica de la Universidad de Manitoba, 1914 o 1915; fuente: https://news.umanitoba.ca/five-stories-105-years/

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Referencia completa del libro: Darren Wershler, Lori Emerson, Jussi Parikka, 2021, The Lab Book. Situated Practices in Media Studies, University of Minnesota, Minneapolis

Comentario de José Pérez de Lama [en construcción]

Hoy en día «todo es un lab» dicen las autoras. Yo, por ejemplo, tengo un lab con mi madre, en su casa –también participa mi hermana–, en el que hacemos reproducciones de piezas familiares usando fotogrametría, impresión 3D y moldes de silicona flexible (una técnica que aprendí en la Fab Academy). Nuestra principal obra hasta ahora son reproducciones de un busto de mi abuela-niña, esculpido por su padre en 1925 — para regalarlas a la familia. Eso aparte del «laboratorio de costura» y del de «hacer cosas con cuentas» de mi madre; de la cocina; o de la propia casa para los experimentos con la vida misma como decía un joven catedrático de mi departamento universitario (F. González de Canales). Bromas aparte, de eso más o menos trata el libro de Wershler, Emerson y Parikka: de la proliferación de los laboratorios más allá de los clásicos laboratorios científicos. ¿A qué se debe? ¿Qué puede significar? ¿Cómo son, qué hacen y que tienen en común todos estos «laboratorios» que encontramos por todos lados?

La aproximación que plantean las autoras la hacen desde los Science and Technology Studies (STS), los estudios culturales, tal vez, y más específicamente, desde la «arqueología de los medios» [media archeology], la disciplina que parecen compartir las autoras, sobre la que volveremos un poco más adelante. Con esto quizás quiero sugerir que no es lo que imagino que leerían la mayoría de mis colegas del fab lab, que son más de tutoriales de YouTube, máquinas, software, cosas de makers… Es un libro más bien teórico y especulativo. A mí, que soy un poco de ambos gremios –manuales y tutoriales de YouTube y «lecturas latourianas»–, la lectura me ha sido bastante interesante; a veces quizás un poco densa. Conviene aclarar que tampoco es un libro específicamente sobre fab labs, hacklabs y cosas del estilo. El foco de atención principal podría decirse que se sitúa sobre esa cosa no tan fácil de imaginar, al menos para mí, como son los llamados «laboratorios de humanidades digitales»…

La lectura en todo caso me hizo plantearme muchas nuevas preguntas, encontrar afinidades con situaciones que desconocía, sentirme acompañado en lo que pensaba como errores y fracasos y que, quizás, a la vista de lo que cuenta el Lab Book puede que no lo fueran tanto… Seguramente también me sugirió nuevas herramientas, incluso «armas» –en sentido metafórico, desde luego– para movernos por los mundos del saber/poder…

Traduzco a continuación algunos párrafos introductorios originales, para dar una idea del tono, y para dejar que l*s autor*s lo expliquen con sus propias palabras:

Introducción: Todo es un lab

Los labs están por todos lados y no podemos dejar de hablar de ellos.

Medialabs, zonas hacker, makerspaces, laboratorios de humanidades, fab labs, incubadoras tecnológicas, centros de innovación, hacklabs y laboratorios de arqueología de los medios: estos espacios híbridos, que a veces solo tienen un vago parecido con los laboratorios científicos de los que toman parte de su inspiración, son espacios fronterizos [liminal] pero cada vez más potentes. Aparecen en universidades y escuelas, encajados con ciertas dificultades entre departamentos y facultades tradicionales. También están en sótanos, almacenes, zonas comerciales y casas ocupadas. Son estables en grados variables, muchos tienen la misma dirección desde hace bastante tiempo y un elenco itinerante de ocupantes. Algunos aparecen en un lugar durante unos pocos días, y a continuación se trasladan a otro. A veces incluso están en vehículos móviles [mobile trucks] en las calles, llevando herramientas y experiencias a niños en colegios y al público en general. Cuando los administradores organizan clusters de herramientas y talento para producir valor económico, puede ocurrir que los laboratorios se alineen con los inversores capitalistas [venture capitalists] más duros; en otros casos son lugares abiertos para su uso libre por parte de cualquiera, desdeñosos de las motivaciones comerciales.

La primera dificultad para hablar de laboratorios con algo de precisión es que la metáfora del lab ha permeado la cultura contemporánea hasta el grado de que se puede aplicar a casi cualquier cosa. A lo largo de este libro, argumentamos que los laboratorios siempre fueron híbridos y que necesitamos una heurística [un método relativamente simple e intuitivo] para poder estudiarlos. Idealmente, esta heurística debería ayudar a todo tipo de labs para describirse a sí mismos, con especial atención a las cuestiones de cómo la composición específica de cada laboratorio los [p. 2] habilita para la tarea de producir conocimiento. Mientras reuníamos escritos sobre aquellos laboratorios que considerábamos más instructivos se iban repitiendo ciertas categorías analíticas : espacio, aparato, infraestructura y políticas, gente, imaginarios y técnicas. Cada una de ellas ofrecía una perspectiva potente, si bien parcial, de nuestro sujeto / objeto de estudio. Tras pensarlo un poco, y tras docenas de entrevistas con directores y participantes en laboratorios alrededor del mundo, empezamos a darnos cuenta de que las diferencias entre los tipos de análisis que estas categorías producían no eran un problema [liability]. Al consideralos conjuntamente, comparativamente, emergía una manera de cartografiar la indudable complejidad de las relaciones del mundo de los laboratorios. Como resultado, estas categorías se convirtieron en las componentes de nuestra heurística a la que llamamos el «modelo extendido de laboratorio». Finalmente, también se convirtieron en los principios estructurantes de este libro, con cada capítulo centrado en una categoría. Cada capítulo también incluye varios casos de estudio, algunos de los cuales usan materiales de nuestra colección de entrevistas, que ofrecen la posibilidad de pensar a través de las relaciones activas entre el aspecto del laboratorio objeto específico de estudio en el capítulo correspondiente  y algunos, si no todos, de los otros aspectos del laboratorio extendido. […]

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[1] Laboratorios híbridos. Como suelo hacer últimamente, comentaré unas pocas cuestiones que me llamaron la atención de la lectura. La primera tiene que ver con la condición de «híbridos» de los laboratorios que se menciona en las párrafos anteriores. Esto me tenía algo confundido al principio, y no fue hasta la segunda lectura de la introducción –tengo esa costumbre últimamente, volverme a leer la introducción una vez acabado el libro, muy recomendable, por cierto– que me parece que comprendí bien esto de los laboratorios híbridos o la condición híbrida de los labs. Resulta que es un término o un concepto latouriano bastante específico que es necesario explicar un poco. En Nunca fuimos modernos (1993), por ejemplo, lo explica Latour. Dice allí que la Modernidad se basó en separar con nitidez dos ámbitos diferentes, ámbitos que correspondían a este tipo de pares: naturaleza-sociedad, ciencia-política, objetos-sujetos, y algunos otros más. Pero dice también, que mientras ésta era la «historia oficial» la realidad se producía subrepticiamente mezclando estos pares en teoría nítidamente separados, produciendo híbridos, natur-culturas, cuasi-objetos-cuasi-sujetos… que constituían/constituyen la textura real del mundo. Éste sería el discurso de los sistemas sociotécnicos, las tecnopolíticas, etc. Puede verse en este mismo blog un post sobre el asunto en que creo que se explique esta cuestión bastante mejor (ver más abajo referencias). El diagrama a continuación del propio Latour quizás ayude también a comprenderlo.

Diagrama: Bruno Latour, 1993, We Have Never Been Modern, Fig. 1.1, p. 11

La idea de los autores de que los laboratorios sean híbridos se refiere entonces a que los sitúan en este espacio en que se componen ciencia y política, cuasi-objetos y cuasi-sujetos, etc. El espacio donde se producen mundos, sujetos, etc. También un espacio en el que están bien presentes las relaciones saber-poder que el esquema oficial moderno trata de obviar con su pretensión de una ciencia objetiva, ajena a las cuestiones de los intereses y el poder. Continuando con el lenguaje latouriano, los labs, o los nuevos labs, para los autores, serían lugares en que se trabaja ya no con matters of fact (hechos objetivos), sino con matters of concern (cosas que nos preocupan, nos interesan) – y por qué no, con los matters of care (cosas que queremos cuidar) que decía María Puig de la Bellacasa… (ver también post en este blog sobre esto, en referencias).

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[2] Modelo extendido de laboratorio. Para analizar estos laboratorios híbridos, o donde se experimenta con las hibridaciones, proponen los autores el mencionado «modelo extendido de laboratorio», que compone seis categorías o perspectivas diferentes para tratar de entenderlos. Como decía en los párrafos traducidos estas perspectivas –«categorías analíticas» (sic)– son: espacio, aparato, infraestructura, gente, imaginarios y técnicas. Me produjo curiosidad esta estructuración; algo diferente de la que nosotros, por ejemplo, hemos venido usando cuando hemos tratado de explicar los fab labs, que suele hacer un mayor énfasis en las máquinas, aunque también trata de las personas, los procesos de aprendizaje, prácticas y conocimientos compartidos, las redes, las cosas que se producen… y, más o menos implícitamente, el discurso sobre su significado en el contexto cultural, histórico, productivo… En primera instancia podría decirse que no hay tanta diferencia. Pero ocurre que cuando las autoras empiezan a desarrollar sus categorías, teóricamente y sobre todo con multitud de ejemplos y casos de estudio, aquello en que se fijan y de lo que hablan es bastante diferente de lo que uno había imaginado –uno con mente arquitectónica-ingenieril, aunque con algunos estudios STS y de teoría crítica… Cuando tratan de los espacios, por ejemplo, dedican una parte importante a la situación de los labs dentro de los espacios administrativos, culturales, de financiación… en que se alojan o de los que forman parte, no cabe duda que un aspecto de lo más crítico. El capítulo de «aparato[s]» no habla tanto de máquinas o software como de la idea de composición o «agenciamiento»: los labs como composiciones de elementos heterogéneos, entre los cuales las máquinas son relevantes, como lo son las personas, los conocimientos y prácticas, etc. También la idea de lab como «agenciamientos de agenciamientos»… O en el capítulo de «infraestructura», en el que se usa un concepto antropológico o etnográfico de infraestructura, en lugar del que pensaría un arquitecto o ingeniero, y del que en algún momento se dice que –de esta interpretación de infraestructura– que podría ser equivalente a la idea de «cultura». Aquí se ofrece una muy interesante referencia, en la que parece que se propone esta acepción de «infraestructura» originalmente como es el artículo de Susan Leigh Star (1999) The Ethnography of Infrastructure, que está accesible en Internet y que me resultó de interesante lectura (ver referencias al final). La burocracia –tan querida de David Graeber, a quien no dejamos de echar de menos– y el talento en su gestión serían para las autoras un elemento fundamental de la infraestructura.

El adjetivo «extendido» nos dice que para entender los laboratorios es fundamental tratar de comprender los ecosistemas o ecologías más amplios de los que forman parte.

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[3] Los imaginarios de los labs. Mi capítulo preferido es posiblemente el que se dedica a los «imaginarios» de los labs, que trata de las ideas y discursos con que estos se promueven, se explican, se justifican así mismos, y que los propios labbers construyen y usan para situarse en el mundo, para explicarse a sí mismos qué hacen, por qué lo hacen, quiénes son… Habiendo participado del movimiento fab lab desde bastante temprano, y con el paso del tiempo habiendo desarrollado una cierta distancia crítica aunque manteniendo el entusiasmo, los ejemplos y argumentaciones de este capítulo me resultaron familiares y divertidos. En este y otros capítulos las autoras critican con dureza al MIT Medialab, que pareciera que fuese una de sus «bestias negras» particulares – con disculpas por la probablemente poco correcta expresión. Por un lado, en los primeros capítulos explican muy bien cómo la idea de un laboratorio de innovación tecnológica no es algo nuevo, salido de la nada, que los promotores del Medialab hubieran inventado, como parece deducirse de sus discursos. Los ejemplos que se presentan son múltiples, y entre los más interesantes, aunque no sea ni mucho menos el único, el de Menlo Park, el laboratorio de Thomas Edison, que también se discute con sus luces y sombras. La otra gran crítica que se hace del Medialab de MIT, y ésta si no recuerdo mal es en el capítulo de los imaginarios, es relativa a su carácter venal, podríamos decir, por debajo del discurso de la innovación y de los sabios extravagantes. Los autores no se perdonan en este respecto unos párrafos muy críticos sobre el caso de la implicación financiera, simbólica e institucional de Jeffrey Epstein con el Medialab de MIT.

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[4] Media archeology. Como mencionaba al principio, y si no lo entendí mal, el campo específico de trabajo de la/os tres autores/as es el de la «arqueología de los medios», y algunos de los laboratorios que comentan entre los casos de estudio trabajan en esto –Media Archeology Fundus –MAF– y el Signal Laboratory, ambos de la Universidad Humboldt en Berlín –universidad en la que trabaja mi querido profesor-amigo Francisco Jarauta–, el Residual Media Depot de la Universidad Concordia de Montreal o el Media Archeology Lab –MAL– de la Universidad de Colorado Boulder, dirigido por una de las autoras, Lori Emereson. En ocasiones los describen como parte de los laboratorios de humanidades digitales – lo que me hizo pensar en los colegas del Medialab UGR (Granada).

La verdad es que nunca había prestado demasiada atención a esta idea de la arqueología de los medios, asociándola sin particular reflexión a los entornos académicos o artísticos hiperespecializados –pensé que se dedicaban a rescatar los viejos juegos de ordenador y a conservar las antiguas máquinas tipo Atari o los primeros Apple y cosas así– pero leyendo aquí sobre el tema me ha resultado de mucho más interés. Como era fácil de imaginar el uso del término «arqueología» es de tipo foucaultiano aludiendo a asuntos históricos que se encuentran «enterrados» bajo las interpretaciones convencionales y que es necesario «excavar» y en ese proceso encontramos otras explicaciones de las cosas, con frecuencia más interesantes, otros posibles pasados y otros posibles futuros, etc.

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[5] Lab techniques. Otro capítulo que me gustó bastante es el que corresponde a la última categoría analítica del modelo extendido de laboratorio, la de las técnicas. Se trata aquí, hasta cierto punto, de una aproximación más convencional que la de las otras categorías, aunque tampoco tanto. Me limito a enumerar las técnicas que comentan las autoras. Uno se queda con ganas de un mayor desarrollo de cada una de estas técnicas. Todas se enuncian en gerundio, tiempo verbal de las acciones o acontecimientos que están ocurriendo, devenires que diríamos algunos; aunque en inglés también funcione como sustantivo, lo que no ocurre en español. Opté por traducir con infinitivos. La lista de técnicas es la siguiente: imprimir en 3D –la más sorprendente para mí por materialmente concreta, aunque desarrolla el tema como composición de diferentes tecnologías y prácticas–, colaborar, coleccionar, desmontar/montar, experimentar, fallar/fracasar (failing), living labs, prototipar, testear (probar, ensayar).

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6] Una enorme variedad de labs. En mi percepción del libro, finalmente, uno de las cuestiones más destacadas es la enorme y diversa colección de laboratorios que comenta los autores, tanto el par de casos que se desarrollan con mayor atención para ejemplificar cada una de las categorías / capítulos del libro, como los muchos otros que se comentan en menor detalle a lo largo del texto. Cabe señalar que aún siendo amplia y variada la selección se centra sobre todo en el entorno norteamericano y algo en Europa central, que los laboratorios científicos y ciertos casos paradigmáticos como el Medialab de MIT se discuten sobre todo como contrapunto de los laboratorios híbridos que interesan a los autores, y que, como ya dije al principio, los fab labs, hacklabs etc. tampoco son objeto del estudio.

Mis dos casos preferidos de entre todos estos labs son el de Economía Doméstica (Home Economics) de la Universidad de Manitoba en Canadá (aprox. 1910-1945), que imaginé como un laboratorio centrado en la reproducción social, la reproducción de la vida social y el mundo que constituye, tal vez el tema más crítico del presente (capítulo Lab Infrastructure). El otro la Tuskegee Agricultural Experiment Station, y proyectos derivados, de la Universitdad de Tuskegee en Alabama(1896-1942?) (también en el capítulo Lab Infrastructure) centrado en dar apoyo técnico-científico a los agricultores pobres afroamericanos, llevando a cabo análisis de suelos, testeo y recomendaciones sobre semillas y fertilizantes. Este caso me parece relevante como posible modelo o inspiración en la actual transición energética, tanto para temas de agricultura ecológica / soberanía alimentaria como de energías renovables. Estos dos casos preferidos contaban con dispositivos que extendían la actividad del laboratorio más allá de sus sedes institucionales, el primero contó hasta con un tren en el que llevaban sus innovaciones y propuestas a toda la región. El segundo, más modesto, contó primero con carruaje tirado por dos mulas (1906), y más tarde con una furgoneta o camión motorizado (1918), la llamada Booker T. Washington School on Wheels.

Entre la multitud de casos estudiados y comentados fui descubriendo muchas cosas relacionadas con mi propia experiencia poniendo en marcha y a continuación trabajando en el Fab Lab Sevilla (2009-2017). Con una cierta, y relativamente agradable sorpresa, fui leyendo cómo muchas cosas que yo había considerado errores o mala gestión o resultado de la falta de talento o trabajo por nuestra (mi) parte en el fab lab eran las mismas que comentaban los responsables o participantes en muchos de estos fab labs: la [pesada carga de la] burocracia como factor clave –«infraestructural»– para el funcionamiento básico de este tipo de proyectos, los conflictos más o menos evidentes con las estructuras de saber-poder preexistentes –y aunque no se explicite quizás en el libro, la centralidad de estas cuestiones en muchos de estos proyectos que en buena parte son instrumentos para cuestionar las instituciones o entornos en que más o menos milagrosamente llegan a prosperar–, la difícil interdependencia entre las situaciones más o menos institucionales y los proyectos y la energía de las personas que los intentan llevar adelante, la ambivalencia de la innovación, la lucha por el alma de estos proyectos… And so on, como diría Vonnegut.

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Un libro sin duda interesante para los que participamos de alguna manera en este «movimientos de los labs» en el sentido más amplio de la expresión, y tenemos una cierta preocupación teórica por el asunto. Una referencia, posiblemente –entre la historia, la crítica y la «arqueología de los medios»– sobre los labs para las próximas décadas…

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Agradecimientos: A Lori Emerson y la University of Minnesota Press por el envío del libro. Era nuestra intención tener en algún momento una conversación pública online sobre el libro con Marcos García, Alberto Corsín y alguna otra colega, aunque de momento no tenemos fecha.

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Referencias

Darren Wershler, Lori Emerson, Jussi Parikka, 2021, The Lab Book. Situated Practices in Media Studies, University of Minnesota, Minneapolis

Bruno Latour [traducción de Catherine Porter], 1993 [1991], We Have Never Been Modern, Harvard University Press, Cambridge

Susan Leigh Star, 1999, The Ethnography of Infrastructure, American Behavioral Scientist, 1999; 43; 377; disponible en: https://www.imtfi.uci.edu/files/articles/Star.pdf | accedido 7/8/2022

Otros posts en este blog citados en el texto:

Latour: algunos diagramas de «Nunca fuimos modernos», 2021, disponible en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2021/08/18/latour-diagramas-nunca-fuimos-modernos/

Matters of care – asuntos de cuidados, de cariños, de sostenibilidad de la vida… Sobre el libro de María Puig de la Bellacasa, 2017, disponible en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2017/07/08/matters-of-care-asuntos-de-cuidados-de-carinos-de-sostenibilidad-de-la-vida-sobre-el-libro-de-maria-puig-de-la-bellacasa/

¿Cuánto costaría la transición energética? Algunas estimaciones

Imagen: Sustentio [PG], 2021, evolución de la cantidad de C02 en la atmósfera (PPM) durante los últimos 70 años, con indicación cualitativa de la evolución de las temperaturas (colores) y las sucesivas conferencias y acuerdos climáticos. Como se observa, inquietantemente, los múltiples acuerdos y conferencias y las medidas derivadas, no sólo no han reducido, sino que casi no han modificado el ritmo de crecimiento de la proporción de CO2 en la atmósfera, principal indicador del calentamiento global.

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Notas de trabajo de José Pérez de Lama

Escribía esta mañana un «tuit» diciendo más o menos que la economía global debería endeudarse, en la medida que fuera necesaria, para parar el cambio climático. ¿No sería mejor endeudarse que dejar que el plantea, más pronto que tarde, se convierta en un lugar inhabitable?

El tuit dio lugar a una conversación que me pareció interesante, en que colegas comentaron posibles estimaciones, e hicieron críticas, y yo recuperé algunas más que dejo por aquí. También aprendí que la cosas es más compleja incluso, de lo que podría parecer en primera instancia. La complejidad en que pienso tiene que ver con la diferencia entre el coste de la «descarbonización» de nuestra sistema de vida a escala global, y el coste de los efectos del cambio climático. Hay que recordar que la descarbonización según se plantea oficialmente, para 2050, ya supondría un aumento de temperaturas de 1.5ºC respecto de la era preindustrial, y que esto tendría efectos, produciría daños, que también tendrán costes extraordinarios: catástrofes varias (lluvias torrenciales, sequías, incendios…), subida del nivel del mar, desertificación, deterioro de los ecosistemas que deterioren su productividad (agricultura) y habitabilidad… (comentarios en la segunda parte de este texto).

Sobre el coste de la transición verde, o de la descarbonización

Morgan Stanley, 2019

Citaba uno de los colegas en la conversación el artículo publicado en ctxt por Ernesto H. Vidal titulado La trampa del capitalismo verde (2020). Leyendo el artículo, se cita la referencia de Morgan Stanley (Klebnikov, 2019), que estimaba que el volumen de la inversión para la transición a una economía neutral en carbono (lo que se suele llamar descarbonización) sería de 50 billones hasta 2050. El artículo es interesante porque desglosa este volumen según 5 áreas principales. Como referencia, el PIB global en 2021 fue de 93.86 billones $ (fuente: https://statisticstimes.com/economy/world-gdp.php – nótese que trillions ingleses son billones en español). El PIB de España en 2021 fue de 1.2 billones de euros (fuente: https://datosmacro.expansion.com/pib/espana ). 50 billones $ en aproximadamente 30 años serían 1.66 billones $ anuales, del orden de un 1.6% del PIB mundial. Aunque ya quedan más bien 27.5 años. En principio no parecería una cantidad desorbitada para lo que está en juego…

En esta misma fuente (Vidal, 2020) se dice que alcanzar hasta un 80% el objetivo de la «descarbonización» supondría un coste mucho menor, 15 billones $. La cita exacta es la siguiente: «Se estima que pasar a un modelo energético en el que las energías renovables proveyeran el 80% de la energía costaría unos 15 billones de dólares». No menciona fuente. Mi observación es que éste podría parecer el objetivo al que apunta lo que está ocurriendo. Pero ahora mismo no sé qué incremento de temperatura supondría este 80%…

En la conversación se compararon estos datos con las inversiones públicas del New Deal en Estados Unidos (años 30) y con las que se hicieron para la Segunda Guerra Mundial (entiendo que por parte de los Aliados, o quizás sólo por parte de los EEUU). Las del New Deal, según Pettifor (2019, p. 51): «El gasto público bajo Roosevelt (antes de la guerra) se incrementó en una media anual de un 8% del PIB hasta 1939 [desde 1933, interpreto por lo que dice previamente], y en un 14% del PIB entre 1934 y 1936». Y dice además, por comparación: «Bajo el Recovery Act del presidente Obama, el gasto público creció sólo un 3% anual en el período 2009-2015».  Sobre el gasto para la SGM escribió D. Palomera en la mencionada conversación tuitera: «En 1945 el gasto en la SGM podría haber alcanzado un 37% del PIB». Dada la informalidad de la conversación no sé la fuente de este dato.

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McKinsey, 2022

Como había leído sobre el asunto pero no recordaba exactamente donde, buscando en la red tras el episodio de «Tuiter» encontré otra estimación de la consultora McKinsey que se publica en la web del World Economic Forum (Broom, 2022). Según esta segunda estimación el coste de la transición verde sería de 3.5 billones $ anuales hasta 2050, hasta lograr la transformación de la economía global en neutra en carbono, hasta la denominada descarbonización. Un total aproximado de 100 billones $, del orden del PIB mundial actual; una inversión anual de aproximadamente el 3.5 del PIB mundial de 2021. Por seguir con las ideas generales del orden de magnitud del asunto, si esta cantidad se distribuyera proporcionalmente al PIB de los países, para España (3.5% de 1.2 billones €) supondría unos 42.000 millones anuales de inversión hasta 2050. Y si todo fuera gasto público supondría, aproximadamente, doblar la deuda actual. Hm.

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IPCC, 2018

Los datos que yo tenía anteriores a la conversación, por último, eran diferentes, pero del mismo orden. La fuente es Mike Berners-Lee en su libro de 2021 There Is No Planet B (pág. 160) -que comenté en el blog hace unos meses- que a su vez cita el informe del IPCC de 2018 Global Warming of 1.5°C: 2.5 billones $ anuales, del orden del 2.5% del PIB mundial. No dice nada Berners-Lee del período de inversión y aún no leí el informe del IPCC del que procede su información.

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El debate, en fin, venía de mi pregunta sobre si siendo estos datos más o menos ciertos, no sería conveniente que la economía mundial se endeudara para detener el cambio climático. Mejor contraer – o dejarle a las siguientes generaciones – una deuda importante, que un planeta inhabitable. Piensa uno ingenuamente.

Y por ahí conectaba con la cuestión de la deuda pública y el dinero como tecnología social, como dice Pettifor y como decía Keynes. Mi amigo Paco Lechago, estudioso de la Teoría Monetaria Moderna entre otras cuestiones, intervenía en el debate tuitero diciendo: «Es todo voluntad política. El mundo se hará inhabitable o no, por voluntad política. ¿Cuál es el gasto público correcto? El necesario para rescatar a las personas y al planeta». Siendo yo, por supuesto, un aficionado a estas cosas, le invitaría desde aquí a comentar estas cosas en un post – cuando buenamente pueda.

Segunda parte: el coste del calentamiento global

Un segundo aspecto del asunto, como anticipaba, no son ya las inversiones que serían necesarias para la descarbonización, sino el coste de las dificultades y los daños generados por el cambio climático. Esto lo entendí tratando de leer uno de los artículos citados por Vidal y por uno de mis contertulios tuiteros (Yumashev et al, 2021). Aunque el artículo trata de los costes adicionales que supondrán el acelerado calentamiento del Ártico respecto de los modelos de referencia, me parece que entendí algunas cosas, a pesar de ser un texto más bien técnico y algo oscuro (curiosamente leyendo estos días a Latour sobre esto). Si no lo entiendo mal, es una línea de trabajo similar a la del premio Nobel William D. Nordhaus que trata de estimar precisamente estos costes – y de ver en qué medida convendría o no -¿según a quién?, claro- asumirlos. Tengo pendiente de lectura su discurso de recepción del Nobel (2018) a ver si me entero de algo, aunque es más por obligación que por devoción que lo descargué hace ya un tiempo y que quería estudiarlo…

Del artículo de Yumashev creo entender que su estimación de los costes del cambio climático en el escenario de limitación de las temperaturas a 1.5ºC serían de 638 billones $ – NPV hasta 2300, esto es Valor Neto Actual, pero hasta 2300 y no hasta 2100 como se lee en el artículo de Vidal (ver figura 6 en Yumashev, por ejemplo). Lo que intentan estimar Yumashev y colegas -salvo error por mi parte, bastante posible- sería «the total economic effect of climate change […] consists of mitigation costs, adaptation costs and climate-related economic impacts», esto es, el efecto económico total del cambio climático, consistente en los costes de mitigación [el coste de la transición verde o descarbonizacióny no sé si algo más], los costes de adaptación y los impactos económicos relacionados con el cambio climático [sección: Implications for the total economic effect of climate change]. El coste de los efectos del cambio climático en el caso de no hacer nada, el escenario que llaman BaU, Business as Usual, sería desde luego muy superior, 2.147 billones $ – siempre según las simulaciones de los autores. 2300 se nos figura como un tiempo lejano… a 278 años vista, y además, como digo, no sabe uno si está interpretando bien los datos. Distribuidos linealmente serían, para los 638 billones, 2.3 billones anuales… Tengo que pedir otra vez a mis amigos economistas que me ayuden…

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Lo inquietante, desde luego, y ya para acabar, es que estos costes estimados serían en buena parte volumen de negocio para los que Naomi Klein (2007) llamó el «capitalismo del desastre»… Negocio para las grandes constructoras-financieras, las tecnológicas… todos los que intervienen en reconstruir tras las catástrofes y cosas así… Y como vemos con las guerras, parece que a los consejos de administración de estas empresas, lo de las vidas, la habitabilidad, los ecosistemas no les importa demasiado, mientras los interesados puedan estar en sus refugios privilegiados bien acondicionados y suministrados de lo que necesiten…

¡Así estamos! Salvo los cuatro locos ecologistas radicales, intentando no enterarnos demasiado de lo que pueda pasar y viviendo el día… Miedo y rabia, como decía estos días… Y quizás también algo de envidia de la gran mayoría que sigue sin querer enterarse demasiado… Parece que si no ocurre «un milagro» no habrá mucho que hacer salvo lo de cultivar la famosa resiliencia personal y comunitaria, y quizás también hacer meditación…

¡Salud – de la de siempre, y climática que está más difícil aún!

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Referencias

Mike Berners-Lee, 2021, There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge

Douglas Broom, 2022, What’s the price of a green economy? An extra $3.5 trillion a year, disponible en: https://www.weforum.org/agenda/2022/01/net-zero-cost-3-5-trillion-a-year/ | accedido el 27/07/2022

Sergei Klebnikov, 2019, Stopping Global Warming Will Cost $50 Trillion: Morgan Stanley Report, disponible en: https://www.forbes.com/sites/sergeiklebnikov/2019/10/24/stopping-global-warming-will-cost-50-trillion-morgan-stanley-report/?sh=31ffeb251e23 | accedido el 27/07/2022

Naomi Klein, 2007, The Shock Doctrine. The Rise of Disaster Capitalism, Penguin, London

Ann Pettifor, 2019, The Case for the Green New Deal, Verso, Londres

Ernesto H. Vidal, 2020, La trampa del capitalismo verde, disponible en: https://ctxt.es/es/20200701/Politica/32927/Ernesto-H-Vidal-trampa-capitalismo-verde-crisis-ecologica-contaminacion-Kyoto.htm | accedido el 27/07/2022

Dmitry Yumashev et al, 2019, Climate policy implications of nonlinear decline of Arctic land permafrost and other cryosphere elements, Nature Communications, disponible en: https://www.nature.com/articles/s41467-019-09863-x | accedido el 27/07/2022

Sobre marcar y subrayar libros según Calasso, y alguna cosa más

Por José Pérez de Lama

Recordando a mi padre que se murió hace un año y siete meses –nuestras lecturas compartidas.

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Referencias principales:

* Roberto Calasso [traducción de Edgardo Dobry], 2021 [en italiano, 2020], Cómo ordenar una biblioteca, Anagrama [nuevos cuadernos], Barcelona

* Diógenes Laercio [traducción, introducción y notas de Carlos García Gual], 2013 [2007, primera mitad del S. III d.C.], Vidas y opiniones de las filósofos ilustres, Alianza Editorial, Madrid

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Este librito de Calasso, Cómo ordenar una biblioteca, es de los que más me han gustado últimamente. Me gustó mucho. Trata como dice su título de bibliotecas, y de libros y autores, y de las cosas que los rodean. Calasso murió el año pasado, y un par de sus libros están entre mis preferidos «de todos los tiempos» – por ejemplo, el recientemente leído, La Folie Baudelaire, (2011, sobre el París de la época del poeta, con especial énfasis en Ingres y en Manet, y el propio Baudelaire, claro. Calasso combina erudición rizomática, con una sensibilidad artística a la que me siento muy próximo, con una escritura de gran belleza, y a la vez, en mi opinión de bastante claridad.

Mi padre y yo nos intercambiábamos libros. En los últimos años, estando él más mayor, yo actuaba como su dealer de libros, tratando de mantenerlo interesado en otras cosas que no fueran los medios de masas –tan cómodos pero a la vez creo que tan perniciosos para nuestros ancianos. El tema de las marcas en los libros era uno que nos afectaba…  Mi padre muy aficionado a subrayar, ¡incluso con rotulador!, y yo, que lleno los libros de anotaciones a lápiz «con caligrafía de insecto» como dice Calasso de Borges.

Me permito reproducir a continuación un par de páginas de Calasso –¡copiar textos de gente que me gusta cómo escriben se convirtió en uno de mis mayores consuelos! Y después, un comentario sobre uno de los últimos libros que mi padre me dejó con marcas: al encontrarlo pensé que eran algún tipo de mensaje en clave que me dejó… Pero que aún no he descifrado del todo… Hm?!

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Roberto Calasso, Cómo ordenar una biblioteca, pp. 39-41

Es muy raro el caso de un libro que, habiéndolo leído, haya quedado tal cual, sin ninguna marca de lápiz. No agregar a un libro huellas de la lectura es una prueba de indiferencia –o de mudo estupor– . ¿Cómo intervenir? Aquí los modos divergen, de lector a lector. Aquel que [p. 40] ha sido para mí «El lector» por excelencia, Enzo Turolla [1], solo ponía puntos casi invisibles en los márgenes del pasaje, en las líneas o en las palabras en particular que le habían llamado la atención. Releer un libro siguiendo, uno por uno, esos puntos era, en ocasiones, como leer un ensayo, agudo y articulado, sobre ese libro. Se podía incluso pensar en que la escritura de ese ensayo hubiera podido ser superflua o menos incisiva. Existen también lectores airados (la lista es larga) que salpican los márgenes de los libros con signos de exclamación e interrogación indicando desaprobación, y a veces agregando: nonsense u otros exabruptos.

[1] Wikipedia en inglés, entrada «Roberto Calasso»: «At 12 Calasso met and was greatly influenced by a professor at Padua University, Enzo Turolla, and they became lifelong friends». Consultada el 14/02/2022.

Por otra parte, una simple referencia a una página, acompañada quizás de una palabra clave, escrita sobre la última guarda blanca del libro (es una costumbre mía), puede revelarse más tarde como algo precioso. Existen los libros que uno imagina haber leído, cuando en verdad sólo ha oído hablar de ellos. Y existen también, los libros que uno ha leído y anotado pero de los que más tarde ha borrado todo recuerdo. A partir de las anotaciones de un libro olvidado se puede encontrar ese determinado pasaje que resultará indispensable «veinte años más tarde».

Con su «caligrafía de insecto» (así la definía), Borges escribía anotaciones en las guardas de los libros evitando con cuidado poner marcas sobre las páginas impresas. En su ejemplar de The Royal Art of Astrology de Robert Eisler, el menos conocido y afortunado de los grandes visionarios eruditos del siglo XX, se encuentran dos anotaciones que iluminan tanto a Eisler como a Borges. En la primera se lee: «Los horóscopos individuales – 165», correspondiente a a este pasaje del libro: «La idea de que los eternos dioses astrales puedan estar íntimamente involucrados en la existencia y el carácter de cualquier Tom, Dick y Harriet –“así tantos dioses se disputan una misma cabeza” (tot circa unum caput tumultuantes deos [2]), como decía en tono de burla Séneca– no se le podría haber ocurrido a un asirio o a un babilonio, ni siquiera a un egipcio o un etíope.» De ello podía deducirse que el horóscopo individual sólo podía desarrollarse en la cultura griega. Era una manera entre tantas, pero muy elocuente de diferenciar Europa de Asia.

[2] «Todos los dioses en tumulto en torno a una cabeza», Seneca, Suasor, i. 4. Citado también por Montaigne, Chapter XIII. Of judging of the death of another.

La otra página marcada por Borges era aún más significativa porque introducía los astros en el interior de toda actividad, incluso de quienes los ignoran. Esta es la anotación de Borges: [pág. 42] «Contemplation, consideration – 261», referida al siguiente pasaje de Eisler: «Sería difícil, si no imposible, encontrar otro cuerpo doctrinario que haya influido tan profundamente –a pesar de todas las críticas dirigidas en todos los tiempos a sus evidentes debilidades– en el comportamiento de tantos individuos eminentes de todos los tiempos y todos los países, dejando una impronta imborrable en la lengua inglesa y en todas las lenguas romances, de modo que hasta la actualidad nos vemos obligados a usar un término astrológico cada vez que queremos “con-siderar” lo que vamos a hacer respecto a este o aquel problema; en cuanto a la “con-sideración” no es otra cosa que el acto de enfrentarse al influjo de los diversos astros (sidera) acerca de la decisión “contemplada”, en tanto que la contemplación misma significa, en el origen la elaboración de un diagrama que dividía el cielo en cuadrantes –operación denominada templum por los antiguos augures etruscos y dirigida a facilitar la interpretación sistemática de los prodigios observados por quien estudiaba el cielo–». Consideración, contemplación: dos palabras poderosas para Borges, cuyo sentido se iluminó en dos páginas de un libro que había comprado en 1947 en la Mitchell’s Book Store, ubicada en la antigua calle de Cangallo (hoy Presidente Jan D. Perón) 570, Buenos Aires.

Siempre he desconfiado de quienes quieren conservar los libros intactos, sin ninguna marca de uso. Son malos lectores. Toda lectura deja una marca, aunque no quede ningún signo visible en la página. Un ojo experto sabe enseguida distinguir si un ejemplar ha sido leído o no.

En cuanto a las señales en los libros, todo está permitido excepto escribir o subrayar con bolígrafo, porque es una especie de lesión irreparable del objeto. Pero también esta regla admite – muy raras – excepciones. Tengo frente a los ojos dos páginas del ejemplar Cartesian Linguistics de Chomsky que perteneció a Oliver Sacks. Observo once líneas subrayadas con bolígrafo y con regla. Las anotaciones de Sacks están en los márgenes, siempre en bolígrafo con dos tintas, negra y roja. Tratan –nada menos– de la relación entre «estructuras profundas» y «enunciaciones». En rojo se lee, como en una explosión, la frase conclusiva: «Yo no pienso en enunciados.» Imposible no conceder a Sacks, a su perpetuo espíritu infantil, ésta y muchas excepciones.

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Así las cosas, encontré por casas de mis padres uno de los libros que había prestado a mi padre, unos pocos meses antes de morir. El Diógenes Laercio, que como algunos sabreís, es una obra helenística en que el autor hace una historia algo sui generis de la filosofía griega, pero que para muchos autores constituye la principal fuente, por ejemplo, para Epicuro, que fue la razón que me llevó a hacerme con el libro. Pasé por casa de mi padre, y le dije si quería echarle un vistazo, y me dijo que sí, y luego comentamos alguna cosa de que le estaba entreteniendo. Los dos primeros libros, que tratan de los «presocráticos», son sin duda bastante divertidos.

Suelo fechar los libros cuando los compro y a este le puse, «julio de 2020». Mi padre murió en noviembre, y en algún momento del verano se tuvo que ingresar, y quizás a partir de entonces pudiera leer mucho menos. O sea que este debió ser de uno de nuestros últimos libros compartidos. Y ocurrió que al encontrarlo en su caso meses más tarde tenía algunas marcas muy ostensibles, esquinas de páginas marcadas, y me dio por pensar que quizás fueran algún mensaje especial que me dejaba. Transcribo el texto de una de las secciones marcadas que más me llamó la atención… Sigo pensando –como un juego, nada más, que comparto aquí con vosotr*s– qué me podría querer decir… Sigue Diógenes Laercio (una selección de los párrafos 68 a 73 del Libro I de la edición arriba referenciada):

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, Libro I: Quilón

Quilón (c. 560 a. C.)

[68] Quilón, hijo de Damagetes de Esparta. Compuso elegías hasta unos doscientos versos, y decía que la excelencia del hombre es la previsión del futuro captada en su razonamiento. A su hermano, que estaba irritado por no ser éforo cuando él lo era, le dijo: «es que yo sé soportar la injusticia y tú no». Fue éforo en la Olimpiada cincuenta y cinco en tiempos de Eutidemo, según dice Sosícrates. Pánfila dice que en la cincuenta y seis y que fue el primer éforo. Y fue el primero en colocar éforos junto a los reyes para gobernar conjuntamente. Sátiro lo atribuye a Licurgo.

Según dice Heródoto en su primer libro […] [69] que preguntó a Esopo qué era lo que hacía Zeus y aquél contestó: «Humilla lo elevado y eleva lo humilde». Al preguntarle uno en qué se diferenciaban los doctos de los ineducados: «En sus esperanzas en lo bueno». O ¿qué es difícil?: «Callar y saber soportar la injusticia». Daba también estos consejos: dominar la lengua, sobre todo en un banquete; no hablar mal de los vecinos, o de lo contrario tener que oír cosas molestas; [70] no amenazar a nadie […]; acudir más a las desgracias de los amigos que a sus éxitos; hacer un matrimonio modesto; no hablar mal del que ha muerto; honrar la vejez; vigilarse a sí mismo; preferir antes un castigo que una ganancia vergonzosa pues éste causa dolor una vez y aquélla durante toda la vida; no burlarse del desgraciado; ser fuerte y suave para que los demás nos respeten más que nos teman; aprender a dirigir bien la propia casa; que la lengua no corra más que el pensamiento; dominar el ánimo; no odiar el arte adivinatorio; no desear lo imposible; no apresurarse en la marcha; no agitar las manos al hablar, porque es de locos; obedecer las leyes; aprovechar la soledad.

[71] De sus cantos ha conseguido la fama esto:

Con la piedras de toque se examina el oro
para dar su calidad exacta
y con el oro se prueba la inteligencia de los
hombres buenos y malos.

[…] Era brevilocuente; por lo que Aistágoras de Mileto llama «quilonio» al estilo braquilógico. [1] (Era también propio de Branco, el que fundó el templo de Bránquidas.)

[1] DLE-RAE: braquilogía 1. f. Ret. Expresión elíptica corta equivalente a otra más amplia o complicada, como en me creo honrado por creo que soy honrado.

Era ya viejo en la Olimpiada cincuenta y dos cuando estaba en su apogeo el fabulista Esopo. Murió, como dice Hermipo, en Pisa al abrazar a su hijo, vencedor olímpico del pugilato.

Le ocurrió esto por lo extremado de su alegría y la debilidad de sus muchos años. Y todos los reunidos para el certamen lo escoltaron con los máximos honores.

Le tengo compuesto este epigrama:

[73] A ti Pólux lucífero te doy gracias, porque el hijo
de Quilón recogió el verde olivo del pugilato.
Si su padre murió de alegría al ver al hijo portador de la corona
no es reprensible. ¡Ojalá a mi me llegue
una muerte semejante!

Adorno: sobre escribir (en Minima Moralia)

Imagen: Dos ediciones alemanas del Minima Moralia. Reflexiones sobre la vida dañada, de Theodor Adorno, escrito entre 1944 y 1947 y publicado por primera vez en 1951.

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Selección y traducción de José Pérez de Lama

Referencia: Theodor Adorno, 2020 [1951, 1945-47], Minima Moralia. Reflections from the Damaged Life, Verso, Londres – Nueva York

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Introducción

Reproduzco a continuación la traducción que hice del inglés del «aforismo» –así los llama Adorno– 51, el primero de la segunda parte, titulado Memento — Recuerda / Recordatorio. Presenta aquí Adorno unas ideas bastante exigentes sobre la escritura, defendiendo primero una cierta claridad, — diría yo que — una idea moderna de la belleza, y más adelante el no dejarse llevar por los trucos o las trampas de la razón… De una manera sugerente explica que es un buen escrito [filosófico, asume uno], y sería algo alejado del puro racionalismo, del «positivismo»… y en buena medida participante de lo poético o literario… La imagen final en que compara el texto con una casa en que se establece el escritor me gustó bastante… Sigue la traducción a partir de aquí.

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Memento. – Una primera precaución para escritores: en todo texto, toda pieza, todo párrafo comprobar si el motivo central destaca con suficiente claridad. Cualquiera que quiere expresar algo se ve tan arrastrado [por ello] por lo que quiere expresar que deja de reflexionar [sobre ello]. Demasiado próximo a su intención, «en sus pensamientos», se olvida decir lo que quiere decir.

Ninguna mejora es demasiado pequeña o trivial para no ser valiosa. La extensión de un trabajo es irrelevante, y el miedo a que no haya demasiado escrito, infantil. Nada debe considerarse que merezca existir simplemente porque exista, porque haya sido escrito. Cuando varias frases parecen variaciones sobre la misma idea, con frecuencia sólo representan diferentes intentos de comprender [grasp] algo que el autor aún no ha dominado. En esos casos, debe elegirse y desarrollarse la mejor de las formulaciones. Es parte de la técnica de la escritura el poder descartar ideas, incluso ideas fértiles, si la construcción lo pide. La riqueza y el vigor beneficiarán otras ideas que de momento están reprimidas. Igual que, en la mesa, uno no debe comerse hasta la última miga, ni beberse los posos. Si no, lo tomarán a uno por pobre.

El deseo de evitar clichés no debería, a riesgo de caer en la coquetería vulgar, limitarse a las palabras individuales. La gran prosa francesa del siglo XIX era particularmente sensible a esta clase de vulgaridad. Una palabra es raramente banal por sí sola: en música es igual, la nota individual es inmune a la banalidad. Los clichés más abominables, como los que Karl Krauss criticaba con dureza, son, para bien o para mal, combinaciones de palabras, [implemented and effected]. Porque en éstas, la corriente fangosa del lenguaje manido [stale] hace remolinos sin sentido, en lugar de ser contenida, y luego liberada, por la precisión de las expresiones del escritor.

Esto no solo se aplica a la combinación de palabras, sino a la construcción de formas completas. Si un dialéctico, por ejemplo, marca los puntos de cambio del avance de sus ideas empezando con un «Pero» en cada cesura, el esquema literario desvelará lo poco esquemático de [la intención] de su pensamiento.

La espesura no es una arboleda sagrada [sacred grove]. Existe el deber de clarificar todas las dificultades que resultan de la mera complacencia esotérica. Entre el deseo de un estilo compacto adecuado a la profundidad del objeto tratado [subject matter] y la tentación del desorden [slovenliness] recóndito y pretencioso no hay una distinción obvia: examinar las sospechas siempre es saludable. Precisamente el escritor menos dispuesto a hacer concesiones al vulgar sentido común debe guardarse de revestir las ideas, en sí mismas banales, con los recursos del estilo. Las lugares comunes de Locke no son justificación para las oscuridades de Hamann. [Nota: sobre Hamann, autor protoromántico puede verse: https://en.wikipedia.org/wiki/Johann_Georg_Hamann%5D

Si el texto terminado, de la extensión que sea, suscita incluso la más leve de las aprensiones [misgivings], éstas deben tomarse con toda seriedad, en un grado completamente fuera de proporción respecto de su aparente importancia. La implicación afectiva en el texto, y la vanidad, tienden a reducir cualquier escrúpulo. Lo que se deja pasar como una pequeña duda podría indicar la objetiva carencia de valor del trabajo.

La procesión de danzantes de Echternach no es la marcha del Espíritu del Mundo; la limitación y la reserva no son la manera de representar la dialéctica. Más bien, la dialéctica avanza por medio de extremos, conduciendo los pensamientos en todas sus consecuencias hasta el punto en que se vuelven sobre sí mismos, en lugar de cualificándolos. La prudencia que nos retiene de aventurarnos demasiado lejos en una frase es habitualmente sólo un agente del control social y, por tanto, de la idiotización [stupefaction]. [Nota en el texto traducido: Echternach es un pueblo de Luxemburgo, cuya procesión de Pentecostés [Whitsun] avanza con un movimiento de tres pasos adelante y dos pasos atrás.]

Se suele recurrir al escepticismo cuando se presenta la frecuente objeción de que un texto, una formulación, es demasiado «bella». El respeto por el asunto expresado o incluso por el sufrimiento, pueden racionalizar con facilidad lo que es mero resentimiento contra un autor que es incapaz de exhibir las huellas, en la forma «reificada» del lenguaje, de la degradación infligida sobre la humanidad. El sueño de una existencia sin vergüenza, al que se aferra la pasión por el lenguaje, aun estando prohibido como contenido, tiene que ser rencorosamente estrangulado. El escritor no debería reconocer distinción alguna entre expresión bella y [expresión] adecuada. No debería suponer esta distinción en la mente ansiosa del crítico ni tolerarla en la suya propia. Si logra por completo decir lo que quiere, será bello. La belleza de expresión por sí misma no es de ningún modo «demasiado bella», sino ornamental, muestra de falta de oficio», fea. Pero aquel que, con el pretexto de la falta de egoísmo, sirve sólo al tema que quiere tratar, olvidándose de la pureza de expresión, también traicionará al tema mismo.

Los textos bien [properly] escritos son como telas de araña: ajustados [tight], concéntricos, transparentes, bien hilados [well-spun] y firmes. Atraen hacia sí a todas las criaturas del aire. Las metáforas que los atraviesan revoloteando se convierten en las presas que los alimentan. El objeto del que tratan [subject matters] se aproxima aleteando. La robustez [soundness] de una concepción puede ser juzgada por la manera en que hace que una afirmación llame [summons] a la siguiente. Donde el pensamiento ha abierto una celda de realidad, debe, sin violencia por parte del sujeto, penetrar la siguiente. Demuestra su relación con el objeto tan pronto como otros objetos cristalizan en torno a él. En la luz que proyecta sobre la sustancia elegida, otras comienzan a brillar.

En su texto, el escritor establece [sets up] su casa. Así como lleva papeles, libros, lápices, documentos, desordenadamente, de un cuarto a otro, crea el mismo desorden en su pensamiento. Se convierten en muebles en los que se hunde [that he sinks into], contento o irritable. Los acaricia afectuosamente, los desgasta, los mezcla, los reorganiza, los estropea. Para alguien que ha dejado de tener una patria, la escritura se convierte en un lugar en el que vivir. En el que inevitablemente produce, como una vez lo hizo su familia, deshechos y cosas que inservibles [lumber]. Pero ahora carece de cuarto trastero, y es difícil en cualquier caso deshacerse de lo que sobra. Así que empuja estas cosas delante suya, con el peligro de acabar llenando sus páginas con ellas. La exigencia de endurecerse frente a la autocompasión implica la necesidad técnica de contrarrestar cualquier debilitamiento de la tensión intelectual con la mayor alerta, para eliminar cualquier cosa que haya empezado a incrustarse en el trabajo o a seguir ahí inútilmente, que si al principio podía haber servido como cotilleo, para generar la atmósfera amable conducente al crecimiento, ahora se ha quedado atrás, plana y pasada [flat and stale]. Al final, al escritor ni siquiera le es permitido vivir en su propia escritura.#

 

The Ministry for the Future, de Kim Stanley Robinson (2020): unos comentarios

Imagen: Walker Evans, 1928-30, Workers Loading Neon «Damaged» Sign into Truck,  New York City. Fair use / uso educativo y cultural. Fuente: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/272437

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Comentarios de José Pérez de Lama

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Referencia completa: Kim Stanley Robinson, 2021 [2020], The Ministry for the Future, Orbit Hachette Book Group, Nueva York

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Probablemente el libro de cli-fiction más importante de los últimos años … cli-fiction o cli-fi se viene llamando así a los libros de ciencia ficción centrados en la cuestión climática y posiblemente tampoco sea un género tan antiguo… aunque recuerda uno algunos libros de Ballard y seguro que habrá más.

Kim Stanley Robinson [KSR], conocido de muchos. José Luis de Vicente lo llevó a Barcelona hace pocos años. Me impresionó y me alegró ver a José Luis en los agradecimientos de Ministry.

Por mi parte había leído dos de los tres volúmenes de su serie sobre Marte (rojo, verde, azul – 1992, 1993, 1996): trilogía de muchas páginas sobre la colonización de Marte, que tenía como uno de sus temas principales el proceso de creación de una biosfera para hacer habitable el planeta para los humanos – término fetiche sería el de «terraformación», aunque como se trata de Marte, KSR también usa «marteformación» y «aresformación» (de Marte y Ares). Terraformación en el caso de KSR (leía hace poco al antropólogo Arturo Escobar que lo usaba en un sentido diferente) designaría el empleo de técnicas de «geoingeniería» y «geobiología», o quizás podrían llamarse también «ingeniería evolutiva», para dar lugar a la emergencia, donde antes no existía, de un medio que hace posible la vida, y a continuación de la vida misma – microorganismos, hongos, plantas… – emulando lo que suponemos que ocurrió hace millones de años en el planeta Tierra; una especie de evolución dirigida y acelerada… Y más allá de las cuestiones tecnocientíficas ya bastante interesantes, la serie trataba de los conflictos sociotécnicos y políticos, quizás también subjetivos, de las «economías del deseo», podría decirse, en torno a estos procesos a lo largo de sucesivas generaciones. Una historia que en ocasiones y en muchos aspectos hacía recordar la historia del origen de los Estados Unidos (aunque sin indígenas). Obra muy interesante desde el punto de vista tecnocientífico y político, aunque literariamente, seguramente, algo menos.

Tras otras dos novelas más que trataban del cambio climático (2312 y New York 2140) –que aún no leí– en 2020 KSR publicó este Ministry for the Future, que diversos amigos, en especial Pablo DeSoto, me instaban con insistencia a leer. Y tenían razón. (En mi opinión) la novela está muy-muy-muy bien. Muy interesante para los que estamos preocupados por el cambio climático. Pero también me parece que está bastante bien desde el punto de vista literario, particularmente el primero tercio de la novela – que me pareció notablemente mejor desde este punto de vista que mis anteriores lecturas del autor.

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El libro tiene 563 páginas de letra más bien pequeña (mi edición es la de paperback de Orbit). Imagina las próximas décadas de emergencia climática y los esfuerzos desde diversas instancias para responder a la emergencia. Aunque no se especifican las fechas, mi estimación es que los hechos objeto de la narración se extenderían entre el casi-presente y la década de 2040, los años críticos según se estima actualmente, para detener, o no, el cambio climático, antes de que se produzcan cambios irreversibles en la biosfera. Años que muchos de nosotros probablemente viviremos. ¿Se producirá en 2025 el peak (el máximo) de las emisiones como estima el IPCC que será necesario para no superar los 1.5 (¿o son 2ºC?) de calentamiento global? ¿Se habrán reducido la emisiones en un 45% para el 2030 como recomienda con mucha seriedad el IPCC? Como son fechas que están a la vuelta de la equina los jóvenes y las personas de mediana edad podremos ver qué pasa – si es que recordamos estas previsiones y advertencias en el maremágnum informativo que cada vez más parece dominar el mundo.

Dedicado a Fredric Jameson. Ha llamado la atención que el volumen esté dedicado a Fredric Jameson, el profesor y autor marxista (autor de Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism, 1991), cuya afirmación tal vez provocativa suele citarse con frecuencia, «[Hoy en día] es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Según leo, Jameson fue el director de tesis doctoral de KSR. Y en cierto modo, pensé leyendo Ministry que era una respuesta simpática a la afirmación de Jameson. Hasta cierto punto. Al final volveré sobre esto.

¿Un grupo de lectura sobre este libro? Estas notas me costaron más de la acostumbrado… Al final los comentarios que siguen son sobre algunas de las cosas que me llamaron más la atención y sobre otras que me plantean preguntas y dudas. Algún buen colega viene hablando desde hace un tiempo de montar un grupo de lectura/estudio sobre este libro; pienso que podría estar muy bien. Yo tendría que volverlo a leer otra vez, más atento a las cosas que plantea, en lugar de la lectura más gozosa y despreocupada que hice en la primera ocasión, y a partir de la que hago estos comentarios.
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Spoilers. A partir de ahora todo serán spoilers para l*s que aún no hayáis leído el libro.
Pues eso, a partir de aquí voy a discutir cosas sobre la trama y el final. O sea, que l*s que aún no lo hayáis leído el libro y os guste la intriga, dejad esta lectura para cuando lo hayáis leído.

Se centra el libro en torno a dos personajes, lo que ya es una cierta proeza narrativa: que una narración sobre el planeta y el mundo, pueda desplegarse con bastante verosimilitud a partir de la vida de dos personas. Pero me parece que sí que funciona, planteando así, incluso, la tensión entre el cambio «estructural» y el papel de los individuos en estos cambios.

Todo comienza con una ola de calor letal en la India. Uno de estas personajes es Frank May, un trabajador de una ONG, que en una fecha no muy clara, que uno tiende a pensar que podría ser el año que viene, o dentro de dos o tres años, está en el norte de la India cuando se produce la primera gran ola letal de calor – estos días de mayo de 2022, precisamente, se está produciendo una extraordinaria ola de calor en el norte de la India que l*s lectores de KSR percibimos con aprensión… En la novela, las temperaturas suben tanto durante unas semanas que dan lugar a la muerte de decenas de miles de personas. May es uno de los pocos, si no el único, que se salva. Pero queda profundamente afectado por la experiencia … Intenta incorporarse a un grupo activista, quizás terrorista, surgido en la India tras el holocausto climático, los Children of Kali, pero no lo aceptan. Poco después lo encontramos en Zurich, Suiza, con sus problemas de salud mental. Colabora allí en un centros de acogida de refugiados climáticos.

La ministra del Futuro. El otro personaje, tal vez más importante que May, es Mary Murphy, ministra del Futuro para la ONU. El Ministerio del Futuro que da nombre a la novela es una entidad creada por Naciones Unidas para tratar de impulsar el cumplimiento de los Acuerdos de París (el IPCC, las COP, etc.), para dar respuesta al escaso compromiso de los países y los grandes actores internacionales en relación con la emergencia climática. Además de una figura literaria-narrativa esta idea de un Ministerio del Futuro me parecería una propuesta tremendamente sugerente «más acá de la ficción»: tanto a nivel Naciones Unidas como de cada país, o quizás incluso región y ciudad… Es cierto que en España, por ejemplo, tenemos una Vicepresidencia que es ministra para la Transición Ecológica, pero también es cierto, como vemos con el tema de la energía, que tiene una capacidad de acción muy modesta, por decirlo de manera prudente… En realidad hay muchas cosas que me parece que funcionan así en el libro: figuras de la narración que podrían tomarse a la vez como propuestas políticas o de otro tipo para aplicar en la realidad.

Resulta interesante y actual que la protagonista principal sea una mujer madura, se la imagina uno al principio con 50+ años (al final de la historia se jubila). Había personajes así en la trilogía de Marte (mujeres maduras, poderosas y carismáticas), pero aquí la figura de Mary Murphy es aún más destacada.

Como suele ocurrir en la vida real, – ya decía de España–, el Ministerio es una entidad relativamente modesta para su misión: tiene pocos recursos y escasa autoridad para la tarea que se le encomienda: nada menos que cambiar el mundo…. Sí que tiene especialistas en múltiples áreas, y esa idea de transversalidad en un «ministerio» también es bien interesante. Se asume que la transformación del mundo que pretende impulsar no es algo sólo técnico, político, jurídico o económico, etc., sino que tiene que ser una composición de todas estas cosas y algunas más. Entre otras el Ministerio tiene áreas tecnológico-energética, económico-financiera, legal-jurídica, política-geoestratégica, digital, de comunicación, filosófica…

Mary Murphy, la ministra se encarga fundamentalmente de las relaciones, –el trabajo relacional que decía en algún momento–. Hacia el interior de su equipo, en le conexión, la comunicación y la coordinación entre las diferentes áreas de trabajo; y hacia afuera, con los países, agentes financieros, grupos de poder económico, incluso movimientos sociales y grupos activistas… En este sentido, me resulta interesante, que la configuración del Ministerio pretendería tener una cierta homología con los grandes procesos de transformación del mundo. Se intuye que si lo que queremos transformar es un sistema-red o una máquina socio-técnica, tecno-política, etc., los medios para impulsar estos cambios deberían tener una cierta «homología» con aquello que se quiere cambiar…Podría pensarse que su organización se habría concebido como una máquina para generar procesos, o para intervenir en procesos ya existentes… procesos de un carácter más bien emergente. Y aunque sea una observación más bien trivial por mi parte, KSR nos invita a imaginar un ministerio-monstruo más bien ajeno a la burocracia – y también a la práctica tan habitual de «¡El agua es mía! ¡La vivienda es nuestra!» que experimenté las últimas veces que intenté ayudar a «partidos progresistas» con sus programas. KSR no entra en muchos detalles organizativos, sólo hace sugerencias; pero uno tiende a imaginar este tipo de cosas.

Y a pesar de este buen planteamiento, las cosas no avanzan. Me parece reconocer aquí lo que contaba Bifo hace unos años sobre la impotencia, incluso ocupando las supuestas sedes del poder político: Obama, siendo presidente del país más poderoso del mundo, no fue capaz de cerrar Guantánamo aunque había sido uno de sus destacados compromisos de campaña… «El sistema-red», «la megamáquina» o como lo queramos llamar era más poderosa.

Asesinato, secuestro & … Así las cosas, ocurren algunos de los episodios clave del libro. Una fiesta en Zurich, junto al lago, invitados de todo el mundo, coches de lujo, champagne, quizás fuegos artificiales. Alguien desde la playa no deja de observar, sin moverse, durante largo tiempo; algunos en la fiesta se sienten molestos. Cansado de la situación, y algo ebrio, uno de los invitados baja a la playa y se aproxima al hombre que sin mediar palabra le dispara y lo mata. Para desaparecer a continuación, sin más explicación. Los lectores van intuyendo que el asesino es Frank May, quien pasa a vivir oculto en los bosques de los alrededores de Zurich, como una sombra.

En su siguiente aparición, May secuestra a Mary Murphy, la ministra, una noche en que está volviendo a casa de una cena con los colegas de trabajo. A Murphy le parece un hombre enajenado. May le dice que no le hará daño pero quiere toda su atención Quizás cuenta a la ministra su experiencia en la India, y le dice, amenazante, que el Ministerio no está haciendo lo suficiente. La ministra pasa miedo. Frank es finalmente detenido cuando se va de la casa. Pero el acontecimiento afecta mucho a Mary Murphy. Reconoce que el loco tenía razón en lo que le planteaba. Ella ya lo sabía, pero el shock del secuestro hace que ese saberlo se convierta en algo más.

Unas recientes declaraciones nada más y nada menos que de Antonio Guterres, el secretario general de Naciones Unidas me hicieron pensar en este episodio de KSR. Decía así, en Twitter: «A veces nos presentan a l*s activistas climáticos como peligrosos radicales. Pero lo radicales verdaderamente peligrosos son los países que están incrementando la producción de combustibles fósiles. Invertir en nuevas infraestructuras de combustibles fósiles es una locura moral y económica.» ( https://twitter.com/antonioguterres/status/1511294073474367488).

También la evocación de Greta Thunberg que hacían David Bollier y la recientemente fallecida Silke Helfrich en su último libro, Fair, Free, and Alive. The Insurgent Power of the Commons (2019): «No podemos salvar el mundo siguiendo las reglas [actuales]. Tenemos que crear unas nuevas reglas.» Y: «Tenemos que cambiar nuestro marco de pensamiento y pasar a preguntarnos ¿Qué es lo que podemos hacer juntos? ¿Cómo podemos hacerlo fuera de las instituciones convencionales que nos están fallando?» (https://freefairandalive.org/read-it/)

En el proceso de recuperación de su secuestro, hablando con uno de sus más próximos colaboradores Murphy descubre que gente del propio Ministerio, sin su conocimiento, ha venido apoyando acciones violentas. Desviando dinero… Dentro del propio ministerio había personas que sentían como Frank, y como los Children of Kali – nosotros, en el mundo no literario, podríamos pensar en los más modestos Extinction Rebellion. Mary prefiere no enterarse demasiado, dando así su apoyo tácito a este brazo secreto y violento. Lo que todos imaginamos que hacen la CIA, la KGB o como se llame ahora, y tantas organizaciones. Hmm. Poco tolstoiano o gandhiano el asunto… El lado oscuro de la novela…

Con esto quedaría planteado el drama: la catástrofe de la India, la inoperancia de los Acuerdos de París y la creación del bienintencionado pero relativamente inoperante Ministerio del Futuro, la «caída del caballo» – si usamos el símil de San Pablo – de la Ministra del Futuro, además de la intuición de la emergencia de una militancia climática violenta…

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Un «final feliz». A partir de aquí, la narración va tejiendo las acciones de unos y de otros, los conflictos, las dificultades … hasta que finalmente, y quizás sea esto parte de la buena recepción del libro, el mundo, la sociedad global, consigue, en algún momento de la década de 2040, controlar, parar y devolver a un cauce saludable, los principales procesos causantes del cambio climático: recorte drástico, casi total, de las emisiones de CO2 y gases equivalentes, y como consecuencia de esto, de la proporción de CO2 y gases equivalentes en la atmósfera, principales causantes del calentamiento.

El proceso y la articulación de los diferentes elementos que hacen posible este «final feliz» resultan moderadamente verosímiles. Y en cualquier caso, para mi al menos, resultan del mayor interés como forma de visualizar cómo podría ser un proceso así. Produce una cierta alegría, que sin embargo no invita a pensar, «ah, pues entonces ya no hay que preocuparse», sino que es otra cosa. Como pistas para pensar y hacer señalaré algunas cuestiones que me llaman la atención y algunas preguntas que el Ministry me ha hecho que me haga.

La principal pregunta, que ya avancé, es la de ¿cómo se produce un cambio histórico del calibre que sería necesario para afrontar con éxito la emergencia climática?

Lo cierto es que muchos autores vienen tratando de ayudarnos a imaginar cómo podrían ser este proceso. Algunos que he estudiado, e incluso comentando en este blog, son Rifkin (2011, 2014), Raworth (2017), Pettifor (2019), Mike Berners-Lee (2021), … Y es de imaginar que los instituciones que se toman en serio esta cuestión del cambio climático, y que vienen estableciendo políticas con este fin tendrán una idea de cómo imaginan que se producirá el cambio. No cabe duda, también, de que hay proyectos diferentes… El del capitalismo verde y los oligarcas digitales, o el de los decrecentistas (por ejemplo, Latouche, 2009), por mencionar dos casos bastante diferentes…

Pensar desde las relaciones de poder reales. El interés de la propuesta de KSR, en mi opinión, es que toma como referencia fundamental las actuales relaciones de poder, el capitalismo financiero y digital. Todo planteamiento que no parta de eso, y se base principalmente en la razón, lo que sería razonable hacer, o en los buenos sentimientos me parece de muy poco valor práctico – aunque se triste decirlo. Lo interesante adicionalmente en KSR es que no plantea una solución basada en el capitalismo verde, algo tipo Bill Gates o Unión Europea. Su propuesta, eso me parece a mí, sería más bien poscapitalista… Y sería en ese sentido en el que responde a su «director de tesis» Jameson, me parece. Lo que plantea KSR sería una revolución, pero una revolución diferente de las clásicas leninistas, maoistas o castristas, o del otro lado, fascistas. Más sobre esto más adelante.

Parte de las condiciones reales que no pueden obviarse al plantearse esta transición son los conflictos geopolíticos, y los cambios a esta escala que serían necesarios, derivados tanto de la asimetría entre países en cuanto a responsables y afectados del cambio climático, como de la que se deriva de las diferencias en cuanto a la disponibilidad de recursos fósiles (algunos de los países más ricos durante el último siglo gracias a esto quizás dejarían de serlo) o de las condiciones diferenciales para la producción de renovables (superficie, sol, viento, etc.). Tal vez, algunos de los aspectos más creativos del Ministry tengan que ver con estas cuestiones, destacando por ejemplo el papel de liderazgo que asume primero la India, en respuesta a la gran catástrofe en su territorio, y más adelante, China, no se sabe del todo bien por qué, cuando se transforma el sistema financiero global. Suiza, finalmente, para mi de forma un poco incomprensible, es para KSR otro de los modelos de racionalidad ilustrada, podría decirse, que contribuye a que se hagan posibles los grandes cambios globales.

Una recomposición de los mundos ya existentes. La transformación sería el resultado de cambios en múltiples aspectos del mundo. Aunque a la vez, quizás todos los cambios que KSR imagina son cosas que ya existen, no sólo en cuanto a las ideas, sino en su mayoría en cuanto a las prácticas. Esto se ve en un bonito capítulo de la parte final, en que típicamente se muestran las buenas prácticas, y la propia Mary Murphy se da cuenta de que tantas cosas que pasan en el mundo, y ni ella misma, en su posición de observadora privilegiada tenía una conciencia clara de la importancia y la magnitud de todo aquello. Tal vez esté pasando eso mismo ahora, eso es lo que creo que siguere KSR a los lectores. Lo que sí que ocurre es que actualmente todavía son prácticas minoritarias o relativamente marginales o poco visibles: la agricultura ecológica o la permacultura, la producción más o menos distribuida de energías renovables, los estilos de vida más austeros, los sistemas de monedas alternativas, las aplicaciones de la llamada Teoría Monetaria Moderna (MMT por sus siglas en inglés), las organizaciones comunales para la gestión de los recursos y la reproducción social, la economía cooperativa, la relocalización de partes de la economía, la arquitetcura y el urbanismo «bioclimáticos» o «regenerativos», y tantas otras.

Lo que plantea KSR que la sociedad mundial consigue llevar a cabo son recomposiciones, nuevas modulaciones relativas de las prácticas, las instituciones, las subjetividades… y también, claro, limitaciones drásticas en las actuales prácticas oligárquicas y monopolísticas… y la reducción drástica o la eliminación radical de otras que son ya hoy obviamente insostenibles.

También, la aceleración del desarrollo de ciertas tecnologías en el sentido más tradicional del término, tecnologías que parecen ya viables pero que aún tardan en ser usadas de manera generalizada: la captura de CO2 atmosférico, la producción y el uso de hidrógeno verde para el almacenamiento de energías renovables, y algunas otras menos evidentes. KSR dedica bastantes páginas a los trabajos para frenar la velocidad de los glaciares en la Antártida, que parece ser un factor fundamental del aumento del nivel del mar – pero no tengo el conocimiento suficiente para valorar si esto funciona como una ilustración del tipo de trabajos de geoingeniería que habría que acometer, y de los procesos de prueba y error con que se parece que habría que llevarlos a cabo, o qué exactamente.

La violencia. En contraste con otras visiones más técnicas de la transición verde –pienso ahora mismo en Raworth y Mike Berners-Lee, que comenté anteriormente en este mismo blog–, en el Ministry todo esto no sucede como si fuera un cuento de hadas, en el marco de una Humanidad racional y más o menos iluminada. La parte más oscura e intrigante para mí de la novela, como para otros comentaristas, es que en paralelo a la diplomacia, las negociaciones, la persuasión, las alianzas, el miedo de los más afectados, etc., como ya dijimos, hay una guerra más o menos subterránea: lo normal hasta cierto punto; casi lo raro es que en la novela no sea una guerra más visible como lo es desde hace décadas en Asia Occidental / Oriente Próximo.

Es éste uno de los aspectos más llamativos de toda la historia, pues el Ministerio para el Futuro, vamos descubriendo, y Mary Murphy sólo se entera tras su secuestro, parece que tiene una línea de trabajo secreta en la que apoya a grupos a movimientos que llevan a cabo acciones violentas como ataques a centrales térmicas y al transporte marítimo de contenedores, tal vez incluso asesinatos de ciertos personajes clave del mundo que se resiste a cambiar. También hay alguna acción mediática singular, como el secuestro de todo el Foro de Davos, obligando a los asistentes ver una serie de vídeos sobre las situaciones más graves de la emergencia climática. O ataques informáticos a los sistemas financieros globales, en particular a la banca suiza –que en la versión de KSR, guiada por su pragmatismo histórico opta por apoyar con mayor firmeza las demandas de los activistas climáticos. Se trata pues de un clásico de la «guerra sucia», que hace pensar en el Marx que decía algo así como que «sólo hay un camino para acortar, simplificar y concentrar la agonía asesina de la vieja sociedad y los dolores de parto de la nueva sociedad, y este camino es el terror revolucionario». Como contrapartida… en la novela, el equipo del Ministerio es también objeto de atentados terroristas, una bomba en las oficinas centrales, Mary Murphy pasa bastante tiempo escondida y rodeada de guardaespaldas y una de sus principales colaboradoras y amigas, la directora del área jurídico-legal del Ministerio, que se dedicaba entre otras cosas a pleitear contra países y corporaciones, muere asesinada.

Toda esta trama que discurre en un segundo plano en la novela es su parte más oscura… Y a la vez la que la distancia de una visión simplista y edulcorada del asunto. Y nos deja a muchos en suspense… Yo personalmente, que quiero creer en el derecho, la ley, la paz, etc., no se qué pensar. Tal vez, presentar así el asunto en una novela pudiera tener un efecto psicológico interesante…

Las finanzas: el dinero como dispositivo tecnopolítico clave. Otro tema. En la línea de las sorpresas, quizás la mayor para mí, es que uno de las principales palancas de cambio la pone en juego el consejo de los principales bancos centrales del mundo: EEUU, Europa, China… quizás también algunos de los BRICS. Se trata de la introducción de una moneda ecológica, una carbon coin, que podemos imaginar que sustituye al dollar USA como principal moneda global y cuyo valor es garantizado en el plazo de la transición necesario, el 2050 quizás, por la federación de bancos centrales mundiales. Se trata de nuevo de un plan discutido en términos generales por múltiples autores, la refundación del sistema monetario mundial para crear una nueva forma de dinero que no favorezca la especulación financiera, el crecimiento indiscriminado… Mucha literatura y algunos experimentos interesantes sobre el tema. El valor de la carbon coin de KSR, Mary Murphy y sus expertos, sería el propio valor de la reconstrucción medioambiental del mundo… (véase por ejemplo un post sobre Ann Pettifor en este mismo blog). La creación de una nueva moneda verde sería algo parecido a un Bretton Woods verde, quizás pudiera decirse, el acuerdo hacia el final de la II Guerra Mundial en el que se rediseña la economía mundial basándose en el dollar USA entre otras cosas. Para los detalles, que ahora no soy capaz de poner en pie, tendréis que ir al libro.

¿Y cómo explica KSR Robinson que pudiera llegar a producirse ese cambio? La tenacidad de Mary Murphy, la viabilidad de la propuesta, el apoyo de China, que no se entiende bien si es algo personal, – es una mujer la directora y parece establecer una cierta relación de confianza o simpatía intelectual con Murphy– o geopolítico; tal vez, incluso, KSR podría imaginar que la gravedad de la situación, la razón y la empatía pudieran haber influido en la decisión de los bancos centrales. KSR no lo explica y nos deja a los lector*s imaginar, tratar de explicar por qué podrían haber sucedido así las cosas.

Comunicación y nuevas subjetividades. Aunque KSR no profundiza demasiado en el asunto, no quiere dejar de mencionar, otros dos elementos del cambio global que aparecen en el libro. Por un lado, el Ministry genera una nueva red social digital, cuyos datos son propiedad de los usuarios y cuyos algoritmos de gestión de la información son más transparentes, y quizás favorezcan la organización, la autorganización en múltiples escalas para la transición verde. Lo que uno siempre imaginó que los estados o las instituciones públicas tendrían que promover en cuanto a la digitalización: software y redes libres, etc. De nuevo la red, tiene dificultades en su inicio, ataques diversos… pero con el tiempo se convierte en un componente relevante del cambio.

El segundo aspecto… me gustó especialmente, también en la parte final, una fiesta-ritual global simultánea, que era como una celebración del planeta y a la vez de la mente-corazón global que compondrían todos los humanos, y por qué no, también los no-humanos… Siempre me interesaron la fiesta y los ritos como modos de producción de mundo y de subjetividad… Ecologías de la mente, podríamos decir, rescatando el concepto de Bateson, aunque aquí la emoción compartida parece ser más importante. Por otra parte, la propia Mary Murphy y sus amigos, Frank May entre otros, también ejemplifican la nueva subjetividad que haría posible este otro mundo: además del secuestro, Murphy tiene singulares «epifanías» en medio de la naturaleza, en los Alpes, por ejemplo, cuando trataba de escapar de las amenazas. O cuando se jubila, pasa a vivir en una especie de comuna, vivienda compartida, no es una celebrity tipo los expresidentes que tod*s conocemos que van dando conferencias y consejos que nadie pide, o de consejo en consejo de administración de grandes corporaciones. Murphy se dedica a nadar en el lago, pasear por la montaña, ayudar a refugiados como había hecho su amigo Frank, en su cooperativa de vivienda todos viven según la regla de los 2.000 W diarios (bien interesante por otra parte, otro proyecto real más que recoge KSR, la 2000 Watts Society: https://www.2000-watt-society.org/). O va de una parte a otra del mundo … pero usando barcos y trenes, o en zepelín con un antiguo amigo de Frank, y en lugar de hacer el viaje en unas horas, se extiende durante meses, y el consumo energía, mucho menor, en su mayor parte renovables, claro… y la conexión con la geografía y el paisaje, la extensión de la Tierra…

¿Qué clase de revolución? ¿Qué fin del capitalismo? Con estas preguntas acababan mis comentarios. Lo estoy pensando, no lo tengo muy claro. No se hasta qué punto KSR responde a su profesor Jameson. O quizás sugiera que su declaración no era del todo correcta… Lo que sí me parece claro es que un mundo dominado de manera tiránica por los valores del capitalismo es un mundo difícilmente viable. Quizás la diferencia entre «capitalista» y «capitalístico» que hace en alguna ocasión Félix Guattari (Las tres ecologías) sea oportuna aquí. El capitalismo en cuanto a proceso por el que se componen y circulan dinero, trabajo, tecnologías y mercancías, en un cierto marco empresarial, puede que siga siendo una forma práctica de producir algunas cosas necesarias; incluso otras no tan necesarias pero deseables para algunos; pero el dominio de su lógica del beneficio, el crecimiento y la aceleración, sobre el resto de aspectos que constituyen la vida social y biológica parece tremendamente absurdo. Mi pregunta es si es posible poner límites al capitalismo. Hacerlo compatible con otros modos de producción; con el buen vivir de la mayoría. Lo bueno es que posiblemente vayamos a tener bastantes respuestas a estas preguntas en las próximas décadas. Parar el cambio climático, con la mayor probabilidad, sólo será posible si logramos poner importantes límites al capitalismo. Esto por supuesto, da para mucho más. La gente viene discutiendo y pensando sobre estas cosas desde hace ya tanto tiempo. Pero aquí lo dejo… Será más bien la práctica, y no la teoría o el bla-bla-bla, de la que aprendamos qué vaya a ser posible, qué hacer, qué esperar… Pero aun así, en mi opinión, libros como este del Ministry for the Future nos ayudan… aunque no sepa bien a qué… A tratar de entender mejor lo que está pasando. Y a tener algo de esperanza, quizás.

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Principales referencias

Mike Berners-Lee, 2021, There Is No Planet B. A Handbook for the Make or Break Years. Updated Edition, Cambridge University Press, Cambridge

Félix Guattari, 2000 [1989], Las tres ecologías, Pretextos, Valencia

Serge Latouche, 2009, Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Icaria, Barcelona

Ann Pettifor, 2019, The Case for the Green New Deal, Verso, Londres

Kate Raworth, 2017, Doughnut Economics. 7 ways to Think Like a 21st Century Economist, Chelsea Green, White River Junction

Jeremy Rifkin; 2014, The Zero Marginal Cost Society: The Internet of Things, the Collaborative Commons, and the Eclipse of Capitalism, Palgrave MacMillan, New York

Jeremy Rifkin, 2011, The Third Industrial Revolution. How Lateral Power is Transforming Energy, The Economy, and The World, Palgrave MacMillan, New York

Kim Stanley Robinson, 2021 [2020], The Ministry for the Future, Orbit Hachette Book Group, Nueva York

Virilio + Lotringer, Pure War (1983), reseña

Imagen de la guarda de la reedición de Pure War a los 25 años de la edición original, diseño de Marc Alary / Hedi El Kholti para Semiotext(e)

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Virilio + Lotringer: Pure War (1983), una reseña

Por José Pérez de Lama

Referencia completa: Paul Virilio & Silvère Lotringer, 2008, Pure War, Semiotext(e), South Pasadena

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Tal vez por la guerra en Ucrania. También por un texto al que ando dando vueltas sobre los paisajes de la violencia y el miedo, me puse a leer con seriedad este Pure War de Virilio y Lotringer, que tenía por la biblioteca, pero que hasta ahora solo me había atrevido a ojear. Los dos murieron recientemente (Virilio en 2018; Lotringer hace unos meses), y quizás también por eso sea un modesto un homenaje.

En el libro Lotringer, editor de Semitext(e) entrevista a Virilio. Se trata principalmente de las ideas de Virilio, eso creo. La primera edición de Pure War es de 1983, al final de la Guerra Fría, aún existía la URSS. Esta edición que celebraba los 25 años, incorpora varios materiales adicionales: un nuevo prólogo de Virilio; una nueva conversación (postscript) en 1997, titulada Infoguerra, y otro postscript de 2007 titulado Guerra contra las ciudades. Los cambios mundiales entre unas fechas y otras son muy significativos: disolución de la URSS, guerra del Golfo, ataque a las torres gemelas, y atentados varios en Madrid, París, Londres… guerra de Irak y guerra contra el terrorismo… Me centraré no obstante en este comentario en el texto / entrevista original de 1983 donde ya se plantean ideas e hipótesis bien intrigantes.

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La guerra precede a la economía. La principal tesis de Virilio es que la guerra precede a la economía. Para entender esto me acuerdo de Marx, que otorgaba a la economía, al menos para su tiempo, un carácter «infraestructural», que atribuía — al capitalismo industrial en cuanto modo y relaciones de producción — la condición de ser la base sobre la que se construían las sociedades y desde la que podían explicarse y entenderse. Para Virilio este papel correspondería a la guerra. Tal vez podríamos pensar que se tratase de la violencia, en otro sentido clásico, de la particular relación de los estados con la violencia (el famoso «monopolio»…). Esta es mi interpretación.

Esta idea de la «precedencia de la guerra», aunque Virilio no lo dice explícitamente, me hace pensar en la «acumulación originaria o primitiva» de Marx: los procesos de acumulación de riqueza previos al capitalismo propiamente dicho, que hicieron posible su transformación en capital para poder iniciar la circulación característica de la producción industrial a partir de los siglos XVIII y XIX. Acumulación originaria que autores como David Harvey vienen defendiendo recientemente que no es algo que ocurrió sólo en el origen del capitalismo, sino que es algo que ocurre de manera constante como condición para su continuidad — en las relaciones coloniales y poscoloniales, en la mercantilización de los bienes comunes, en la conversión en mercancía de aspectos de la vida social o cultural que no lo eran previamente…

Véase al final en las notas adicionales la cita «La guerra, la logística como el fenómeno general».

Pura guerra. Virilio escribe durante la Guerra Fría, obsesionado por la carrera nuclear y la política de la disuasión (deterrence en inglés). El armamento (nuclear) ha llegado a tener un potencial tan destructiva, de la especie, que aún no llegándose a usar, es el elemento de referencia geopolítica y social fundamental.  «La guerra» para él, esta Pure War, pura guerra, sería un estado que estaría caracterizado por «la logística», la preparación para la guerra, que para él dominaría las sociedades contemporáneas. Y sería por medio de la logística que la guerra se se convertiría en economía. Una guerra permanente, que aparenta ser paz, en la que la clase militar tendería a confundirse con las clases política y capitalista.

Otro modo de pensar. Resulta oportuno, pienso, hace un comentario sobre el estilo — o el método, tal vez — de Virilio. Cuenta a Lotringer [2008: 52-53]:

[PV] No creo en las explicaciones. Creo en la sugerencia, en la cualidad obvia de lo implícito. Siendo urbanista y arquitecto, estoy demasiado acostumbrado a construir sistemas claros, máquinas que funcionan bien. No creo en que la tarea de la escritura consista en lo mismo. No creo en el tipo de escritura «dos-más-dos-igual-a-cuatro» […]

[SL] Cuando se dice todo, nada queda. Su aproximación por contra es resueltamente telescópica. En el momento mismo en que engancha algo, lo deja ir, salta a un lado en lugar de saturar el área que ha estado tratando. Es toda una política de la escritura. No es un discurso de guerra organizado, incluso menos, un discurso sobre la guerra; es un discurso en guerra. Escribir en estado de emergencia.

[PV] Trabajo en escalones — alguna gente se ha dado cuenta. Empiezo una frase, trabajo una idea, y cuando la considero suficientemente sugerente, salto un escalón a otra idea sin preocuparme del desarrollo. Los desarrollos son los episodios. Yo intento alcanzar la tendencia. La tendencia es el cambio de nivel.

[SL] Esto es algo hasta cierto punto nuevo en el campo de la escritura teórica.

[PV] Sí, absolutamente. En L’Esthétique de la disparition tuve la revelación de la importancia de la interrupción, del accidente, de las cosas que se paran para dejar de ser productivas. Es completamente diferente de lo que Gilles Deleuze hace en Mille Plateaux, Él progresa por arrebatos, mientras que yo manejo cortes y ausencias. El hecho de parar y decir, «vayamos a otro sitio» es muy importante para mí. Lo relaciono con cosas como la huelga. Lo esencial en una huelga es la ausencia.

[SL] Cada escalón es la interrupción del trabajo teórico. Para que otra cosa pueda suceder.

[PV] Para que otra cosa pueda suceder y para que pueda aparecer un espacio. La pretensión de rodear completamente una cuestión es absurda. No se le puede dar forma. Uno no debería intentar rodear completamente una cuestión. Sólo hay perspectivas sucesivas.

Se trata de una escritura muy alejada de lo que yo llamaría analítico, de una dialéctica en el sentido clásico, de un desarrollo racional  y lógico. Al menos en estos diálogos, lo describiría más bien como un estilo poético, carismático, profético, que aún así tiene un cierto efecto de verdad», o que al menos nos produce, me produce a mí de eso no tengo duda, una mezcla de intriga e inquietud. Supongo también que es parte de su atracción un poco oscura. A la razón más o menos científica de los discursos dominantes se opone este extraño hablar, «oracular» lo he llamado en otras ocasiones. Me recordaba un amigo recientemente los discursos de los años 60-70 sobre las tensiones entre significado y significante (tema lacaniano), la lucha contra lo que Guattari creo que llamaba la «dictadura del significante» que también reconocemos con facilidad en su escritura. Y en efecto, Virilio y Guattari trabajaban en un libro conjunto cuando éste último murió.

También hay algún parecido con los planteamientos de Benjamin y Adorno. Éste último planteaba la imposibilidad de llegar a una identidad, a una perfecta homología entre el mundo de las cosas y la vida y el de las ideas o conceptos, que tienen un carácter cualitativamente diferente.

Logística. Volvamos tras este comentario sobre el estilo del pensamiento viriliano a alguna de sus «no-explicaciones» sobre la logística:

[PV] Hay tres fases en el conocimiento militar. La fase táctica es la primera, puesto que se origina con las sociedades cazadoras. La táctica es el arte de la caza. La estrategia aparece junto con la política — la política en el sentido de la polis, la ciudad griega — el estratega que gobernaba la ciudad, la organización de un teatro de operaciones con murallas y todo el sistema militar-político de la ciudad tradicional. Por supuesto, las tácticas siguen existiendo, pero ahora hay, digamos, una supremacía que se da a la soberanía sobre las tácticas que además explica el desarrollo de las élites militares, particularmente del caballero, tanto del jinete romano como del caballero medieval que lo sucedió. Hacia la década de 1870, aparece de pronto la economía de la guerra. Lo apreciamos en los presupuestos ingleses y después franceses con el desarrollo de la artillería naval y el barco de guerra. Todo esto culmina, así lo hemos visto, en la sorpresa técnica de la Primera Guerra Mundial. Finalmente, tenemos la gran sorpresa, ya no técnica sino científica, una sorpresa de otro tipo: la aparición de la bomba nuclear. Ya no es un problema cuantitativo lo que sorprende a los estamentos militares, y así a los estados: ahora es un problema cualitativo: el arma definitiva. La logística toma el poder.

[SL] ¿Qué es lo que quiere decir exactamente, en este momento, con «logística».

[PV] Logística es una palabra que la gente no entiende. Es un término que viene del Prix de Rome, logiste, «competidor», y que fue usado por Henri Jomini, el adversario teórico de Clausewitz. En su tratado sobre la guerra, Jomini tiene una largo capítulo que es el primero que aparece sobre logística, y es una indagación: ¿Qué es aquello que hace que ya no sea suficiente tener inteligencia-de-guerra — pongo mi batallón a la izquierda, cargo por la derecha, los sorprendo al amanecer, etc.? ¿Cómo es que los medios llegan a hacerse tan importantes? Jomini se da cuenta de son las guerras napoleónicas, ya guerras de masas, guerras técnicas, con artillería y el telégrafo de Chappe lo que aparece en aquellos tiempos. Entre esta ya sofisticada artillería y el telégrafo, tienes una situación — por supuesto que primitiva — pero que sin embargo representa bastante bien lo que se desarrollará más adelante en el campo audiovisual, con la artillería de largo alcance, y finalmente con los misiles. La logística ocurre en el tiempo de las guerras napoleónicas porque estas guerras sacaron a millones de hombres a las carreteras, y junto a ellos, los problemas de la subsistencia. Pero lo subsistencia no lo es todo: la logística no es solo la comida, también son las municiones y el transporte. Como dijo Abel Ferru, «El problema de las municiones corre en paralelo con el del transporte». Los camiones trayendo municiones y los proyectiles volantes trayendo muerte están emparejados en un sistema de vectores, de producción, transporte, ejecución. Ahí tenemos toda un tabla de flujos que es logística en sí misma. Para entender lo que es esta revolución logística a-nacional — Eisenhower — hay una declaración del Pentágono de 1945-50 que es extraordinaria: «La logística es el procedimiento según el cual el potencial de una nación se transfiere a sus fuerzas armadas, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra».

[SL] La revolución logística significa, en resumen, que el civil se ve discriminado frente a un tipo de cristalización de lo científico y lo militar […]

La tesis es que este dominio de la logística, que no define mucho mejor de lo que se hace en los párrafos precedentes, tal vez indirectamente en repetidas ocasiones, sería tanto lo que caracterizarían el estado de Pura Guerra, propio de la Guerra Fría, y menos de la actualidad, como el predominio de la guerra, de los militar sobre el estado, la economía, la sociedad, la ciudad…

Velocidad. Virilio propone una interesante serie en esta construcción, que sería la que relacionaría guerra-tecnologías-velocidad. La velocidad, la vitesse, es otro de los conceptos clave de Virilio. El dominio creciente de la velocidad, o más propiamente la aceleración, sería una de las manifestaciones de la guerra para Virilio. (La tecnología sería la que habilita esta velocidad creciente.) De ahí sus conocidas nociones de «dromología» y «dromoscopia». Dromología, de dromos, carrera en griega, estudio de la velocidad. Y dromoscopia, la visión de las cosas y el mundo en las condiciones actuales de aceleración permanente.

Véase al final en las notas adicionales «Sobre la tecnología».

Endocolonización. Otra idea interesante es lo que Virilio llama «endocolonización». El dominio de la guerra sobre la civilización, en particular, en la situación en que la disuasión es su aspecto fundamental,  da lugar, según Virilio, a un proceso de colonización de las poblaciones de los propios estados, una colonización interior. Como ya vimos que a Virilio no le gustan las explicaciones, tenemos que imaginar algo que por otra parte intuimos y resulta más que verosímil, la «logística» se aplica de diferentes maneras al control social de las poblaciones. El caso de Internet, que Virilio no tratará hasta los postcripts, resulta ilustrativo: su origen militar, y posteriormente sus aplicaciones dominantes relacionadas con la producción de subjetividad, el llamado capitalismo de la vigilancia y la captura de las beneficios de la cooperación social global.

Idolatría. Frente a la pretendida racionalidad que caracterizaría a las sociedades modernas, Virilio plantea que esta relación con la guerra, y el armamento nuclear en particular, donde se encuentra ciencia y guerra, se corresponden mejor con lo que solemos entender como idolatría. La ciencia en particular dejó de estar vinculada a unos fines prácticos, pasando a una situación en que ésta no reconoce ningún límite, una situación en que la finalidad de la ciencia sería la ciencia misma: la ciencia por la ciencia.

Los postscripts: 1983, 1997, 2007/8 son las fechas de los sucesivos textos recogidas en esta edición que se publica a los 25 años del primer Pure War. No comentaré sobre los comentarios posteriores, salvo decir que el ejercicio es interesante. Tratándose de tesis que algunos percibimos como de un carácter «profético» como decía, resulta curioso ver en qué cosas llevaba razón y en qué no. La actual guerra en Ucrania (2022), con la renovación de la amenaza nuclear, posiblemente da nueva relevancia al texto de 1983. El lenguaje, quizás también por los temas, que trata, más familiares, — la infoguerra, los ataques terroristas en las grandes capitales — también me resulta más comprensible.

Como cierre: considerando que en este libro lo que se  recogen son conversaciones — también en el Administration of Fear que leí hace un tiempo —  tendría sin duda que leer alguno de los textos escritos propiamente por Virilio para hacer una valoración menos parcial: Speed and Politics (1986), tal vez pueda ser una buena opción.

Vale.#

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Citas y comentarios adicionales

La guerra, la logística como el «fenómeno general» [2008: p. 20]

[SL] El fenómeno general no es la economía, es la guerra.

[PV] Llamémoslo logística, La logística es el principio de la economía de la guerra, que luego se convertirá simplemente en economía, hasta el punto de sustituir a la economía política.
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Militarización del espacio [2008: p. 18]

[SL] ¿Existe un espacio de la guerra?

[PV] El espacio militar es algo de lo que la gente no habla con demasiada frecuencia. Se encuentra en Clausewitz, pero realmente no se ha retomado desde entonces. La gente habla de la historia de la guerra, de los campos de batalla, de las muertes en la familia, pero nadie habla del espacio militar como la constitución de un espacio que tiene sus propias características. Mi trabajo se sitúa en el interior de este concepto. De pronto comprendí que la guerra era un espacio en sentido geométrico, incluso más que geométrico: cruzando Europa de norte a sur, de los refugios de las ciudades alemanas a la Línea Sigfrido, pasando por la Línea Maginot y la Muralla Atlántica, le hace a uno darse cuenta de la amplitud de la Guerra Total. Y de la misma manera se aprecia la dimensión mítica de la guerra extendiéndose no sólo a través de Europa, sino por todo el mundo. Los objetos, bunkers, refugios antiaéreos, bases submarinas, etc. son como puntos de referencia o monumentos a la naturaleza totalitaria de la guerra en el espacio y en el mito.

Comentario: Esta cita me hizo pensar en la expresión o el concepto «militarización del espacio» usado algunos años después por Mike Davis para tratar de explicar la configuración del espacio en Los Ángeles, California. Luego retomada, diría, por autores como Soja, Graham, Weizman y otros. Weizman en especial enfatiza su carácter de proyecto y de producción de un cierto mundo, que aprecio en la cita de Virilio – más que como «algo que ocurre» como uno lo había tendido a interpretar.

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Sobre la tecnología [2008: pp. 76-77]

[SL] ¿Es la tecnología, entonces, no tanto progreso como alienación?

[PV] Desde el siglo dieciocho –desde la Edad de la Ilustración, por usar la terminología bien conocida– hemos creído que la tecnología y la razón avanzaban de la mano hacia el progreso, hacia un «futuro glorioso», según se dice. No era necesario decir que encontraríamos la solución: a la enfermedad, la pobreza, la desigualdad. La encontramos, de acuerdo, pero era final, no óptima. Fue la solución del mundo terminando con una guerra nuclear, en la Guerra Total, en la exterminación y el genocidio. Entonces, mi intención es decir: No más ilusiones sobre la tecnología. No controlamos lo que producimos. Que sepamos cómo hacerlo no significa que sepamos qué estamos haciendo. Intentemos ser un poco más modestos e intentemos entender el enigma [riddle] de lo que producimos. Las invenciones, las creaciones de los científicos son enigmas que expanden el campo de lo desconocido, que expanden lo desconocido, por así decirlo. Y ahí tenemos una inversión. La inversión no es pesimista per se, es una inversión del principio. Ya no partimos de una idea positivista o negativista, partimos de una idea relativista. El problema es el siguiente: la tecnología es un enigma; así que empecemos a trabajar en el enigma y dejemos de trabajar sólo en la tecnología.
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[2008: p. 148]

[SL] La tecnología no es neutral.

[PV] No es neutral; es un continente negro.
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