Locura Suicida

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Imagen: Chris Burden crucificado en un escarabajo. Performance de 1974.
Imagen de http://jalopnik.com/360541/performance-art-and-the-automobile-chris-burden-crucifed-on-beetle-1974

David Patiño Rodríguez
(Los suicidas están en el extremo inferior de la distribución de la felicidad)

La sociedad ha creado diversas percepciones sobre los suicidas. Todas relacionadas pero con matices que aportan detalles sobre las posibles motivaciones del que atenta contra sí mismo. Todas estas imágenes comparten algo en común: establecen una línea entre la normalidad y la anormalidad y sitúan al suicida dentro de la anormalidad, lo extraño y fuera de cualquier lógica.

Desde las religiones se ha criminalizado al suicida considerándolo un asesino de sí mismo. Su crimen es la cobardía pues es alguien que se rinde frente a las adversidades. Como resultado a la tragedia que sufre una persona que le lleva a acabar con su vida, se le añade la condenación en la eternidad. El suicida de este modo, sufre una doble condena a muerte, la que se aplica a sí mismo y la que le aplica la sociedad.

La sociedad también concibe a los suicidas como inadaptados sociales. Personas que no son capaces de desarrollar su vida en sociedad de manera plena. Al no poder mantener vidas normales, deciden acabar con ellas.
Pero la visión más extendida es la de que son personas enfermas. Tendemos a asociar el suicidio a la enfermedad mental, dado que no aceptamos que una persona en su sano juicio pueda atentar contra sí misma. Posiblemente, esta tercera visión es la que traza una mayor barrera entre nosotros y los suicidas. Es una idea que nos protege al alejarnos del problema. Ni nosotros ni nuestros familiares debemos temer ser víctimas de un suicidio porque no estamos enfermos y si alguien de nuestro entorno lo estuviera, sería relativamente fácil detectar que está en peligro pues entendemos que la enfermedad mental es fácil de detectar.

Estas perspectivas nos mantienen alejados y nos aportan seguridad para no tener que pensar siquiera en esta tragedia porque no pertenecemos a ninguno de los grupos de personas desviadas. Gracias a estas explicaciones la sociedad puede obviar este enorme problema y casi no hablar de él Y el efecto se consigue a pesar incluso de que el suicidio es la principal causa de muerte no natural. En 2013, último año para el que tenemos cifras, hubo 3.4 veces más muertes por suicidios que por accidentes de tráfico. Además, el incremento de suicidios causados por motivos económicos generados por la crisis ha hecho que los medios, empiecen a hacerse eco, aunque sea de manera tímida.

Si reflexionamos sobre las vías que la sociedad ha empleado para esconder el problema, podemos advertir que chocan frontalmente con el planteamiento del comportamiento humano que tienen las ciencias sociales, y en concreto la economía. La economía se basa en el supuesto de que los individuos adoptan decisiones racionales en cada momento. Procesan toda la información de la que disponen y eligen la opción que produce una mayor diferencia entre los beneficios y los costes. Como consecuencia, las decisiones que adoptan los individuos revelan sus preferencias. En los últimos años, la economía del comportamiento ha puesto en duda algunos de estos planteamientos. No obstante, incluso los defensores de este enfoque son conscientes de que inferir las “preferencias” de los agentes a partir de algo que no sea observar las decisiones que adoptan nos adentra en una senda complicada o incluso peligrosa. Por ello, incluso los críticos, no niegan que la racionalidad sea la principal guía a la hora de que los agentes adopten sus decisiones.

En definitiva, el saber mayoritariamente aceptado considera que las decisiones que adoptan los agentes son el reflejo de su racionalidad. Adoptar este planteamiento lleva a concluir que cuando una persona decide terminar con su vida está actuando de modo racional. Obviamente, la idea de concebir un suicidio como un acto lógico es de muy difícil aceptación. Y tampoco afirmamos que no existan situaciones patológicas que generen este resultado. Sin embargo, todos hemos leído situaciones extremas acontecidas en dictaduras o represiones como la franquista en las que personas perseguidas acabaron con su vida, en lugar de dejarse atrapar. Sin duda, podemos considerar esa decisión como un último acto de libertad y de rebeldía, a la vez que una vía de escape de la tortura y ejecución que esperaría al perseguido presumiblemente. Tal situación puede constituir un ejemplo de suicidio racional. A todos nos puede parecer que en una situación tan extrema quitarse uno mismo la vida es una opción lógica que minimiza las consecuencias negativas.
Hemos encontrado al menos un supuesto en el que el suicidio puede ser una opción racional. Nos preguntamos ahora si esa situación corresponde únicamente al escenario extremo que descrito o si por el contrario, se puede extender a otras situaciones. Existen dos hechos acontecidos en los últimos años que son claros candidatos: por un lado el fuerte incremento experimentado por la irrupción de la crisis Por otro, la elevación estructural de suicidios que viene experimentando, especialmente, la población de mediana edad en las sociedades desarrolladas.

La literatura especializada ha analizado ya los determinantes económicos del crecimiento de los suicidios y ambos situaciones se originan en este ámbito. Respecto de los suicidios causados por la crisis, podemos imaginar a una persona que haya perdido todo lo que se considera básico en la vida. Su trabajo, su dignidad, su casa y especialmente toda esperanza de recuperarlos. En esta situación extrema, sin perspectivas de mejora y asolado por las deudas, puede ser lógico escapar de la previsible “tortura” que le espera acabando con su propia vida. Es posible pensar que esta persona ejecuta un racional análisis coste-beneficio que le conduce a adoptar la decisión que minimiza sus pérdidas.

La segunda situación ha sido objeto de reflexión por parte del filósofo coreano Byung-Chul Han. Según Han, la última versión del capitalismo ha conseguido transformarnos en nuestro principal enemigo. El espíritu competitivo que nos ha implantado ha llegado al extremo de hacernos competir continuamente con nosotros mismos. De modo evidente, en una lucha en la que los enemigos somos nosotros mismos el resultado final no puede ser otro que la derrota dando como resultado de modo cada vez más frecuente vidas carentes de sentido. Desde nuestra más tierna infancia la sociedad nos prepara para lograr las metas de lo que definen la idea del triunfo en la vida. Conseguir ser un “triunfador” implica un enorme sacrificio que además es creciente y que incluye renunciar a amigos y diversiones pero también a pareja, a formar una familia… Tal vez, el mejor ejemplo para visualizar esta situación lo puede constituir Apple y su política de financiar la congelación de los óvulos de sus empleadas. Los triunfadores viven vidas circunscritas a su trabajo y a cambio, este modo de vida te premia con muchas cosas. Quizás un magnífico coche o un apartamento muy chic…de 40 metros cuadrados pero con una ubicación excelente y desde luego con los últimos adelantos tecnológicos. Aunque sin tiempo para disfrutar ninguna de esas maravillas materiales, ni nadie con quien compartirlas, excepto a través de Facebook. Finalmente, a los 45 años, edad aproximada en el que se alcanza el mayor número de suicidios, alguna de estas personas llegue a la conclusión de que su vida no tiene vida. Pero además puede que no pueda vivir de otro modo, porque esa es la única forma que le han enseñado a vivir. En esa momento, acabar con esta especie de no vida puede ser la solución menos traumática o costosa. El suicida puede elegir la mejor opción de todas las que tiene a su alcance.

Como hemos visto, los suicidas podrían no ser siempre cobardes, pero lo más sorprendente es que podrían estar cuerdos o incluso no ser unos inadaptados. Si la decisión de acabar con la propia vida es racional el individuo no es un enajenado, que únicamente toma la mejor decisión de entre las posibilidades que dispone. El problema de esta persona es que el todas las alternativas que tiene son muy malas. En el caso de los suicidios causados por la crisis es posible imaginar una serie de recetas de política económica que permitieran su reducción y de ser eso posible, este tipo de suicidios se producirían porque las sociedades están fallando al no acometer las medidas que los evitan. Se precisaría reflexionar para concretar los instrumentos, aunque parece lógico comenzar por algún tipo de moratoria en los desahucios de primeras viviendas o en políticas de viviendas sociales cuando las órdenes de desahucios estén generadas por impagos a alquileres de viviendas propiedad de particulares.

La solución al otro supuesto es mucho más complicada, pues implica que este tipo de suicidios son consustanciales al sistema. Tales vidas desposeídas de toda humanidad serían la consecuencia de la evolución del capitalismo y de la superestructura ideológica, usando la terminología marxista, que desarrolla. De algún modo, estos suicidas no son inadaptados al sistema, más bien son los individuos más adaptados al mismo y por ello mismo, los que corren el mayor peligro de sufrir sus consecuencias. En este caso, las recetas de política económica son muy limitadas pues los valores que causan el trágico final se les estarían inculcando a las personas desde su más tierna infancia, a través del sistema educativo, y a través de todas y cada una de las seductoras llamadas a conseguir vidas triunfadoras basadas en el materialismo.

4 comentarios en “Locura Suicida

  1. Estimado David,

    me ha gustado mucho tu texto – aunque como también me gusta estar en desacuerdo contigo – porque si no, las conversaciones son muy aburridos, te voy a hacer algunas observaciones.

    Ya sabes que eso de los comportamientos racionales me hace una cierta gracia. Soy más bien de la opinión contraria – que lo dominante en la mayor parte de los comportamientos «humanos» es una cierta irracionalidad; – o si consideramos el teŕmino razón de una manera amplia, al menos creo que los «humanos» suelen dirigirse mediante razones múltiples y generalmente en contradicción. También hemos hablado en ocasiones de que esta racionalidad calculadora y de carácter eminentemente económico-monetario es para mi una forma de conducta construida y relativamente reciente – como en general estimo que son todas las conductas… Y aunque se que tienes explicaciones para estas cosas desde el paradigma «calculador» diría que ahí están el amor, la amistad, las aficiones, la pasión por la belleza, etc para contrarrestar tu visión.

    En algunas fases el texto me parece un texto de humor, y eso me gusta, por la frialdad racional con que comentas algunas cosas… como si estuvieras tratando, que se yo, la fabricación y reciclaje de un zapato… por decir algo!

    Finalmente, diría que veo el suicidio como una cierta lucidez, y una forma de ejercer la autonomía sobre la propia vida y la determinación de su final. La vida está «sobrevalorada» en mi opinión; y por otra parte la muerte es parte de ella – sobre todo si pensamos en la vida, no sólo como algo que es propio de un ser individual, sino la vida en su conjunto. Igual que cuando muere un árbol, éste se convierte en alimento de la nueva vegetación que nacerá. O cuando pensamos más en la especie humana, y menos en los individuos… En fin, pienso más en la muerte como el final de una vida cuando uno ya ha tenido bastante – cuando piensas o sientes que lo que vendrá ya no será tan bueno como lo que pasó… O cuando alguien simplemente se ha aburrido de vivir… También pienso en la muerte como algo fascinante, o como un acto artístico, – como sugiere quizás la imagen de Chris Burden… En las fiestas me gusta irme justo cuando lo estoy pasando mejor… Es otra forma de ver las cosas… Si hubiera un procedimiento fácil y bello de morir cuando uno quisiera, seguramente esto sería algo más común, o incluso muy común. Siempre pienso – y creo que lo hay – que esto sería un excelente campo de negocio… Jeje… Bueno, existe en Suiza, creo. Y en Japón, por lo menos eso se ve en las películas, los ancianos se iban al campo o a la montaña a morir cuando sentían que llegaba su hora. Y por supuesto también está el famoso suicidio ritual del sepukku.

    Veo más bien en la condena social del suicidio una práctica externa de control sobre la vida y el cuerpo – porque estaría regular que la gente decidiera masivamente morirse en lugar de vivir sometidos o explotados… Algo de eso decía el Ché también…

    «Las cosas del cuerpo son como un río y las cosas del alma como un sueño de vapor, la vida es una guerra y la fama después de la muerte, solo olvido», parece que decía Marco Aurelio.

    Salud!

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    1. Mola tu respuesta. Muchas gracias. Muchas de las cosas que planteas han sido más que estudiadas por los que saben de esto. Por ejemplo lo de irte cuando te lo estás pasando mejor, es bastante «racional» dado que buena parte de la utilidad se obtiene por los recuerdos y tendemos a recordar las situaciones, especialmente por el final de las mismas. Hay experimentos en los que se hace meter la mano a individuos en agua fría durante unos segundos, pues bien, está comprobado que con que eleves un grado o dos la temperatura (totalmente imperceptible) durante unos segundos antes de que termine el tiempo, la gente recuerda como más placentera esta segunda experiencia.
      Por lo demás, el tono satírico procuro no perderlo, incluso cuando intento (generalmente si éxito) ponerme serio.
      Y lo que llaman por ahí racionalidad, guía a los comportamientos de mucha gente, para nuestra desgracia. Cada vez que sale lo de la racionalidad, me acuerdo de una categoría que emplea mucho Krugman y que me encanta que es lo que él llama «gente muy seria». Si no hubiera tanta gente tan seria y racional, estoy seguro de que el mundo sería un sitio mucho más agradable…
      Gracias compa…

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      1. Sigo…

        Esta modesta discusión va en realidad sobre «qué es el hombre (y la mujer)», o qué son los hombres, las mujeres, etc. Y en relación con esto, la ética, como conjunto de normas, valores o guías que determinan o dirigen sus conductas de acuerdo con lo que son, piensan que son o pretenden ser… Cómo se discierne entre los que está «bien» y «mal», lo que es «bueno» o «malo», como se es capaz de actuar de acuerdo con estas alternativas…

        El utilitarismo, que entiendo que es la base del «modelo calculador», es un modelo ético entre otros… En algún librillo que leía últimamente, destacaba tres modelos éticos en la actualidad, el utilitarista – con sus modalidades individuales y colectivas o sociales -, el kantiano, que se fijaba como referencia grandes valores como el Bien, la Verdad, etc a los que se llega racionalmente, y un tercero que caracterizaba como aristotélico, en el que lo bueno para los humanos sería aquello que tiene que ver con el ejercicio del intelecto y la razón… Yo añadiría otro más, que llamaría spinozista-guattariano, en el que la construcción ético-estética de la singularidad, la multiplicación de las singularidades, sería el horizonte de referencia…

        Muy posiblemente, en algunas circunstancias, lo que según una de estas éticas pueda ser considerado bueno, por otra de ellas serían considerado malo – y como muchos hombres y mujeres, dentro de sus posibilidades, intentan actuar adecuándose a sus éticas personales – ante similares circunstancias actuarían de maneras diferentes… muy posiblemente, mezclando de unas y otras referencias éticas: algo de cálculo, algo de principios abstractos, algo según sus inclinaciones personales más singulares… El hecho de que las personas, aún con situaciones parecidas, enfrentadas a las mismas circunstancias actúan de manera diferente, creo que es un dato objetivo. Supongo que en el modelo utilitarista se justificará diciendo que los análisis de algunos serán menos adecuados que los de los otros… Por ejemplo, diría que hay mucho de esto en como se vienen valorando las conductas electorales de la gente: manipulación, ignorancia, falta de conciencia de clase…

        Lo que me deja algo espantado del «modelo economicista» es que nos supone calculadoras andantes… Estoy seguro de que este discurso funcionalista «de los que saben del asunto» es capaz de responder a estas modestas objeciones con una cierta consistencia – pero aún así, todavía, sigo prefiriendo tener familiares, amigos o novias de carne y hueso, que actúan de manera intempestiva, que anteponen la intuición o las pasiones al cálculo, la fidelidad a la verdad al beneficio, la compasión al qué-hay-de-lo-mío, etc. más que individuos calculadores. Me da la impresión que, según ese modelo el «homo economicus», sería mejor sustituir a los humanos por robots o androides, resultando así en un mundo bastante mejor y más racional… Lo malo – o lo bueno – sería que en ese proceso también nos sustituyeran a nosotros mismos… 🙂 _ Igual es lo que está pasando, – por lo menos en la esfera del trabajo/empleo…

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      2. No lo había visto hasta ahora. Muy interesante tu comentario, aunque lleve tiempo escrito.
        Mola la discusión que indicas al respecto de la motivación última del comportamiento económico y es de plena actualidad. Por un lado tienes a un Friedman, que dice que lo importante es la predicción del modelo, por encima de todo lo demás, incluida la realidad. Puedes montar un mundo paralelo, totalmente irreal, que si predice bien el comportamiento de los agentes, está bien (ellos además, generalmente, deciden cuando el modelo predice bien). Por otro, tienes a la moderna economía del comportamiento en la que se hace una enmienda a la totalidad de lo que, durante el siglo XX ha sido la economía y arremete, muchas veces de modo irónico y satírico contra el homo economicus, comparando el comportamiento de los «humans» y los «econs». Desde luego, la teoría económica actual deja muchos comportamientos sin explicar, posiblemente porque no les interesa en absoluto. Tristemente no es únicamente un problema nuestro, eso mismo le pasa a una medicina mucho más interesada en implantes estéticos que en la malaria…

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