Pequeño homenaje a la estos días denostada English working class – en la persona de Raymond Williams, escritor e investigador sobre cultura y sociedad – y marxista heterodoxo si no lo he entendido mal. Un breve comentario/introducción a su libro Keywords. A Vocabulary of Culture and Society, seguido de una traducción de la entrada «estructural» – como ejemplo de su método.
Imagen: Yoko Ono, sf, Imagine Peace (24 Language Button Pack)
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Por José Pérez de Lama
Reality … one of the few words which mean nothing without quotes.
Vladimir Nabokov, 1956, On a Book Entitled Lolita
Keywords. A Vocabulary of Culture and Society de Raymond Williams es efectivamente un vocabulario que contiene unas 131 palabras, que según su autor, en la época que lo escribió – años 60-70-80 -, constituían el repertorio característico del lenguaje de los intelectuales.
Su lectura me ha resultado mucho más fascinante de lo que pensaba cuando se me ocurrió comprarlo por Internet. Me ha abierto una nueva perspectiva a este mundo de las palabras, en el que con mayor o menor intensidad vivimos todos, – queramos o no. Más allá de las etimologías clásicas, Williams desvela cómo las palabras que usamos cada día tienen una historia mucho más compleja y rica que aquella que va de su origen en latín, griego o inglés antiguo, a su uso actual, más o menos consensuado, convencional o especializado que podemos mirar en los diccionarios. Un uso, que a la vista de las historias contadas, se muestra mucho más precario de lo que solemos imaginar. Estas palabras críticas, según muestra convincentemente el autor, suponen interpretaciones del mundo, delimitaciones de territorios, y como tales son objeto de una permanente disputa. Comunicación, conducta (behaviour), democracia, élite, estructura, familia, gestión (management), individual, interés, mejorar (improve), reforma, representante, revolución, subjetivo, trabajo (labour), por sólo mencionar algunas, son palabras que han significado cosas sorprendentemente contradictorias a lo largo de su historia. Cabe señalar, que aunque el vocabulario que examina Williams es el inglés, tratándose de palabras cultas, estimaría que en un 90% tienen usos muy próximos a los de sus equivalentes en español/castellano.
En la introducción, Williams cuenta que se le ocurrió hacer este trabajo hacia 1945, al volver de la guerra a Cambridge, la universidad donde había empezado a estudiar, y darse cuenta de que la gente usaba las mismas palabras de antes, pero que había un nuevo consenso general sobre su significado. Este consenso ya no era el que él había conocido, y le hacía sentirse un extraño, marginado. Algo parecido le había ocurrido al llegar por primera vez a la universidad procedente de un entorno rural. Conocía las palabras, pero allí ya no parecían tener el mismo significado que él les atribuía. Y así no era fácil ni entender lo que los otros decían, ni por supuesto hacerse entender.
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Lo singular del trabajo de Williams, entonces, es este rastreo, que denomina histórico y social, del significado de las palabras, y también de las familias de palabras, que uno diría que constituyen campos o territorios conceptuales. Una de las primeras cosas que me llaman la atención es que todos estos términos, en las acepciones específicas que se usaban en los medios cultos en la segunda mitad del siglo 20, eran muy jóvenes; de finales del siglo XVIII los más raros, del siglo XIX la mayoría, y del propio siglo XX una buena parte. Otra circunstancia que llama la atención es que casi todos los términos estudiados por Williams, con pocas excepciones, son de origen ajeno al inglés: francés-latín, griego antiguo, alemán, y alguno más excepcional español… Con frecuentes viajes, incluso de ida y vuelta, entre unas y otras lenguas. Esto me hacía recordar lo que escribía Marina Garcés, _ “somos los otros” _ nos constituimos con las palabras, el pensamiento, las experiencias de los otros – y el caso de estas palabras de la cultura y las ciencias, a través de las que se interpreta y se construye el mundo, lo hace extremadamente evidente.
El siguiente asunto que me llama la atención es el marcado carácter precario e inestable de los significados. Los significados de una misma palabra o de sus derivadas son fluidos y contradictorios. “No hay definiciones tan claras como algunos pretenden; y como son presentadas en los diccionarios; – más bien, los diccionarios se nos aparecen de pronto como algo despóticos…» En el colegio estudié, – y por alguna razón se me quedó grabado -, aquello de que el lenguaje era «sincrónicamente inmutable y diacrónicamente mutable» – esto es, que el lenguaje era un fijo en un tiempo dado, aunque se transformaba, mutaba, a lo largo del tiempo. Lo que nos transmite Williams es que la mutabilidad está mucho más presente de lo que imaginamos; que parafraseando a Foucault, las propias palabras existen como un campo de batalla constante; el juego entre denotación y connotaciones es constante y permanentemente variable; las contaminaciones, asbtracciones, desplazamientos, metáforas, metonimias, símiles, etc. animan su historia de metamorfosis «ovidiana»…
Sobre esta imagen del campo de batalla, aunque (casi) resulte tópico, el reciente debate en mi universidad sobre el significado de “democracia”, “representación” y “participación”, da buena cuenta de esto; un debate que sin duda se extiende al conjunto del cuerpo político y el territorio “nacional” – otra palabra en el vocabulario williamsoniano, por cierto – ; y que no es algo de hoy, sino que viene casi desde el propio origen de los términos: según explica Williams [p: 91], hasta bien entrado el SXIX, democrático era un término más bien peyorativo – entre las clases cultas, eso sí.
Casualmente, – o no -, «dos libros después» de Keywords, leo algo relacionado con esta visión de las palabras/conceptos como producto de un equilibro de fuerzas precario y temporal. Anna Tsing, antropóloga-etnógrafa del Antropoceno escribe: «Debemos buscar historias que se desarrollan a través de la contaminación … Esto cambia la forma en que imaginamos que funcionan los nombres … Si las categorías son inestables, tenemos que observarlas emerger en los encuentros. El uso de nombres de categorías debe suponer el compromiso de trazar los ensamblajes en los que estas categorías llegan a dominar temporalmente…» (2015: 29) La cita de Tsing es sin duda mucho más «esotérica» o abstracta que la aproximación objetivista y frugal de Williams, pero a mí me ha sugerido un gran paralelismo… Ponedla entre paréntesis, si acaso, e igual intento escribir algo específico sobre esto más adelante.
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Había tuiteado días atrás que consideraba un must, una necesidad, para cualquier joven investigador la lectura de este libro – al menos para cualquier investigador que trabaje con las palabras como elemento fundamental, tal vez de las ciencias sociales. Quizás me pasaba de pedante. Aún así, repito sin demasiado éxito a mis estudiantes (de Arquitectura) de todos los niveles, que deberíamos usar las palabras como usamos una línea en un dibujo técnico: debe estar en un sitio preciso, delimitando o conectando exactamente elementos o regiones… – no da igual que esté o no, o que esté «más o menos» en su sitio… Williams, sin embargo, lo pone aún más difícil, no ya tenemos que elegir con precisión si usamos el término estructura, sistema o composición – por citar algunas palabras típicas – sino que deberíamos definir con claridad con que significado lo usamos – si es que de verdad queremos hacernos entender con precisión, y construir nuestros discursos con consistencia.
Esto me hacía recordar también a Deleuze, en alguna de sus lecciones sobre Foucault, sobre el uso de términos filosóficos. Escribía Deleuze que el lector debe estar atento, y saber identificar aquellas palabras que en un cierto autor o en una cierta obra, tienen un significado especial, singular, crítico – mientras que el resto de palabras aparezcan en el mismo texto sin esa tensión que las distingue…
En cualquier caso, más allá de esta moralina, la lectura de Keywords – palabras clave, palabras llave para entender de que estamos hablando – funciona como un amplificador, o más precisamente un intensificador, de los placeres del lenguaje, de la literatura y del pensamiento. A partir de su lectura, al encontrarnos con esta o aquella palabra, se nos abre un mundo que no se limita a elegir un significado entre las diversas acepciones más o menos depuradas que nos ofrecen los diccionarios, sino que aparece la historia de las ciencias, los conflictos entre maneras de delimitar territorios, de construir mundos…
Como comentario final, también se constata leyendo Keywords, que las palabras clave de los años 60 y 70 en el mundo de las ciencias sociales, la cultura y quizás la política, ya no son exactamente las mismas, y que seguramente habría que añadir unas cuantas decenas más para dar cuenta de como hablamos/pensamos hoy… Ese podría ser otro bonito trabajo: el de ordenar por etapas culturales las palabras críticas y sus significados, incluso por escuelas de pensamiento… Biopolítica, complejidad, crecimiento/decrecimiento, digital, economía política, feminismo, globalización, gobernanza, laboratorio, ordenador, poder, precariedad, redes, software, sostenibilidad… tal vez sean algunas de las palabras que podrían añadirse – además de actualizar el significado desde los 70 de otras como comunes, moderno, sistema o subjetividad…
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Ps/ Para ilustrar el procedimiento de Williams adjunto como apéndice, más abajo, la traducción de una de sus entradas, estructural – con la familia relacionada, estructura, estructuralismo, formalismo, sistema, código, modelo, paradigma…, que a mí, por mis propios trabajos, me ha parecido de especial interés. Como mi amigo Curro Villarejo me ha advertido que no haga posts demasiado largos, consideradla un bonus track para friquis. La tendré ahí en cualquier caso para usar en mis próximas clases. El apéndice está en el original inglés y a continuación en español/castellano, traducido por mí.
#referencias
Raymond Williams, 2014 [edición original 1976; revisada 1983, 1988], A Vocabulary of Culture and Society, Fourth Estate, Londres
Anna Lowenhaupt Tsing, 2015, The Mushroom at the End of the World. On the Possibility of Life in Capitalist Ruins, Princeton University Press, Princeton
#apéndice
Raymond Williams, 2014 [1976, 1983, 1988], Keywords. A vocabulary of culture and society, Fourth Estate, Londres (pp. 297-303)
Abbreviations:
fw: immediate forerunner of a word, in the same or another language.
rw: ultimate traceable word, from which “root” meanings are derived.
q.v.: quod vide, see entry under word quoted
C: followed by numeral , century (C19: nineteenth century)
eC: first period (third) of a century.
lC: last period (third) of a century.
mC: middle period (third) of a century.
F: French.
Gk: Classical Greek.
L: Latin.
Structural
[297] Structure, with its associated words, is a key term in modern thought, and in many of its recent developments it is especially complicated. The word is from fw structure, F, structura, L, rw struere, L – build. In its earliest English uses, from C15, structure was primarily a noun of process: the action of building. The word was notably developed in C17, in two main directions: (i) towards the whole product of building, as still in “wooden structure”; (ii) towards the manner of construction, not only in buildings but in extended and figurative applications. Most modern developments follow from (ii), but there is a persistent ambiguity in the relations between these and and what are really extended and figurative applications of (i).
The particular sense that became important as an aspect of (ii) is that of “the mutual relation of constituent parts or elements of a whole as defining its particular nature”. This is clearly an extension of the sense of a method of building, but it is characteristic that it carries a strong sense of internal structure, even while structure is still important to describe the whole construction. The earliest specialized uses were in anatomy – “structure of the Hand” (eC17) – and the word remained important in the general development of biology, often with a distinction from function (fw functionem, L, rw fungi – perform), where observation of the (proper) functioning of an organ could be distinguished from observation of the structure of the organism. Still, however, in C18 developments there was an understandable range from the sense of the whole construction to the sense of internal conformation. Structure was used, for example, to describe not only bodies but statues. It was used to describe the main features of a region. In the biological uses, sense (ii) is usually clear: “structure and internal conformation” (1774). But when we find, for example, from 1757, “every one’s private structure of mind and sensations”, it is far from clear whether this referes primarily to internal relations or the whole result of a process of (building and) development. In applications to writing there was a similar uncertainty: “the Structure of his Line” (1746) and “structure of … periods” (1749) both carry a sense of the process of building, but the former probably referred primarily to internal relations. In geology, from 1813, there is an unambiguous example in the strengthening analytic sense: “structure of the internal parts”.
[298] Structural appeared in mC19. In its early uses it repeated the range of structure but there was an increasing emphasis on the internal construction as constitutive. It was used in quite general ways of matters of building and engineering (cf. a modern definition of engineering as “to design or develop structures, machines, apparatus or manufacturing processes …”) where the principles of construction were recognized to be structural, but where structure, as a matter of course, referred both to the method and process of construction and the the completed work. However, the sense of structure as constitutive was drawn upon to express not only a sense of basic construction but, emphatically, of internal construction: in geology for example: “structural, as affecting the intimate character of the mass, and not merely its external form”. This was repeated in, for example, “structural differences which separate Man from the Gorilla” (1863). This was the completion of the earlier sense of “mutual relations of constituent parts of a whole”, with particular stress on the identification of the arrangement and mutual relations of elements of a complex unity. Structural evidence and structural relations, from 1870, expressed this sense. In building, by lC19, there was conventional distinction between structural and decorative, which reinforced the sense of internal framework or process. Sciences using this emphasis were named as structural: structural botany (1833); structural geology (1882); structural chemistry (1907); structural engineering (1908).
We need to know this history if we are to understand the important and difficult development of structural and later structuralist as defining terms in the human sciences, notably linguistics and anthropology. The stress in linguistics, though at first not given this name, represents a shift from historical and comparative to analytic studies, made necessary especially by the problems of understanding languages which were outside the traditional groups in which earlier methods had been developed. Especially in the case of the languages of American Indians, it was found necessary to discard presuppositions and assimilations drawn from historical and comparative studies of Indo-European languages, and to study each language “from the inside” or, as it was later put, structurally. At the same time, more rigorous and objective methods were applied to the study of language as a whole, and its basic procedures began to be described by the word which was already available, from the [299] physical sciences, for this emphasis: structures. Thus far there was no particular difficulty, but the problem of naming turned out to be crucial and has led to some obvious problems. Structure was preferred to process because it emphasized a particular and complex organization of relations, often at very deep levels. But what were being studied were nevertheless living processes, while structure, characteristically, from its uses in building and engineering, and in anatomy, physiology and botany, expressed something relatively fixed and permanent, even hard. The intensive development of notions of structure in physics, though in themselves demonstrating the difference between static and dynamic structures, added to the sense of deep internal relations, discoverable only by special kinds of observation and analysis. The initial move, to discard some received modes of study, because they included presuppositions drawn from quite different material, did not necessarily lead to all subsequent senses of structural or, as now, structuralist. Structural linguistics was a form of analysis of the general phenomenon of language, in terms of the fundamental organization of its basic procedures. It is an irony that the functionalist and structuralist schools of anthropology are now often contrasted, with support from a traditional distinction in biology between function (performance) and structure (organization) itself emphasized by Spencer in sociology, but that early structuralist linguistics and functionalist anthropology shared an emphasis on studying a particular organization, a language or a culture, in its own terms, setting aside general or conventional presuppositions drawn from other languages and cultures, or from generalizations from languages and cultures as wholes. This overlap is now past, buy it reminds us of the complexity of the distinctions. We can compare the similar complexities of form and formalist (q.v.), where formal can mean either the external (often superficial) appearance or those qualities and details of formation which explain a particular shaping. The difficulties of systematic are also relevant. System, from fw systema, Gk – organized whole, was used from C17 to describe particular organizations: either a set or such organizations as the solar system or the nervous system. What was involved in describing these was discovering the organization and mutual relations of a particular complex whole: a sense which overlaps with one sense of structural and is still close to it, down to details of procedure, in matters like system analysis. But system also continued in its sense of a whole [300] organization: a set or principles; an organized treatise; a theory (q.v.) (there was a C18 distinction between system and practice); or a whole social organization (“the social system”, “the system”). Systematic can then mean either orderly and complete inquiry and exposition, or that structural quality which pertains to the essential “constitutive” character of an organization. The shades of meaning are obviously very difficult to distinguish. It is not as easy as it is often made to seem to distinguish one kind or procedure or one kind of definition of interest from another, by the use of terms as complex and variable as these.
This is especially the case in the popularization of structuralist. In America, linguists and anthropology, for historical reasons, have always been closely linked, and the effective popularization of structuralist can only be understood when this is taken into account. There have been many variations and many areas or uncertainty, but the primary emphasis is on deep permanent structures of which the observed variations of languages and cultures are forms. There has been a radical rejection of “historical” (historicist) and evolutionary (q.v.) assumptions, and comparative methods are applied only to structures, which in this use has quite lost (and indeed rejected) the alternative sense of finished constructions and intend only the sense of internal formal relations. In what can be called orthodox structuralism, these structures, over a range from kinship to myth and grammar, are permanent constitutive human formations: the defining features of human consciousness and perhaps of the physical human brain. Observed or observable variations are interpreted in terms of these structures. There is an evident association, in this, with the psychoanalytic generalizations of human nature, and with earlier rationalist generalizations of the properties of the mind, to say nothing of the practical overlap, in some cases, with forms of idealism (q.v.). There is an alternative tendency, named genetic (q.v.) structuralism, which still emphasizes deep constitutive formations of a structural kind, but which sees these as being built up and broken down at different stages in history, as distinct from being permanent and humanly constitutive. (The claim that Hegel and Marx were genetic structuralists, in this sense, bears some examination.) The dispute between these tendencies is important, but it is necessary to analyze the uses of structure if any full argument is to be developed. Often “orthodox” and “genetic” structuralists share the conviction that [301] the structures determine (q.v.) human life, whether absolutely or historically. One influential tendency sees not human beings living in and through structures, but structures living in and through human beings. (This is the ground for a recent derogatory sense of humanism: the reduction of structural matters to human – individual or moral – tendencies and motivations.) It is clear that in many cases the hypothesis of a structure, followed by its detailed analysis, has been very fruitful in investigation. It can encourage clarification of fundamental relationships, often of a kind screened by assumptions or habit. This has given great strength to structuralism as an emphasis, but the transition represented by one aspect of the transfer from structural to structuralism – the sense not of a procedure or set of procedures but of an explanatory system – has had quite different effects.
There has been an evident tendency to take categories of thought and analysis as if they were prime substances. It is here, especially that structuralism joins with particular tendencies in psychology (when Id, Ego, Superego, Libido or Death-Wish function as primary characters, which actual human beings perform in already structured ways) and in Marxism (where classes (q.v.) or modes of production are primary, and human beings live out their inherent properties). It is a very fine point, in description of any system or structure, whether emphasis is put on the relations between people and between people and things, or on the relationships, which include relations and the people and the things related. It is clear from the use of structure and structural that the words can be used with either emphasis: to include the actual construction with special reference to its mode of construction; or to isolate the mode of construction in such a way as to exclude both ends of the process – the producers (who have intentions related to the mode chosen, as well as experience derived from the material being worked) and the product, in its substantive sense, which is more than the sum of its formal constructive relations, and distinctly more than an abstraction of them. In orthodox structuralism the effective exclusion of both producers and substantial products – their analytic reduction to the determining general relations – has been especially acceptable to people accustomed to similar procedures in industrial technology and in managerial (q.v.) versions of society. Actual people and actual products are made theoretically subordinate to the decisive abstracted relations. (who have intentions related to the mode chosen, as well as experience derived from the material being worked) and the product, in its substantive sense, which is more than the sum of its formal constructive relations, and distinctly more than an abstraction of them. In orthodox structuralism the effective exclusion of both producers and substantial products – their analytic reduction to the determining general relations – has been especially acceptable to people accustomed to similar procedures in industrial technology and in managerial (q.v.) versions of society. Actual people and actual products are made theoretically subordinate to the decisive abstracted relations.
Genetic (q.v.) structuralism, with its emphasis [302] on the building (structuration) and dismantling of structures, is better able to include both producers and products (who in this emphasis are more than bearers of permanent structures) but is not really able to include them in substantial ways while the structural emphasis is still on deep internal relations rather than on what can be dismissively described as content. The problems of formalism, and of the complex bearings of form and formation, are very close at this point. Much structuralist analysis is formalist in the sense of separating form and content and giving form priority, as well as formalist in the wider and more acceptable sense of detailed analysis of specific formation. This need not separate content but can be concerned precisely with the forms of content and the content of forms, as integral processes. This can also be a concern with structures, in the wide sense which includes the activity of building and the thing built as well as (in and through) the modes of construction. But this is very different from a concern with structures in the sense of abstracted and constitutive internal relations.
The issues involved in this difficult group of words are very important. Indeed structural analysis of the group itself is particularly necessary, since one effect of the abstracted emphasis of structure is an assumption of the structuralist as an independent “objective” observer, freed from both the habits and the substances of more superficial or more empirical (q.v.) kinds of observation. Some associated words may help.
There has been an interesting use of code, to describe sign-systems in language and other forms of behaviour (q.v.). Code (fw codex, L, with a primary material reference, to a block of wood that would be split into “leaves” or “tablets”; cf. the related keyword, text, fw textus, L, from rw texere – to weave) was a systematic collection of laws and statutes (from C14) and, later, after extension to any systematic collection of laws in a less formal sense, a system of signals, in military (eC19) and telegraphic (mC19) use; thence, and now predominantly, an opaque system through which, but not in which, meanings are communicated. It is very significant, as a form of metaphorical support for the assumption of hidden internal relations of a decisive kind, that code is now used as if it were equivalent to any system of signals, thus making every element of communication (and especially its communication) intrinsically abstract. Code may retain the sense of a system of constitutive laws, but the element of arbitrariness which its modern development [303] indicates has been repeated in significant uses of words words like model and paradigm. Model was indeed, from C16, a representation of a structure that it was proposed to build. It was then extended and used figuratively to express a pattern or type. It is still so used, but it is significantly often used to express not merely an abstract configuration of a process, but the sense that the particular abstract configuration chosen is at once decisive and, in a key sense, arbitrary: another model might have been chosen, giving substantially different results. Similarly paradigm, a pattern or example, used generally from C15 and in grammar from lC16, has been recently popularized in the sense of a characteristic (often arbitrary) mental hypothesis. Clearly all these words, like structure in its critical deployment, are important ways of thinking beyond habit and presupposition. Their recognition of variable forms is very important. But, as with structure, a necessary category of hypothesis or analysis can be converted, sometimes unconsciously, into a definition of substance. In one form of contemporary thought there are only structures, codes, models and paradigms: relations as distinct from relationships. The analytic importance of these categories is qualified by the implicit or explicit reduction of all processes to category relations. This (as in games theory) can, at times, even against the intentions of their users, reduce substantial relations to formal and abstract relations (structural relations in the narrow sense), not only in analysis but in effective practice. If the analysis is to be carried through, this structural characteristics of the terms will have to be made conscious, and all its effects – within and beyond the analysis – assessed.
See formalist, theory
Estructural
[297] Estructural, con sus palabras asociadas, es un término clave en el pensamiento moderno, y en muchos de sus recientes desarrollos es especialmente complicada. La palabra viene de fw structure, structura, L, rw struere, L – construir. En sus primeros usos en inglés, desde el S15, estructura era principalmente un nombre de proceso: la acción de construir (nota en castellano es más evidente, pues estructura y construir tiene la misma raíz – en inglés construir es más comúnmente build). La palabra fue notablemente desarrollada en el S17, en dos direcciones principales: (i) hacia el producto conjunto del construir, como aún se usa en “estructura de madera”; (ii) hacia la manera del construir, no sólo edificios sin en aplicaciones extendidas y figuradas. La mayoría de los desarrollos modernos siguen de (ii), pero existe una persistente ambigüedad en las relaciones entre éstas y las que son realmente aplicaciones extendidas y figuradas de (i). (Quizás en castellano el uso de construcción, también como producto final y como proceso, haga que estructura no funcione exactamente como en inglés en este aspecto).
El sentido particular que se convirtió en importante como un aspecto de (ii) es el de “la relación mutua de las partes o elementos constituyentes de un conjunto como definidores de su naturaleza particular”. Esto es claramente una extensión del sentido de método de construcción, pero es característico que porta un fuerte sentido de estructura interna, incluso si a la vez estructura sigue siendo importante para describir el conjunto de la construcción. Los usos especializados más tempranos fueron en anatomía – “estructura de la mano (pS17) – y la palabra siguió siendo importante en el desarrollo general de la biología, frecuentemente con una distinción respecto de función (fw functionem, L, rw fungi – hacer, desempeñar perform), en que la observación del (adecuado) funcionamiento de un órgano podía distinguirse de la observación de la estructura del organismo. Sin embargo, en los desarrollos del S18 todavía existía un rango comprensible desde el sentido de la construcción en su conjunto al sentido de la conformación interna. Estructura se usaba, por ejemplo, no sólo cuerpos sin también estatuas. Se usaba para describir las principales características de una región. En los usos biológicos, el sentido (ii) está habitualmente claro: “estructura y conformación interna” (1774). Pero cuando encontramos, desde 1757, por ejemplo, “la estructura mental y de las sensaciones propia de cada cual”, está lejos de estar claro si esto se refiere principalmente a relaciones internas o al resultado total de un proceso de (construcción y) desarrollo. En aplicaciones a la escritura se daba una incertidumbre similar: “la Estructura de esta Línea” (1746) y “estructura… de la puntuación” (1749) ambas contienen un sentido del proceso de construcción, pero la primera probablemente refiere principalmente a todo el resultado y la segunda principalmente a relaciones internas. En geología, desde 1813, hay un ejemplo sin ambigüedad del fortalecimiento del sentido analítico: “estructura de las partes internas”.
[298] Estructural apareció en mS19. En sus primeros usos reproducía el rango de significaciones de estructura aunque otorgando un énfasis creciente a la construcción interna como aspecto constitutivo. Se usaba de forma bastante general en materia de construcción e ingeniería (cf. una definición moderna de ingeniería decía “diseñar y desarrollar estructura, máquinas, aparatos y procesos de fabricación …”) en la que los principios de construcción se reconocían como estructurales, pero en la que estructura, como algo dado por supuesto, se refería igualmente al método y el proceso de construcción y a la obra completada. Sin embargo, el sentido de estructura como constituyente era utilizado para expresar no sólo un sentido básico de construcción, sino enfáticamente, de construcción interna: en geología, por ejemplo, “estructural, en tanto que afecta el carácter íntimo de la formación, y no meramente su forma externa”. Esto se repetía, por ejemplo, en “diferencias estructurales que separan al hombre del gorila” (1863). Esto suponía completar el sentido precedente de “relaciones mutuas de las partes constituyentes de un todo”, con acento particular en la identificación de la disposición y de las relaciones mutuas entre elementos de una unidad compleja. Evidencias estructurales y relaciones estructurales, a partir de 1870, expresan este sentido. En construcción, para el fS19, existía una distinción convencional entre estructural y decorativo, que reforzaba el sentido de un marco de referencia o proceso interno. Las ciencias que usaban este énfasis recibieron la denominación de estructural: botánica estructural (1833); geología estructural (1882); química estructural (1907); ingeniería estructural o de estructuras (1908).
Necesitamos conocer esta historia si pretendemos entender el importante y difícil desarrollo de estructural y posteriormente estructuralista como términos clave en las ciencias humanas, notablemente en lingüística y antropología. El acento en la lingüística, aunque inicialmente la llamara así, representa un desplazamiento de los estudios históricos y comparativos a los analíticos, que se hizo necesario especialmente por los problemas para entender lenguas que estaban fuera de los grupos tradicionales donde se habían desarrollado los métodos tradicionales. Especialmente en el caso de las lenguas de los indios americanos, fue necesario descartar presuposiciones o asimilaciones obtenidas de los estudios históricos y comparativos de las lenguas indoeuropeas, y estudiar cada lengua “desde el interior” o, según se planteó más tarde, estructuralmente. A la vez, se aplicaron métodos más rigurosos y objetivos al estudio de la lengua como un todo, y comenzó a describirse los procedimientos básicos mediante la palabra que ya estaba disponible, en [299] las ciencias físicas, para este tipo de énfasis: estructuras. Hasta aquí no existía una particular dificultad, pero el problema de la denominación se convirtió en algo crucial y ha dado lugar a algunos problemas obvios. Se prefirió estructura a proceso porque enfatizaba la existencia de una particular y compleja organización de relaciones, con frecuencia a niveles bastante profundos. Pero lo que estaba siendo estudiado eran en todo caso procesos vivos, mientras que estructura, característicamente, de sus usos en construcción e ingeniería, y en anatomía, fisiología y botánica, expresaba algo relativamente fijo y permanente, incluso firme. El desarrollo intensivo de las nociones de estructura en física, a pesar de demostrar por sí mismas las diferencias entre estructuras estáticas y dinámicas, sumaron al sentido de relaciones internas profundas, susceptibles de ser descubiertas sólo por tipos especiales de observación y análisis. El paso inicial, de descartar modos de estudio recibidos, porque incluían suposiciones obtenidos de materiales diferentes, no llevó necesariamente a todos los otros sentidos de estructural o, como ahora, estructuralista. La lingüística estructural era una forma de análisis de los fenómenos generales del lenguaje, en términos de la organización fundamental de sus procedimientos básicos. Es una ironía que las escuelas antropológicas funcionalista y estructuralista sean hoy frecuentemente contrastadas, apoyándose en la tradicional distinción de la biología entre función (funcionamiento performance) y estructura (organización) también enfatizadas por Spencer en sociología, y que sin embargo las originales lingüística estructural y antropología funcionalista compartieran el énfasis en estudiar una particular organización, una lengua o una cultura, en sus propios términos, haciendo a un lado suposiciones generales o convencionales extraídas de otras lenguas y culturas, o de generalizaciones de la lengua y la cultura como totalidades. Esta superposición ya no está vigente, pero nos recuerda la complejidad de las distinciones. Podemos comparar las similares complejidades de forma y formalista (q.v.), donde formal puede significar bien la apariencia externa (frecuentemente superficial) o aquellas cualidades y detalles de (con)formación que explican una cierta configuración. Las dificultades de sistemático son también relevantes. Sistema, de fw systema, Gk – todo organizado, se usaba en el S17 para describir ciertas organizaciones: bien conjuntos bien organizaciones tales como el sistema solar o el sistema nervioso. De lo que se trataba describiendo esto era descubrir la organización y las relaciones mutuas de un cierta totalidad compleja: un sentido que se superpone con uno de los sentidos de estructural y que sigue estando próximo a éste, descendiendo hasta los detalles del proceso, en materias como el análisis de sistemas.
Pero sistema también continuó en su sentido de totalidad de una [300] organización: un conjunto de principios; un tratado organizado; una teoría (q.v.) (existió en el S18 una distinción entre sistema y práctica); o una organización social completa (“el sistema social”, “el sistema”). Sistemático (y sistémico) puede entonces referir bien a una investigación y exposición ordenada y completa, bien (sistémica, en castellano ) a aquella cualidad estructural que es esencial y “constitutiva” del carácter de una organización. Los matices de significado son obviamente difíciles de distinguir. No es tan fácil como a veces se quiere hacer parecer el distinguir un tipo de procedimiento o un tipo de interés de la definición del otro, usando términos tan complejos y variables como éstos.
Este es especialmente el caso de la popularización de estructuralista. En Estados Unidos, los lingüistas y la antropología, por razones históricas, han estado siempre estrechamente relacionados, y la gran popularización de estructuralista sólo puede ser entendida teniendo en cuenta esta circunstancia. Hubo muchas variaciones y muchas áreas de incertidumbre, pero el énfasis principal es en las estructuras profundas de las que las variaciones observadas de lenguas y culturas son formas. Se ha dio un rechazo radical de la asunciones “históricas” (historicistas) y evolucionistas (q.v.), y los métodos comparativos se aplicaron sólo a estructuras, que en este uso pierden en gran medida (y en efecto es rechazado) el sentido alternativo de construcciones acabadas y apuntan sólo al sentido de relaciones formales internas. En lo que puede llamarse estructuralismo ortodoxo, estas estructuras, del parentesco a los mitos y la gramática, son formaciones permanentes constitutivas de lo humano: las características definidoras de la conciencia humana y quizás del cerebro humano en su sentido físico. Las variaciones observadas u observables son interpretadas en función de estas estructuras. Existe una asociación evidente, en esto, con las generalizaciones psicoanalíticas de la naturaleza humana, y con anteriores generalizaciones racionalistas de las propiedades de la mente, por no mencionar la práctica superposición, en algunos casos, con formas de idealismo (q.v.).
Existe una tendencia alternativa, denominada genética, que enfatizando también las formaciones profundas constitutivas de tipo carácter, ve éstas como conformadas y descompuestas en diferentes etapas de la historia, como tales no permanentes ni constitutivas de lo humano. (La reivindicación de que Hegel y Marx fueron estructuralistas genéticos, en este sentido, merece un cierto examen.) La disputa entre estas tendencias es importante, pero es necesario analizar el uso de estructura si se quiere desarrollar cualquier argumento de manera completa. Con frecuencia los estructuralistas “ortodoxos” y “genéticos” comparten la convicción de [301] que las estructuras determinan (q.v.) la vida humana, bien sea absolutamente, bien históricamente. Una influyente tendencia no ve a los seres humanos viviendo en y a través de las estructuras, sino a las estructuras existiendo en y a través de los seres humanos. (Esta es la base para un reciente sentido peyorativo de humanismo: la reducción de cuestiones estructurales a las tendencias o motivaciones humanas – individuales o morales.) En esta frase no me queda muy claro el sentido preciso, salvo el conflicto entre humanismo y estructuralismo. Está claro que en un muchos casos la hipótesis de una estructura, seguida por su análisis detallado, ha sido muy fructífera en investigación. Puede estimular la clarificación de relaciones fundamentales, de un tipo con frecuencia velado por las asunciones o el hábito. Esto ha dado gran fuerza al estructuralismo como énfasis, pero la transición representada por un aspecto de la transferencia de estructural a estructuralismo – el sentido, no de procedimiento o conjunto de procedimientos sino de sistema explicativo – ha tenido efectos muy diferentes. Se ha dado una evidente tendencia a tomar categorías de pensamiento y análisis como si fueran substancias primeras. Es ahí, especialmente, donde el estructuralismo se une a ciertas tendencias en psicología (cuando el Ello, Ego, Superego, Líbido o pulsión de muerte funcionan como caracteres primarios, que los seres humanos concretos interpretan en formas previamente estructuradas) y en el Marxismo (donde las clases (q.v.) o los modos de producción son primarios, y los seres humanos viven sus propiedades inherentes). Se trata de una cuestión muy delicada, en la descripción de cualquier sistema o estructura, si el énfasis es puesto sobre las relaciones (relations) entre la gente y entre la gente y las cosas, o en la relación (relationship), que incluye las relaciones y la gente y las cosas relacionadas. Resulta claro del uso de estructura y estructural que las palabras pueden ser usadas con cualquiera de los dos énfasis: para incluir la construcción concreta con especial referencia a su modo de construcción; o para aislar el modo de construcción de tal manera que excluya ambos extremos del proceso – a los productores (que tienen intenciones relacionadas con el modo elegido, así como experiencia derivada del material que es trabajado) y el producto, en su sentido substantivo, que es más que la suma de sus relaciones constructivas formales, y claramente más que una abstracción de éstos. En el estructuralismo ortodoxo la exclusión efectiva de ambos, productores y productos materiales – su reducción analítica a las relaciones determinantes generales – ha sido especialmente aceptable para gente acostumbrada a procedimientos similares propias de la tecnología industrias y las versiones sociales basadas en la gestión (managerial) (q.v.). La gente concreta y los productos concretos se subordinan teóricamente a las abstractas relaciones consideradas como decisivas.
El estructuralismo genético, con su énfasis [302] en la construcción (estructuración) y desmantelamiento de estructuras, tiene más capacidad de incluir a los productores y productos (que en este énfasis son más que portadores de las estructuras permanentes) pero no es realmente capaz de incluirlos de maneras sustanciales mientras que el énfasis estructural permanezca en las relaciones internas profundas en lugar de en lo que puede ser desdeñosamente descrito como contenido. Los problemas del formalismo, y de los problemáticos aspectos de forma y formación, resultan muy cercanos a este punto. Buena parte del análisis estructuralista es formalista en el sentido de que separa forma y contenido y da prioridad a la forma, así como formalista en el sentido más amplio y más aceptable del análisis detallado de formaciones específicas. Éste no necesita separar el contenido sino que puede ocuparse precisamente con las formas del contenido y el contenido de las formas, como procesos integrales. Esto puede ser también una preocupación por las estructuras, en el sentido amplio que incluye la actividad de construir y la cosa construida así como por los modos de construcción (en y a través de). Pero esto es muy diferente de la preocupación por las estructuras en el sentido de abstracciones de relaciones internas constitutivas.
Las cuestiones implicadas en este difícil grupo de palabras son muy importantes. En efecto, resulta particularmente necesario el análisis estructural del grupo, desde el momento en que el efecto del énfasis estructura abstraída supone la asunción del estructuralista como un observador independiente y “objetivo”, liberado de los hábitos y las sustancias de tipos de observación más superficiales o empíricos (q.v). Algunas palabras asociadas pueden ser de ayuda. Se ha dado un interesante uso de código, para describir sistemas de signos en el lenguaje y en otras formas de conducta (q.v.). Código (fw codex, L, con una referencia material principal a un bloque de madera que se cortada en “hojas” o “tablas”; cf. la palabra clave relacionada, texto, fw, textus, L, de rw texere – tejer) era una colección sistemática de leyes y estatutos (desde el S14) y, más tarde, después de su extensión a cualquier colección sistemática de leyes en un sentido menos formal, un sistema de señales, en usos militares (pS19) y telegráfico (mS19); desde entonces, y ahora predominantemente, un sistema opaco a través del cual, pero no en el cual, se comunican significados. (Aquí, habría que contrastarlo con el uso de código en la programación informática, donde ya no es así; este uso seguramente no era extendido cuando el autor escribe esto.) Es muy significativo, como forma de soporte metafórico de la asunción de relaciones internas, ocultas, de carácter decisivo, que código se use ahora como si fuera equivalente a cualquier sistema de señales (signos?), haciendo así que todos los elementos de comunicación sean intrínsecamente abstractos (y en especial su propia comunicación). Código puede retener el sentido de sistema de leyes constitutivas, pero el elemento de arbitrariedad que indica su desarrollo moderno [303] ha pasado a ser repetido en usos significativos de palabras como modelo y paradigma. Modelo era, en efecto, desde el S16, una representación de una estructura que se proponía construir. Se extendió y usó figuradamente para expresar un patrón o tipo. Aún se usa así, pero se usa con significativa frecuencia para expresar no sólo la configuración abstracta de un proceso, sino el sentido de que la particular configuración abstracta elegida es a la vez decisiva y, en un sentido clave, arbitraria: se podría haber elegido otro modelo, dando lugar a resultados sustancialmente diferentes. De manera similar paradigma, un patrón o ejemplo, usado generalmente desde el S15 y en gramática desde el S16, ha sido recientemente popularizado en el sentido de una hipótesis mental característica (con frecuencia arbitraria). Claramente todas estas palabras, como estructura en su empleo crítico, son maneras importantes de pensar más allá del hábito y los presuposiciones. Su reconocimiento de formas variables es muy importante. Pero, como con estructura, una categoría necesaria de hipótesis o análisis puede convertirse, inconscientemente a veces, en una definición de la substancia. En cierta forma del pensamiento contemporáneo sólo hay estructuras, códigos, modelos y paradigmas: relaciones que excluyen los objetos o sujetos que relacionan (relations distinct from relationships). La importancia analítica de estas categorías es cualificada por la reducción implícita o explícita de todos los procesos a relaciones entre categorías. Esto (como en teoría de juegos) puede, en ocasiones, incluso en contra de las intenciones de aquellos que las usan, reducir las relaciones sustanciales a relaciones formales y abstractas (relaciones estructurales en el sentido más estrecho), no sólo en el análisis sino también en la práctica efectiva. Si se lleva a cabo un análisis completo, estas características estructurales de los términos deben hacerse conscientes, y todos sus efectos – dentro y más allá del análisis – deben ser considerados.
Ver formalista, teoría (N. del T.: y además, podrían verse ciencia, empírico, experiencia, experto, orgánico, positivista, pragmático, subjetivo, tecnología)