Kropotkin, El apoyo mutuo. Un factor de evolución: ¿un corazón demasiado tierno?

Retrato de Kropotkin en las primeras páginas de la reciente edición de El apoyo mutuo. Factor de evolución (2016, Pepitas de Calabaza, Logroño). Fuente imagen: @pepitaseditora

Por José Pérez de Lama

Ya hace unos días que leí este precioso libro de Kropotkin, que tuvo un cierto efecto sanador sobre mi ánimo, tan decaído desde hace tiempo. Llegué a su lectura, aparte de porque lo vi en el escaparate de La Fuga, Sevilla, – pequeña pausa para la publicidad -, porque lo había visto mencionar últimamente en diversos lugares. Recuerdo, uno en concreto, otro bello libro, Communal Luxuries, de Kristin Ross, una obra peculiar sobre La Comuna de París – con un gran título por otra parte.

Lo que decían Ross, y otros que ahora no recuerdo, siempre mencionándolo un poco de pasada, es que Kropotkin había sido un destacado científico, geógrafo y naturalista… y que además de su conocida fama como anarquista, había promovido una lectura alternativa de los principios de la evolución de Darwin: en lugar de enfatizar la lucha entre individuos y la supervivencia del más fuerte, como vienen haciendo desde el XIX los supuestos darwinistas oficiales, basándose en sus estudios en Siberia, una naturaleza con frecuencia tremendamente hostil a la vida, destacaba lo que llamó el apoyo mutuo como otro factor complementario de la evolución. Kropotkin era admirador de Darwin, y se consideraba a sí mismo darwinista, y explicaba que la cuestión del apoyo mutuo también se encontraba en su obra. Si me preguntaran cuál de las dos fuerzas o tendencias ha sido más importante en la evolución diría que ha sido la del apoyo mutuo, escribió el noble anarquista.

Un corazón demasiado tierno

Cita Carlos Varea en el epílogo a la reciente edición española que cuando Kropotkin murió, «sus colegas geógrafos británicos le despidieron  describiéndolo como un hombre de ‘singular y atractiva personalidad, naturaleza comprensiva, corazón cálido aunque quizás demasiado tierno, y con un amplio conocimiento de la literatura, la ciencia y el arte’.» La cita me hizo preguntarme en qué momento un corazón se considera demasiado tierno, porque de la lectura de esta obra lo que para mí destaca es una empatía extraordinaria por el mundo, los animales, y los hombres y mujeres, que yo fui asociando con este corazón «demasiado tierno». Y esta ternura, quiero pensar, es una de las cosas que me hace apreciar tanto el libro.

Que por otra parte, para nada tiene un aire Paulo Coelho o similar. Kropotikin va estudiando, usando los medios y conocimientos de su tiempo, primero los insectos, más tarde las aves y animales mayores, finalmente, las sociedades humanas: desde la etapa tribal, pasando por las aldeas comunitarias de los «bárbaros» y por las comunidades gremiales medievales, hasta llegar hasta su propia contemporaneidad, las sociedades industriales de finales del XIX y principios del XX.

En el estudio del mundo animal, el argumento evolucionista a favor del apoyo mutuo se ve con la mayor claridad: son las especies que colaboran entre sí, que se dan apoyo mutuo las que tienen mayor capacidad de resistencia en los medios hostiles; mediante este apoyo, individuos relativamente débiles son capaces de mantener a raya a individuos mucho más fuertes de otras especies; el carácter social de las manadas, bandadas, etc. es el que propicia el aumento de la inteligencia individual y colectiva… Esta capacidad de adaptación al medio y de aprendizaje es la que hace que estas especies lleguen a proliferar, en contraste con las especies más solitarias, mucho más excepcionales, y con poblaciones mucho menores. La comparación entre la decadencia de los grandes primates solitarios, el gorila y el orangután, y la proliferación de diferentes tipos de monos más sociales, resulta particularmente sugerente por su proximidad a los humanos.

Cuando estos razonamientos se extienden a los individuos y sociedades humanas, – una novedad en su día que hace posible el pensamiento evolucionista -, la selección de momentos histróricos que hace Kropotkin, construye una historia bastante alternativa a la de la Historia oficial. Tratando de contar con las evidencias científicas de su tiempo – aportadas por antropólogos o historiadores – mucho más modestas que aquellas con las que hoy contamos – nos describe como este principio del apoyo mutuo, con el mismo sentido que en el mundo de los animales, también fue fundamental; y cómo, siempre, grandes partes de las sociedades se construían en torno a éste, resistiendo a las coagulaciones de autoridad y violencia que una y otra vez trataban de dominarlas. Lógicamente, la historia que surge de esta mirada resulta una historia diferente, en la que los imperios o los grandes reinos ya no son lo que sucede sobre el fondo de la vida común y gris, – sino al contrario: los salvajes, los bárbaros, los artesanos medievales o las sociedades obreras son los que producen la vida, mientras que los diferentes poderes de vocación dominadora y autoritaria son los que la obstaculizan. Escrito así parece algo caricaturesco, pero el desarrollo que hace Kropotkin está lleno de matices, finura, y diría que precisión, – y a mí al menos, me pareció verosímil, a la vez que, leyéndolo, me transmitía un sereno entusiasmo.

Entre los estudios sociales-históricos destaco el caso de las ciudades libres medievales, cuya interpretación por parte de Kropotkin es bastante diferente de la de las clásicas epopeyas de la Revolución Industrial, – incluida la de Marx. Para Kropotkin, si no recuerdo mal, es en estos ámbitos del apoyo mutuo, la colaboración, los dispositivos para proteger a todos los miembros de la comunidad… en los que se produce, no sólo una vida mejor y más igualitaria, sino también un arte más bello – del que serían muestra las propias ciudades y paisajes, o las catedrales – y los descubrimientos científicos y técnicos, que serían posteriormente desarrollados en la era industrial. Esta visión resuena intensamente en el trabajo y el pensamiento de los pre-rafaelistas, de William Morris, o en los escritos de Lewis Mumford. También, para mí, en ciertas aproximaciones contemporáneas a la idea de artesanía digital. Lo que aquí cuento, me temo que es poco explicativo, – tendréis que leerlo para ver si os convence o inspira también a vosotros/as…

Lo orgánico

Cuando estudié la carrera de Arquitectura, nos hablaban de la arquitectura orgánica, algo a lo que le nunca vi especial interés, y que más o menos se asociaba a las formas curvas que pretendían evocar la naturaleza (el Frank Lloyd Wright de una cierta época, Häring, Sharoun, entre otros). Este término lo he encontrado en Kropotkin [por ejemplo, pp. 274, 346] , y también en Mumford, y ahora es cuando lo entiendo mejor, y me parece de gran relevancia. Ayer en una clase lo trataba de explicar relacionándolo con los ciclos y procesos naturales, de los que no se excluyen, como plantea la lectura evolucionista, los sociales y culturales. Con orgánico, una condición que Kropotkin echaba en falta en la civilización industrial, creo entender que describía una cierta interdependencia armónica y natural entre naturaleza, cultura y sociedad. En una formulación más reciente, lo relacionaría con las ecologías de la mente, o la ecosofía, de Bateson y Guattari: como cosas como el ciclo del agua, de la energía, de la materia, la actividad económica, el pensamiento… se interrelacionan de maneras virtuosas y mutuamente enriquecedoras, y como en estas interacciones, se producen formas de vida, territorios existenciales vivideros y cosas así.

¡Ah, el amor!

Leía esta mañana – gracias a la mediación de Tuiter – que Albert Enistein era un champion of kindness as a central animating motive of life (un gran defensor de la amabilidad como motivo central que anima la vida [Popova, 2017, 2012]). Por mi parte, tuve una educación familiar razonablemente basada en el amor al prójimo y de ahí al mundo en general aunque fuera menos prójimo __ formalmente inspirada en el Catolicismo y un cierto ¿objetivismo?, aunque también pienso que tuvo bastante que ver con el carácter personal de las personas que me criaron. Y aunque se que el socialismo mas o menos científico, rechaza que esto de amar al prójimo, o al planeta incluso, no es lo que debiera mover el mundo, que es una falsa conciencia, etc – y que lo que debería transformarlo es la lucha de clases… la lucha de los explotados unidos contra los explotadores, de los dominados rebelados contra los dominadores… la verdad… es que no acaba de convencerme, del todo. Por supuesto que creo en la lucha y en su necesidad permanente, pero me parece que ésta tiene que estar a su vez impulsada por algo más que la conciencia de clase, que el deseo de… revertir la situación, de que todo el mundo sea igual o al menos tenga las mismas oportunidad… pero, periódicamente me pregunto: ¿en virtud de qué razón?

A veces pienso que para mí, que muy difícilmente me podría considerar de clase obrera como vuelven a decir ahora algunos, es una cuestión estética: el deseo de un mundo más bello: explotar, abusar, dejar que la gente sufra innecesariamente, que se muera incluso… no me parecen nada bello, – aunque claro, también pienso que hay muchas estéticas… Parece que es conveniente justificar un poco esto…Superada la supervivencia y una cierta seguridad, quizás la estética sea lo más importante… para las personas de temperamento artístico… El entrelazamiento de Bien, Verdad y Belleza; quizás…

Porque la lucha de clases, la solidaridad entre los de abajo sólamente como estrategia-táctica para lograr una posición social mejor, y desalojar a los de arriba a ser posible, para sustituirlos… en el marco de los valores dominantes de hoy, – ¿individualistas, clientelares, calculadores de rentabilidades? genera muchas dudas. Y podemos ver bien cómo esto se ha desenvuelto en las últimas décadas con la generación de la Transición, y Felipe González al frente. Los hechos – que no las buenas palabras – lo que nos parecen indicar es que la lucha de clases de buena parte de esta generación, era por ponerse arriba, y una vez que lo conseguieron, pues lo demás ya… Y lo malo, es que el equipo de González, en el partido, en los sindicatos, en la sociedad civil, etc. no constituyen una excepción, sino que más bien representan la regla, al menos en los tiempos que coren. Y lo raro, serían casos como el de Mujica en Uruguay.

Kropotkin discute esta cuestión [por ejemplo, en la conclusión del libro, pp. 351-352], y también rechaza la caridad – el amor de los cristianos – como hacen los marxistas declarados y los que piensan así en general, por considerarlo condescendiente, – y supone uno que también por la historia de la Iglesia… Creo que menciona el altruismo y la solidaridad – aunque hoy es una palabra tremendamente gastada y vacía. Y opta por expresar este fenómeno que impulsa la sociabilidad colaborativa, igualitaria y antiautoritaria con la expresión apoyo mutuo. Y si no recuerdo mal, y espero no estar mezclando lecturas, comenta la diferencia entre una sociedad basada en derechos – abstractos, fácilmente individualizables… – con la que ha descrito, que se basaría en un principio activo, que se pone en práctica por parte de los individuos. Pero el apoyo mutuo, para él, tampoco es un interés calculado como argumentan ciertos tendencias típicamente norteamericanas y de la teoría de juegos, la idea de que es más «rentable» cooperar en vez de competir- sino que, interpreto, tendría el carácter de ¿un instinto?, ¿una tendencia natural? por la cual los seres vivos empatizan entre sí, – y que quizá el entorno (¿evolutivo?) hace que se desarrolle más o menos? Y qué otra cosa sería un amor por el mundo, por la naturaleza, por los animales, por los otros humanos? – me acuerdo, del infinito gozo de existir que según Spinoza caracterizaría ciertos momentos de felicidad… Kropotkin reitera la idea del gozo de la vida en común como otra de las manifestaciones fundamentales del apoyo mutuo, tanto en animales como en las sociedades humanas. Un instinto, una capacidad, una virtualidad que los humanos podemos, además, desarrollar y cultivar con nuestros hábitos, en las formaciones sociales que constituimos, en las instituciones que creamos… , ¿Una construcción social, también, pero basada en ciertas tendencias que efectivamente se dan en los seres vivos, y como tales en los humanos? Alguna razón debe haber para que pensemos que todos deberíamos ser iguales, o que todos merecemos tener una vida feliz o al menos agradable, más allá de la tautología de que todos somos iguales y por tanto debemos ser iguales, o la más sofisticada idea de que ningún hombre (o mujer) debe ser un medio para otro, – especialmente cuando la realidad nos demuestra que eso es lo que ocurre cada día.

Se pierde uno fácilmente por estos vericuetos… Como es habitual, más dudas y preguntas que certezas y respustas… Y me parece que también uno debe tener un corazón demasiado tierno.

En fin, os sugiero que leáis el libro. Da que pensar, y hace ver el mundo de una manera que ayuda a sentirte mejor.

#bibliografía y referencias

Piotr Kropotkin, 2016 (ediciones originales de 1902, 1920), El apoyo mutuo. Un factor de evolución, Pepitas de Calabaza, Logroño

Otras referencias:

Gregory Bateson, 1970, Form, Substance, and Difference; en G. Bateson, (edición original de 1972), Steps to an Ecology of Mind, The University of Chicago Press, Chicago & Londres

Félix Guattari, 2000 (edición original en francés 1989), Las tres ecologías, Pre-Textos, Valencia

Maite Larrauri & Max, 2003, La felicidad según Spinoza, Tándem, Valencia

Lewis Mumford, 2012 (edición original de 1934), Technics & Civilization, University of Chicago Press, Chicago

María Popova, 2017, Don’t Heed the Haters: Albert Einstein’s Wonderful Letter of Support to Marie Curie in the Midst of Scandal, https://www.brainpickings.org/2016/04/19/einstein-curie-letter/

Maria Popova, 2012, Einstein on Kindness, https://www.brainpickings.org/2012/03/19/einstein-on-kindness/

Kristin Ross, 2015, Communal Luxury. The Political Imaginary of the Paris Commune, Verso, Londres

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3 comentarios en “Kropotkin, El apoyo mutuo. Un factor de evolución: ¿un corazón demasiado tierno?

  1. Querido Jose,
    En cada post me haces reflexionar… Creo que Kropotkin tenía razón y el apoyo mutuo es la clave para construir…
    El amor… un corazón tierno… nunca son «demasiado».
    Me apunto el libro a mi lista 😉
    Gracias.
    Teresa.

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  2. Por más que insistan es evidente que lo eficiente es la cooperación. Nos quieren convencer de lo antinatural. Lo consustancial a las personas es su vida social y construir cosas en común y por intereses materiales de cuatro nos quieren hacer creer lo contrario. Muy acertada la posición y muy necesario que lo justifiquemos, aunque como tantas veces, toca justificar lo obvio…Muchas gracias profesor, siempre tan acertado.

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