Imagen: @ctxt publicada en Twitter
Pragmatismo pluralista vs dogmatismos varios: sobre abstenerse o votar
José Pérez de Lama
Abstención
Como sabremos casi tod*s, en la últimas elecciones en Esp (las andaluzas de finales de 2018) la abstención fue del 41 y pico por ciento, lo que parece muchísimo. 4 de cada 10 andaluces consideraron que no merecía la pena votar o que preferían activamente no hacerlo. El juicio implícito, con sus múltiples variantes, podría ser que nuestra democracia es una m…. Algo con lo que sin duda es fácil estar de acuerdo, pero que no voy a elaborar aquí. Voy a contar una historieta para tratar de concluir que, aún así, me parece mejor votar.
Pragmatismo: un antidogmatismo
La historieta tratará de presentar algunas ideas el pragmatismo filosófico, y uno de sus aspectos más atractivos para mí, el pluralismo.
El pragmatismo surge en Estados Unidos, y en su primera generación destacan tres pensadores: Charles Sanders Pierce, (1839-1914 – si no me equivoco, pronunciado a la francesa, tipo “Pers”), William James (1842-1910) y John Dewey (1859-1952); – uno de sus representantes actuales sería Richard Sennet (1943 – con quien estarán familiarizados bastantes arquitect*s y makers).
Mi interpretación del origen y contexto histórico del pragmatismo coincide con – o más bien se basa en – la de Louis Menand (El club de los metafísicos. Historia de las ideas en América; un libro estupendo, por cierto), que la relaciona con la Guerra Civil norteamericana, en la que combatieron el Norte y el Sur (1861-65). Según Menand, mientras que la guerra tenía como uno de sus motivos principales la cuestión de la esclavitud en el Sur, en torno a esto se asociaron muchos otros intereses, menos altruistas, típicamente económicos, de poder, de clase, etc., a la vez que el papel de diferentes grupos sociales, – antes, durante y después -, élites políticas y económicas, burguesías, intelectuales… también resultó cuestionable. Después de la guerra, la suerte de los antiguos esclavos, como aún puede verse, tampoco fue la de la igualdad y la liberación radicales. Con la justificación de los grandes valores, muchos jóvenes idealistas perdieron la vida, o volvieron heridos y desencantados por la realidad práctica de lo ocurrido.
Según explica Menand, los primeros pragmatistas pensaban que aquellas disputas tendrían que haberse solucionado de otra manera, o que la guerra y la crispación y la irracionalidad que la habían precedido y acompañado, – supone uno que como en todas las guerras -, deberían evitarse en el futuro. Su filosofía pretendía entonces crear el marco para que esto fuera así.
El pragmatismo, entonces, sería en cierto modo un anti-idealismo, un anti-dogmatismo. La filosofía – o la religión – no deberían tener como objetivo el concebir en la mente o la imaginación un mundo, o una situación ideal que luego tratásemos de imponer a la realidad – y a las otras personas aunque no estén de acuerdo -, sino otra cosa. La propuesta pragmatista fue el considerar el conocimiento y sus productos de una manera más modesta. Como demuestra la historia, los conocimientos son más bien imperfectos – lo que creyeron firmemente nuestros antepasados de una cierta época, fue luego sustituido por otras cosas que explicaban mejor, quizás, nuevas circunstancias, o que eran más adecuados a nuevas condiciones sociales o históricas, a nuevos intereses y preocupaciones humanas. La consecuencia que obtenían los pragmatistas es que también debemos considerar a esta luz los conocimientos o ideales actuales y particulares. También, la de tratar de concebir el conocimiento de manera más racional o práctica – de ahí vendría el nombre: no tanto, buscar grandes principios, verdades u horizontes absolutos, como preocuparnos más por lo concreto, los medios, los objetivos, las consecuencias previsibles. Por hacer una broma (para futboler*s), un poco como “el partido a partido” de Caparrós (que recientemente puso de moda Simeone).
En esta línea, otra cosa que me gusta del pragmatismo es la importancia que dan a lo que podríamos llamar “ingeniería” en la construcción social – el conocimiento técnico, las infraestructuras, la organización de la producción y las instituciones… – frente al discurso más abstracto de la política y los parlamentos; – a la razón aplicada a la práctica – y en eso serían herederos de la Ilustración, o al menos de personajes como Diderot – frente a los sentimientos y las emociones que hoy parecen abanderar los llamamos populismos. Por poner un ejemplo actual, me interesa mucho más lo que hacen las cooperativas de energías renovables, de vivienda, las comunidades de software libre o un buen convenio colectivo, que los debates identitarios o las discusiones bizantinos sobre la pureza de la izquierda.
Aceptar la imperfección de lo humano
Leía recientemente al mencionado Sennett, que la idea de que el ser humano es esencialmente[?] imperfecto (crooked), así como sus producciones, sus instituciones…, es otro aspecto del pragmatismo. De nuevo se trata de un anti-idealismo. No nos ayuda esperar la perfección o la virtud absoluta de nosotros mismos ni de las instituciones; no esperarla sí que nos podría ayudar a tratar de mejorarlas más modestamente, quizás incluso ser más indulgente con nosotros mismos y con los demás. Esta actitud, sin embargo, no debe significar dejarse llevar y rendirse, sino aceptar, de nuevo con cierta modestia, que las mejoras, si las conseguimos, serán paso a paso; – nos permitirá concentrar nuestros esfuerzos en cosas más concretas en lugar de vivir aplastados por el ideal difícilmente alcanzable cuando no imposible. Un discurso que me recuerda a lo que viene argumentando Javier Burón en el caso de la vivienda: No hay una «bala de plata» que lo solucione todo, sino políticas complejas, múltiples, a medio plazo… Un párrafo de Marco Aurelio que leía últimamente me parece también que viene bien para ilustrar esta actitud:
«No te disgustes, ni desfallezcas ni te muestres impaciente si tus acciones no siempre se ajustan a tus rectos principios. Una vez que hayas superado ese contratiempo inicial, inténtalo de nuevo con renovadas fuerzas y date por satisfecho si tus actos y tus objetivos se han vuelto más humanos. No busques refugio en la filosofía como si fuera un preceptor, sino como quien busca una esponja untada en huevo para aliviar las heridas, una cataplasma o una loción para cuando tienes los ojos enfermos. De este modo, no te mostrarás sumiso a la razón, sino que será ésta la que te sirva de alivio. […]» ___ MA, Meditaciones, Libro V.9
La verdad de los pragmatistas sería una verdad con minúsculas. En el campo de lo científico, por ejemplo, sería una verdad que se genera o produce en el diálogo entre los que están preocupados por el asunto, que alcanzarían un consenso provisional. El modelo de verdad sería precisamente éste del conocimiento científico: una teoría o modelo se considera verdadero o válido en la medida en que explica eficientemente las preguntas o los problemas que trata de resolver; pero será sucedida o sustituida por una nueva teoría que sea capaz de explicarlos mejor, o que responda a nuevas preguntas o problemas que no se le habían planteado a la precedente. Un tipo de conocimiento que de ninguna manera renuncia a la racionalidad, al contrario, pero que la ejerce de una manera más modesta y prudente.
Pluralismo
En el plano de la política y como consecuencia de los argumentos presentados previamente, el pragmatismo, y en especial John Dewey, defendían la idea de democracia pluralista. La idea de pluralismo, que uno nunca había entendido bien del todo hasta leer sobre Dewey, se basa precisamente en el planteamiento anti-idealista, o como decía antes anti-dogmático. Si reconocemos las propias ideas como un conocimiento provisional, modesto, que podrá ser mejorado, que está estrechamente vinculado a nuestras circunstancias (lo que se suele llamar “situado”), podremos reconocer también que las ideas de los otros contendrán también sus propias razones y estarán relacionadas con sus propias circunstancias, y que incluso tendrán sus propias «verdades».
Me gusta particularmente, cómo este argumento favorece tanto el respeto a la diversidad y a las minorías, como el interés por la experimentación. Si consideramos nuestros conocimiento como perfectible, siempre estaremos interesados en lo diferente y en la experimentación que podrían descubrir nuevas y mejores explicaciones o instrumentos, para la construcción de un mundo quizás mejor.
Se comprende que el planteamiento de Dewey era también particularmente adecuado a un país como Estados Unidos a principios del siglo XX que había evolucionado hacia una sociedad bastante diversa, con diferentes generaciones de norteamericanos y múltiples minorías y formas de vida; – tratando de entender esta circunstancia más como una riqueza que como un problema.
También que fuera un gran defensor de la democracia, como sistema dotado del potencial de generar situaciones de diálogo entre los diferentes y en cierta medida de deliberación racional. Muchos autores coinciden en señalar este pensamiento como la base sobre la que se construyó la prosperidad de las sociedades estadounidenses durante la parte central del siglo 20; – que con un sentido pragmatista podemos valorar como insuficiente, pero aún así con muchos valores positivos.
Por terminar con Dewey – provisionalmente -, no es de extrañar que éste diera extraordinaria importancia a la educación: el ejercicio de la razón, el pluralismo, la modestia en cuanto a las propias ideas, el reconocimiento del valor de los otros… son cosas que se aprenden practicándolas…
Conclusión: votaré
Aunque nuestros sistema democrático me parezca manifiestamente mejorable y el sistema de partidos políticos y la mayor parte de la clase política tal como son en la actualidad me hagan sentir profundamente desanimado, uno sigue queriendo pensar que la democracia, aún ésta que tenemos, es mejor que el autoritarismo del signo que sea. Y aunque me puedan acusar de argumentos facilones, me sigue pareciendo que una democracia relativamente liberal y que aún mantiene ciertos derechos sociales (salud, educación, pensiones, infraestructuras públicas…) – con todas sus inmensas imperfecciones -, es mucho mejor que cosas que se pudieran aproximar al Brasil de Bolsonaro o a los actuales Estados Unidos de Trump, etc.
Hacer de este sistema algo más democrático, más racional, ilustrado, social, menos dominado por las oligarquías varias, al fin y al cabo, también depende en buena medida de tod*s nosotr*s.
Nos vemos en el futuro. Nos vemos el día después de las elecciones. ¡Que ustedes lo pasen bien mientras tanto!
#algunasReferencias
Javier Burón, 2018, Políticas públicas locales de vivienda: no silver bullet & no shortcuts, en: http://leolo.blogspirit.com/archive/2018/12/22/politicas-publicas-de-vivienda-no-silver-bullet-no-shortcuts-3127723.html
Steven Fesmire, 2015, Dewey, Routledge, Nueva York
Louis Menand, 2002 (edición original de 2001), The Metaphysical Club, Flamingo, Londres
Richard Sennett, 2018, Building and Dwelling. Ethics for the City, Allen Lane Penguin, Londres