Comentario Guilluy: populismos (de derechas), periferias e ideología de la metropolización


Escena bobo con libro.

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Guilluy: populismos (de derechas), periferias e ideología de la metropolización

José Pérez de Lama, versión beta

Comentario de: Christophe Guilluy, 2019, No society. El fin de la clase media occidental, Taurus, Barcelona

Leí estos días No society, el libro de Guilluy, geógrafo (aunque también me parece sociólogo) francés que viene recibiendo una cierta atención en los medios por las tesis o hipótesis que se presentan en este volumen y en otro anterior. Éste, me ha parecido en efecto bastante interesante; aunque más en el análisis que propiamente en las conclusiones y propuestas.

El interés por Guilluy viene de lo que viene planteando para explicar el movimiento de los gilets jaunes en Francia y más en general lo que pueden llamarse populismos de derecha (Le Pen en Francia; que en este nuevo libro extiende a nuevos ámbitos: Trump en EEUU, el Brexit en RU, y algún comentario más puntual sobre Italia, Grecia, España o Cataluña).

Señalaré a continuación tres o cuatro ideas que me llamaron más la atención.

1. Metropolitanos y periféricos

La primera idea sería la de la hipótesis principal, probablemente conocida de muchos: como resultado de las transformaciones socio-económicas de las últimas décadas se ha producido una pronunciada fractura social que separa las poblaciones de los centros metropolitanos, dinámicas y vinculadas a la economía global, de lo que describe con el término general de las «periferias» – Guilluy escribió inicialmente sobre la «Francia periférica» que representaría principalmente a las ciudades medianas y pequeñas y las regiones rurales, que no se han beneficiado de la nuevas economía global-financiera-digital sino al contrario. La hipótesis la respalda razonablemente con el análisis de las tendencias de voto durante este período. Cuando matiza un poco más, señala que también en las regiones metropolitanas hay áreas de la Francia periférica. Veremos algo más sobre esto a continuación.

La hipótesis me recordó a los análisis de Manuel Castells en 1997-8, en su monumental Sociedad de la información. Una de las tesis que he seguido recordando de aquella obra era la de la oposición entre el espacio de los flujos y el espacio de los lugares, que en su faceta social se parecía mucho a la actual de Guilluy: el mundo se estaba separando en sociedades vinculadas al control y la operación de la globalización financiera-digital y otras que no eran capaces de hacerlo, que entonces Castells ya vinculaba a la identidad y lo local; —- cada una de estas sociedades generaba y habitaba sus propias geografías que se nos presentaban ya en conflicto.

Las aportaciones de Guilluy respecto de aquello tienen en buena parte que ver con los 20 y pico años transcurridos desde entonces.

* Por un lado confirman bastante la tesis de Castells.

* Por otro, señala, y es parte del interés de Guilluy que buena parte de esta población periferizada es la que el estado de bienestar habían llegado a constituir la mayor parte de las, entonces nuevas clases medias; sobre las cuales, dice Guilluy, se sostenía el proyecto nacional-moderno.

* Esta separación entre dos grandes grupos o clases, la global-metropolizada y la local-periferizada, tiene una doble dimensión: económica (empleo, ingresos, inversiones, nuevas instituciones…) y socio-cultural. Esta separación o fractura, que rompe con la idea de un proyecto de vida colectiva que beneficia a todos – aunque sea en distinto grado – es lo que Guilluy expresa con las expresiones «no society» o «a-sociedad». Una y otra de estas nuevos grupos o clases sociales ya no cooperan en la construcción de un bien común – aunque este fuera antes también objeto de conflicto -, sino que la clase globalizada sería la beneficiaria del nuevo orden, mientras que la local o periférica tendería a ocupar un lugar entre la explotación y la exclusión. Guilluy se centra en el tema de la exclusión.

Como será fácil intuir a estas alturas, el autor plantea que las revueltas o movimientos populistas son las que representan a estas clases periferizadas, en especial a las antiguas clases medias degradadas; de Le Pen, a Trump pasando por el voto a favor del Brexit. El análisis tampoco es nuevo. Por ejemplo, se hizo y creo que fue bastante común tras la victoria de Trump sobre Clinton, que con el partido Demócrata de EEUU, en especial su aparato, representaría bastante paradigmáticamente a las clases globales y metropolitanas, progresistas, liberales en el sentido inglés del término, cosmopolitas y bien pensantes, a la vez que implacables en lo financiero y tecnológico.

Para Guilluy, estas clases globales – en las que insiste en incluir a los que llaman los franceses «bobos» (burgueses bohemios, todo lo que en otros escuelas se llamaban clases creativas) y que no dejan fuera a los múltiples precarios ilustrados, supondrían en torno a un 20% de nuestras sociedades «occidentales» más o menos «avanzadas». El que en Francia hubiera ganado Macron se explica para Guilluy por el apoyo adicional de los que llama «protegidos», funcionarios y pensionistas; —- dándose la paradoja de que los liberales-globalizados, tengan entre sus objetivos permanentes reducir su protección.

Para saber más, igual hay que leer el libro…

2. Los «deplorables»

La Sra. Clinton precisamente, fue la que parece que llamó “deplorables” a los que apoyaban a Trump en la campaña electoral, y dicen que eso, aunque luego tratara de rectificar tuvo un alto coste en votos. Efectivamente, para Guilluy, la cuestión cultural tiene una importancia fundamental en este asunto de la fractura social. La versión francesa es que Hollande, candidato socialistas, llamo «desdentados» a los votantes de Le Pen. Y en España seguro que podemos pensar en algunas cosas similares. Este análisis me ha parecido muy interesante y también divertido. Entre otras cosas porque los atacados son entre otros, los académicos —- uno mismo, al menos en principio.

La hipótesis es, en resumen, que los globalizados-liberales-progresistas habrían logrado imponer su hegemonía cultural, consistente en que los que no piensan como ellos son unos paletos reaccionarios, y cosas del estilo. En buena parte el debate de la corrección política … tema sin duda muy peliagudo.

Dos serían las imágenes que usa Guilluy para explicar esta relegación de la que antes era la clase – la clase media – que representaba lo correcto, lo progresista, lo auténtico, etc., para transformarlos en unos «deplorables». La primera es lo que llama «fascismo de opereta» – y ya se ve, y por utilizar una expresión castiza, tal vez un poco deplorable, Guilluy entra al trapo. No entraré yo aquí demasiado en esto, pero podría sintetizar que consiste en llamar fascista a casi cualquier cosa que cuestione el modelo y las visiones características liberal-cosmopolitas. Y a cualquiera se nos ocurrirán muchas cosas problemáticas aquí.

Y la segunda que me hizo más gracia y me sorprendió un poco más – posiblemente por encontrarla en mí mismo – es la que llama el «es mucho más complicado que eso». Esta sería una cierta manera de abordar los problemas, y de ejercer el poder (aquello del saber/poder tiene que ser) de la que participarían los medios y los entornos académicos, y los propios políticos. Cito aquí una divertida, así me lo parece, letanía (p. 110-111):

«Así pues, nueva arma de clase, el “es mucho más complicado que eso permite ponerle punto final a un debate público mediante la negación de lo real. ¿La existencia de un conflicto de clases? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La desaparición de la clase media occidental? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La divergencia de intereses de clase entre nuevas clases altas y nuevas clases populares? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La aparición de una Francia o de unos Estados Unidos periféricos? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La concentración de las clases altas en estos nuevos lugares del poder económico y cultural en que se han convertido las grandes ciudades? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La oposición de las clases populares a un modelo que no las beneficia? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La generalización de un separatismo cultural y social? ¡Es mucho más complicado que eso! ¿La desaparición de los servicios públicos en las zonas rurales? ¡Es mucho más complicado que eso!»

Sigue Guilluy: «¿De verdad es tan difícil de comprender, tan compleja, la realidad de las clases populares? No. De hecho, tras la cortina de humo de esa “complejidad”, las clases dominantes y superiores se protegen de una realidad conforme a un modelo fundamentalmente desigualitario.»

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Al escribir estas notas me estoy asustando un poco. Y supongo que, aunque no me consta, el discurso de Guilluy no está muy alejado de lo que viene llamándose con un sentido muy peyorativo «rojipardismo», que sería decir algo así como un nacionalismo de izquierda, pero que con muy poco puede caer en actitudes reaccionarias o fascistas…

En la parte de la conclusión, Guilluy, cuyo discurso es de izquierdas de una manera neta, diría yo, plantea los temas críticos que enfrentan, o eso dice, a los sectores populares con los liberales-cosmopolitas y sus diversas versiones de izquierda, que serían, la cuestión de las migraciones, el proteccionismo económico y la protección social o defensa del estado de bienestar. Tras esta lectura relativamente rápida, no me parece que Guilluy esté especialmente acertado comentando estos temas, en lo que tampoco profundiza. El acierto, sí que me parece, se limita a señalarlos como temas críticos en los debates políticos en nuestros entornos, a la vez que fundamentos clave de la globalización neoliberal, en particular los dos últimos.

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3. A favor de las ciudades medianas y pequeñas

La última de las ideas que comentaré, y en realidad la que a mí particularmente más me interesó es la de la crítica de lo que Guilluy – citando a otros autores – llama «la ideología de la metropolización». Sería ésta la ideología que viene desde hace décadas defendiendo tanto la ineluctabilidad como la bondad del desplazamiento de las poblaciones hacia las grandes metrópolis (no hace mucho en los ámbitos de estudios urbanos se celebraba en que se había alcanzado la ratio del 50% de la población mundial habitando en ciudades). La ideología del big is beautiful escribe en algún sitio Guilluy, haciéndonos pensar a los medioambientalistas en el small is beautiful de E. F. Schumacher en los primeros 70 que conecta directamente con la escuela de tecnologías apropiadas, «la convivencialidad» y la proporción de Iván Illich, las teorías del decrecimiento o pos-crecimiento y tantas otras cosas.

Creo que está aún por hacer – o por difundir – el pensamiento y las teorías de las redes de ciudades, de las ciudades medianas y pequeñas, y ese fue mi principal interés en leerme Guilluy. Uno ha vivido en algunas ciudades enormes (más de ocho millones de habitantes decía algún insensato conocido que eran necesarios para considerarla una urbe global), y ha visitado con detenimiento y estudiado otras aún más grandes, y viaja con una cierta regularidad a nuestras metrópolis ibéricas; – y ya pasado hace algún tiempo el entusiasmo juvenil, dejó de creer hace tiempo que ese fuera un modelo que, por un lado, ofrezca mejor calidad de vida, y por otro, una mejor relación con el territorio por otro (sostenibilidad, eficacia en el uso de los recursos…).

El libro de Guilluy concluye finalmente, proponiendo la reconstrucción del lazo social roto – entre las clases globales y las locales o periféricas. Se me ocurría que este tema de la revitalización de las ciudades medianas y pequeñas y sus territorios y redes tendría que ver con esta reconstrucción. A mí es uno de los temas que me interesan desde hace algún tiempo. En otra época se leía mucho más sobre el «desarrollo local», los equilibrios espaciales-territoriales … Pero salvo el reciente discurso, que quizás sea un poco lamento antes que nada, de la llamada «España vaciada» vengo viendo y oyendo pocas cosas sobre el tema últimamente. Aunque quizás sea que no tengo el oído bien sintonizado, – y haya lectores que me puedan informar o dar buenas pistas sobre el asunto…

Vale.

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