Del fetichismo de la mercancía al fetichismo de la arquitectura

Imagen: Pasaje de París, hacia 1900; — Walter Benjamin escribió sobre estos pasajes en relación con el fetichismo de la mercancía. Fuente: http://passagesetgaleries.fr/histoire-des-passages/
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Del fetichismo de la mercancía al fetichismo de la arquitectura

José Pérez de Lama / unas notas de trabajo

Si cualquier persona que quiere hacerse una casa o cualquier alcalde que quiere construir algo en su ciudad entre sus primeras preocupaciones tiene la de saber cuánto podría costarle y cómo lo financiaría, ¿cómo es posible que en los carreras de arquitectura, pero también en los libros y revistas preferidos por los arquitectos, estas cuestiones aparezcan como algo más bien secundario; o como algo de lo que se ocupa «alguien» que no se sabe del todo bien quien pueda ser, pero que no es el Arquitecto. Estoy seguro que esto parecerá bastante raro a los no-arquitectos…

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El Proyecto Fin de Carrera presentado durante los años de la crisis en la Escuela de Arquitectura de Sevilla por el hoy arquitecto José Luis Carcela [1] abordaba este asunto. El tema propuesto por los profesores de aquel tribunal, ajenos quizás a estas cuestiones mundanas de los presupuestos y la viabilidad económico-financiera, consistía en el proyecto de una nueva Escuela de Arquitectura en Sevilla. La propuesta de Carcela, que sí era consciente de la burbuja y la pre-crisis porque tenía que ponerse a buscar encargos una vez que aprobara, fue la de dedicar el 80-90 por ciento de su trabajo al diseño de una plan económico-comercial para hacer real su proyecto; un plan que pasaba por vender el solar de la actual escuela ubicada en un lugar relativamente céntrico, montar una industria ganadera – de jamones ibéricos para más señas – en Zalamea la Real (Sierra de Huelva), su pueblo natal, con cuyos beneficios, finalmente, alquilar y acondicionar unos locales disponibles en el mercado, o quizás un barco amarrado en el muelle, — parte final del proyecto a la que dedicaba el 10 por ciento restante del trabajo. Por oposición al realismo cínico de Carcela cabría definir el «fetichismo de la arquitectura»; por analogía, obviamente, con la célebre idea del fetichismo de la mercancía propuesta por Marx.

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En primera aproximación este fetichismo de la arquitectura podría definirse como la actitud de considerarla, la arquitectura, como un producto entre lo artístico y lo técnico, con una fuerte componente intelectual, y claramente separado de los aspectos concretos, sociales y económicas de su producción. En ocasiones la actitud puede rayar en un cierto misticismo, incluso.

Marx originalmente proponía su idea del fetichismo para explicar la mistificación que se produce en las sociedades capitalistas en torno a la mercancía. El fetichismo era un término de moda en su época, relacionado con las religiones primitivas. En su caso, denotaba la fascinación que sentirían los habitantes de París o Londres de mediados del siglo XIX ante la multiplicación de mercancías en los pasajes «benjaminianos» y en los grandes almacenes y que velaba o escondía otros aspectos tal vez más críticos o más relevantes de la mercancía. [2] Sería una fascinación muy parecida a la que podemos seguir sintiendo por el último modelo de teléfono móvil, la nueva oferta de vacaciones o el  servicio recién lanzado por Amazon.

Lo que para Marx quedaba velado por esta fascinación, oculto, difícilmente visible, era la condición de relación social o de «relación entre personas», — el carácter de producto de una ciertas relaciones de producción, de la explotación del trabajo por parte del capital, en definitiva. En su lenguaje en ocasiones críptico, decía que el fetichismo nos hace creer que se trata de una relación entre cosas lo que en realidad es una relación entre personas. Y aún así conviene recordar, como explica con brillantez David Harvey, la idea marxiana no afirma que el poder fetichista de la mercancía sea algo infundado o sin sentido, sino que lo que afirma es algo que funciona como un velo que dificulta ver una realidad o un proceso con mayor profundidad o discernimiento. El poder del fetichismo es que en cierta medida responde a algo que es verdadero. [3]

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La analogía con la arquitectura resulta bastante inmediata: la fascinación que produce su presencia para los espectadores y la complejidad y el esfuerzo de su producción técnica, material y artística para sus constructores vela o esconde otros aspectos de su propio proceso de producción; Marx dixit, su condición de (producto de una) relación social, entre personas, entre capital y trabajo – (y quizás también recursos varios no tan inmediatamente reductibles ya a los dos principales).

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Sin duda resulta comprensible, dado el esfuerzo y el conocimiento y la práctica necesarios para el proyecto y la construcción de un edificio, cuando no de una parte de la ciudad, que los arquitectos digan, «Yo soy un técnico, o un artesano o un artista, que no debería meterse en política, – y que se mete en temas económicos lo justo y necesario para poder ejercer su profesión».

Por supuesto que es cierto que una sociedad necesita de buenos profesionales, con oficio y experiencia, centrados y satisfechos con el ejercicio de su profesión; que son extraordinariamente importantes. Pero también es cierto, como me parece que dicen en los juicios, – allí creo que dicen en ocasiones algo así como «¿no es más cierto?» – que no querer preguntarse más allá , como podríamos pensar que ocurrió con muchos profesionales durante el «tsunami urbanizador» (véase por ejemplo, Fernández Durán 2006), la burbuja inmobiliaria por otro nombre, significa ser cómplice, en cierta medida, de que ciertas cosas funcionen tal como lo hacen. Parece legítimo, en cualquier caso, que algunos arquitectos, en tanto que agentes que participan en la producción de la ciudad, traten de conocer mejor el sistema o la máquina de la que forman parte; y que traten incluso de transformarla.

Quizás cabría desear lo siguiente: no dejar de ser fetichistas, pero ser capaces, simultáneamente, según lo demande la ocasión, de ver y de situarnos más allá o más acá del fetichismo.

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En ciertas ocasiones he probado la siguiente imagen: ver más allá o a través del fetichismo se asemeja a mirar el mundo con rayos X; – a veces es del mayor interés, otras, la mayoría, resulta incómodo y desasosegante; salvo por el placer de conocer mejor el mundo; y quizás de pensar en cómo enderezar algún que otro entuerto;—-encontrar el enfoque adecuado para cada situación y la justa medida de nuestras miradas, será, como tantas cosas, cuestión de una sabia composición de-oficio-y-de-arte.

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A uno también le gusta pensar, que como decía el viejo Iggy Pop – Oh baby, what a place to be / In the service of the bourgeoisie … – aún habrá jóvenes y menos jóvenes a los que ponerse al servicio de la burguesía no les parezca la alternativa de futuro o de presente más emocionante. Esta es la estrofa completa:

Oh baby, what a place to be
In the service of the bourgeoisie
Where can my believers be
I want to jump into the endless sea.

Iggy Pop, 1979, The Endless Sea (New Values)

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Salud.

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#notas

[1] José Luis Carcela fue un estudiante muy popular y querido durante sus años de  en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, años 90 y principios de 2000, siendo también conocido durante aquella época por el sobrenombre del Habitante del Afuera, o más sencillamente El Habitante. La interpretación de aquel proyecto suyo que se hace aquí podría ser un poco libre pues se hace de memoria en tanto que «leyenda urbana».

[2] Marx da suficiente importancia a esta idea como para que aparezca en el primer capítulo del Capital, en el que se introduce su concepto de mercancía: Libro I, capítulo 1, sección D), apartado 4: El carácter fetichista de la mercancía y su secreto (en la edición de Akal de 2007) __ otro día igual lo reproduzco aquí completo.

[3] Harvey comenta en detalle las anteriores páginas de Marx en su estudio sobre El Capital (A Companion to Marx’s Capital, 2010, pp 38-47), pero vuelve sobre el asunto diría que con una cierta frecuencia, como lo hace en  la introducción de Seventeen Contradictions, 2014, pp. 4-7, aportando interesantes nuevos matices. Reproduzco aqui algunas líneas (con mi propia traducción): «Con fetichismo se refería Marx a las diversas máscaras, disfraces y distorsiones de lo que sucede realmente en torno a nosotros. «Si todo fuera tal como aparece en la superficie,» escribía Marx, «no habría necesidad de ciencia.» Necesitamos ir más allá de las apariencias superficiales si queremos actuar en el mundo coherentemente. Si no, actuar en respuesta a los signos superficiales equívocos  típicamente produce resultados desastrosos […]», etc.

#referencias

Karl Marx, 2007 [1867], El Capital. Crítica de la economía política. LIbro I, Akal, Madrid

David Harvey, 2010, A Companion to Marx’s Capital, Verso, Londres

____, 2014, Seventeen Contradictions and the End of Capitalism, Profile Books, Londres

Lo del fetichismo de la arquitectura es algo que vengo discutiendo en clase desde hace unos años…

El texto que cito del añorado Ramón Fernández Durán (2006): El tsunami urbanizador español y mundial, disponible en: https://www.nodo50.org/ramonfd/tsunami_urbanizador.pdf

La referencia a Walter Benjamin es a su libro obra inconclusa que se suele llamar los Pasajes, en inglés editada recientemente como The Arcades Project.

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