Unos comentarios sobre políticas tecno-científicas

Imagen: La Residencia de Estudiantes (Madrid) vinculada a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, a principios del siglo XX. Ambas representan el esfuerzo por crear unas políticas científicas y culturales a la altura de su tiempo, que probablemente no se hayan superado nunca en nuestro país. [?]

José Pérez de Lama

Consideraciones previas: los países tecnológicamente avanzados

Diría uno que existe un consenso razonable acerca de que sería bueno que España fuera un país más avanzado en el ámbito de las ciencias y de las tecnologías. Si consultamos los diversos índices sobre universidades e investigación que aparecen periódicamente en los medios podría estimarse que somos un país relativamente avanzado, aunque tampoco demasiado: estaremos entre los 20 primeros del mundo, quizás, lo cual no está demasiado mal… ni demasiado bien. A la vez, la experiencia cotidiana demuestra que somos muy dependientes de los primeros países tecnoindustriales en aḿbitos críticos como el de las tecnologías digitales o el automóvil por citar las dos familias de máquinas más presentes en nuestras vidas cotidianas. Seguro que hay muchos investigadores y también empresas de primer orden internacional, pero difícilmente diríamos que España es el país más destacada en ningún sector tecnológico, como podríamos decirlo de Estados Unidos, Alemania y Japón, o más recientemente de Corea del Sur o China. O Israel. (¡Parece que «los malos» siempre lo hagan mejor en tantas cosas!) También leí alguna vez sobre la importancia que dio Nehru a las ciencias médicas y la ingeniería y las matemáticas, que es la razón por la que India actualmente tenga algunos de los mejores científicos y profesionales a nivel internacional en estos campos. A veces tiene una la impresión de que somos colonias tecnológicas de estos países. Recientemente, por ejemplo, cuando he tenido que usar Windows y Chrome para completar un procedimiento burocrático de la Consejería de Conocimiento! de la Junta de Andalucía. La cosa cuando la piensas te produce, al menos a mí, entre fastidio y vergüenza. Mi ordenador, móvil y tablet sí que son made in Spain – si no los componentes, por lo menos el diseño y el ensamblaje. ¡Menos mal! Lo contrario del colonialismo sería la soberanía tecnológica. Y entre un polo y otro seguro que hay muchas posiciones intermedias.

Algo que no se consigue en 4 años

Por otra parte, convertirse en un país muy avanzado en el campo tecno-científico no es algo que se pueda conseguir en 4 años, ni seguramente tampoco en 8. Parece ser más bien el trabajo de una o dos generaciones (¿25-50 años?). Y si observamos los países líderes en este campo se ve también que no es algo que ocurra de manera espontánea. No he estudiado el asunto en detalle ni mucho menos y no se si existen buenos estudios sobre esto, supongo que sí y los buscaré, pero sí que he leído bastantes cosas más o menos fragmentarias: sobre las primeras grandes universidades en Estados Unidos en la transición el siglo XIX y XX, sobre la ciencia en este país tras la Segunda Guerra Mundial, sobre la emergencia de Japón tras esta misma guerra como potencia tecnológica del final del siglo XX, sobre las políticas científicas de Nehru en la India, como comentaba; más recientemente, he ojeado cosas de Mariana Mazzucato sobre la historia más o menos reciente del sector tecnológico de nuevo en Estados Unidos.[nota post Patiño]  Estas lecturas me hacen pensar que al menos hacen falta varias cosas para conseguirlo: primero de todo, plantearse el objetivo, después, tener algún tipo de plan adecuado a esos objetivos y, finalmente, como en casi todo, dedicar recursos.

El extraño caso del franquismo [!!???]

También me leí un libro igualmente reciente sobre la ciencia y la tecnología en el franquismo (Lino Camprubí, 2018, Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y Guerra Fría en el Estado franquista), que explica cómo frente a la habitual descalificación incondicional de la ciencia durante este período, entonces sí que existió un cierto plan (hidrología, agricultura, infraestructuras, construcción… incluso automóviles…), que si bien «peculiar», contribuyó en buena medida al sostenimiento del régimen. Esto es un asunto bien polémico, y mi interpretación es que en buena parte seguía líneas iniciadas desde principios de siglo y continuadas por la República, pero en cualquier caso me dio bastante que pensar. La primera versión del libro fue publicada por el MIT, la siguiente, ampliada, por Crítica, lo que creo que supone un indicio para pensar que no es un panfleto nostálgico al uso.

El CSIC, por ejemplo, dominado en su primera etapa por el Opus Dei según cuenta Camprubí, fue uno de los motores del desarrollo tecnológico del franquismo. El CSIC sustituyó a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907-1939) suprimida por el franquismo, que tanta importancia tuviera en los años anteriores a la guerra modernizando las ciencias en España.

Esta idea seguro que polémica de mencionar el franquismo es porque me sorprendió mucho la lectura del mencionado libro, y porque me parece que hay algunas cosas que aprender de aquello, a pesar de los evidentes lastres ideológico-políticos. Las tecnologías y las ciencias que la hacían posible, y la prosperidad generadas mediante éstas, parece ser que fueron una cuestión clave tanto para la supervivencia del Régimen como para que éste fuera tolerable por buena parte de la población durante tanto tiempo. Igual me metí innecesariamente en camisas de once varas… En fin, sigo.

Algunas sugerencias sobre políticas tecno-científicas; ¿o más bien preguntas?

Lo que sigue tras estas consideraciones introductorias no serán sino unas cuentas ideas sueltas sobre cosas que podrían tenerse en cuenta para unas políticas tecno-científicas más ambiciosas.

Haciendo un juicio muy superficial y seguro que de escaso fundamento, pero basado en la observación de las últimas décadas desde el entorno de la Universidad, y comparándolo con los casos antes mencionados, la impresión es que España, sus sucesivos gobiernos, y quizás incluso lo que podría llamarse la clase investigadora en su conjunto no se cree mucho esto de la investigación y de ser una sociedad tecno-científicamente avanzada. Sobre el papel, las políticas son razonables y correctas, pero parece que se aplican como se diría en inglés half-heartedly, sin asumirlo con la suficiente intensidad. Las dos típicas críticas son que no se dedican recursos suficientes y que hay mucha burocracia.

Las actuales políticas científicas españolas están vinculadas a las de la UE. Es a nivel de la UE donde se establecen los grandes objetivos y áreas de investigación que será apoyadas por el sector público. A continuación, cada país adapta estas políticas, quizás matizando y añadiendo diferentes aspectos. dotándolas con fondos adicionales. Finalmente a escala autonómica se hace algo parecido. En los planes andaluces de investigación de los últimos años, hubo áreas de investigación de especial interés para la región, por ejemplo cuando IU formó parte del Gobierno Andaluz. Sin embargo, estas líneas tuvieron poca continuidad, y el acceso a los resultados era bastante difícil. Quedaba muy bien, pero parecían acciones más bien coyunturales que de largo aliento como decía antes que sería necesario.

Otro aspecto que me parece dudoso de estas políticas es que las grandes convocatorias están muy orientadas a las grandes empresas – de la información, energéticas… La economista ha analizado este modelo para las empresas del sector de la computación y las comunicaciones y de la salud en Estados Unidos, observando que resultan en una apropiación del conocimiento producido y de los futuros beneficios por parte de estas empresas, con una reducida transferencia social de los beneficios.

El ejemplo del programa Horizonte 2002 en relación con el clima es poco alentador. La modestia de los objetivos y el relativo fracaso al no ser alcanzados en países como España denota que algo no funciona demasiado bien.

Piensa uno que habría que plantear dos o tres cuestiones a este respecto.

Áreas estratégicas

La primera sería la de establecer en nuestro país algunas líneas de investigación prioritarias con mayor rigor del hasta ahora empleado. Estas líneas deberían servir, no sólo para integrar a España más o menos en el pelotón europeo, sino para generar unos sectores nacionales verdaderamente potentes en ámbitos estratégicos para nuestro país.

Uno de estos podría ser el de lo que últimamente se está haciendo más conocido como el Green New Deal: el uso de energías renovables y procesos sostenibles en todos los ámbitos sociales: desde la producción misma de la energía, a las infraestructuras, la movilidad, la construcción, la industria y los servicios. Cabe recordar aquí que, al menos según algunos autores, en la etapa de Zapatero, España fue efectivamente líder en algunos aspectos de esta transformación (Rifkin, 2011). Como es bien conocido, esta transición favorecería una mayor soberanía energética de nuestro territorio, y el proceso de transición generaría múltiples empleos y rentas, que bien gestionado – con tecnologías propias y empresas locales – también repercutiría en la mejora de la economía local.

Interferencia: La caída de la empresa andaluza Abengoa, que había adquirido una posición relevante en el panorama internacional en este ámbito de lo que ahora llamamos Green New Deal fue muy de lamentar. Igual habría sido mucho más interesante «salvar» – con una participación pública por ejemplo, este tipo de empresa que no otras como ocurrió durante la crisis. En Abengoa había uno de los laboratorios de investigación en temas ambientales más importantes que desapareció. La desafortunada gestión financiera – y uno que es conspiranoico no puede dejar que dudar que el apoyo del lobby anti-renovables – hizo que aquello se fuera al traste…

Una segunda área podría ser la del software y actividades derivadas en la que también existe una importante dependencia de otros países, que en determinadas áreas pueden ser consideradas como bastante graves. La migración progresiva de todas las administraciones públicas a software libre producido localmente sería una buena forma de empezar. China, por diferentes razones, creo que viene haciendo estas políticas ya desde hace tiempo.

Estas dos son áreas con las que tengo familiaridad, pero seguro que habrá otras que podrían también destacarse, como podrían ser las finanzas y la economía social, la agricultura o la sanidad pública, que también podrían ser objeto de priorización y planes específicos.

Por supuesto que existen planes en estas y otras áreas, pero como no acaban de funcionar como sería deseable, algo habría que hacer si nos queremos tomar más en serio estas cuestiones.

Planes a medio-largo plazo

Otro asunto, como sugería al principio, es el de que estos objetivos no se logran en pocos años. Que parece imposible hacer un plan a más largo plazo, pues seguro que sí. Lo que no obsta para que se señale el problema y se trate de pensar sobre él.

¿Un nuevo modelo de colaboración público-privado?

También como un juicio algo superficial, pero que creo que no va desencaminado, parece estar el conflicto a la hora e establecer prioridades decididas entre el papel incentivador de la Unión Europea y los diferentes gobiernos, los intereses de las empresas cuyo ánimo principal es el lucro (cuanto a más corto plazo mejor) y los ideales de la autonomía y la libertad universitaria.

Me pareció de enorme interés una artículo publicado hace un par de años en The Atlantic que desnudaba ciertos mitos acerca de la investigación independiente, tal como la imaginan(imaginamos) los liberales: la de la libertad de los investigadores en las universidades que persiguen libre y autónomamente, por amor exclusivo a la ciencia o al arte, sus propias intuiciones. El autor, Daniel Sarewitz, explica como la gran ciencia en los Estados Unidos desde la Guerra, fue antes que nada un asunto de estado en el que personajes como Vannebar Bush (si no me equivoco, pronunciado algo así como Vaníbar Bush) tuvieron un papel fundamental. Su tarea fue la de planificar y dirigiir la financiación estratégicamente, tomando como base de partida los diferentes proyectos científicos iniciados en la guerra, destacadamente, aunque no solo, el Proyecto Manhattan, que dio lugar a la bomba atómica. Esta política científica fuertememte dirigida y económicamente dotada por el gobierno estadounidense fue la que posibilitó los dos grandes ciclos de liderazgo científico, industrial y económico de los Estados Unidos; primero el de la posguerra – basado en el automóvil, la industria aeroespacial, la construcción, los bienes de consumo y… la guerra, claro; el segundo el de la llamada revolución digital.

Como contrapartida el sistema hace surgir lo que se llamó el complejo industrial-militar – una instancia de poder más o menos velado y de efectos en el país y de escala planetaria sin duda inquietantes – y que Bifo, más recientemente denomina, creo que con acierto, el complejo científico-industrial-militar.

Hace ya mucho tiempo estudié algo sobre el auge científico-industrial de Japón, y allí también ocurrió algo parecido, con un papel fundamental de MITI (Ministry of Industry & Trade) y de las grandes corporaciones y bancos asociados. Castells (1997) explica algo parecido para Corea del Sur en el siguiente ciclo.

Un territorio proceloso, no cabe duda. Aún así, en estos casos, y a rasgos muy generales, cabe recordar que del lado positivo estos desarrollos se complementaban con un gran pacto social – más o menos explícito – entre gran Estado, gran capital y grandes sindicatos – tal como lo describía por ejemplo Edward Soja (1996), que dio lugar a una mayor prosperidad general y a una ampliación significativa de las clases medias desde el punto de vista económico.

Mazucatteando

Como todos sabemos, este pacto social – en el que igual habría que añadir a la gran ciencia – ha ido quebrando por múltiples razones… Autoras como Mariana Mazucatto, según lo entiendo, proponen revisarlo incluyendo efectivamente el tema de las ciencias y las tecnologías. Centrados en las familias tecnológicas que harían posible el Green New Deal, también habría que reequilibrar el papel de los científicos – universidades y empresas -, el de las empresas que desarrollan las tecnologías y el de los público en tanto que representación de los ciudadanos-trabajadores. Frente al modelo Silicon Valley, en el que el estado puso la financiación de mayor riesgo y las empresas se beneficiaron de los resultados sin compartirlo, por ejemplo, creando trabajo a una escala nacional como había ocurrido en el ciclo anterior, Mazucatto plantea que es necesario hacerlo de otra manera… Aquí podríamos decir que unas políticas tecno-científicas tendrían que inventar esas otras maneras… y del Green New Deal parece una buena ocasión…

*

¿Que inventen ellos?

Cambiando de tercio, – ya dije que iban a ser una ideas sueltas. Se atribuye a Unamuno, como una boutade, esta frase del «¡Que inventen ellos!» Pero si miramos, como se ha ido produciendo la emergencia de las sucesivas revoluciones tecnológico-económicas la cosa no se ve tan absurda: China, Corea, Japón… incluso Estados Unidos, se basaron inicialmente en «importar» de alguna manera los conocimientos más avanzados de su tiempo, asimilarlos haciéndolos propios, para a continuación colocarse a la vanguardia en algunos campos estratégicos. A finales de los 80 yo mismo estudié en los Estados Unidos temas sobre medio-ambiente y arquitectura, y allí tenía a un par de compañeros chinos, becados por su país, que trabajaban con ahínco y minuciosidad. Ya entonces pensé que estaban tratando de asimilar «con avaricia» todo aquello, y que en pocos años estarían construyendo ciudades en China con lo allí aprendido. No he vuelto a ver a estos compañeros pero no me cabe duda que así habrá sido.

Nueva interferencia: Puedo decir que en el tema que fui a estudiar, con uno de los principales expertos globales en el asunto, yo era el mejor de mi clase gracias a la preparación en mi escuela sevillana. Y algo así ha seguido siendo mi experiencia con mis amigos más jóvenes que han estado en las mejores escuelas del mundo después: Harvard, Architectural Association, ETH Zurich, IaaC, etc. Nuestra preparación, al menos en Arquitectura, tiene poco que envidiar a la de otros países, al contrario. Los problemas vienen más bien después.

De los japoneses, ya casi nadie se acuerda, se decía en los 70-80 del siglo pasado que eran unos copiones que fabricaban cosas mediocres, hasta que aparecieron Toyota, Sony, etc. y tomaron la vanguardia tecnológica durante un par de décadas haciendo de Japón uno de los países más ricos del planeta. El caso actual de China es tremendamente parecido: hace muy pocos años el made in China era sinónimo de baja calidad, – las ubicuas tiendas de 20 duros o 1 euro que aparecieron de pronto en torno al cambio de siglo -, pero hoy ya no es así ni mucho menos, y entre las 10 empresas tecnológicas líderes en el mundo, la mitad, sin no me equivoco son ya chinas. Y en temas verde-ecológicos parece que también ya son el primer país del mundo… Habría mucho que aprender de estas lecciones… Una de ellas, quizás, es que no hay que inventar la rueda, sino que una vez que existe, es mucho más interesante estudiarla bien con aquellos que la inventaron y tratar de aprender cómo se hace y mejorarla – más que hacerse dependientes de las ruedas hechas por otros… aunque eso pueda beneficiar a los intermediarios locales… _ A nivel micro he estudiando como ciertas escuelas de arquitectura se hicieron líderes en las nuevas prácticas digitales mediante estrategias similares – y algo así intentamos, muy modestamente y sin demasiado éxito – con el Laboratorio de Fabricación Digital (el Fab Lab) de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla.

Es cierto que observando las políticas científicas existentes estas intenciones están ahí. Por ejemplo en Andalucía, existen aún las llamadas becas Talentia, que la Junta de Andalucía concedía a jóvenes estudiantes con buenos expedientes que fueran admitidos en posgrados en las mejores universidades del mundo. Tengo unos cuantos amigos beneficiarios. El problema, según mi experiencia, es que luego estos investigadores y potenciales excelentes profesores, carecen de un cauce organizado para devolver lo aprendido, por ejemplo, en las universidades de las que procedían. Es extraordinariamente complicado, y si lo consiguen, pues lo hacen como «el último mono» allí donde se incorporen. No creo que sea así como lo hiceron en su día los japoneses o lo estarán haciendo aún los chinos. Entiendo que no es fácil, pero también se me ocurren múltiples ideas para hacerlo mejor. Elementos como éste – entre otros muchos seguramente- serían muy necesarios para montar un Green New Deal verdaderamente ambicioso, y unas políticas tecno-científicas que no sean «healf-hearted» sino que pretendan cambiar las cosas con mayor firmeza y ambición, y que no se limiten a ir a remolque de otros.

No es menos cierto que los grandes planes son muy difíciles de llevar a cabo, y que la realidad que tenemos es la que es – pero también se puede ir mejorando paso a paso tratando de ir en una buena dirección…

Con mi habitual ingenuidad, mer pregunto cosas como: ¿podrían políticas así generar una cierta unidad entre sectores muy diversos de la sociedad española, ibérica o como la queramos llamar? ¿Unos ciertos entusiasmos compartidos?

Hasta aquí estas notas sueltas para un debate en mi opinión por hacer.

Vale.

#algunasReferencias

#Ciencia USA

Daniel Sarewitz, 2016, «Saving Science,» The New Atlantis, Number 49, Spring/Summer 2016, pp. 4–40, disponible en: https://www.thenewatlantis.com/publications/saving-science

Mariana Mazucatto, 2013, The Entrepreneurial State. Debunking the Public vs Private Sector Myths

Puede verse también reseña de este libro, de David Patiño, en este mismo blog:

Comentario sobre El Estado Emprendedor de Mariana Mazzucato

#Orígenes de las universidades en EEUU (en el contexto de la filosofía del pragmatismo)

Louis Menand, 2002 (edición original de 2001), The Metaphysical Club, Flamingo, Londres

#India (divulgación)

Angela Saini, 2011, Geek Nation. How Indian Science is Taking Over the World

#Corea

Manuel Castells, 1997, La era de la información.

#Green New Deal

Jeremy Rifkin, 2011, The Third Industrial Revolution. How Lateral Power is Transforming Energy, The Economy, and The World, Palgrave MacMillan, New York

Comentario de los planteamiento de Rifkin por J. Pérez de Lama en este mismo blog:

#AllPowerToThePeople. Ciudad, energía, sostenibilidad, commons

#España, franquismo y tecnologías

Lino Camprubí, 2018, Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y Guerra Fría en el Estado franquista, Crítica

#otros: complejo científico-industrial-militar

Franco Berardi Bifo, 2017, Futurability. The Age of Impotence and the Horizon of Possibility, Verso, Londres Nueva York

2 comentarios en “Unos comentarios sobre políticas tecno-científicas

  1. Lo que escrito arriba se incluiría más o menos en un keynesianismo tecnológico… quizás… si el desarrollo tecnológico se conectara con el empleo… Quedaría otro aspecto más «tecnopolítico» que tendría que ver con las tecnologías que favorecieran la autonomía a una escala mucho más fina, de las personas y las comunidades, las libertades y esas cosas… En otros posts del blog se ha tratado eso… Más saludos!

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