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Pope y Cavafy: dos poemas sobre la soledad y la vida retirada


Grabado de J. Mason según Haeckel, 1749, de la la villa de Alexander Pope en Twickenham, aldea al oeste de Londres, donde vivió el poeta desde 1719 a 1744, fecha de su muerte. Fuente de la imagen: http://fulltable.dyndns.org/vts/a/artman/pope/a.htm

Dos poemas sobre la soledad y la vida retirada, cosas sobre las que vengo estudiando y que sobre todo vengo explorando, prácticamente, desde hace unos años.

Entre otros textos, como el ensayo De la Soledad, de Michel de Montaigne, he estado pensando sobre estos dos poemas.  Se trata de la soledad o la vida retirada como situaciones en que, ya sea por las circunstancias, ya por el carácter del que la busca, éstas se plantean como la mejor opción para tratar de hacer una vida virtuosa y rica. Aunque sí que conviene señalar el título del primero de los ensayos de Montaigne: Por diversos medios llegamos a parecidos fines. A unos en algún momento irán bien estos medios, a otros en otras circunstancias le irán bien otros.

Dicho esto, el primero de los poemas es el muy célebre de Alexander Pope (1688-1744), Oda a la soledad, también llamado Sobre la vida tranquila. No deja de llamarme la atención que el poeta lo escribió con doce años. Independientemente de las circunstancias de la vida de Pope que lo harían sensible al tema, incluso de niño, se trata de una versión de la fórmula clásica denominada beatus ille — felices o contentos aquellos — que debe su nombre al inicio de un poema de Horacio.

Pope, según leo, tradujo de bastante joven las obras de Homero, con lo que hizo fortuna, y se pudo comprar la villa de la imagen, para perfeccionar así su vida retirada. Una bonita historia — me parece. El poema, primero en inglés, y luego dos versiones en castellano / español.

Happy the man, whose wish and care
      A few paternal acres bound,
Content to breathe his native air,
                        In his own ground.

Whose herds with milk, whose fields with bread,
      Whose flocks supply him with attire,
Whose trees in summer yield him shade,
                        In winter fire.

Blest, who can unconcernedly find
      Hours, days, and years slide soft away,
In health of body, peace of mind,
                        Quiet by day,

Sound sleep by night; study and ease,
      Together mixed; sweet recreation;
And innocence, which most does please,
                        With meditation.

Thus let me live, unseen, unknown;
      Thus unlamented let me die;
Steal from the world, and not a stone
                        Tell where I lie.

Dos versiones en español / castellano. La primera de Antonio Lastra y Ángeles García Calderón (2017):

Feliz el hombre cuyos anhelos e inquietudes
se encierran entre unos pocos acres paternos,
contento de respirar el aire de su infancia,
en su propia tierra,

cuyas vacas le dan leche, pan los campos,
cuyas ovejas lo proveen de vestido;
en verano los árboles le proporcionan sombra,
en invierno fuego.

Bendito aquel que puede vivir sin cuidado
viendo pasar tranquilo horas, días y años;
rebosante de salud y serena la actitud, tranquilo
durante el día.

El sueño de noche, el estudio y la calma
se unen entre sí en dulce recreo,
y la inocencia, que tanto satisface
con la meditación.

Dejadme vivir, inadvertido, ignoto;
dejadme morir sin lamento
y abandonar el mundo sin que lápida alguna
delate mi reposo.

La segunda, la encuentro en una reseña de la anterior, según dice el autor, Juan de Dios Torralbo Caballero (2017), tratando de evocar algo más la métrica y el ritmo del original:

Feliz el hombre cuyos deseos y cuidados
están ligados a unos pocos acres paternos;
feliz por respirar el aire de su infancia,
allí en su propia tierra.

Cuyas vacas le dan leche y los campos pan,
sus ovejas lo surten de vestidos de lana;
en verano sus árboles le proporcionan sombra,
en el invierno fuego.

Bendito aquel que puede vivir despreocupado
viendo pasar tranquilo horas, días y años;
de salud rebosante y la mente serena,
durante el día tranquilo.

El silencio nocturno, el estudio y la calma
se funden entre ellos en un dulce recreo;
y la inocencia, que tanto satisface,
con la meditación.

Déjenme pues vivir, inadvertido, ignoto;
déjenme pues morir sin proferir lamentos;
abandonar el mundo y que ninguna lápida
delate mi reposo.

El intenso, romántico final del poema de Pope, «Steal from the world / and not a stone / Tell where i lie«, no deja de recordarme la máxima epicúrea que dice, «Vive oculto».

En tanto que fórmula clásica, mi propio abuelo había colocado en la puerta de su casa del campo, en la que mi madre y su familia vivieron bastante tiempo, un azulejo con una versión del beatus ille. El tema me era familiar desde siempre.

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El segundo de los poemas, Cuanto puedas, de C.P. Cavafy se corresponde menos con la fórmula clásica. A mi juicio sugiere más una retirada en uno mismo. Es más moderno, tal vez más actual en los sentimientos que expresa. Reproduzco una traducción clásica y algo libre de E. Vidal y J.A. Valente, una en inglés, posiblemente de un pariente, al menos alguien contemporáneo que tiene el mismo nombre. Estas versiones proceden de un post muy bello de Javier Sánchez, profesor de griego, con múltiples versiones del poema. En este post de J. Sanchez se puede leer y oír la versión original en griego. No me deja de sorprender la gran variedad de traducciones.  Añado, aprovechando esta circunstancia, una versión mía — poco poética, pero en la que he intentado expresar lo que yo interpreto del poema. Seguiré dándole alguna vuelta.

Cuanto puedas

Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo que agita movedizas palabras.

No la envilezcas nunca
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de los rostros diarios
y al cabo te resulte un huésped importuno.

E. Vidal y J. Á. Valente, en C. Cavafis, Veinticinco poemas, Caffarena & León, Málaga, 1964.

La versión en inglés:

All you can

Even if you cannot have the life you would,
endow the life you have with this at least:
do all you can to avoid debasing it
in the continuous contact with the world,
in the continuous restlessness and talk.

Do not debase it by walking it about —
by going often and exposing it
amid the daily trivialities
of your acquaintance and their gatherings,
till like some hanger-on it pesters you.

Traducción: J. Cavafy, en Poems by C. P. Cavafy, Ikaros, Atenas, 2003.

Y la mía, en proceso…

Y si no puedes hacer tu vida como la quisieras,
esto intenta al menos,
cuanto puedas: No la rebajes,
en los muchos compromisos mundanos,
en la inquietud y los muchos discursos.

No la rebajes llevándola de un lado a otro
sin parar, exponiéndola
ante los conocidos, en la reuniones,
— la banalidad cotidiana —,
hasta haberla convertido en una extraña carga.

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La vida retirada hoy no está demasiado valorada. Lo que solemos admirar es la vida activa. El pensamiento dominante diría que la valora como una especie de rendición. Uno que viene tanto del mundo del activismo como del mundo del compromiso y la responsabilidad con el tiempo que nos ha tocado vivir siente esa presión. Y sin embargo, cada vez más, lo piensa también como una manera de resistencia, o más precisamente de exploración de otras forma de vivir ajenas a la competencia, el consumo, el productivismo, la velocidad, la innovación, el crcimiento…, esenciales al sistema capitalista-tecnológico.

Esta discusión es bien larga y seguro que puede estar llena de matices. Subí a este mismo blog recientemente algunas entradas relacionadas.

Una, comentando una entrevista con David Graeber, poco antes de morir, en que se preguntaba si la obsesión con el trabajo no sería responsable de nuestra incapacidad de abordar la problemática del cambio climático: Recordando a David Graeber: ¿es la actitud moralista en relación con el trabajo la que está acabando con el planeta? , en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2020/09/10/graeber-actitud-trabajo-acabando-con-planeta/

Otra, comentando una máxima de Marco Aurelio en que proponía, desde el punto de vista del bienestar y la paz interior, prescindir en nuestra actividad de todo aquello que no fuera necesario: Emprende pocas cosas si quieres gozar de tranquilidad de ánimo, en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2021/04/01/emprende-pocas-cosas/

Estos días leía un artículo sobre los afectos (tristes) en que se planteaba la no acción o la vida retirada como forma de resistencia, como decía antes, a la hiperactividad que parece ser imperativo del capitalismo actual. La primera mitad de este texto me gustó mucho; la segunda menos. Gabriel Winant, 2015, We Found Love in a Hopeless Place. Affect theory for activists, en: https://nplusonemag.com/issue-22/essays/we-found-love-in-a-hopeless-place/

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#referencias

En construcción; pendientes de completar & ordenar:

Beatus ille: sociología divertida…

Fray Luis de León, Oda a la vida retirada: https://www.poemas-del-alma.com/fray-luis-de-leon-oda-i—vida-retirada.htm

https://en.wikipedia.org/wiki/Pope%27s_villa

https://www.poetryfoundation.org/poems/46561/ode-on-solitude

«Vive oculto»: Epicuro. Filosofía para

Pope, Alexander. Ensayo sobre el hombre y otros escritos. Antonio Lastra (ed., trad.), Ángeles García Calderón (trad.). Madrid: Cátedra. 2017. 322 pp. ISBN: 978-84-376-3711-2.

Javier Sánchez, 2020, Leyendo a Cavafis (Όσο Mπορείς): https://paulatinygriego.wordpress.com/2020/11/27/leyendo-a-cavafis-%CF%8C%CF%83%CE%BF-m%CF%80%CE%BF%CF%81%CE%B5%CE%AF%CF%82/

Oda a la soledad, versión de Maristany: http://nadiesalvoelcrepusculo.blogspot.com/2017/03/beatus-ille-15-oda-la-soledad-alexander.html

A.N. Whitehead: sobre la noción de ley científica

Imagen: «Regularidades y diferencias» — hojas de helechos en Muir Woods, California; fotografía de Sanjay ach; fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sa-fern.jpg

Un fragmento de: A.N. Whitehead, 1967 [1933], Adventures of Ideas. Part II: Cosmologies. Chapter: Laws of Nature, The Free Press, Nueva York

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Comentario y traducción de José Pérez de Lama

Nota previa: En Aventures of Ideas A.N. Whitehead trata de pensar en qué consiste una civilización; y a partir de ahí trata de pensar ciertas nociones o ideas que a su juicio caracterizan la civilización occidental. Como había prometido a algunos colegas un comentario sobre esta lectura, de momento avanzo esto

El fragmento reproducido más abajo, forma parte de la segunda parte, relativa a las ideas del mundo, las cosmologías. Aquí n particular está tratando la cuestión de las ciencias, el estudio [scholarship] y la especulación. Ya se ha vio en la primera parte que un tema que le interesa especialmente es el de la relación de las ideas de carácter muy general, y sus declinaciones de maneras particulares, que en ocasiones denomina «especializaciones». Y cómo estas especializaciones son de tanta importancia, para entender cada época, o cada sociedad o grupo, como puedan serlo las ideas generales.

En el párrafo siguiente comenta sobre la noción de Ley [como en ley de la naturaleza o ley científica] que sería una idea general.

El párrafo me gustó especialmente, aunque algunos matices no me resulten perfectamente claros. Me gustó como ejemplo de su prosa y su tipo de construcción en cuanto a las ideas y argumentos. Me gustó también por la idea de regularidad, recurrencia, repetición que expresa – y los opuestos que se sugieren: las diferencias, lo que se sale de las regularidades.

Sigue el fragmento en inglés y luego la traducción de trabajo en español/castellano. En el original es un único párrafo.
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Laws of Nature. Section IV [p. 109]

The notion of Law, that is to say, of some measure of regularity or of persistence or of recurrence, is an essential element in the urge towards technology, methodology, scholarship, and speculation.

Apart from a certain smoothness in the nature of things, there can be no knowledge, no useful method, no intelligent purpose.

Lacking an element of Law, there remains a mere welter of details with no foothold for comparison with any other such welter, in the past, in the future, or circumambient in the present.

But the expression of this notion of Law with due accuracy, and with due regard to what in fact is presupposed in human purpose, is a matter of extreme difficulty.

Analogously to the histories of all the more general ideas, the notion of Law has entered into the explicit consciousness of various epochs under every variety of specialization, arising from its coalescence with other components in the popular cosmology.

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Traducción provisional

Leyes de la naturaleza. Sección IV

La noción de Ley [como en ley de la naturaleza o ley científica], esto es, de alguna medida de regularidad o de persistencia o de recurrencia, es esencial en el impulso [urge towards] hacia la tecnología, la metodología, el estudio [scholarship] y la especulación.

Si no fuese por la existencia de una cierta continuidad [smoothness] en la naturaleza de las cosas, no serían posible conocimiento alguno ni método útil ni propósito inteligente.

Faltando un elemento de Ley, quedaría una mera mezcla confusa de detalles sin asidero posible para la comparación con otra mezcla confusa similar, en el pasado, en el futuro, o en otro lugar en el presente.

Pero la expresión de esta noción de Ley con la debida precisión, y teniendo debidamente en cuenta lo que de hecho se presuponga en el propósito humano, es un asunto de extrema dificultad.

Posible alternativa aclaradora; o no: y teniendo debidamente en cuenta lo que de hecho sea el propósito -humano- de su formulación, …

Análogamente a las historias de las ideas más generales, la noción de Ley ha entrado en la consciencia explícita de varias épocas asumiendo una amplia variedad de especializaciones, que surgen de su unión con otros componentes de la cosmología dominante.

 

«Rastros de carmín»: Greil Marcus (1989): reseña

Portada del Boletín de información del grupo francés de la Internacional Letrista núm. 5, de 20 de julio de 1954, con el artículo «Los cátaros tenían razón». Fuente: https://monoskop.org/images/0/0c/Potlatch_5_20_Jul_1954.jpg.

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«Rastros de carmín»: Greil Marcus (1989

Una reseña de José Sánchez-Laulhé — arquitecto, activista urbano e investigador en la Universidad de Córdoba

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Ciertamente somos bárbaros, ya que existe una cierta forma de civilización que nos disgusta… Es categórico que necesitamos la libertad, pero una libertad basada en nuestros más profundos requerimientos espirituales, en los deseos más severos y humanos de nuestra carne… Los gestos, actos y mentiras estereotipados de Europa han dado lugar a un círculo de insatisfechos. Spinoza, Kant, Hegel, Schelling, Proudhon, Marx, Stirner, Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, Nietzsche…, esta lista es sólo el principio de tu ruina.

Lefebvre en «¡Revolución, lo primero y para siempre!», 1925. Cita recogida en Lipstick Traces, de Greil Marcus

El principio de nuestra ruina puede ser una buena forma de comenzar un artículo. Es habitual comentar con amigas y amigos si nuestras lecturas, y las inquietudes que surgen a partir de ellas, nos prometen un camino hacia la felicidad o nos condenan a una existencia de frustraciones. Seguramente a esa estirpe de insatisfechos que nombra Lefebvre añadiríamos otros nombres un siglo después: Foucault, Deleuze, Guattari, Hardt, Negri,… y, claro, muchas insatisfechas: Arendt, Haraway, Stengers, Hayden, Preciado… Una de estas estirpes malditas es la que nos presenta Greil Marcus con su Lipstick Traces: A Secret History of the 20th Century (1989 – aunque yo me leí la versión traducida por Damián Alou en 1993 para Anagrama bajo el título de Rastros de Carmín). Llega a decir Marcus en algún punto del libro que no es un estudio exhaustivo -¿cuándo lo es? – de los movimientos que centran su atención: el dadaísmo, el situacionismo y el punk. De hecho deja a un lado los momentos más significativos y se centra en el antes y el después de que surjan. Y a través de esos momentos traza puentes, sinergias y espíritus compartidos entre distintos episodios de la historia. De esas historias secretas.

Marcus como «palabrero de los muertos»
El papel de Marcus es muy similar al que Haraway propone para los «Speakers of the Dead» [«Palabreros de los Muertos» en la bonita traducción de Helen Torres], cuya misión es «traer los muertos al presente y así hacer posibles una vida y una muerte más respons-hábiles en tiempos por venir». [i] Frente a una visión secuencial de la historia, Marcus nos recuerda que hay muchas otras maneras de leerla. Y que alguna de ellas puede interpelarnos más que la que nos es presentada convencionalmente. En su caso parece que lo que inicialmente se pregunta podría ser: ¿existe y es posible reconstruir una genealogía del punk?

El que uno pudiera dirigirse a un hecho social mediante un acorde equivocado produjo una música; y de este modo cambiaba la idea que uno tenía del hecho social: podía ser destruido. En el rock’n’roll de los años cincuenta no había sensación de fin del mundo; ésta fue la novedad.
En los mejores singles punks existe la sensación de que lo que haya que decir debe decirse muy rápidamente, porque la energía necesaria para decir lo que hay que decir, y la voluntad de decirlo, no puede sostenerse. Esa energía va a desaparecer, a destrozarse; la idea volverá al suelo, el público se levantará, se pondrá el abrigo y se irá a casa. (Marcus, 1993, pág 91)

En lugar de tomar como referencia una historia de la música del siglo XX, Marcus nos propone, a partir de ese primer impacto del punk, una cartografía de acontecimientos secretos u ocultos: los lollardos, los situacionistas, el Cabaret Voltaire, Karl Marx, Michel Mourre, la Hermandad del Espíritu Libre, la Internacional Letrista… [ii]  se superponen y se hacen inteligibles entre ellos. O no. Pero da igual. Lo importante para Marcus no es defender ninguna de estas iniciativas de manera individual ni mitificar a ninguno de sus protagonistas. Lo que él pretende es entender cómo todos estos movimientos hacían de contrapeso contra las formas de gobierno que le eran coetáneas y que definían los límites de lo posible y lo imposible: desde la religión hasta el liberalismo que, según Foucault, sería el marco general de nuestra contemporaneidad: «La palabra ‘liberalismo’ se justifica por el papel desempeñado por la libertad en el arte liberal de gobernar: libertad garantizada, sin duda, pero también producida por este último, que necesita, para alcanzar sus fines, suscitarla, promoverla y enmarcarla de manera permanente». [Senallart, en Foucault, 2009, pág 321].

Las libertades descubiertas durante la guerra fueron arrancadas de las palabras y de las imágenes; los días más intensos y plenos que muchos hablan vivido, en su país y en el frente, se convirtieron en una anomalía, y aquellos que no podían superarlo ni, según las nuevas reglas, hablar de ello eran estudiados como si fuesen una desviación. (Marcus, 1993, pág 277)

El intercambio de una garantía de morir de aburrimiento por la garantía de no morir de hambre era un buen negocio: el único juego en la ciudad. (pág 59)

En la sociedad moderna, el ocio (¿qué quiero hacer hoy?) era reemplazado por el entretenimiento (¿qué hay para ver hoy?). El hecho potencial de todas las posibles libertades era reemplazado por una ficción de falsa libertad: tengo suficiente tiempo y dinero para ver cualquier cosa que haya que ver, para ver cualquier cosa que hagan los demás. Puesto que esa libertad era falsa, resultaba insatisfactoria, aburrida. Debido a que era aburrida, dejaba insatisfecho a todo el mundo a la hora de contemplar su propia incapacidad para responder a lo que, después de todo, era un espectáculo de éxito. (pág 63)

¿New European Dadaism o New European Babylon? [iii]
Lanzar una mirada hacia la Historia del Arte implica tomar postura en torno a las preguntas a las que cada una de las tendencias enfrentó. No eran las mismas preguntas las que se hizo la Bauhaus que los Dadaístas del Cabaret Voltaire. Si no llegamos a esas preguntas, como intentó hacer Marcus, pensar que una Bauhaus de escala europea es una buena idea parece bastante atrevido. Y si llegamos a esas preguntas, ¿el modelo de la Bauhaus responde a las necesidades de un periodo de inevitable decrecimiento [iv] sin profundizar en las grandes desigualdades sociales? Cada una de las iniciativas que se nos presentan en Lipstick Tracess fue protagonista, desde sus diferentes acercamientos, de un destrozo sistemático de esos límites de lo posible y lo imposible. Y , probablemente por eso, quedaron como historias ocultas.

Fue un período de duda, caos, cólera, vacilación, confusión, y finalmente no hay otra palabra para definirlo, júbilo. Tu propia historia yacía en el suelo hecha añicos, y tenías la oportunidad de recoger los pedazos o ignorarlos. Nada era trivial, nada incidental. Todo estaba relacionado con una totalidad, y la totalidad era cómo querías vivir, si como sujeto o como objeto de la historia. (pág 470)

Cuando las historias pudieran contarse, podrían vivirse; puesto que una historia era una narración del mundo, un mundo nuevo podía ser creado. Y puesto que Isou no hablaba sólo de la historia de la poesía, sino de la poesía de la historia -de la conciencia, que, al igual que la memoria, es del tiempo, pero no está dentro de él-, esta absoluta transformación podía suceder de modo instantáneo.

Los deseos no satisfechos se transmitían de manera insondable a través de los años y en la superficie no quedaban más que fragmentos del discurso simbólico, mudo para con sus fuentes y ciego para con sus objetos […] Todo lo que queda son deseos sin lenguaje, historia jamás hecha, es decir, la posibilidad de poesía. Cuando se hace poesía, el lenguaje recobra y encuentra su objetivo: la historia que sí se ha hecho. (pág 328)

En una época de emergencias constantes de artículos y libros, con esa sensación de nunca ser capaces de estar al día, es posible que las mejores soluciones se encuentren en libros como este escrito en 1989. Y traer al presente ciertas memorias que a muchas nos hacen encontrar un espacio en el mundo. Saber que no estamos solas. En una de las varias aventuras en las que estamos envueltos venimos hablando con el maestro y amigo Antonio Sáseta, con el objeto de juntarnos, recordar, recoger algo y compartirlo . En una de esas charlas nos comentaba que si no mirábamos al pasado y nuestro futuro se presenta tan cerrado como actualmente parece – con el cambio climático, las pandemias,… – parecíamos condenados a vivir como animales sin conciencia y nos proponía: «La memoria hoy …  Sería un buen programa para un partido de minorías. Pero un partido radical de verdad. El partido de la memoria. Sería un interesante programa político. Nos vamos a dedicar a la memoria. A recordar. Nosotros somos los recordadores. Seríamos perseguidos a muerte. Seguro que nos ilegalizaban rápido. La memoria …» ( Antonio Sáseta. Conversaciones con Antonio (I). Abecedario Sáseta).

Los cátaros tenían razón. [v]

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Referencias
MARCUS, Greil (1993), Rastros de Carmín: Una historia secreta del siglo XX. Barcelona: Anagrama (original, 1989)
HARAWAY, Donna J (2019), Seguir con el Problema. Vivir y morir en el Chthluceno. Bilbao: Consonni. Traducción de Helen Torres (original, 2016)
FOUCAULT, Michel (2009), Nacimiento de la Biopolítica. Curso del Collège de France (1978-79). Madrid: Akal. Traducción de Horacio Pons (original, 2004).
CARD, Orson Scott (2009), La Voz de los Muertos. Madrid: B de Bolsillo. Traducción de Rafael Marín (original, 1986).
PÉREZ DE LAMA, José et al (editores) (2021), Conversaciones con Antonio (I). Abecedario Sáseta [Título Provisional]. Málaga: Recolectores Urbanos – en preparación

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Notas

[i] Sobre este libro de Haraway ya se han presentado en este blog algunas entradas por lo que no veo necesario ahondar en las bondades del ensayo: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2020/09/15/donna-haraway-staying-with-the-trouble-analisis-de-la-introduccion/ ó https://arquitecturacontable.wordpress.com/2020/05/28/comentarios-sobre-staying-with-the-trouble-donna-haraway/

[ii] Para un primer acercamiento puede ser útil ver la web de Monoskop, donde están las principales publicaciones Letristas, Situacionistas o Dadaístas: https://monoskop.org/Monoskop . Incluso se puede encontrar una copia de Rastros de Carmín en pdf.

[iii] El proyecto de la New European Bauhaus, sobre el que planteamos ciertas dudas en este texto, también fue abordado en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2021/02/25/unas-notas-sobre-la-iniciativa-de-la-new-european-bauhaus/

[iv] Sobre lo inevitable del decrecimiento me convenció bastante esta conferencia de Yayo Herrero: https://www.youtube.com/watch?v=B3vuAYET4PU

[v] «Les cathares avaient raison». Fue un artículo del número 5 de Potlatch coordinado por la Internacional Letrista: https://www.cddc.vt.edu/sionline/presitu/potlatch5.html y https://monoskop.org/images/0/0c/Potlatch_5_20_Jul_1954.jpg

 

Reseña de «Attack Surface» de Cory Doctorow


Imagen: pequeña colección de hardcovers de Doctorows

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Reseña: «Attack Surface» de Cory Doctorow – ¡Sería tan buena lectura para lxs fanboys y gals de la TransiDigital!

Por José Pérez de Lama

Advertencia: Quizás alguien pueda considerar que se produce algo spoiler… Creo que no demasiado…

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Breve intro al trabajo de Cory Doctorow

Estos días leí con mucho interés la nueva de Cory Doctorow, Attack Surface (2020). Tardé en encargarla porque no quería hacerlo a través del monopolio, y me dio pereza pedir un solo libro desde EEUU al «artefacto» que había montado Doctorow para poder encargar la novela directamente. Tras un para de intentos, finalmente di con los viejos amigos de Traficantes de Sueños que están estudiando organizar este servicio de manera un poco sistemática: funcionó muy bien, tengo que decir, con un pequeño pack de libros no demasiado raros, de temas entre el pensamiento y la ciencia ficción.

No soy un lector desde el inicio de Doctorow — aún no leí la mítica Little Brother –, sino que empecé a leerlo en 2009 cuando publicó una de las primeras novelas sobre fabricación digital tras la emergencia de los fab labs y el movimiento maker. Había novelas anteriores, — The Diamond Age de Neal Stephenson (1995) unas de mis preferidas –, pero esta era muy realista; se titulaba precisamente Makers. Interesante, pero no llegó a apasionarme. Luego leí Walkaway (2017), que tiene partes muy interesantes sobre arquitectura y fabricación digital y repositorios tipo software libre y general intellect y cooperación de software-hardware-redes-comunidades humanas. Este año la íbamos a usar en clase, pero me atranqué un poco traduciendo y no llegamos a hacerlo. Espero que el año que viene pueda ser.

Finalmente, me hice seguidor de Doctorow en Tuiter, donde sin demasiadas estridencia tiene una presencia interesante, curiosamente con cosas bastante peculiares sobre arquitectura de finales del XIX y principios del siglo XX algo al margen de la Modernidad. Un texto suyo sobre economía política de lo digital de este año pandémico – How to Destroy Surveillance Capitalism (2021) – me ha parecido lo más destacado en la pugna intelectual [?] por entender y explicar de qué va la economía digital, en la que creo que ha aventajado a otros como Zuboff o Morozov, de alguna manera, desmitificando la diferencia y novedad histórica de la dimensión económica de lo digital… Pero comentar bien eso sería otro texto que tal vez haga en algún momento. Este último tarbajo  es el que quizás me convenció que hay que leer con mucha atención a Doctorow.

Attack Surface: cíber-guerra y resistencia ciudadana

Attack Surface, entonces. La leí en tres o cuatro tardes-noches, 370 páginas de letra más bien pequeñita; para mí quiere decir que tiene buen ritmo y es de fácil lectura – con la virtud de que no adquiere el ritmo adictivo de ciertas novelas negras o similares que me obligan a dejar de dormir y acabarlas en una sola noche.

La llamaría una novela de tesis, en la que el autor o sus personajes, nos cuentan, o en ocasiones lo hacen hablando entre sí, cosas sobre cíber-seguridad, cíber-espionaje y cíber-guerra y sobre las tecnopolíticas de la ciudadanía, o más bien de los movimientos sociales, tratando actuar en este mundo  y de defenderse en lo posible — un campo, el segundo, en el que me he movido muy activamente y he estudiado durante algún tiempo, y en el que comparto algunas de las experiencias que se describen.

Dedicada a Chelsea Manning, Edward Snowden…

El personaje principal, es Masha Maximow, una hacker que ha trabajado durante unas dos década para cyberwar contractors, empresas contratistas mercenarias que trabajan bien para el gobierno o el ejército norteamericano, por ejemplo, en la Guerra de Irak, o para otros gobiernos desarrollando e implementando herramientas digitales de espionaje y de guerra digital,  por ejemplo, en revoluciones naranjas, o finalmente, para las policías varias, para controlar a la propia ciudadanía no sumisa, por ejemplo, en casos como el del movimiento BLM (Black Lives Matter) en los Estados Unidos – o sus descendientes en la ficción que aparecen en Sufrace Attack. Masha es un trasunto de Edward Snowden o Chelsea Manning – otros personajes en la novela nos pueden recordar a Julian Assange. La novela está efectivamente dedicada a Manning, Snowden y otros héroes digitales recientes que no conocía, así como a la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia, asesinada, según parece, por su trabajo de investigación sobre la corrupción y los llamados Papeles de Panamá.

La historia de Masha, como decía, se extiende desde los primeros años de siglo. Empieza cuando es una preadolescente de origen ruso — como Doctorow — inadaptada pero con un talento especial con lo ordenadores que es fichada por una agencia del gobierno estadounidenses para luchar contra el terrorismo tras un atentado similar al de las Torres Gemelas pero en San Francisco — todo esto es lo que ocurre en la primera novela de la serie, Little Brother, donde parece ser que Masha está del lado de los espías — como decía aún no la leí — pero se rememora en Surface Attack.

Not such smooth operators

A continuación pasa, ya con un contratista privado – war contractor – a la guerra de Irak – su jefa en la agencia del gobierno, también pasó con ella a la nueva empresa, lo que les permite hacer las cosas que como parte del gobierno eran difíciles de hacer por los controles y garantías propios de una administración pública – además de ganar extraordinariamente más dinero. Allí se dedican ya directamente a la cíber-guerra – el trabajo específico de Masha tiene más que ver con entender las redes enemigas a través de la infiltración en sus sistemas de comunicación de todo tipo, de manera destacada las redes telefónicas. Aunque Masha no está directamente implicada en cosas como las ejecuciones selectivas, uno no deja de recordar los vídeos de WikiLeaks con los drones manejados remotamente por soldados o quizás war-contractors disparando a los civiles en algún pueblo polvoriento de Irak, «ratatatata, ratatata…» la ametralladora del dron cargándose a irakíes que trataban de huir sin saber del todo de dónde venían los disparos. La primera vez que vi uno de estos vídeos — que se siguen encontrando en Youtube buscando sólo un poco –, el ritornelo del «ratata» me persiguió durante días, el horror en que se había convertido el mundo lo digital que con tanto entusiasmo había abrazado durante unos pocos años… El final del episodio de Irak: Masha es ascendida por su discreción en relación con algunos descubrimientos del funcionamiento de los militares estadounidense en la guerra. La descripción de la semana de vacaciones en la Green Zone de Baghdad, la zona prohibida de la capital de Irak controlada por Estados Unidos durante la guerra es de lo mejor de la novela — aunque son unas pocas páginas. Me dieron ganas de releer las que le dedica Naomi Klein en su Shock Doctrine para comparar. Habría sin duda una novela ballardiana que escribir sobre esta ciudad temporal.

En siguiente episodio de la historia, en México, Masha se convierte, por alguna razón que no queda demasiado clara, en receptora de paquetes de información ultra-confidencial de personajes varios que empiezan a horrorizarse de las cosas que están haciendo en esta nueva forma de guerra. No está muy claro, la verdad, por qué es Masha la persona a la que algunos confían esta información. Pero ella la acepta, porque sintoniza con sus propios sentimientos ambivalentes y a la vez, le da una cierta protección contra sus jefes. La jefas directas, por cierto, siempre son mujeres – que para ciertos lectores – como el que suscribe – aparecen como psicópatas, que no habrían sido particularmente enfermas o perversas. quizás, en otras posiciones laborales, pero que en las «empresas» en que están sí que se son peligrosas para la gente que no es sumisa con los que las contratan: ya sean rebeldes irakíes, ya activistas de los considerados «antisistema». Narrativamente, México tiene poca entidad: más aislamiento de la vida de la gente normal, las burbujas globales, las fiestas para descomprimir… Más Ballard, aunque tan sólo apuntado…

Saboteando «revoluciones naranja»

El tercer momento es, ya con otra empresa de la competencia, en Slovstakia, un país imaginario del entorno post-soviético, en el que está sucediendo una «revolución naranja», en la que Masha trabaja para el gobierno autoritario, montando dispositivos y redes para espiar y atacar digitalmente los movimientos ciudadanos, pero a la vez, se ha hecho amiga de un grupo de jóvenes que forman parte del movimiento y a los que trata de ayudar discretamente con estrategias de seguridad digital para protegerlos con la mano izquierda, podría decirse, de lo que está haciendo para el gobierno con su mano derecha. Su nueva jefa es una antigua agente de la Stasi, convertida en ejecutiva del capitalismo de la vigilancia — que algo maliciosamente nos hace recordar a la señora Merkel. La relación condescendiente de los war contractors y la protagonista-hacker-tech-sis con el gobierno del país poco desarrollado, nos sugiere situaciones de colonialismo tecnológico por desgracia demasiado familiares. Hm.

Lo de trabajar para el gobierno autoritario y a la vez ser amiga de los más entrañables rebeldes, previsiblemente, le genera contradicciones, — o más bien, intensifica las contradicciones que venía arrastrando, y que sólo la autofascinación por el virtuosismo con el software, las máquinas y los datos, la híperactividad, la vaga idea de estar con los buenos – tal vez en el lado bueno de la historia como se dice últimamente – y, por supuesto, estar inundada de pasta,  habían hecho hasta entonces que no prestara  suficiente atención a esos conflictos, para poder seguir. Una situación tan familiar, que no hace falta ser war-contractor para entenderla… Me hizo recordar a un amigo profesor de ingeniería informática, un tech bro, lo llamaría quizás Doctorow,  a quien una vez le conté que había leído un libro estupendo sobre ética e ingeniería informática y que me gustaría mucho que lo leyera, a lo que me contestó, «¡ah, es que no tengo tiempo para leer ese tipo de cosas!» — El libro, por cierto, lo sigo recomendando, una muy buena intro a la ética en general y a estas cosas más en particular: Ermann & Schauf, 2003. Y mi amigo seguro que habrá leído cosas pertinentes — ¡pero me regaló la anecdota!

Espiando y manipulando, finalmente, a vecinos y colegas…

El episodio final, sucede de vuelta en la Bahía de San Francisco, donde sus dos empresas – unas pseudo Palantir [Waldman et al 2018s]– compiten por un mega-contrato de los departamentos de policía locales – Oakland Y SF),  para aplicar «en casa» las tecnologías desarrolladas en Irak y países «poco civilizados» como Slovstakia. Y resulta que los que se oponen, una composición de post BLM y hackitivistas varios, son los amigos de la infancia y pre-adolescencia de Masha, por lo que el conflicto final está servido. Lo dejaremos en estas descripciones  generales para no hacer excesivo spoiler.

Del Internet «guai» a la era e la vídeo-vigilancia y la mercantilización

El recorrido es interesante, desde los primeros 2000 a la actualidad, o quizás algunos, muy pocos, años en el futuro, porque refleja la experiencia del propio Doctorow, de gente de mi edad que hemos estado implicado en Internet y movimientos sociales durante este período. Doctorow es nacido en 1971, yo soy un poco más viejo, — pero como decía tal vez Rheingold, ¿o era Sterling? –, el futuro no aterriza en todas partes al mismo tiempo. – [nota: sugeriría si alguien estuviera interesado en mi versión del asunto, mi propio texto: xxxx] Del entusiasmo hackitivista por la autonomía tecnológica, y de la esperanaza en las nuevas oportunidades y libertades que iban a hacer posible Internet y los ordenadores personales, al relativo pesimismo de la actual dominación de los entornos digitales por los grandes monopolios y la cíberguerra. [nota: Google, Amazon & Masha…]…

Me gusta, y es sin duda una muestra del buen oficio literario del autor, cómo los tres o cuatro momentos en que sucede la historia, – a través de los cuales Masha, la protagonista, va descubriendo cosas del mundo y de si misma, se va haciendo preguntas, se va transformando –, no se presentan sucesivamente, sino que se va saltando de uno a otro, de un párrafo al siguiente, sin dejar de funcionar muy bien para el lector, generando el efecto, al menos eso me pareció a mí, de que estas diferentes Mashas estuvieran conversando una con otra: la madura y más experimentada con las otras más jóvenes, pero también la calculadora y fascinada por su trabajo y orgullosa de su autonomía, con la que duda, con la que ve cosas que también le fascinan en sus amigas activistas, generosas, dotadas de otros talentos que ella, sólo poco a poco, empieza a descubrir y valorrar.

Los conflictos que nos presenta Surface Attack

El conflicto central, o eso me pareció, sería el de por qué estos hackers se ponen del lado de los «malos» – en este caso del espionaje y la guerra – más o menos «sorda» – en guerra contra otros países como Irak, contar el «terrorismo», y luego ya para cualquier cosa, para derrocar gobiernos poco convenientes a los intereses de los que pueden pagar las tecnologías, para luchar contra la propia ciudadanía organizada… Sólo menciona de pasada Doctorow al otro gran sector de ex-hackers, a los que llama tech bros, los ingenieros supuestamente superinteligentes y talentosos que dedican todo ese talento e inteligencia a «aumentar los clicks y tratar de vender anuncios».

El conflicto que Haraway ya a finales de los 80, Bifo o McKenzie Wark, quizás también Stallman, Bowyer, y seguro que otros muchos, — teórica y prácticamente –, ya enunciaron o pusieron a prueba: el del poder de los trabajadores – ingenieros, programadores… – de las redes en nuestra sociedad-economía contemporánea, y su toma de partido mayoritaria , tras los primeros años de una cierta incertidumbre, por el ultra-capitalismo… En este sentido, puede verse, por ejemplo, lo que Bifo llama la «fábula del ingeniero, el economista y el artista»: ¿usamos lo digital para construir nuevos mundos más habitables, más ecológicos, más soro-fraternales, o lo usamos para la explotación y el control y la destrucción del planeta? – disculpad si acaso el esquematismo. ¿Cuáles serían las alianzas para los mundos más habitables y más sostenibles?

Movimientos sociales y tecnologías digitales

El segundo conflicto, sería el de los propios movimientos sociales y su relación con las tecnologías y más específicamente con la seguridad – y quizás también la desinformación. Una de las tesis de Doctorow, que presenta a través de Masha, es que es posible con un conocimiento no demasiado exagerado y un trabajo sólido y constante de grupo, – una red será tan vulnerable como lo sea el más vulnerable – descuidado – de sus nodos –, que es posible tener una seguridad razonable ante la amenaza general en las redes: los intentos de entrada random, phishings varios… Pero que cuando alguien o algún grupo se convierte en objetivo de un gobierno o, peor aún, de algún contratista, es casi imposible en el corto-medio plazo no cometer algún error, y siempre se acabará siendo vulnerable a todo tipo de riesgos y «daños digitales». No hay demasiada alternativa.

¿Qué hacer? — con esto de las tecnologías digitales.

En la interesante Nota del autor al final del libro Doctorow reitera lo que ya argumenta previamente, otro de los personajes de la novela, la maravillosa Ange Carvelli,  que vuelve de Little Brother, habiendo madurado durante los 15 o 20 años siguientes y habiéndose convertido en la principal pensadora y estratega del grupo: Las tecnologías – la seguridad en este caso — deben ser suficientemente buenas, pero debe ser la política la que establezca sus límites, sus usos, sus condiciones de transparencia, etc. El símil con la guerra es interesante: los movimientos sociales, o la sociedades en general, no luchan contra la guerra, principalmente, armándose más, sino estableciendo instituciones, políticas de colaboración, democracias, quizás…

Ange recupera un lema del autor, aquel que decía: «La información no quiere ser libre, — contradiciendo el information wants to be free de los movimientos digitales de los 90 –, es la gente la que quiere ser libre». Las tecnologías, – las familias o fila tecnológicos quizás que dirían algunos — dice Doctorow no definen con un carácter determinista cómo es la sociedad y cómo es el mundo, sino que, más bien, son las tecnologías adecuadas, usadas adecuadamente, las que tendrían que darnos la capacidad, y el tiempo, para que sean las propias sociedades las que decidan y lo hagan usándolas como medios… Más o menos…

Doctorow: optimismo realista

Dice en las mencionadas Author’s notes que cuando empezó a trabajar en el campo de las tecnologías era un optimista tecnológico… Y que hoy, en 2021, sigue siendo un optimista tecnológico, — aunque ahora es un optimista realista…

Esta, entonces, me parece que sería la propuesta del autor para la solución o al menos el abordaje de los conflictos expuestos: es engañosa y/o debemos evitar la percepción de un mundo dominado opresivamente, sin posible alternativa, por lo digital-tecnológico. La vida está en otras partes. Y esas otras partes, o aspectos de la vida, o lo que sean o pudieran ser, son las que tendríamos que tratar de imponer a las tecnologías y sus agentes varios.

Me viene a la mente una sentencia latina citada por Montaigne: «Que las cosas no nos sometan; que seamos nosotros los que las sometamos». Aunque ocurre, claro, en esto que tratamos: no son exactamente las cosas las que nos someten… Esa tal vez sea otra de las claves.

Y también me trajo al «magín» — ¡ah, cómo me gusta esa palabra que había olvidado durante tanto tiempo! — algo de Isak Dinesen, «Without hope and without despair» — Sin esperanza y sin desesperar. Estos días uno tal vez sea menos optimista que Doctorow…

Sí que seguiré leyendo todo lo que vaya publicando: por la información, por el pensamiento, por el entretenimiento, por el optimismo realista.

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#referencias

Bifo, 2017, Futurability. The Age of Impotence and the Horizon of Possibility, Verso, Londres Nueva York

____, en este mismo blog sobre Bifo, el general intellect y la «fábula del ingeniero, el economista y el artista»: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2018/04/17/bifo-futurability-universidades-artista_ingeniera-economista/

Doctorow, 2021, How to Destroy Surveillance Capitalism, disponible en:  https://onezero.medium.com/how-to-destroy-surveillance-capitalism-8135e6744d59 | accedido 02/04/2021

____, 2017, Walkaway

____, 2009, Makers

____, 2008, Little Brother

M. David Ermann & Michele S. Schauf (eds.), 2003 [1990], Computers, Ethics and Society, Oxford University Press, Nueva York

Donna Haraway, 1991, A Cyborg Manifesto

Evgeny Morozov, 2019, Capitalism’s New Clothes -Shoshana Zuboff’s new book on “surveillance capitalism” emphasizes the former at the expense of the latter -, en: https://thebaffler.com/latest/capitalisms-new-clothes-morozov

Richard M. Stallman, 2004 [2002], Software libre para una sociedad libre, Traficantes de Sueños, Madrid; disponible en: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Software%20libre-TdSs.pdf | accedido 02/04/2021

Neal Stephenson, 1995, The Diamond Age

Peter Waldman, Lizette Chapman, and Jordan Robertson, 2018, Palantir Knows Everything About You: https://www.bloomberg.com/features/2018-palantir-peter-thiel/

McKenzie Wark, 2004, A Hacker Manifesto, Harvard University Press, Cambridge

Shoshana Zuboff, 2019, The Age of Surveillance Capitalism. The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, Profile Books, Nueva York

Sobre los formatos clásicos de libros y su origen en el plegado de los pergaminos

Imagen: plegados clásicos, in medio (folio), in cuarto e in octavo; adaptación de imagen de codicologia.atspace.cc
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Notas de José Pérez de Lama

Tengo que mirar una y otra vez esto del folio, cuarto, octavo… y voy a dejar aquí unas notas que tomé hoy para recordarlo mejor — y como reúno un par de fuentes igual a alguien le viene también bien.

Según veo en  IberLibro los tamaños con los que se denominan los libros vienen del típico tamaño de los pliegos — el papel de tinta – con que se hacía históricamente, 32 x 44 cm. Luego veremos en otra fuente que tiene otro origen anterior. Se usa el término formato.

Entonces si el pliego base se doblaba en dos, para dar lugar a un cuadernillo de 2 hojas,  4 páginas, el tamaño se llamaba «folio», si se doblaba dos veces, — y ahí ya había que cortar las hojas luego, como se ve en la imagen de arriba — se llamaba cuarto: de un pliego salía un cuadernillo de 4 hojas, 8 páginas; si se doblaba una tercera vez se llamaba octavo: de un pliego salía un cuadernillo de 8 hojas, 16 páginas. Y así algunos pasos más. Seguir leyendo Sobre los formatos clásicos de libros y su origen en el plegado de los pergaminos

Sobre tener suficiente y dedicarse a ser un hombre mejor

Copa griega de figuras negras mostrando un barco mercante, quizás siendo atacado por un barco pirata; 520-500 a. C. Fuente: British Museum; http://www.teachinghistory100.org/objects/for_the_classroom/a_silver_coin_from_athens

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Comentario y selección de José Pérez de Lama

Unas notas del Diógenes Laercio sobre tener suficiente y dedicarse a ser un hombre mejor – de algunos de los llamados [Siete] «Sabios de Grecia», libro I. (Pongo lo de los «siete» sabios entre paréntesis porque como la lista era muy variable al final resulta que la componen, por lo menos, unos 10 o 12 personajes.) Parece un topoi esto del rico Creso y el sabio que no necesita de su oro pues las dos menciones que recojo suenan bastante parecidas.

El Diógenes Laercio, para los no aficionados a estos temas, es un libro del siglo III, en el que su autor, una especie de erudito aficionado de provincias, dicen (García Gual, 2013), hace una historia informal de las vidas y opiniones de los filósofos antiguos. Se puede ver online, traducción de Ortiz y Sanz, del siglo XVIII, pero lo había comprado, y se lo dejé a mi padre, que anduvo leyéndolo unos meses antes de morirse. Al recuperarlo, he visto algunas páginas que tenía marcadas. Igual un día las comento. De momento esto otro.

Cabe destacar, algo que aprendí sobre todo leyendo a Pierre Hadot, también recientemente – antes con Maite Larrauri: que para los antiguos, especialmente en el Helenismo y en Roma, filósofo era sobre todo quien llevaba una vida filosófica, y no exactamente el que pensaba y escribía nuevas teorías. El nombre así se entiende mejor: filósofo, amigo(a) de la sabiduría. Así me parece que hay que interpretar el Diógenes Laercio, que parece dar más importancia a las vidas que a las ideas y teorías de los filósofos antiguos.

Siguen las citas:


Pítaco (c. 600 a. C. – nacido en Mitilene, isla de Lesbos)

  1. […]

[Carta] De Pítaco a Creso:
«Me invitas a ir a Lidia para ver tu riqueza. Yo aún sin verla estoy convencido de que el hijo de Aliates es el más rico de los reyes. Y nada más tendré por acudir a Sardes, pues no necesito oro sino que tengo riqueza suficiente para mí y mis compañeros. A pesar de todo iré para ser compañero y huésped tuyo extranjero».

Anacarsis el escita (siglo VI a. C.)

  1. […]

[Carta de] Anacarsis a Creso:
«Yo, rey de los lidios [Creso], he acudido a la tierra de los griegos para aprender sus costumbres y sus prácticas. No pretendo conseguir oro, me basta regresar a Escitia como un hombre mejor. Ahora estoy en Sardes, con gran ansia de conseguir tu aprecio».


La referencia principal:

Diógenes Laercio [traducción de Carlos García Gual], 2013, [siglo III], Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, Alianza editorial, Madrid

Otras cosas que miré sobre los lugares que se citan:

Wikipedia: En la Antigüedad clásica, Escitia (griego clásico: Σκυθική; griego moderno: Σκυθία) era la región euroasiática habitada por los pueblos escitas desde el siglo VIII a.C. hasta el II d.C. Su extensión varió a lo largo del tiempo, pero en general comprendía las llanuras de la estepa póntica desde el Danubio hasta las costas septentrionales del mar Negro…

Sardes, en otros idiomas Sardis (griego antiguo αἱ Σάρδεις, en jónico Σάρδιες, forma contraída Σάρδῑς, lidio Sfard, persa Sparda) fue una antigua ciudad de Asia Menor fundada por el rey lidio Giges (680-644 a. C.) como capital del antiguo reino de Lidia. Se corresponde con la actual Sart, en la provincia turca de Manisa, en la ladera septentrional del monte Tmolo (actual Boz Dag), en el valle medio del río Pactolo (actual Gediz), que desemboca en el mar Egeo.

Ursula K. Le Guin: La teoría de la bolsa de transporte de la ficción


Imagen: Ursula K. Le Guin, fotografiada en su primer año como investigadora Fullbright en Marsella, hacia 1953. Fotografía: archivo de Theo Downes_Le Guin; procedencia: theguardian.com, fair use. Probablemente en aquella situación llevaría encima algún tipo de bolsa de transporte.
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La teoría de la bolsa de transporte de la ficción

Ursula K. Le Guin
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Ursula K. Le Guin: The Carrier Bag Theory of Fiction, 1986. Fuente original en inglés: https://theanarchistlibrary.org/library/ursula-k-le-guin-the-carrier-bag-theory-of-fiction | Traducción: Kamen Nedev, con la colaboración de José Pérez de Lama
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En las regiones templadas y tropicales en las que parece que los homínidos evolucionaron para transformarse en seres humanos, el principal alimento de la especie eran los vegetales. Entre un sesenta-y-cinco y un ochenta por ciento de lo que los humanos comían en aquellas regiones en el Paleolítico, el Neolítico y los tiempos prehistóricos era recolectado [como cuando decimos cazadores-recolectores]; solo en el Ártico extremo era la carne el alimento básico. Los cazadores de mamuts ocupan espectacularmente las paredes de las cuevas y nuestras mentes, pero lo que efectivamente hacíamos para seguir vivos y gordos era recoger semillas, raíces, brotes, pequeñas plantas, hojas, frutos varios y cereales, añadiéndoles insectos y moluscos, y atrapando pájaros, peces, ratas, conejos y otros pequeños animales sin colmillos, para aumentar las proteínas. Y ni siquiera teníamos que trabajar duro para todo aquello – mucho menos duro que los campesinos esclavizados en los campos de otros después de que la agricultura fuera inventada, mucho menos duro que los trabajadores asalariados desde que la civilización fuera inventada. La persona prehistórica típica podía vivir bastante bien trabajando unas quince horas a la semana.

Quince horas de trabajo a la semana para sobrevivir dejan un montón de tiempo para otras cosas. Tanto tiempo que es posible que algunos inquietos, que no tuvieran un niño cerca para darles vida, o habilidad haciendo cosas o cocinando o cantando, o pensamientos muy interesantes que pensar, decidieran salir de aventuras y cazar mamuts. Los cazadores habilidosos volverían con un cargamento de carne, un montón de marfil y un relato. La carne no era lo importante. Lo importante era el relato.

Es difícil contar un relato verdaderamente apasionante de cómo arranqué una semilla de avena brava de su vaina, y luego otra, y luego otra, y luego otra, y luego otra, y luego me rasqué las picaduras de mosquitos, y Ool dijo algo gracioso, y fuimos al arroyo a beber agua y ver las salamandras un rato, y luego encontré otra mata de avena… No, no es comparable, y no puede competir con cómo le di una estocada con mi lanza al enorme flanco peludo, mientras Oob, empalado en el enorme colmillo, se retorcía chillando, y la sangre brotaba por todas partes en borbotones rojos, y Boob fue hecho papilla cuando el mamut le cayó encima, mientras yo disparaba mi certera flecha directa del ojo al cerebro de la bestia.

Este relato no solo tiene Acción, también tiene un Héroe. Y los Héroes son poderosos. Antes de que nos demos cuenta, los hombres y mujeres de la mata de avena brava y sus niños y los saberes de los hacedores y los pensamientos de los pensativos y las canciones de los cantores serán parte de ello, serán conminados al servicio del relato del Héroe. Pero este relato no es el de ellos. Es el relato de él.

Mientras planificaba el trabajo para el libro que terminó siendo Tres guineas, Virginia Woolf apuntó un encabezado en su cuaderno: «Glosario». Había pensado en reinventar el inglés de acuerdo con su nuevo plan, para poder contar un relato diferente. Una de las voces en este glosario es heroísmo, definido como «botulismo». Y héroe, en el diccionario de Woolf, es «botella»: una severa revisión. Propongo ahora la botella como héroe.
No solo la botella de ginebra o de vino, sino la botella en su sentido más antiguo de contenedor en general, como algo que contiene otra cosa.

Si no tienes dónde ponerla, la comida se te escurrirá, incluso si es algo tan poco combativo y hábil como la avena. Puedes meterte tantas como puedas en el estómago mientras las tengas a mano, siendo la mano el primer contenedor, pero ¿qué pasará mañana por la mañana cuando te despiertes y hace frío y llueve? ¿No estaría bien tener por lo menos un poco de avena para llevarte a la boca y para darle a la pequeña Oom para hacer que se calle? Pero ¿cómo llevar más de un estómago y más de un puñado a casa? Así que te levantas y vas a la maldita mata de avena mojado bajo la lluvia, y ¿no estaría bien poder poner al bebé Oo Oo en algo para que puedas coger avena con ambas manos? Una hoja un calabacín una red una bolsa un cabestrillo un saquito una botella una olla una caja un contenedor. Algo que contenga. Un recipiente.

El primer artefacto cultural probablemente fuera un recipiente… Muchos teóricos creen que los primeros inventos culturales debían de ser un contenedor para productos recolectados, y alguna forma de cabestrillo o red.

Es lo que dice Elizabeth Fisher en Women’s Creation (McGraw-Hill, 1975). Pero no, esto no puede ser. ¿Dónde está esa maravilla, esa cosa grande, larga, dura, creo que un hueso, con el que el Hombre Mono primero golpeó a alguien en la película, y luego, rugiendo en éxtasis al haber llevado a cabo el primer asesinato, lanzó el hueso al aire, y ahí, girando en el cielo, se convirtió en una nave espacial, penetrando el cosmos para fertilizarlo y producir, al final de la película, un feto precioso (un niño, por supuesto), que flota por la Vía Láctea sin (extrañamente) útero o matriz alguna? No lo sé. Ni siquiera me importa. No es el relato que estoy contando. Lo hemos oído, todos hemos oído de los palos y las lanzas y las espadas, las cosas para atizar y para pinchar y para golpear, las cosas largas, duras, pero todavía no hemos oído de la cosa que sirve para poner cosas dentro, el contenedor para el contenido. Esto es un nuevo relato. Esto es algo nuevo.

Pero es, a la vez, algo viejo. Antes – si lo piensas bien, seguramente mucho antes – del arma, una herramienta tardía, ociosa, superflua; mucho antes de los útiles cuchillo y hacha; junto con las indispensables herramientas para machacar, moler, y cavar – porque ¿de qué te sirve cavar un montón de patatas si no tienes nada para llevar las que no te puedas comer a casa? – al mismo tiempo que, o antes de la herramienta que expulsa energía hacia fuera, creamos la herramienta que lleva energía a casa. Esto tiene sentido para mí. Soy una seguidora de lo que Fisher llama la Teoría de la Bolsa de Transporte de la evolución humana.

Esta teoría no solo explica grandes zonas de oscuridad teórica, y evita grandes zonas de despropósitos teóricos (en general, habitadas por tigres, zorros, y otros animales muy territoriales); también me ancla a tierra, personalmente, en la cultura humana de una forma de la que nunca me he sentido anclada hasta ahora. Mientras la cultura se explicaba como algo originado en, y desarrollado a partir del uso de objetos largos y duros para pinchar, atizar, y matar, nunca pensé que tuviera, o quisiera tener, nada que ver con ella. («Lo que Freud confundió con su falta de civilización es la falta de lealtad a la civilización de la mujer», observó Lillian Smith). La sociedad, la civilización de la que estaban hablando estos teóricos, era, evidentemente, la suya. Era su posesión, les gustaba. Eran humanos, completamente humanos, atizando, apuñalando, penetrando, matando. En mi deseo de ser también humana, busqué pruebas de mi humanidad. Pero, si esto era un requisito previo, el crear un arma y matar con ella, entonces yo era o extremadamente defectuosa como ser humano, o no era ser humano en absoluto.

Así es, dijeron. Lo que eres es una mujer. Posiblemente en absoluto humana, y ciertamente defectuosa. Ahora guarda silencio mientras seguimos contando el Relato del Ascenso del Hombre Héroe.

Seguid, dije, de camino a la avena brava, con Oo Oo en el cabestrillo y con Oom cesto en mano. Seguid contando cómo el mamut se abalanzó sobre Boob y cómo Caín se abalanzó sobre Abel, y cómo cayó la bomba sobre Nagasaki y cómo cayó la gelatina ardiente sobre los habitantes del pueblo, y cómo caerán los misiles sobre el Imperio del Mal, y todos los demás pasos del Ascenso del Hombre.

Si es humano poner algo que quieres, porque es útil, comestible, o hermoso, en una bolsa, o un cesto, o en un poco de corteza enrollada o en una hoja, o en una red hecha con tu propio pelo, o lo que sea, y luego llevártelo a casa, siendo la casa otro tipo diferente de saquito o bolsa, un recipiente para personas, y más tarde sacarlo y comértelo o compartirlo o guardarlo para el invierno en un contenedor más sólido, o ponerlo en el botiquín o en el altar o en el museo, en el lugar sagrado, en el área que contiene lo sagrado, y luego al día siguiente probablemente hacer más de lo mismo – si hacer esto es humano, si esto es lo que se pide, entonces, resulta que sí soy humana, a pesar de todo. Completamente, libremente, alegremente, por primera vez.

No, huelga decir, un ser humano poco agresivo o poco combativo. Soy una señora mayor enfadada, arreando mi bolso para mantener a raya matones y rufianes. Pero no me considero, ni nadie debería considerarse, heroica por hacer esto. Es simplemente una de esas malditas cosas que tienes que hacer para poder seguir recolectando avena brava y contando relatos.

El relato es lo importante. Es el relato el me escondió mi propia humanidad, el relato que contaron los cazadores de mamuts sobre atizar, penetrar, violar, matar, el relato del Héroe. El maravilloso, envenenado relato del Botulismo. El relato del asesino.

A veces, parece que este relato está tocando a su fin. Para que no se llegue a la situación de que ya no quede nadie contando relatos, algunos de nosotros aquí entre la avena brava, entre el maíz alienígena, creemos que es mejor empezar a contar otro relato, que quizás la gente pueda seguir desarrollando cuando el antiguo relato haya terminado. Quizás. El problema es que nos hemos permitido ser parte del relato asesino, y puede que su fin también sea el nuestro. Por eso es con cierta sensación de urgencia que busco la naturaleza, el sujeto, las palabras del otro relato, del nunca contado, del relato de la vida.

Es un relato extraño, no se nos da con facilidad, no se nos pone en la punta de la lengua con la misma facilidad con la que lo hace el relato asesino. Aun así, «nunca contado» fue una exageración. La gente lleva siglos contando el relato de la vida, en muchos tipos de palabras y maneras. Mitos de creación y transformación, relatos de picaresca, cuentos folclóricos, bromas, novelas.

La novela es un tipo de relato fundamentalmente anti-heroico. Por supuesto que el Héroe se ha apoderado de la novela con frecuencia, siendo así su naturaleza imperial y su impulso irrefrenable, para tomar todo y gobernarlo con duros decretos y leyes para controlar su incontrolable impulso de asesinarlo. Así que el Héroe ha decretado a través de sus portavoces, los Legisladores, primero, que la forma adecuada de la narrativa es la de la flecha o la lanza, que comienza aquí y va recta hacia allí y ¡ZAS! da en su blanco (que cae muerto); segundo, que la preocupación central de la narrativa, incluida la novela, es el conflicto; y en tercer lugar, que el relato no vale para nada si él no figura en él.

Estoy en desacuerdo con todo esto. Diría incluso que la forma natural, correcta, adecuada de la novela quizás sea la de un saco, o una bolsa. Un libro contiene palabras. Las palabras contienen cosas. Portan significados. Una novela es un botiquín, que contiene cosas en una relación particular, poderosa, entre sí, y con nosotros.

Una relación posible entre elementos en una novela bien podría ser la de un conflicto, pero reducir la narrativa al conflicto es absurdo. (He leído un manual-de-cómo-escribir que decía «Un relato debe entenderse como una batalla», y luego hablaba de estrategias, ataques, victoria, etc.). El conflicto, la competición, la presión, la lucha, etc., dentro de una narrativa concebida como una bolsa/vientre/caja/hogar/botiquín, podrían ser vistos como elementos necesarios de un todo que, en sí, no se puede caracterizar ni como un conflicto ni como armonía, ya que su propósito no es ni la resolución ni la inmovilidad, sino un proceso continuado.

Finalmente, está claro que el Héroe no queda bien en esta bolsa. Necesita un escenario, o un pedestal, o una cima. Lo metes en una bolsa y parece un conejo, o una patata.

Por eso me gustan las novelas: en lugar de héroes, contienen personas.

Así que, cuando comencé a escribir novelas de ciencia ficción, llegué arrastrando este saco grande y pesado lleno de cosas, mi bolsa llena de peleles y patosos, y pequeños granos de cosas más pequeñas que un grano de mostaza, y redes intricadas que, al ser laboriosamente desenhebradas, dejan ver que contienen un guijarro azul, un cronómetro impertérrito que marca la hora en otro mundo, y la calavera de un ratón; lleno de principios sin finales, de iniciaciones, de pérdidas, de transformaciones y traducciones, y muchos más trucos que conflictos, muchos menos triunfos que trampas y espejismos; lleno de naves espaciales que se quedan encalladas, misiones que fracasan, gente que no entiende. Dije que era difícil contar un relato apasionante de cómo sacamos la avena brava de sus vainas, no dije que fuera imposible. ¿Quién dijo que escribir una novela fuera fácil?

Si la ciencia ficción es la mitología de la tecnología moderna, entonces su mito es trágico. La «tecnología», o la «ciencia moderna» (uso estas palabras de la manera común, como una abreviatura no-cuestionada de ciencias «exactas» y alta tecnología fundadas sobre un crecimiento económico continuo), es una gesta heroica, hercúlea, prometeica, concebida como un triunfo, y, por tanto, finalmente una tragedia. La ficción que da cuerpo a este mito será, y ha sido, triunfadora (el Hombre conquista la tierra, el espacio, los alienígenas, la muerte, el futuro, etc.) y trágica (Apocalipsis, Holocausto, entonces o ahora).

Si, en cambio, una evita el modo linear, progresivo, de flecha-que-mata-el-Tiempo de lo tecno-heroico, y redefine la tecnología y la ciencia como fundamentalmente una bolsa de transporte más que como un arma de dominación, un agradable efecto secundario de esto es que la ciencia ficción puede ser entendida como un campo mucho menos rígido y estrecho, no necesariamente prometeica o apocalíptica en absoluto, y, de hecho, un género mucho menos mitológico que realista.

Es un realismo extraño, pero es que es una realidad extraña.

La ciencia ficción, concebida de la manera correcta, como toda ficción seria, por muy humorística que pueda resultar, es una manera de intentar describir qué está pasando realmente, qué es lo que la gente realmente hace y siente, cómo se relaciona la gente con todo lo demás en este apilamiento, este vientre del universo, este útero de cosas por venir y tumba de cosas que fueron, este relato sin fin. En ella, como en toda ficción, hay espacio suficiente para mantener incluso al Hombre en el lugar que le corresponde, en su lugar en el esquema general de las cosas; hay tiempo suficiente para recoger mucha avena brava y también para sembrarla, y para cantar al pequeño Oom, y para escuchar el chiste de Ool, y para mirar las salamandras, y el relato todavía no ha terminado. Todavía quedan semillas por recolectar, y todavía queda espacio en la bolsa de estrellas.

Didion y Vonnegut sobre el (self-respect) respeto por uno/a mismo/a

Imagen: A riderless Dessie in Kempton Park. Tw: @CDChistory 20/12/2020 – ver también: https://en.wikipedia.org/wiki/Desert_Orchid. El texto de Vonnegut que se comenta en el post evoca algunas imágenes de las carreras de caballo con obstáculos, el llamado steeplechase.

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Joan Didion y Kurt Vonnegut sobre el «self-respect» – el respeto por uno/a mismo

Selección y comentario de José Pérez de Lama

Joan Didion, nació en 1934. En 1961, cuando escribe la pieza, On Self Respect, una de sus más famosas, tenía 26 o 27 años. Kurt Vonnegut, nació en 1922 y murió en 2007. En 1996, cuando escribió la pieza que aquí se recoge, en su libro Timequake, tenía 73 o 74 años.

Lo del self-respect, literalmente respeto por uno mismo, me parece que no es una expresión tan habitual en español-castellano como en inglés. Aquí quizás hablemos más de «amor propio«, «quererse a uno mismo», «autoestima»… en otros tiempos, quizás, «honor»… tal vez esta acepción pudiera ser más parecida a la que le da Vonnegut… O igual no.

Joan Didion

Para sus seguidores es conocido que ésta es una pieza que escribe para la revista <Vogue, y que además lo hace deprisa y corriendo, para rellenar el espacio de un artículo que no había llegado a tiempo. Y que, a pesar de eso, se convierte en unas de sus piezas más importantes y recordadas. En mi opinión empieza de forma algo convencional, y luego al final, toma bastante más intensidad. Aquí una cita de esta parte final:

To have that sense of one’s intrinsic worth which, for better or for worse, constitutes self-respect, is potentially to have everything: the ability to discriminate, to love and to remain indifferent.

Traducción: Tener ese sentido del propio valor, que, para bien o para mal, constituye el respeto por uno/una mismo/misma, es tener potencialmente todo: la capacidad de discriminar, de amar y de mantenerse indiferente.

Joan Didion, 1961, On Self Respect. Texto completo en inglés aquí: https://www.vogue.com/article/joan-didion-self-respect-essay-1961

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Kurt Vonnegut

1998 [1997], Timequake, Vintage, Nueva York; capítulo 55, pp. 182-185.

[Paradoxes of self-respect]

Nota preliminar del traductor: A Vonnegut, siempre, y quizás incluso más en esta novela, le encanta jugar con el lenguaje, usar modismos varios, coloquiales y más artísticos. Traducirlo bien-bien tal vez sea imposible. Aún así me gusta mucho hacerlo. Casi en casa párrafo he añadido una nota que tiene que ver con la traducción. Esto para muy aficionados…

Mientras que la primera mitad del texto de Vonnegut se centra bastante en su idea de self-respect, la segunda se van transformando en un cierto delirio sobre el tema – así es la mayor parte del libro, y no lo digo de forma peyorativa, sino al contrario, pues es uno de mis libros preferidos.

Sigue mi prueba de traducción – con las notas en azul:

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Conocí al escritor Dick Francis en el Derby de Kentucky hace ya años. Sabía que había sido un jinete campeón de steeplechase [carreras en pista con obstáculos – se suelen llamar en España también por su nombre en inglés]. Le dije que era un tío mucho más grande de lo que había esperado. Me contestó que se necesitaba un hombre grande para mantener a un caballo de una sola pieza [*] en un steeeplechase. Creo que esta imagen se me quedó tan claramente grabada en la memoria, durante tanto tiempo, porque la vida misma se puede parecer un montón a algo así: un asunto de hacer lo necesario para mantener firme y de una sola pieza, para que no se descomponga, en lugar del caballo, el respeto por uno mismo, pues es de esperar que el respeto por uno mismo tenga que pasar bastantes vallas y setos y charcas.

Me parece que Lily, mi querida hija de trece años, habiéndose convertido en una bonita adolescente, como la mayoría de los adolescentes estadounidenses, está manteniendo su respeto por sí misma lo mejor que puede en un steeplechase bastante complicado.

* La afortunada expresión en inglés es hold a horse together — cuya traducción no me satisface en exceso. El texto en inglés dice así: He replied that it took a big man to “hold a horse together” in a steeplechase. This image of his remained in the forefront of my memory so long, I think, because life itself can seem a lot like that: a matter of holding one’s self-respect together, instead of a horse, as one’s self-respect is expected to hurdle fences and hedges and water.

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Hace unos años dije a los nuevos graduados de la Butler University, no mucho mayores que Lily, que aunque los estuvieran llamando la Generación X, a dos clicks del final, – eran tan Generación A como lo habían sido Adán y Eva. ¡Qué tontería!

Esprit de l’escalier! [*] ¡Más vale tarde que nunca! Sólo en este preciso momento en 1996, cuando estoy a punto de escribir la siguiente frase, me he dado cuenta de lo insensata que tuvo que sonar para aquella joven audiencia la imagen del Jardín del Edén, – en un mundo tan poblado de gente secretamente asustada como ellos, y tan saturado de trampas explosivas, naturales y fabricadas por el hombre.

Esta es la siguiente frase: Tendría que haberles contado que eran como Dick Francis cuando Dick Francis era joven y estaba subido a un animal lleno de orgullo y de pánico, en el cajón de salida de un steeplechase.

* Dice la querida Wikipedia: L’esprit de l’escalier (en español: el ingenio de la escalera) es una expresión francesa que describe el acto de pensar en una respuesta ingeniosa cuando ya es demasiado tarde para darla. Fue acuñada por Denis Diderot, el enciclopedista francés, en su Paradoxe sur le comédien.

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Y algo más: Si un caballo de carreras renuncia una y otra vez a saltar los obstáculos, se lo retira y se lo manda a pastar. En Estados Unidos, el respeto por uno mismo de la mayoría de la gente de clase media, de mi edad o mayor [KV nació en 1922] y que todavía sigue viva, está ahora pastando; no es mal sitio para estar. Masticando. Rumiando.

Si el respeto por uno mismo se rompe una pierna, la pierna nunca puede recuperarse. Su dueño tiene que sacrificarlo de un tiro. Mi madre y Ernest Hemingway y mi antiguo agente literario preferido y Jerzy Kosinski y mi renuente director de tesis en la Universidad de Chicago […] todos ellos me vienen a la mente. [*]

Pero no Kilgore Trout. Su indestructible respecto por sí mismo es lo que yo admiraba más de Kilgore Trout. [**] […]

* Todos los mencionados, familiares, amigos y conocidos del autor, se suicidaron; la mayoría de sus historias se han contado previamente en Timequake, el libro que se está citando.

** Kilgore Trout, novelista de ciencia ficción y vagabundo, y en buena medida alter ego del autor, que aparece en diversas novelas de KV y que es uno de los protagonistas, quizás el protagonista principal, de Timequake.

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Mucha gente fracasa porque sus cerebros, sus «esponjas de tres-libras-y-media-empapadas-en-sangre», sus «desayunos-de-perro», [*] no funcionan suficientemente bien. El motivo del fracaso puede ser simplemente ese. Alguna gente, aún esforzándose todo lo que puede, ¡nunca podrán satisfacer lo que se espera de ellos! [**]

¡Es así! Tenía un primo de mi edad al que le iba fatal en Shortridge High School, [el instituto de su barrio en Indianapolis]. Era un enorme primera línea [de fútbol americano], y muy amable. Llevó a casa una cartilla de notas horribles. Su padre le preguntó, «¿Que significa esto?» Mi primo le respondió como sigue: «¿No lo sabes, Padre? Soy tonto, soy tonto».

* Expresiones que podríamos llamar «absurdistas» que le gustan a Vonnegut, y en fin, en este caso podríamos llamarlas «inmanentistas» o muy escépticas, posiblemente atribuidas a Kilgore Trout, y que KV repite de vez en cuando a lo largo del libro.

** Some people, try as they may, can’t cut the mustard! — expresión ésta última de la mostaza que significa algo así como «tener éxito, o menos ambiciosamente, llegar a cumplir con lo que se espera de ellos».

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Pon esto en tu pipa y fúmatelo: Mi tío-abuelo materno Carl Barus fue uno de los fundadores y presidente de la American Physical Society. Un edificio en la Universidad de Brown llevá su nombre en su honor. Tío Carl Barus fue profesor allí durante muchos años. Yo nunca lo conocí. Mi hermano mayor sí que lo conoció. Hasta el verano de 1996, Bernie [su hermano, prestigioso científico en estudios sobre el clima] y yo siempre lo habíamos imaginado como alguien que había contribuido serenamente, con modestas pero ordenadas aportaciones, al entendimiento humano de las leyes de la Naturaleza.

El pasado junio, sin embargo, se me ocurrió pedirle a Bernie que me contara algún descubrimiento concreto, aunque fuera pequeño, que hubiese hecho nuestro distinguido tío-abuelo, cuyos genes Bernie había heredado de manera tan sobresaliente. La respuesta de Bernie fue cualquier cosa menos rápida, cualquier cosa menos inmediata. A Bernie le hizo gracia darse cuenta después de tanto tiempo que el tío Carl Barus, que le había hecho atractiva la idea de hacerse físico, nunca le había contado nada de lo que él mismo había logrado.

«Tengo que mirarme lo de Tío Carl, a ver qué es lo que hizo», me dijo Bernie. ¡Agárrense a sus sombreros!

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Escuchen: Tío Carl, en 1900 o por ahí, experimentó con los efectos de los rayos X y la radiactividad sobre la condensación en una cámara de niebla, un cilindro de madera lleno de niebla que él mismo había confeccionado. Concluyó, y así lo publicó como cosa cierta, que la ionización era de relativamente poca importancia para la condensación.

En torno a la misma fecha, amigos y vecinas, el físico escocés Charles Thomson Rees Wilson llevó a cabo experimentos similares con una cámara de niebla hecha de cristal. El taimado escocés probó que los iones producidos por los rayos X y la radiactividad tenían mucho que ver con la condensación. Criticó a Tío Carl por ignorar la contaminación derivada de las paredes de madera de su cámara, por su tosco método de generar las nubes y por no proteger su niebla del campo eléctrico de su aparato de rayos X.

Wilson fue más allá: por medio de su cámara de niebla hizo visibles a simple vista las trayectorias de las partículas cargadas eléctricamente. En 1927, compartió el premio Nobel de Física por haber hecho aquello.

¡Tío Carl debió sentirse «como algo con lo que se había drogado el gato»! [*]

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* Alternativa a esta última frase… ¡Tío Carl debió sentirse como algo que había arrastrado el gato! Uncle Carl must have felt like something the cat drug in! – dice el original. Diría que es un juego de palabras que KV repite múltiples veces en Timequake. Dice en el capítulo 5, página 16, que era una de las expresiones preferidas de Kilgore Trout. La expresión original de la que parte la cosa parece que sería, «Look what the cat’s dragged in» – «¡Mira lo que trajo el gato!», como cuando un gato trae un pájaro muerto o cualquier cosa así rara que se haya encontrado. Esta primera expresión se dice cuando aparece por ejemplo una persona inesperada a la que hace mucho que no se veía. Otra variante, “It looks like something the cat dragged in” – Y esta parece que podría ser la que KV convierte en “drug in,” que deja de tener sentido literal, pero que, creo, que a la vez no deja de entenderse, pero introduciendo una cierta confusión y ambigüedad, que, al menos a mí,me hace reír. Entonces la traducción que propongo, por lo absurda, me parece que está bien.

El dandismo o la producción artistica de sí mismo según Foucault-Baudelaire

Michel Foucault, riendo en kimono — o más bien yukata. Fuente: https://garage.vice.com/en_us/article/wjwjvx/accidental-style-icon-michel-foucault

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Selección y notas de José Pérez de Lama

Unos párrafos que había releído este año y no he dejado de recordar del muy bello texto de Foucault ¿Qué es la Ilustración? — en la que entre otras cosas plantea la continuidad entre Ilustración y Modernidad.

Así extraídos del texto quedan algo descontextualizados. Sobre lo que quería llamar la atención, sin embargo, es sobre esta idea de la producción del yo o del propio ser como obra de arte. Algo que tal vez eche de menos en la actualidad. Cuando yo era joven, en los 80, me parece que había un consciencia de este asunto mucho más potente.

El asunto, por supuesto, es viejo. Leía también estos días a Emilio Lledó sobre el descubrimiento entre los filósofos de la Antigüedad de esta misma idea.

Hoy, estima uno, la producción de uno mismo, de nosotros mismos, como obra artística o de otro tipo, parece una instancia fundamental en el mundo de la sobreinformación y el semiocapitalismo que dice por ejemplo Bifo.

Dejo, en fin, los párrafos de Foucault.

3. […] para Baudelaire la modernidad no es simplemente una forma de relación con el presente; es, también, un modo de relación que hay que establecer consigo mismo. La actitud voluntaria de modernidad está ligada a un ascetismo indispensable. Ser moderno no es aceptarse a sí mismo tal como se es en el flujo de momentos que pasan; es tomarse a sí mismo como objeto de una elaboración ardua y compleja; es lo que Baudelaire llama, según el vocabulario de la época, el “dandismo”. No recordaré aquí pasajes bien conocidos y referidos ora a la naturaleza “vulgar, terrenal, inmunda”, ora a la rebelión indispensable del hombre contra sí mismo, ora a la “doctrina de la elegancia” que impone “a sus ambiciosos y humildes discípulos” una disciplina más despótica que las más terribles de las religiones; pasajes, en fin, sobre el ascetismo del dandy que hace de su cuerpo, de su comportamiento, de sus sentimientos y pasiones, de su existencia, una obra de arte. El hombre moderno, para Baudelaire, no es aquel que se lanza al descubrimiento de sí mismo, de sus secretos y de su verdad escondida; es aquel que intenta inventarse a sí mismo. Esta modernidad no “libera al hombre en su propio ser”, lo obliga a la tarea de elaborarse a sí mismo.

4. Finalmente agregaré una sola palabra. Este irónico “hacer heroico” del presente, este juego de la libertad con lo real para su transfiguración, esta elaboración ascética de sí, no concibe Baudelaire que puedan encontrar su lugar en la sociedad misma o en el cuerpo político. Pueden producirse sólo en otro lugar diferente: el que Baudelaire llama el arte.

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Yo había leído la traducción de Ángel Gabilondo, en el tomaco de las Obras esenciales. Esta versión es de Jorge Dávila, de 1994, accesible aquí: https://vulneraull.files.wordpress.com/2017/02/foucault-quc3a9-es-la-ilustracic3b3n.pdf

Natalia Ginzburg vs Pessoa: las pequeñas y grandes virtudes

Natalia Ginzburg; fuente de la  imagen: &https://forward.com/culture/426691/the-unbearable-happiness-of-natalia-ginzburg/

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Selección y notas de José Pérez de Lama

Esto de Natalia Ginzburg:

«Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la precaución sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito sino el deseo de ser y saber».

Natalia Ginzburg, Las pequeñas virtudes, 1960 (Acantilado, Barcelona: 2002)

Y esto otro de Bernardo Soares / Fernando Pessoa:

«En la vida de hoy […] el derecho a vivir y a triunfar se conquista […] con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación».

Fernando Pessoa, fecha indeterminada entre 1912 y 1935, El libro del desasosiego de Bernardo Soares, edición y traducción de Ángel Crespo, Seix Barral, Barcelona: 1984/2011 – capítulo 3 1st Article,  p. 24

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El extraordinario contraste entre uno y otro modelo humano. El de Ginzburg me parece una mezcla de valores judeo-cristianos clásicos, mundo humanista-caballeresco tipo Don Quijote e Ilustración. Más o menos la educación que me dio a mi mi madre, con la que a veces parece uno un corderito al que han dejado en medio de la jungla, si se lo toma uno al pie de la letra, como un tema de honor, o cosas así — a menos, quizás, que tengas las espaldas bien cubiertas…

El contraste también me recuerda al Thorstein Veblen, de la teoría de la leisure class — la clase ociosa. Escribía allí sobre una clase depredadora, heredera del mundo guerrero feudal, aunque fuera heredera espiritual; y otra clase, trabajadora y tranquila, que era sometida por la primera. Creo que se puede pensar que en parte son clases sociales y en parte clases de personas.

Uno se sigue quedando con Ginzburg, aunque intenta no hacerlo con demasiada ingenuidad.

Pues eso… Vale.

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ps/ En realidad tendríamos tres figuras o éticas en estas notas: la de las grandes virtudes humanistas o ilustradas, la de las pequeñas virtudes burguesas-de-clase-media, y la de la psicopatía según Soares; pero bueno, se entenderán seguro la oposición y las incertidumbres que trataba de plantear.